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  • ¿He cometido el pecado imperdonable?
  • ¡Despertad! 1994
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Los jóvenes preguntan...

¿He cometido el pecado imperdonable?

“NUNCA me había sentido tan deprimido. Perdí por completo el amor propio y pensaba que Dios jamás me perdonaría.”—Marco.a

“Estaba muy desanimado. Tenía un terrible sentimiento de culpa porque pensaba que había caído en algunos errores imperdonables.”—Alberto.

“No hay hombre que no peque”, dice la Biblia. (1 Reyes 8:46.) Pero a veces el joven puede creer que ha incurrido en algo más que una simple falta. Como Marco y Alberto, puede sentirse agobiado por un persistente sentimiento de culpa. Quizás piense que lo que ha hecho es tan vil, tan perverso, que Dios nunca lo perdonará.

¿Alguna vez te has sentido así? Pues bien, anímate. La situación no es ni mucho menos irremediable.

Por qué nos remuerde la conciencia

Es lógico que nos sintamos mal cuando cometemos un error tonto. Todos hemos nacido con la facultad que la Biblia llama “conciencia”, un sentido interior del bien y del mal, una alarma que suena dentro de nosotros cuando hacemos algo incorrecto. (Romanos 2:14, 15.) Piensa en el rey David, por ejemplo. Cometió adulterio con la esposa de otro hombre, llamado Urías, y luego envió a este a una muerte segura. (2 Samuel 11:2-17.) ¿Qué efecto tuvo esto en David?

“Día y noche [la] mano [de Dios] estaba pesada sobre mí”, admitió David. En efecto, sintió el peso de la desaprobación divina. También dijo: “No hay paz en mis huesos debido a mi pecado. Porque mis propios errores han pasado sobre mi cabeza; como una carga pesada son demasiado pesados para mí. [...] Todo el día he andado triste”. (Salmo 32:4; 38:3-6.) La conciencia de David no dejó de atormentarlo hasta que se decidió a actuar y se arrepintió de su error.

De igual modo, si tú, habiendo sido educado por padres cristianos, te apartas de las normas bíblicas, te sentirás mal. Es normal y saludable tener remordimientos de conciencia. Pueden inducir a la persona a rectificar su conducta o a buscar ayuda antes de que la falta se convierta en una costumbre arraigada. Por otra parte, quien reincide en el pecado daña su conciencia. Con el tiempo se le insensibiliza, como la piel cauterizada. (1 Timoteo 4:2.) Y la consecuencia será, sin duda, la corrupción moral. (Gálatas 6:7, 8.)

Tristeza piadosa

No sorprende, pues, que la Biblia hable de “un pecado que sí incurre en muerte”. (1 Juan 5:16; compáralo con Mateo 12:31.) No se trata sencillamente de una debilidad de la carne, sino de un pecado que se ejecuta deliberada y obstinadamente. El factor que lo convierte en imperdonable no es tanto el pecado en sí como la condición de corazón del individuo.

No obstante, el hecho de que te angustie tu mala conducta prueba que no has cometido un pecado imperdonable. La Biblia dice que “la tristeza de manera piadosa obra arrepentimiento para salvación”. (2 Corintios 7:10.) Fíjate en la exhortación que se da en Santiago 4:8-10: “Límpiense las manos, pecadores, y purifiquen su corazón, indecisos. Dense a la desdicha, y laméntense, y lloren. Que su risa se torne en lamento, y su gozo en desaliento. Humíllense a los ojos de Jehová, y él los ensalzará”.

Es probable que el mal sea de naturaleza grave. Por ejemplo, una joven llamada Julie y su novio empezaron a besarse y acariciarse apasionadamente. “Al principio me sentía muy culpable —confiesa ella—, pero con el paso del tiempo me fui acostumbrando. Ya no me remordía tanto la conciencia.” Finalmente, su conducta deshonesta los llevó a tener relaciones sexuales. “Me sentía fatal —dice Julie—. Tenía la conciencia tan adormecida que sucedió varias veces.”

¿Es irremediable tal situación? No necesariamente. ¿Recuerdas a Manasés, uno de los reyes de Judá? A pesar de que cometió pecados gravísimos, como la práctica de espiritismo y el sacrificio de niños, Dios lo perdonó a causa de su arrepentimiento sincero. (2 Crónicas 33:10-13.) ¿Y el rey David? Tras haberse arrepentido de sus actos inicuos, descubrió que Jehová es un Dios “bueno y [está] listo para perdonar”. (Salmo 86:5.)

Los cristianos tenemos la certeza de que “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia”. (1 Juan 1:9.) ¿A quién debemos hacer confesión? Ante todo, a Jehová Dios. “Delante de él derramen ustedes su corazón.” (Salmo 32:5; 62:8.) Te puede resultar útil leer la confesión contrita que realizó David en el Salmo 51.

