‘Continúen siendo reajustados’
“¿ESTÁ usted seguro de que no vamos a pasar de largo?” La pasajera dirigió su pregunta al primer piloto del barco. Mientras la pequeña embarcación se movía de un lado a otro al embate de las violentas olas del sur del Atlántico, la pasajera pensaba que sería un milagro que llegaran al pequeño punto en el mapa adonde se dirigían.
Por eso, aquel piloto la invitó a subir al puente de mando y le explicó cómo funcionaban los instrumentos de navegación... los compases giroscópicos, el radar, los receptores de señales de satélites y hasta el común sextante. Aunque ella no pudo comprender totalmente las explicaciones técnicas, sí llegó a entender un principio fundamental de la navegación: corregir el curso. El capitán, con la ayuda de su equipo de navegación, podía contrarrestar las influencias de las corrientes marinas y del viento mediante reajustes constantes. Sin aquellos reajustes, se desviarían de su destino por muchísimos kilómetros.
Los cristianos son como barcos en el océano de la humanidad. Nuestra meta es que ‘finalmente Jehová nos halle inmaculados y sin tacha y en paz’. (2 Pedro 3:14.) Pero como sucede en el caso de un barco, hay fuerzas —internas y externas— que tienden a sacarnos del curso que debemos seguir. ¡Cuán apropiadas son, pues, las palabras del apóstol Pablo a los corintios: “Esto es lo que estamos pidiendo en oración: que ustedes sean reajustados. [...] Continúen [...] siendo reajustados”! (2 Corintios 13:9, 11.)
Lo que implica el reajuste
El término griego que se traduce aquí “reajustar” se refiere a poner algo “en debida alineación”. (Véase la nota en la Biblia con Referencias.) En algunos textos bíblicos se usa para describir el hacer que algo vuelva a su condición apropiada. Por ejemplo, en Mateo 4:21 se usa un término similar para describir el “remiendo” de redes (Kingdom Interlinear). Entonces, ¿qué significa el que se reajuste a los cristianos?
Pues bien, considere a los cristianos de Corinto a quienes Pablo escribía. En una carta que les había enviado antes, Pablo había señalado algunas situaciones impropias que existían en aquella congregación: sectarismo, tolerancia de inmoralidad sexual, pleitos jurídicos entre hermanos, falta de respeto a la Cena del Señor, y hasta reuniones desordenadas. (1 Corintios 1:10-13; 5:1; 6:1; 11:20, 21; 14:26-33.) Como se ve, los corintios necesitaban “remendar” la situación que existía allí, es decir, ponerla “en debida alineación” con los principios piadosos.
La segunda carta de Pablo a ellos indica que hicieron precisamente aquello. (2 Corintios 7:11.) Sin embargo, Pablo sabía que de vez en cuando las presiones del mundo, de Satanás y de las inclinaciones carnales de ellos seguirían empujándolos fuera del curso debido. Por eso, apropiadamente les dio el consejo de que ‘continuaran siendo reajustados’.
Hoy se necesita el reajuste
Hoy también los testigos de Jehová tienen que continuar siendo reajustados. Satanás el Diablo ‘guerrea’ con nosotros, se esfuerza vigorosamente por quebrantar nuestra integridad. (Revelación 12:17; Efesios 6:12.) También nos rodea un sistema de cosas mundial que funciona “conforme al gobernante de la autoridad del aire”. Nuestros compañeros de trabajo y compañeros de escuela pueden ser personas que ‘se comporten según los deseos de su carne, y hagan las cosas que son la voluntad de la carne’. (Efesios 2:2, 3.) También tenemos una batalla constante con nuestras tendencias pecaminosas heredadas. (Romanos 7:18-25.) Sin reajuste constante, fácilmente pudiera ser que se nos desviara del curso.
La experiencia del apóstol Pedro ilustra esto bien. Después de identificar correctamente a Jesús como “el Cristo, el Hijo del Dios vivo”, Pedro recibió estas palabras de encomio: “Feliz eres, Simón hijo de Jonás, porque carne y sangre no te lo reveló, sino mi Padre que está en los cielos”. (Mateo 16:16, 17.) Obviamente el pensamiento de Pedro estaba bien alineado con la verdad. Sin embargo, dentro del poco espacio que abarcan los siguientes seis versículos Mt 16:18-23, ¡Jesús tuvo que reprenderlo severamente! Al enterarse de que Cristo ‘sufriría muchas cosas y sería muerto’, Pedro dijo con instancia a Jesús: “Sé bondadoso contigo mismo, Señor; tú absolutamente no tendrás este destino”. Jesús se apresuró a responder: “¡Ponte detrás de mí, Satanás! Me eres un tropiezo, porque no piensas los pensamientos de Dios, sino los de los hombres”. (Mateo 16:21-23.)
Pedro pensaba desde un punto de vista carnal. Sus pensamientos y actitudes necesitaban reajuste. ¿No es eso verdad también de todos nosotros de vez en cuando? ¿No nos inclinamos a ver las cosas desde nuestro propio punto de vista en vez de verlas desde el punto de vista de Dios? Por eso, a veces necesitamos que se nos reajuste. Como sucedería con un barco en el mar, a veces esos ajustes pudieran ser pequeños, casi insignificantes. Pero pueden tener como resultado una de dos cosas: o que lleguemos a nuestro destino, o que suframos naufragio espiritual. Sí, un pequeño ajuste ahora pudiera evitar el tener que hacer ajustes mayores —y quizás dolorosos— después.
