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Cómo educar la concienciaLa Atalaya 1997 | 1 de agosto
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A modo de ejemplo, procure meditar sobre las palabras del apóstol Pablo en 2 Corintios 7:1: “Por lo tanto, dado que tenemos estas promesas, amados, limpiémonos de toda contaminación de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. Capte el sentido de esas palabras. Pregúntese: “¿cuáles, exactamente, son ‘estas promesas’ a las que se refiere Pablo?”. Al leer el contexto, notará que los versículos anteriores dicen: “[‘“]Sálganse de entre ellos, y sepárense —dice Jehová—, y dejen de tocar la cosa inmunda”’; ‘“y yo los recibiré”’. ‘“Y yo seré para ustedes padre, y ustedes me serán hijos e hijas”, dice Jehová el Todopoderoso’”. (2 Corintios 6:17, 18.)
El mandato de Pablo de ‘limpiarnos de toda contaminación’ cobra mayor fuerza ahora. Es un gran aliciente la promesa de Dios de ‘recibirnos’, es decir, cuidarnos y protegernos. “¿Me agradaría tener una relación estrecha con él, como la de un hijo o hija con su padre?”, podría preguntarse usted. ¿Verdad que es muy atractiva la idea de que un Dios sabio y amoroso nos ‘reciba’ y ame? Si le es ajeno ese concepto, fíjese en el amor y el cariño con que los padres amorosos tratan a sus hijos. Luego imagínese tal vínculo afectivo entre usted y Jehová. Cuanto más medite sobre ello, más crecerá su deseo de tener una relación semejante.
Pero tenga presente que solo puede acercarse a Dios si ‘deja de tocar la cosa inmunda’. Pregúntese: “¿No es la adicción al tabaco una de las ‘cosas inmundas’ que Dios condena? ¿No es una ‘contaminación de la carne’, que me expone a toda suerte de peligros para la salud? Puesto que Jehová es limpio, es decir, ‘santo’, ¿me aprobará si me contamino deliberadamente de tal forma?”. (1 Pedro 1:15, 16.) Observe que Pablo advirtió también sobre ‘contaminar el espíritu’, esto es, la inclinación mental. Pregúntese: “¿Controla la adicción mis pensamientos? ¿Llego a extremos para satisfacer mis ansias, quizás sacrificando mi salud, mi familia o hasta mi relación con Dios? ¿Hasta qué punto he permitido que la adicción al tabaco perjudique mi vida?”. Enfrentarse a esas preguntas perturbadoras bien podría darle el valor para abandonar el tabaco.
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Halló una “perla de gran valor”La Atalaya 1997 | 1 de agosto
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Antes de aprender la verdad, habían sembrado 1.300 arecas en su terreno. Aunque pasarían cinco años antes de que las palmeras se hicieran rentables, cuando estuvieran en plena producción, los Lin podrían percibir ganancias de 77.000 dólares (E.U.A.) al año. Al acercarse la primera cosecha, tenían que tomar una importante decisión. Gracias a su estudio de la Biblia, se habían enterado de que los cristianos deben limpiarse “de toda contaminación de la carne y del espíritu”, evitando la práctica y el fomento de hábitos inmundos, tales como fumar tabaco, usar drogas y masticar la nuez de areca (llamada también nuez de betel). (2 Corintios 7:1.) ¿Qué harían?
Puesto que le acusaba la conciencia, el señor Lin decidió dejar de estudiar. Para ese mismo tiempo, la señora Lin vendió algunas nueces de areca de las palmeras más viejas, y obtuvo ganancias de más de 3.000 dólares (E.U.A.). Aquello fue solo un anticipo de lo que les esperaría en poco tiempo si conservaban las palmeras. Sin embargo, al señor Lin le seguía remordiendo la conciencia.
El conflicto interno continuó hasta que un día pidió a los Testigos que le cortaran las arecas. Ellos le explicaron que era él quien debía tomar la decisión; por consiguiente, tendría que “[llevar] su propia carga de responsabilidad” y cortarlas él mismo. (Gálatas 6:4, 5.) Lo instaron a considerar la promesa que se halla en 1 Corintios 10:13, que dice: “Ninguna tentación los ha tomado a ustedes salvo lo que es común a los hombres. Pero Dios es fiel, y no dejará que sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que junto con la tentación también dispondrá la salida para que puedan aguantarla”. Los Testigos también razonaron con él: “Si nosotros le cortamos las palmeras, podría lamentarlo y culparnos por la pérdida”. Pocos días después, a la señora Lin la despertó el ruido de una motosierra. Su esposo e hijos estaban derribando las arecas.
El señor Lin pudo comprobar que Jehová cumple su promesa. Consiguió un empleo que le permitía gozar de una conciencia tranquila y se hizo alabador de Jehová. Se bautizó en una asamblea de circuito de los testigos de Jehová en abril de 1996.
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