Por otro lado, la Biblia insta a los cristianos que son culpables de un pecado grave a hablar con los ancianos de la congregación. (Santiago 5:14, 15.) Sus consejos y oraciones sinceros pueden ayudarte a restablecer la relación con Dios y a recuperar una conciencia limpia. Ellos saben distinguir entre la debilidad y la maldad. También deberían procurar que recibas la ayuda necesaria para que no caigas en el mismo error. Julie, que dio este valeroso paso, explica: “Intenté ‘autocensurarme’ e incluso pensé que funcionaba hasta cierto punto. Pero al cabo de un año me di cuenta de lo equivocada que estaba. No se pueden resolver los problemas serios sin la ayuda de los ancianos”.

Sentimiento de culpa por pecados leves

Ahora bien, a veces el joven ‘da un paso en falso antes de darse cuenta de ello’ (Gálatas 6:1), o permite que lo domine un impulso carnal. El joven que se encuentra en esta situación puede albergar un terrible sentimiento de culpa, que tal vez no guarde proporción con el mal cometido, y por ello se angustia sin necesidad. La intensidad del sentimiento de culpa quizás se deba a que tiene una conciencia sana pero hipersensible. (Romanos 14:1, 2.) Recuerda que cuando pecamos “tenemos un ayudante para con el Padre, a Jesucristo, uno que es justo”. (1 Juan 2:1, 2.)

Piensa de nuevo en el caso de Marco, que citamos en la introducción. Este joven cristiano estaba convencido de que había cometido un pecado imperdonable. Solía decirse: ‘Conozco los principios bíblicos perfectamente, y, sin embargo, no puedo dejar de pecar’. ¿Cuál era su pecado? La masturbación. ‘¿Cómo va a perdonarme Dios si soy incapaz de dejar este vicio?’, razonaba Marco. Alberto, que luchaba contra el mismo hábito, dijo: “Me abrumaba el sentimiento de culpa por no poder liberarme del pecado”.

La masturbación es sin duda un hábito inmundo. (2 Corintios 7:1.) No obstante, la Biblia no la incluye entre los pecados graves como la fornicación. De hecho, ni siquiera la menciona. Por lo tanto, difícilmente sería imperdonable el que alguien tuviera un desliz y se masturbara. Pensar que es un pecado imperdonable en realidad podría ser peligroso, pues el joven tal vez razone que de nada sirve tratar de vencer el problema. Pero los principios bíblicos indican que el cristiano debe esforzarse enérgicamente por dejar este hábito.b (Colosenses 3:5.) Jehová sabe que “todos tropezamos muchas veces”. (Santiago 3:2.) En caso de que reincida, el joven no tiene por qué sentirse condenado.

Lo mismo sucede con otros deslices y errores. Jehová no exige que nos mortifiquemos con un sentimiento excesivo de culpa. Por el contrario, se alegra cuando tomamos medidas para corregir el problema. (2 Corintios 7:11; 1 Juan 3:19, 20.)

Fuentes de ayuda y consuelo

Sin embargo, es probable que necesites ayuda para lograrlo. En muchos casos, los padres piadosos pueden proporcionar un gran apoyo a sus hijos. La congregación cristiana también ofrece medidas de ayuda. Marco recuerda: “Lo que más me ayudó fue una conversación que mantuve con un anciano. Tuve que armarme de valor para abrirme y hablarle de mis pensamientos más íntimos. Pero me inspiraba confianza, de modo que le pedí consejo”. Alberto también le pidió consejo a un anciano. “No he olvidado sus sugerencias animadoras —dice—. Me contó que él tuvo el mismo problema de joven. Jamás lo hubiera pensado. Le escuché con gran aprecio por su franqueza.” Con tal ayuda, Marco y Alberto vencieron el hábito. Ambos ocupan actualmente puestos de responsabilidad en sus respectivas congregaciones.

La oración fervorosa es asimismo útil. Como David, puedes pedir “un corazón puro” y “un espíritu nuevo, uno que sea constante”. (Salmo 51:10.) Otra fuente de consuelo es la lectura de la Palabra de Dios. Por ejemplo, es posible que te anime saber que el apóstol Pablo también tenía conflictos internos. Él admitió: “Cuando deseo hacer lo que es correcto, lo que es malo está presente conmigo”. (Romanos 7:21.) Pablo consiguió dominar sus tendencias incorrectas. Tú también puedes hacerlo. Quizás te sirva de gran consuelo leer los Salmos, sobre todo los que hablan del perdón de Dios, como los Salmos 25, 86 y 103.

En cualquier caso, no te aísles ni te dejes dominar por el pesimismo. (Proverbios 18:1.) Aprovéchate plenamente de la misericordia de Jehová. Recuerda que él ‘perdona en gran manera’ basándose en el sacrificio redentor de Jesús. (Isaías 55:7; Mateo 20:28.) No minimices tus errores, pero tampoco concluyas que Dios no puede perdonarte. Fortalece tu fe y tu determinación de servirle. (Filipenses 4:13.) Con el tiempo tendrás paz interior y la gran satisfacción de saber que te ha perdonado. (Compáralo con Salmo 32:1.)

[Notas a pie de página]

a Se han cambiado algunos nombres.

b Se ofrecen consejos prácticos al respecto en los capítulos 25 y 26 del libro Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas, editado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.

[Fotografía en la página 19]

Hablar del asunto con un cristiano capacitado puede ayudarte a verlo desde otra perspectiva

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