Cómo afrontar las presiones cotidianas de cuidar a los padres
SI CUIDAR a sus padres origina tensiones con las que no contaba, puede que tienda a sentirse culpable. Quizás se pregunte: “¿Fallará algo en mi relación con mis padres? ¿Acaso no hay muchas culturas en las que los adultos viven felices con sus padres toda la vida?”.
Es cierto, pero puede que sus circunstancias sean diferentes. Tal vez sus padres se han ido a vivir con usted tras veinte, treinta, cuarenta o más años de no compartir el mismo techo. Esto implica que durante la mayor parte de su vida, tanto usted como sus padres han adoptado estilos de vida y han adquirido hábitos propios de manera independiente. En el transcurso de varias décadas, dichos estilos de vida y hábitos posiblemente hayan llegado a ser muy distintos. Pero ahora, al vivir juntos de nuevo, se ve ante la necesidad de armonizar su vida con la de ellos, un desafío mayor de lo que sería si siempre hubiesen vivido bajo el mismo techo.
Además, algunos padres quizás estén bastante enfermos o necesiten atención especial en otros aspectos. Aun cuando puede que usted esté atendiendo sus necesidades y no vea que por el momento sea imperativo ingresarlos en una residencia de ancianos, lo cual es encomiable, se comprende que la situación les someta a todos a una serie de presiones cotidianas. Atender a los padres es natural, pero envejecer y enfermar no lo es. El Creador nunca se propuso que la gente perdiera el vigor y la salud con el paso de los años. Por consiguiente, no llegue a la conclusión de que a usted le pasa algo por el simple hecho de que la situación requiera más esfuerzo emocional y físico del que había previsto. (Génesis 1:26-31; Salmo 90:10.)
Las tensiones ligadas al cuidado de los padres no son necesariamente el reflejo de una mala relación entre usted y sus progenitores. Y si la relación entre ustedes era buena antes de que ellos requirieran su ayuda, lo más probable es que cualquier roce que ahora surja sea el resultado de los retos propios de la nueva situación. ¿Cómo puede hacer frente de un modo efectivo a las presiones cotidianas?
Evite los sentimientos de culpabilidad improcedentes
Hasta las personas que hacen por sus padres todo lo que pueden y deben se sienten a veces culpables de no hacer más. No obstante, un sentimiento de culpa improcedente puede ser un problema. Pudiera motivarle a tomar decisiones que alivien su sentimiento de culpabilidad pero que no necesariamente contribuyan a su bienestar ni al de sus padres. Por ejemplo, ¿qué sucedería en el caso de que una mujer, para aliviar los sentimientos de culpa, se centrase tanto en atender a sus padres que descuidara a sus hijos y a su marido? Ella, su esposo y sus hijos sufrirían las consecuencias. Por lo tanto, no permita que un sentimiento de culpabilidad improcedente controle su vida.
¿Se siente a veces culpable porque le parece que nada de lo que hace por sus padres es suficiente? Quizás se deba a que necesitan más cuidados de los que usted puede procurarles. Tal vez se dé el caso de que, prescindiendo de lo que usted haga, siempre haya algo más que se pueda hacer. Además, si considera dichos cuidados como un medio de compensar a sus padres por todo lo que hicieron por usted mientras le criaron, siempre se sentirá culpable, pues jamás podrá compensarles totalmente.
El libro You and Your Aging Parents hace ver la necesidad de decidir cuánto va a hacer por sus padres. Dice: “Se ahorrará mucho desgaste emocional si basa [sus decisiones] principalmente en lo que puede hacer, no en lo que le gustaría hacer o hasta en lo que debería hacer”.
En efecto, determine con realismo lo que puede esperar de sí mismo. Algo que le podría ayudar es consultar a un amigo de confianza que conozca sus aptitudes, sus limitaciones y su situación familiar. ¿Puede usted llevarse a casa a sus padres? ¿Dispone su vivienda de suficiente espacio? ¿Querrán ellos mudarse? Si sus padres no viven con usted, ¿con cuánta frecuencia puede visitarlos, y cuándo? Siempre que usted haga lo que pueda, no tendrá por qué sentirse culpable. En caso de que de todas formas tenga sentimientos de culpabilidad, reconozca que son improcedentes y no permita que influyan en sus decisiones.
Comparta la carga
El libro bíblico de Eclesiastés dice que es muy perjudicial ser “inicuo en demasía” o “justo en demasía”, y que esto último puede ‘causar desolación’. (Eclesiastés 7:16-18.) Pudiera ser así si trata de hacer más de lo que desea, puede y hasta debería hacer.
