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  • ¿Vivimos realmente en los últimos días?

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  • ¿Vivimos realmente en los últimos días?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1997
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1997
w97 1/4 págs. 4-8

¿Vivimos realmente en los últimos días?

IMAGÍNESE que usted está en la proa de un bote que se adentra en los rápidos de un río. Entre la espuma y las agitadas aguas surgen amenazadoras rocas inmensas de las que usted intenta alejarse. La persona que se halla en la parte trasera del bote debería ayudarle a dirigirlo, pero no tiene mucha experiencia. Para empeorar la situación, no dispone de un mapa y desconoce por completo si los rápidos acabarán en una laguna apacible o en una cascada.

No parece un escenario agradable, ¿verdad? Entonces, cambiémoslo. Imagínese que dispone de un guía experimentado, que conoce cada roca y cada meandro del río. Sabía con mucha anticipación que se acercaban a los rápidos y conoce lo que hay más allá y la forma de salir de ellos. ¿No se sentiría mucho más seguro?

En realidad, todos nos hallamos en una situación parecida. Aunque no sea culpa nuestra, nos encontramos en un “trecho de rápidos” de la historia humana. La mayoría de la gente no tiene ni la menor idea de por cuánto tiempo seguirán así las cosas, si acaso mejorarán, o siquiera de cómo sobrevivir mientras dure esta situación. Pero no debemos sentirnos perdidos ni desamparados. Nuestro Creador nos ha facilitado una guía que predice este período oscuro de la historia y cómo terminará, y, además, nos ofrece la dirección necesaria para sobrevivir. Esa guía es un libro, la Biblia. Su Autor, Jehová Dios, se llama a sí mismo el Magnífico Instructor, y en Isaías nos tranquiliza con las palabras: “Tus propios oídos oirán una palabra detrás de ti que diga: ‘Este es el camino. Anden en él’, en caso de que ustedes se fueran a la derecha o en caso de que se fueran a la izquierda”. (Isaías 30:20, 21.) ¿Aceptaría esa dirección? Entonces, analicemos si la Biblia predijo en realidad cómo serían nuestros días.

Los seguidores de Jesús le formulan una pregunta importante

Los seguidores de Jesús debían estar sorprendidos. Jesús acababa de decirles, sin dejar lugar a equívoco alguno, que los impresionantes edificios del templo de Jerusalén serían destruidos por completo. Una predicción asombrosa. Poco después, mientras se hallaban sentados en el monte de los Olivos, cuatro de sus discípulos le preguntaron: “Dinos: ¿Cuándo serán estas cosas, y qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?”. (Mateo 24:3.) Sea que se dieran cuenta de ello o no, la respuesta de Jesús tendría una aplicación múltiple.

La destrucción del templo de Jerusalén y el fin del sistema de cosas judío no eran lo mismo que el tiempo de la presencia de Jesús y de la conclusión del sistema de cosas mundial. No obstante, en su extensa respuesta, Jesús contestó hábilmente a todas las partes de la pregunta. Les explicó cuáles serían las circunstancias previas a la destrucción de Jerusalén; también les dijo cómo debía esperarse que fuera el mundo durante su presencia, cuando él reinara en el cielo y estuviese a punto de acabar con el sistema de cosas mundial.

El fin de Jerusalén

Examine primeramente lo que Jesús dijo acerca de Jerusalén y su templo. Con tres décadas de antelación, predijo una época de dificultades terribles para una de las mayores ciudades del mundo. En concreto, fíjese en las palabras que hallamos en Lucas 21:20, 21: “Cuando vean a Jerusalén cercada de ejércitos acampados, entonces sepan que la desolación de ella se ha acercado. Entonces los que estén en Judea echen a huir a las montañas, y los que estén en medio de Jerusalén retírense, y los que estén en los lugares rurales no entren en ella”. Si Jerusalén iba a ser cercada, rodeada por ejércitos acampados, ¿cómo podrían simplemente ‘retirarse’ los que se encontraran “en medio de Jerusalén”, como Jesús indicó? Evidentemente, Jesús estaba dando a entender que se presentaría una oportunidad para hacerlo. ¿Ocurrió de ese modo?

