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  • ¿Puedo mejorar mi rendimiento escolar?
  • ¡Despertad! 1998
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  • Necesitas motivación
  • Buenos hábitos de estudio
  • Cultiva una actitud positiva
  • Progresa a pesar de los problemas
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¡Despertad! 1998
g98 22/3 págs. 20-22

Los jóvenes preguntan...

¿Puedo mejorar mi rendimiento escolar?

“Para mis padres, lo más importante son las calificaciones. ‘¿Qué nota te dieron en el examen de matemáticas? ¿Qué calificación sacaste en el trabajo de castellano?’ ¡Odio esas preguntas!”—Sam, 13 años.

SAM no es el único que se siente así. De hecho, los autores del libro “Could Do Better” (Podría mejorar) escriben lo siguiente: “Todavía no hemos dado con un padre o una madre que piense que su hijo rinde todo lo que puede en el colegio”. Muchos jóvenes, como Sam, piensan que sus padres los presionan demasiado para que mejoren, y hasta sobresalgan, en los estudios. Es posible que también afronten presiones en clase. “Los profesores tienen poca paciencia —se quejó cierto adolescente—. Esperan que recuerdes las cosas de buenas a primeras, y si no lo consigues, te hacen sentir como un bobo. Por eso ni siquiera lo intento.”

De algunos estudiantes que no satisfacen las expectativas de sus padres y maestros se dice en ocasiones que tienen un bajo rendimiento escolar. A casi todos los alumnos les ocurre esto en algún momento. ¿Por qué? Es interesante que no siempre se debe a la pereza o a dificultades de aprendizaje.a

Causas del bajo rendimiento escolar

Es cierto que cuando se trata de sus estudios, algunos jóvenes parecen contentarse con pasar de curso rozando. “No hago más que lo necesario para aprobar”, confesó Herman, de 15 años. Cabe señalar, sin embargo, que no todos estos chicos ven los estudios con indiferencia. Tal vez se trate de que no les parezca interesante cierta materia. A otros les cuesta entender la utilidad de lo que se les enseña. Reuben, de 17 años, comentó al respecto: “Estoy seguro de que cuando termine el colegio, jamás volveré a utilizar estas materias”. La falta de interés y de alicientes puede conducir fácilmente a un rendimiento mediocre en los estudios.

Existen otros factores. Por ejemplo, si un maestro va tan rápido que no puedes seguirlo, te sientes frustrado. Si va despacio, te aburres. La presión que ejercen los compañeros también puede afectar tu rendimiento. El libro Kids Who Underachieve (Niños con bajo rendimiento escolar) señala: “Si un chico inteligente y con capacidad de aprendizaje busca la aceptación de un grupo de compañeros que no se interesan en los estudios, pudiera sentirse impulsado a bajar el rendimiento escolar”. Así, cierto adolescente relata que durante sus primeros años en la escuela, otros alumnos lo envidiaban y se burlaban de él debido al empeño que ponía en sus estudios. En efecto, un joven tal vez tenga que enfrentarse a la realidad del principio que expone Proverbios 14:17: “El hombre de capacidades de pensar es odiado”.

A veces, las raíces del bajo rendimiento escolar son más profundas. Lamentablemente, algunos muchachos crecen con poca autoestima. Esto puede ocurrir cuando a un niño se le llama siempre con apodos despectivos, como tortuga, tonto o haragán. Por desgracia, tales apelativos pueden acabar haciéndose realidad. Como lo expresó cierto doctor, “si a usted le dicen que es tonto y se deja convencer de ello, se manifestará de acuerdo con esa idea”.

La mayoría de las veces, la insistencia de los padres y los maestros es bienintencionada. Aun así, los jóvenes pudieran sentir que se les exige demasiado. Si ese es tu caso, recuerda que tus padres y maestros no quieren exasperarte. Probablemente solo desean que aproveches todo tu potencial. No obstante, pudieras preocuparte tanto por sus expectativas que te entren ganas de abandonarlo todo. Pero no te rindas: Puedes mejorar tu rendimiento escolar.

Necesitas motivación

El primer paso es motivarte. Para lograrlo, tienes que ver un propósito en lo que aprendes. La Biblia dice: “El hombre que ara debe arar con esperanza, y el hombre que trilla debe hacerlo con esperanza de ser partícipe” (1 Corintios 9:10). No siempre es fácil ver el valor de “arar” en ciertos temas. Por ejemplo, puede que digas: “Quiero ser programador. ¿Para qué tengo que estudiar historia?”.

De acuerdo, no todo en el plan de estudios de tu escuela parecerá importante, al menos por ahora. Pero trata de pensar a largo plazo. Los conocimientos generales sobre diversos temas enriquecerán tu comprensión del mundo que te rodea. Muchos jóvenes testigos de Jehová han comprobado que una educación equilibrada les ha ayudado a “[hacerse] toda cosa a gente de toda clase”, pues les ha permitido amoldarse y presentar el mensaje del Reino a gente con diferentes estilos de vida (1 Corintios 9:22). Hasta cuando una asignatura parezca de poca utilidad, te beneficiarás de dominarla. En todo caso, aumentará tu “capacidad de pensar”, lo que a la larga te será muy provechoso (Proverbios 1:1-4).