Si usted ya tenía un horario muy apretado antes de empezar a cuidar a sus padres, debe eliminar algunas otras actividades o conseguir ayuda. Sin embargo, muchas personas que necesitan ayuda no se atreven a pedirla. Quizás sean demasiado tímidas o piensen que otros no están dispuestos a colaborar. Pero en caso de que usted se agote, se perjudicará a sí mismo y a todos los que le rodean. En su libro sobre el cuidado de las personas mayores, la autora E. Jane Mall denomina “síndrome de mártir” a esa actitud de asumir demasiadas obligaciones. Su consejo es: “Usted necesita una lista de prioridades, tres de las cuales deberían ser: tiempo con su [cónyuge], tiempo con sus hijos y amigos y tiempo para usted mismo”.
En efecto, necesita compartir la carga. ¿A quién puede pedir ayuda? A familiares, amigos, vecinos o profesionales especializados. Pero recuerde: tiene que pedirla, y debe hacerlo con claridad, pues las indirectas no siempre se captan. Probablemente le sorprenda ver quiénes y cuántos están dispuestos a colaborar cuando usted expone sus necesidades con claridad y hace peticiones definidas. Por ejemplo, podría rogar a alguien que le ayude a limpiar la casa. Si eso le alivia un poco la carga, entonces no hay razón para insistir en limpiar la casa usted misma porque ‘nadie lo hace tan a fondo como usted’.
Si tiene hermanos, la responsabilidad de cuidar a los padres también es de ellos. Puede que hasta ahora usted se haya encargado de todos los cuidados, o de la mayor parte, creyendo que sus hermanos no pueden o no quieren cooperar. Pero ¿les ha pedido directamente su colaboración? Algunas personas responden de manera positiva si se les hace ver con claridad que se necesita su ayuda.
Hay quienes monopolizan el cuidado de los padres para conseguir o mantener su aprobación. O quizás se sientan más piadosos al encargarse ellos mismos de todas las tareas. A lo mejor se quejan de que otros no los ayudan, pero puede que de una manera u otra estén dando a entender que lo prefieren así. Esta pudiera ser una forma de hacerse justo en demasía. Pero ¿por qué debería usted causarse problemas innecesariamente? Si hay ayuda disponible, pídala y acéptela.
No obstante, tenga esto presente: no espere que sus hermanos compartan las responsabilidades al mismo grado que usted. Aunque a veces es posible que puedan hacerlo, suele ocurrir que por sus circunstancias se les haga difícil, si no imposible. En muchos casos resulta más práctico que sea un familiar quien cuide directamente a los padres, mientras los otros, en especial los hermanos, contribuyen económicamente y cooperan llamándolos por teléfono, visitándolos o llevándoselos unos días a casa o a algún viaje de fin de semana.
Convivencia estrecha
La convivencia estrecha puede dar lugar a pequeñas irritaciones. Hábitos que usted fácilmente excusaría a un amigo pueden parecerle intolerables en un familiar cercano.
Además, su padre o su madre quizás digan: “Desearía que pasaras más tiempo conmigo, pero sé que estás muy ocupado”. Tras un comentario como ese puede subyacer la creencia de que usted no se preocupa lo suficiente por su padre o su madre. Su reacción ante semejante comentario podría manifestar cierto enojo. Sin embargo, en lugar de sentirse molesto, ¿no sería mejor centrarse en lo que verdaderamente preocupa a su padre o a su madre, a saber, pasar más tiempo con usted? En caso de que no le sea posible acceder a su petición, explicar la situación con bondad dará mejor resultado que dar una respuesta hiriente. (Proverbios 12:18.)
Si hace un esfuerzo concienzudo por cultivar las cualidades que se fomentan en la Biblia, podrá hablar con bondad y firmeza a la vez cuando sea necesario. El libro bíblico de Colosenses reconoce de manera realista que a veces tenemos “causa de queja contra otro”, y nos aconseja: “Continúen soportándose unos a otros y perdonándose liberalmente unos a otros”. También nos exhorta a vestirnos de “los tiernos cariños de la compasión, la bondad, la humildad mental, la apacibilidad y la gran paciencia”. (Colosenses 3:12-14.) Desde luego, esas cualidades contribuirán mucho a minimizar las irritaciones de la convivencia estrecha.
Y si de vez en cuando se equivoca, pierde la paciencia y dice algo que hubiese preferido no decir, “que no se ponga el sol estando ustedes en estado provocado”. Discúlpese enseguida y olvídese del asunto. No permita que se convierta en otra fuente de sentimientos de culpabilidad. (Efesios 4:26, 27.)