En el año 66 E.C., las legiones romanas bajo el mando de Cestio Galo habían obligado a las fuerzas judías rebeldes a batirse en retirada hacia Jerusalén y las habían atrapado dentro de la ciudad. Incluso consiguieron penetrar en la ciudad y llegar hasta el muro del templo. Pero, en ese momento, Galo ordenó a sus ejércitos algo verdaderamente sorprendente: que se retiraran. Los soldados judíos, exultantes de júbilo, salieron en su persecución e infligieron importantes daños al enemigo romano en su huida. De esta manera, se presentó la oportunidad predicha por Jesús. Los cristianos verdaderos hicieron caso a la advertencia y salieron de Jerusalén. Actuaron sabiamente, pues, solo cuatro años más tarde, las legiones romanas regresaron, con el general Tito a la cabeza. Esta vez no fue posible escapar.

Los ejércitos romanos sitiaron nuevamente Jerusalén; construyeron una empalizada de estacas puntiagudas a su alrededor. Jesús había profetizado acerca de Jerusalén: “Vendrán días sobre ti en que tus enemigos edificarán en derredor de ti una fortificación de estacas puntiagudas y te rodearán y te afligirán de todos lados”.a (Lucas 19:43.) Jerusalén cayó al poco tiempo y su glorioso templo fue reducido a ruinas humeantes. Las palabras de Jesús se cumplieron hasta el más mínimo detalle. Sin embargo, Jesús tenía presente algo más que la destrucción de Jerusalén. Sus discípulos también le habían preguntado acerca de la señal de su presencia. En ese momento no lo sabían, pero con esta expresión se hacía referencia al tiempo en que Jesús sería entronizado Rey en el cielo. ¿Qué fue lo que predijo?

Guerra en los últimos días

Si lee los capítulos 24 y 25 de Mateo, el capítulo 13 de Marcos y el capítulo 21 de Lucas, hallará prueba irrefutable de que Jesús hablaba de nuestros días. Jesús predijo una época de guerras, no solo las “guerras e informes de guerras”, que siempre han salpicado la historia humana, sino guerras de “nación contra nación y reino contra reino”. En efecto, se alude a grandes guerras internacionales. (Mateo 24:6-8.)

Piense por un momento en cómo ha cambiado la forma de hacer la guerra en nuestro siglo. Las guerras en las que los ejércitos de naciones enemigas se batían en un campo de batalla, luchando con sables o incluso disparándose unos a otros ya eran de por sí terribles. En 1914 estalló la Gran Guerra. Una nación tras otra se incorporó a la conflagración en una especie de efecto dominó, dando lugar a la primera guerra de proporciones mundiales. Se inventaron armas automáticas que permitían matar a más personas y a distancias cada vez mayores. Las ametralladoras disparaban balas con mortífera eficacia; la iperita, o gas mostaza, quemó, atormentó, mutiló y finalmente mató a miles de soldados; los tanques atravesaban las líneas enemigas en medio de un ruido ensordecedor, disparando sus inmensos cañones. También se comenzó a usar el avión y el submarino, aunque en aquel tiempo eran simples bocetos de lo que llegarían a ser.

La segunda guerra mundial hizo lo inimaginable: empequeñecer a su predecesora, pues en ella murieron decenas de millones de personas. Los inmensos portaaviones, verdaderas ciudades flotantes, surcaban los mares enviando bombarderos que arrojaban desde el cielo su carga mortífera sobre los blancos enemigos. Los submarinos torpedeaban y hundían los navíos enemigos. Y el lanzamiento de las bombas atómicas se cobró la vida de miles de personas por cada explosión. Como Jesús predijo, “escenas espantosas” han marcado esta era bélica. (Lucas 21:11.)