Los estudios también pueden ayudarte a descubrir tus talentos ocultos. El apóstol Pablo escribió a Timoteo: “Que avives cual fuego el don de Dios que está en ti” (2 Timoteo 1:6). Por lo visto, a Timoteo se le había encomendado cierta tarea especial en la congregación cristiana. Pero la aptitud —el “don”— que había recibido de Dios tenía que cultivarse, pues de otro modo permanecería latente y se desperdiciaría. Por supuesto, Dios no te confirió tus aptitudes académicas directamente, como el don de Timoteo. Pero tus habilidades, ya sean en el arte, la música, las matemáticas, las ciencias u otras disciplinas, son valiosas para ti, y los estudios pueden ayudarte a descubrir y desarrollar estos talentos.

Buenos hábitos de estudio

Para aprovechar al máximo la formación académica, necesitas un programa de estudio eficaz (compárese con Filipenses 3:16). Reserva suficiente tiempo para abarcar bastante información, pero pausa de tanto en tanto para aclarar la mente. Si tus estudios incluyen la lectura, échale primero un vistazo al texto para hacerte una idea general del mismo. A continuación, formula preguntas en base a los títulos de los capítulos o los encabezamientos principales. Entonces, lee, y al hacerlo, busca las respuestas a dichas preguntas. Finalmente, comprueba si puedes recordar lo que has aprendido.

Relaciona lo que aprendes con lo que ya sabes. Por ejemplo, un curso de ciencias puede abrirte nuevos horizontes donde “las cualidades invisibles de [Dios] se ven claramente” (Romanos 1:20). La historia puede ayudarte a confirmar la veracidad de la declaración: “Bien sé yo, oh Jehová, que al hombre terrestre no le pertenece su camino. No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso” (Jeremías 10:23). Es probable que cuanto más te apliques en los estudios, más fáciles y agradables te resulten. Salomón observó: “Para el entendido el conocimiento es cosa fácil” (Proverbios 14:6).

Cultiva una actitud positiva

Sin embargo, a veces el bajo rendimiento escolar tiene que ver con la clase de amigos que se escogen. ¿Favorecen tus amistades el buen desempeño en los estudios, o son ellos mismos estudiantes mediocres? Un proverbio bíblico dice: “El que está andando con personas sabias se hará sabio, pero al que está teniendo tratos con los estúpidos le irá mal” (Proverbios 13:20). Por eso, sé sabio al seleccionar tus amigos. Busca relacionarte con los que ven con buenos ojos los estudios. No vaciles en hablar con tu profesor sobre la meta de mejorar tus calificaciones. Seguramente hará lo posible por ayudarte.

Si te abruman pensamientos negativos sobre tus aptitudes, recuerda el ejemplo del apóstol Pablo. Cuando criticaron su habilidad en la oratoria, respondió: “Aunque yo sea inexperto en el habla, ciertamente no lo soy en conocimiento” (2 Corintios 10:10; 11:6). En efecto, Pablo se concentró más en sus aptitudes que en sus debilidades. ¿Cuáles son tus aptitudes? Si no puedes identificarlas, ¿por qué no hablas con un adulto comprensivo? Un amigo así puede ayudarte a conocer tus talentos y aprovecharlos al máximo.

Progresa a pesar de los problemas

“Sé diligente en estas cosas; entrégate de lleno a ellas, de modo que todos puedan ver tu progreso.” (1 Timoteo 4:15, Nueva Versión Internacional, 1985.) Como un padre que habla a su hijo, Pablo estimuló a Timoteo, quien ya hacía un magnífico trabajo, a progresar aún más en su ministerio. En tiempos bíblicos el verbo griego progresar significaba literalmente “cortar hacia adelante”, y transmitía la idea de una persona abriéndose camino a través de la espesura. A veces pudiera parecer que los estudios escolares requieren un esfuerzo similar. Pero te resultará mucho más fácil abrirte camino a través de ellos si tienes en cuenta que la recompensa final vale la pena.

El esfuerzo, la motivación y el aprendizaje van de la mano. Piensa, por ejemplo, en alguien que toca un instrumento. Si lo hace con placer, tocará más. Y cuanto más toque, mejor lo hará, lo que a su vez, aumentará su disfrute. Por lo tanto, no permitas que los estudios te desanimen. Pon el empeño necesario, relaciónate con compañeros que te ayuden a superarte, y recuerda las palabras de Azarías al rey Asá: “No dejen caer las manos, porque existe un galardón para su actividad” (2 Crónicas 15:7).

[Nota]

a Los jóvenes con dificultades de aprendizaje pueden afrontar desafíos especiales a este respecto. Para más información, véase ¡Despertad! del 22 de junio de 1996, páginas 11-13.

[Ilustración de la página 21]

No vaciles en hablar con tu profesor sobre la meta de mejorar tus calificaciones

[Ilustración de la página 22]

Hasta cuando una asignatura parezca de poca utilidad, te beneficiarás de dominarla

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