Conserve cierto grado de intimidad
Con sus padres viviendo en la misma casa que usted, quizás le resulte difícil tener intimidad. No obstante, toda la familia necesita cierto grado de intimidad. Podrían tratar juntos el problema y llegar al acuerdo de que ciertos momentos y lugares sean privados para los diferentes miembros de la familia. Por ejemplo, algunas familias, aunque no todas, consideran que una puerta cerrada con un letrero de “no moleste” indica que en ese momento esa habitación es un lugar privado para la persona que está dentro.
En los casos en que la habitación no tenga puerta, un biombo o una división podrían cumplir la misma función. De producirse una interrupción inesperada de esos momentos necesarios de intimidad, sería apropiado mencionarlo con tacto. La cuestión es que todos en la familia deberían respetar la necesidad que tiene cada uno de disponer de cierto grado de intimidad.
Un privilegio
Recuerde que aunque le duela que la salud de sus padres vaya menguando, nuestro Creador, Jehová, desea que sintamos cierta medida de gozo aun en circunstancias difíciles. Cuidar a los padres también le puede ayudar a acercarse más a Jehová al buscar su apoyo en oración. Una mujer que vivió tal experiencia se expresó de la siguiente manera: “Siempre me había sentido cerca de Jehová, pero cuidar a mis padres me enseñó a confiar totalmente en él. La diferencia era comparable a la que existe entre una conversación telefónica y tener a la persona al lado. Yo sentía a Jehová allí mismo a mi lado”.
Atender a los padres no solo es una responsabilidad, también es un privilegio. Comuníquese con ellos para saber lo que necesitan. Satisfaga dichas necesidades y hágalo con gozo. (Filipenses 4:4-7; 1 Pedro 5:7.)
[Fotografías en las páginas 8, 9]
Mientras cuida a sus padres, busque tiempo también para su cónyuge, sus hijos y usted mismo
[Recuadro en la página 7]
Convierta el cuidado de los padres en una experiencia agradable
1. Lo que los padres generalmente quieren de sus hijos adultos es que el contacto con ellos sea de calidad. Para ello usted tiene que acercarse a sus padres y revelarles aspectos importantes de su persona. En una relación entre padres e hijos adultos puede que no sea fácil hacerlo. Un obstáculo es tener una actitud crítica. Por eso, rechace esa actitud si desea que haya verdadera intimidad entre padres e hijos.
2. Si uno de sus padres le cuenta algún problema o preocupación, escuche con empatía. Los sentimientos negativos se pueden intensificar si minimiza lo que les pasa con comentarios como: “Bueno, no es tan grave como dices”, o: “Ya sé, a mí también me ocurren esas cosas”. Conseguirá más si trata de percibir los sentimientos subyacentes de sus padres, y entonces los reconoce y los comparte diciendo: “Parece que estás pasando unos momentos difíciles; no te preocupes, los superaremos juntos”. (Proverbios 20:5.)
3. Si su cónyuge es la persona en quien recae la principal responsabilidad de cuidar a los padres mayores, apóyele tanto física como emocionalmente. Comuníquese con su cónyuge para que no surjan malentendidos. Recibir el apoyo del esposo o la esposa ayuda mucho. Una mujer se lamentaba de que la falta de apoyo por parte de su familia era “más difícil de sobrellevar que la tarea de cuidar a [su] madre”. Por otro lado, agradecía profundamente la ayuda de una amiga que de vez en cuando la relevaba. Dijo: “Cuando se ofreció a ayudarme, me conmovió. Fue algo muy especial para mí e hizo que me sintiese más unida a ella”.
[Recuadro en la página 10]
Si usted está recibiendo cuidados
Puede que usted sea quien recibe los cuidados de sus hijos. ¿Qué puede hacer para contribuir a mantener una relación equilibrada y pacífica con ellos?
Algunos padres cometen el error de tratar de controlar la situación regañando, entremetiéndose o haciendo que los demás se sientan culpables. Probablemente ya sepa que esto solo resulta en menos control y más tensión. Se obtienen mejores resultados cuando usted demuestra a sus hijos adultos que los respeta a ellos, así como su intimidad y sus opiniones, aunque a veces no las comparta. Es igualmente positivo encomiar a sus hijos con regularidad. Una hija adulta dijo: “Sin importar la edad que tengan, los hijos siempre desean contar con la aprobación de sus padres”.
Haga saber a sus hijos lo que necesita en un ambiente de amor y respeto. Las indirectas e insinuaciones suelen hacer más daño que beneficio, de modo que sea directo, pero amable. Aunque no esté de acuerdo con sus hijos en algo, obrar con tacto contribuirá a una relación estrecha, sincera y libre de malentendidos.