¿Han amainado los conflictos desde la segunda guerra mundial? En absoluto. En algunos años —también en la década actual de los noventa— se han peleado literalmente docenas de guerras, que han segado la vida de millones de personas. No obstante, ha habido un cambio en quienes constituyen las principales víctimas de la guerra. Ya no mueren mayoritariamente soldados. En la actualidad, la mayor parte de las bajas de guerra —hasta más del noventa por ciento— son civiles.

Otras características de la señal

La guerra es solo uno de los componentes de la señal mencionada por Jesús, quien también advirtió que habría “escaseces de alimento”. (Mateo 24:7.) Y así ha sido, a pesar de la paradoja de que la Tierra produce más alimento del necesario para alimentar a toda la humanidad, de que la ciencia agrícola se halla en una fase más avanzada que nunca en la historia humana y de que hay transportes veloces y eficaces para llevar alimentos a cualquier parte del mundo. A pesar de todo ello, cerca de una quinta parte de la población mundial pasa hambre todos los días.

Jesús también predijo que “en un lugar tras otro” habría “pestes”. (Lucas 21:11.) Una vez más, nuestro siglo ha sido testigo de una nueva y extraña paradoja. Se dispone de mejor atención sanitaria que nunca antes, avances tecnológicos, vacunas que previenen dolencias comunes, y, sin embargo, las enfermedades epidémicas también han aumentado a un nivel sin precedentes. La gripe española, que siguió a la primera guerra mundial, provocó más muertes que la misma guerra. Era una enfermedad tan contagiosa que en ciudades como Nueva York se podía multar o encarcelar a alguien solo por estornudar. En nuestro día, el cáncer y las enfermedades del corazón acaban con millones de vidas al año: Son verdaderas pestes. Y el sida, una enfermedad que prácticamente escapa al control médico, continúa segando más vidas.

Aunque Jesús basó su análisis de los últimos días en importantes cambios históricos y políticos, el apóstol Pablo se concentró más en los problemas sociales y las actitudes preponderantes de la gente. En parte, escribió: “Mas sabe esto, que en los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, [...] desleales, sin tener cariño natural, no dispuestos a ningún acuerdo, [...] sin autodominio, feroces, sin amor del bien, traicioneros, testarudos, hinchados de orgullo, amadores de placeres más bien que amadores de Dios”. (2 Timoteo 3:1-5.)

¿Le suenan familiares esas palabras? Analice tan solo uno de los aspectos del presente derrumbe social del mundo: la desintegración familiar. El desmedido aumento de hogares rotos, esposas maltratadas, el abuso de menores y los malos tratos a los padres mayores; todo demuestra que los hombres no tienen “cariño natural”, son “feroces” y hasta “traicioneros”, “sin amor del bien”. Es innegable que en la actualidad estas características son endémicas.

¿Es nuestra generación la predicha?

Quizá se pregunte: ‘¿No han plagado siempre estas condiciones a la humanidad? ¿Cómo sabemos que nuestra generación es la predicha en las antiguas profecías?’. Examinemos tres líneas de razonamiento que demuestran que Jesús hablaba de nuestro tiempo.

En primer lugar, aunque tuvo un cumplimiento parcial en la destrucción de Jerusalén y su templo, las palabras de Jesús señalaban a un momento futuro posterior a ese acontecimiento. Unos treinta años después de la hecatombe que supuso la destrucción de Jerusalén, Jesús concedió al anciano apóstol Juan una visión en la que se le mostraba que las condiciones profetizadas —guerra, hambre, peste y la muerte que estas traerían— ocurrirían a nivel mundial en un futuro. Efectivamente, tales angustias no afectarían solo a una región, sino a toda “la tierra”. (Revelación [Apocalipsis] 6:2-8.)

