Preguntas de los lectores
Puesto que la Biblia dice: “No lleguen a estar unidos bajo yugo desigual con los incrédulos”, ¿sería correcto que un cristiano entrara en una relación de negocios con un incrédulo?
En 2 Corintios 6:14-16 encontramos este consejo: “No lleguen a estar unidos bajo yugo desigual con los incrédulos. Porque, ¿qué consorcio tienen la justicia y el desafuero? ¿O qué participación tiene la luz con la oscuridad? Además, ¿qué armonía hay entre Cristo y Belial? ¿O qué porción tiene una persona fiel con un incrédulo? ¿Y qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos?”.
No hay razón para concluir que el consejo que dio el apóstol Pablo obedeciera a un deseo de decretar prohibiciones específicas, como la de prevenir al cristiano contra la relación de negocios con incrédulos. Sin embargo, su consejo tiene que ver con este y otros aspectos de la vida.
El consejo de Pablo iba dirigido a los hermanos de la antigua Corinto. Para ellos, la vida en esta corrupta ciudad se convertía en una lucha cotidiana contra peligros de índole moral y espiritual. A menos que tuviesen cuidado, la exposición a influencias nocivas podría minar su resolución de ser un pueblo diferente, “una raza escogida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo para posesión especial”. (1 Pedro 2:9.)
Antes de escribir lo que dice 2 Corintios 6:14-16, Pablo se había ocupado de un problema serio que existía entre los hermanos corintios. Habían permitido un caso flagrante de inmoralidad sexual, y por tal motivo Pablo les había ordenado que expulsaran, o privaran de su compañía, al pecador no arrepentido. (1 Corintios 5:1.) Las malas acciones de aquel hombre demostraban que los cristianos podían verse afectados por las malas compañías y la intrusión imprudente en el ambiente inmoral de este mundo.
Los cristianos corintios tenían que cortar toda relación con el hombre expulsado. Ahora bien, ¿quería decir eso que habían de separarse por completo de los incrédulos? ¿Debían evitar prácticamente todo trato con los no cristianos, convertirse en una secta monástica, como los judíos que se apartaron a Qumrán, junto al mar Muerto? Pablo responde: “En mi carta les escribí que cesaran de mezclarse en la compañía de fornicadores, no queriendo decir enteramente con los fornicadores de este mundo [...]. De otro modo, ustedes realmente tendrían que salirse del mundo”. (1 Corintios 5:9, 10.)
La idea que estas palabras comunican es clara. Pablo comprendía que los cristianos seguirían viviendo en este planeta y tratarían casi a diario con incrédulos, cuyas normas morales y valores eran diferentes. Puesto que el contacto era en realidad inevitable, los cristianos debían estar alerta a los peligros concomitantes.
Refirámonos ahora a la segunda carta de Pablo a los Corintios. En ella señaló que los cristianos ungidos eran ministros de Dios, embajadores en sustitución de Cristo. Les dijo que se cuidaran para no dar motivo de tropiezo que trajera desdoro a su ministerio. (2 Corintios 4:1–6:3.) Instó directamente a los hermanos de Corinto, que eran como sus hijos espirituales, a ensancharse en sus tiernos cariños. (2 Corintios 6:13.) Después los exhortó: “No lleguen a estar unidos bajo yugo desigual con los incrédulos”. Luego utilizó una serie de contrastes retóricos para recalcar esta idea.
El contexto indica que Pablo no estaba aludiendo a un campo específico de la vida, tal como los negocios o el empleo, ni fijando una norma que debiera imponerse sobre esa materia. Más bien, estaba dando un consejo amplio, sólido y útil a los hermanos que tanto amaba.
¿Podría aplicarse este consejo, por ejemplo, a los cristianos que desean casarse? Indudablemente. En la primera carta el apóstol aconsejó a los corintios que quisieran casarse que lo hicieran “solo en el Señor”. (1 Corintios 7:39.) Subrayó la importancia de esas palabras mediante lo que escribió posteriormente en 2 Corintios 6:14-18. Pensar casarse con alguien que no es siervo de Jehová ni seguidor de Cristo sería para el cristiano un modo de desear la unión con un incrédulo. (Compárese con Levítico 19:19; Deuteronomio 22:10.) Está claro que la incompatibilidad fundamental dejaría la puerta abierta a las dificultades, incluso a las de índole espiritual. Por ejemplo, pudiera ser que tarde o temprano el incrédulo siguiera tras un dios falso. Pablo preguntó: “¿Qué armonía hay entre Cristo y Belial?”.