Normas divinas
Si los instrumentos de navegación de un barco no están calibrados con exactitud, no se pueden hacer correcciones apropiadas en el curso. De manera similar, para mantener nuestra vida en el derrotero correcto necesitamos guía exacta de la Palabra de Dios, la Biblia. “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas.” (2 Timoteo 3:16.) Esa Palabra inspirada nos da las normas de Dios sobre la conducta y el pensamiento. El leerla regularmente es esencial para seguir en “los senderos trillados de la justicia”. (Salmo 23:3.)
Recibimos también dirección de la clase del “esclavo fiel y discreto” de cristianos ungidos. El espíritu de Jehová ha ayudado a estos a entender progresivamente Su voluntad. (Mateo 24:45-47; Proverbios 4:18.) Así, cuando nos viene guía de la organización de Jehová, podemos actuar sabiamente y someternos a ella, sabiendo muy bien que Jehová sólo nos dirige por el camino que redunda en beneficio eterno para nosotros. (Isaías 48:17.)
Pero a veces necesitamos ayuda personal para seguir en el curso o derrotero apropiado. Pablo dio este consejo en Gálatas 6:1: “Hermanos, aunque un hombre dé algún paso en falso antes que se dé cuenta de ello, ustedes los que tienen las debidas cualidades espirituales traten de reajustar a tal hombre con espíritu de apacibilidad”. Los ancianos y los siervos ministeriales están entre los que tienen tales cualidades espirituales. Frecuentemente ellos nos señalan de modo directo en qué aspectos tenemos que hacer ajustes.
Se necesita esfuerzo
No siempre es fácil hacer los cambios necesarios en nuestra vida. Considere de nuevo a Pedro. Nacido judío, Pedro creció con el punto de vista negativo general de su pueblo con referencia a personas de otras razas. Como le dijo al gentil Cornelio: “Bien saben ustedes cuán ilícito le es a un judío unirse o acercarse a un hombre de otra raza”. Sin embargo, después de darse cuenta de que era la voluntad de Dios que él compartiera la verdad cristiana con este hombre y su familia, Pedro llegó a esta conclusión: “Con certeza percibo que Dios no es parcial, sino que, en toda nación, el que le teme y obra justicia le es acepto”. (Hechos 10:28, 34, 35.)
¡Pedro había efectuado un cambio sorprendente en su manera de pensar y en su actitud con relación a otras razas! Pero parece que hubo la necesidad de que continuara siendo reajustado a este respecto, pues unos años después cedió a la presión de sus compañeros y empezó a evitar a creyentes gentiles. ¡El apóstol Pablo tuvo que censurarlo, usando los términos más vigorosos para ayudarle a reajustar a mayor grado su pensamiento! (Gálatas 2:11-14.)
Hoy pasa algo similar; puede que un cristiano se haya criado en un ambiente de discriminación racial. Después de aceptar la verdad, quizás reconozca mentalmente que Dios no es parcial, pero puede que todavía se apegue a sentimientos de prejuicio racial. Aunque no es hostil a personas de otras razas, pudiera ser que automáticamente asumiera que tienen cualidades indeseables debido a su patrimonio racial. Quizás moleste a otros con bromas o declaraciones de índole étnica que constantemente llamen atención a la raza, o a diferencias raciales. Puede que hasta rechace el consejo espiritual de un compañero cristiano que, por desventajas educativas o sociales, no se exprese de cierta manera. ¡Es obvio que tendrá que hacer un verdadero esfuerzo para reajustar su pensamiento en conformidad con el de Jehováa!
Pero sea que la cuestión se relacione con el prejuicio racial, el materialismo, la participación en asuntos sociales en la escuela y el trabajo, o la necesidad de asistir a las reuniones cristianas, debemos estar listos para responder a la dirección que se nos suministre mediante la Palabra de Dios y su organización. Nunca debemos pensar que el consejo bíblico válido no nos aplica, y pasarlo por alto. Recuerde que los israelitas infieles dijeron: “El camino de Jehová no está bien ajustado”. ¿No somos nosotros quienes debemos ajustarnos a los caminos de Jehová? (Ezequiel 18:25.)
Nos regocijamos de que Jehová se interese afectuosamente en cómo caminamos delante de él y suministre corrección constante para su pueblo. Es como profetizó Isaías: “Tus propios oídos oirán una palabra detrás de ti que diga: ‘Este es el camino. Anden en él’, en caso de que ustedes se fueran a la derecha o en caso de que se fueran a la izquierda”. Estemos dispuestos a recibir la amorosa dirección que nos da Jehová y estemos ‘listos para obedecer’. (Isaías 30:21; Santiago 3:17.) Sí, ¡continuemos siendo reajustados para que nuestro proceder nos lleve a la meta de una eternidad en el favor de Dios!
[Nota a pie de página]
a Véanse los artículos sobre el prejuicio en el número del 8 de noviembre de 1984 de nuestra revista hermana, ¡Despertad! Véase también La Atalaya del 15 de mayo de 1988, páginas 10-20.