En segundo lugar, nuestro siglo es testigo del cumplimiento de algunos rasgos de la señal de Jesús a un grado que pudiéramos calificar de extremo. Por ejemplo, ¿cabe alguna duda de que, desde 1914, las guerras son mucho peores que antes? Si estallara una tercera guerra mundial, y las potencias nucleares utilizaran todo su armamento, la Tierra probablemente quedaría carbonizada, y la humanidad se extinguiría. En esta misma línea, Revelación 11:18 predijo que en estos días en que las naciones se hallan ‘airadas’, la humanidad estaría ‘arruinando la Tierra’. En la actualidad, y por primera vez en la historia, la contaminación y la degradación ambiental amenazan la habitabilidad del planeta. Así que también este aspecto se está cumpliendo a un grado casi —si no totalmente— extremo. ¿Pudiera ser que las guerras y la contaminación siguieran empeorando hasta el punto de que el hombre se destruyera a sí mismo y acabara con el planeta? No, pues la Biblia misma decreta que la Tierra durará para siempre y que los humanos de corazón recto vivirán sobre ella. (Salmo 37:29; Mateo 5:5.)

En tercer lugar, la señal de los últimos días resulta especialmente convincente si se toma en conjunto. Teniendo esto presente, cuando reunimos los aspectos que Jesús mencionó en los tres Evangelios, los que aparecen en los escritos de Pablo y en la Revelación, vemos que la señal se compone de muchas facetas. Pudiera objetarse a esas facetas individualmente, alegando que en otras épocas se han visto problemas semejantes. Sin embargo, cuando se analizan en conjunto, señalan inexorablemente a una sola época: la nuestra.

Entonces, ¿cuál es su significado? ¿Acaso la Biblia simplemente representa nuestra época como una era de desesperación? Todo lo contrario.

Buenas noticias

Uno de los rasgos más destacados de la señal de los últimos días se encuentra en Mateo 24:14: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”. En este siglo, los testigos de Jehová están llevando a cabo una labor singular en la historia humana. Han aceptado el mensaje bíblico del Reino de Jehová Dios —su significado, su gobierno y lo que este logrará— y lo han difundido por todo el mundo. Han impreso publicaciones sobre el tema en más de trescientos idiomas, que han llevado a las personas en sus hogares, en las calles y en sus lugares de trabajo, prácticamente en todos los países de la Tierra.

De esta manera, han cumplido la profecía. Pero también difunden la esperanza. Dése cuenta de que Jesús las llamó “buenas nuevas”, no malas nuevas. ¿Cómo puede ser eso en nuestros tiempos sombríos? Se debe a que el mensaje principal de la Biblia no tiene que ver con las malas condiciones que habría en el tiempo del fin de este viejo mundo, sino con el Reino de Dios, y su promesa de algo que es precioso para todas las personas que aman la paz: liberación.

Pero ¿a qué liberación nos referimos? ¿Y cómo podemos obtenerla? Sírvase analizar los artículos siguientes sobre este tema.

[Nota]

a Es innegable que Tito tenía muchas probabilidades de obtener la victoria. Sin embargo, no logró cumplir sus objetivos en dos importantes aspectos. Ofreció la rendición pacífica, pero, terca e inexplicablemente, los adalides de la ciudad rechazaron la oferta. Y cuando por fin hendió una brecha en los muros de la ciudad, ordenó que se salvara el templo. A pesar de su orden, el templo se quemó por completo. La profecía de Jesús especificó que Jerusalén sería devastada y el templo demolido por completo. (Marcos 13:1, 2.)

[Comentario de la página 5]

La gente busca respuestas a preguntas angustiosas como: ¿Por qué están tan mal las cosas? ¿Adónde se dirige la humanidad?

[Comentario de la página 6]

En la actualidad, más del noventa por ciento de las bajas de guerra son civiles

[Ilustración de la página 7]

La profecía de Jesús sobre la destrucción de Jerusalén se cumplió hasta el más mínimo detalle

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