No obstante, ¿qué aplicación pudiera tener en otro aspecto de la vida, como el de hacer negocios con un incrédulo? En algunos casos un hermano pudiera pensar que, para ganarse la vida y sostener a su familia, es necesario entrar en una relación de negocios con alguien que no es cristiano. (1 Timoteo 5:8.) Piense en las siguientes situaciones posibles:
Un cristiano quizás quiera vender cierto tipo de mercancía, pero la única manera de lograrlo es haciéndose socio de un hombre que puede conseguir los productos y fondos necesarios. Otro tal vez quiera montar una granja agrícola (o criar algún tipo de ganado), pero no tiene terreno, de modo que tiene que entrar en sociedad con alguien que quiera alquilarle el terreno a cambio de una parte de las ganancias. Quizás otro no pueda ejercer su oficio de fontanero porque la cantidad de licencias que permite ‘César’ ya han sido entregadas, y solo pueda trabajar asociándose con un pariente incrédulo que tiene licencia. (Marcos 12:17.)
Estos son tan solo algunos ejemplos. No intentamos abarcar todos los casos posibles ni emitir un juicio sobre su propiedad o impropiedad. Sin embargo, después de meditar en estos ejemplos, ¿puede ver por qué no debe pasarse por alto el consejo de 2 Corintios 6:14-18?
El cristiano que entre en negocios con un incrédulo, sea o no un familiar, puede esperar que se presenten problemas y tentaciones. Su socio quizás crea que para conseguir suficientes beneficios, se deben declarar menos ganancias o emplear trabajadores sin contrato, aunque sea ilegal. Puede que esté dispuesto a pagar ocultamente a los proveedores artículos que no aparezcan en la factura legal. ¿Participaría un cristiano en acciones deshonestas como esas? ¿Y qué hará el cristiano cuando ambos tengan que firmar declaraciones de impuestos u otros documentos legales relativos a su negocio? (Éxodo 23:1; Romanos 13:1, 7.)
Pudiera ser que el socio incrédulo quiera almacenar artículos de fiestas paganas, enviar tarjetas de días festivos a nombre de la compañía y decorar el negocio con los motivos de las fiestas religiosas. Pablo planteó la pregunta: “¿Qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos? Porque nosotros somos templo de un Dios vivo”. Qué apropiado fue su siguiente comentario: “‘Por lo tanto, sálganse de entre ellos, y sepárense —dice Jehová—, y dejen de tocar la cosa inmunda’”; “‘y yo los recibiré’”. (2 Corintios 6:16, 17.) Muchos cristianos han aplicado este sabio consejo y han escogido trabajos en los que tienen que afrontar la menor cantidad posible de problemas. (Hebreos 13:5, 6, 18.)
No se le ha encomendado a la congregación que vigile o investigue todo lo que hacen los cristianos en su trabajo, sean empleados o dueños de negocios. Por supuesto, si se supiera que un cristiano ha hecho algo impropio, como fomentar la religión falsa, mentir o robar, la congregación tomaría las medidas necesarias para sostener las normas de Jehová.
No obstante, la idea fundamental del consejo inspirado de Pablo —“no lleguen a estar unidos bajo yugo desigual con los incrédulos”— puede ayudar a los cristianos a eludir los problemas y la acción judicial de la congregación. Los cristianos sabios tomarán a pecho ese consejo y evitarán situaciones de presión que pudieran llevarlos a transigir en cuanto a los principios bíblicos. Si alguien cree que debe entrar en negocios con un incrédulo, los demás no deben precipitarse a emitir un juicio ni a criticarlo. Deben comprender que él ha de cargar con la responsabilidad de su propia decisión. En realidad, Pablo no estableció una regla específica y forzosa que prohibiera entrar en negocios con un incrédulo. Sin embargo, no debe pasarse por alto su consejo. Dios lo inspiró y quedó escrito en la Biblia para nuestro provecho. Será sabio de nuestra parte prestarle atención.