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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1954
La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1954
w54 1/9 págs. 542-543

Preguntas de los lectores

● Algunas personas creen que es incorrecto cazar y pescar, mientras que otras no ven nada malo en hacerlo. Algunos que creen permisible el cazar, sin embargo, afirman que la caza debe ser enteramente sangrada inmediatamente después que es muerta para evitar violar la prohibición de comer la sangre. Esta sangría generalmente no se hace. ¿Cuál es el punto de vista bíblico concerniente a estos asuntos?—A. A., Estados Unidos.

No debemos condenar lo que Jehová aprueba ni aprobar lo que Jehová condena. La Biblia habla de “animales irracionales nacidos naturalmente para ser cogidos y destruídos.” Algunos arguyen que esto aplica sólo después del diluvio del día de Noé. Pero fué cierto en el Edén, cuando “Jehová Dios procedió a hacer largas prendas de vestir de piel para Adán y para su esposa y a vestirlos.” También, mucho antes del diluvio Abel fué aprobado por ofrecer un animal en sacrificio, mientras que el Caín desaprobado no se ocupó en matar animales para sacrificio sino que ofreció productos del campo incruentos.—2 Ped. 2:12; Gén. 3:21; 4:3-5, NM.

Después del Diluvio se le permitió al hombre matar animales por diversas razones. La ley mosaica requería la matanza de diversas clases de animales para sacrificio, y las pieles y cueros de animales se usaban apropiadamente no sólo para vestidos sino también para tales cosas como zapatos, cinturones, recipientes, material de escritura y partes y accesorios del tabernáculo. (Lev. 1:5, 10, 14; 13:59; Eze. 16:10; Mar. 6:9; 2 Rey. 1:8; Mat. 3:4; 9:17, NM; 2 Tim. 4:13; Éxo. 26:14; Núm. 4:6-14) Si un animal mataba a una persona, debería morir: “En caso de que un buey acorneare a un hombre o una mujer y éste o ésta muera realmente, el buey ha de ser apedreado sin falta.” Si los animales eran destructores de la propiedad o siembras del hombre podían ser cogidos y destruídos: “Cogednos las zorras, las zorrillas que asuelan las viñas; porque nuestras viñas están en cierne.”—Éxo. 21:28, NM; C. de C. 2:15.

Los animales también pueden usarse para alimento, con la excepción de la sangre: “Todo animal que se arrastra que está vivo puede servir como alimento para ustedes. Como en el caso de la vegetación verde, les doy todo ello. Sólo carne con su alma—su sangre—no deben comer.” Durante su estancia en el desierto los israelitas que querían comer animales adecuados para el sacrificio tenían que matarlos en el tabernáculo para que el sacerdote pudiera rociar la sangre sobre el altar de Jehová. Cuando se hubieran establecido en la Tierra Prometida y les fuera a costar demasiado trabajo traer animales adecuados para el sacrificio al templo en Jerusalén, podían matar los animales en casa y derramar la sangre sobre el suelo y cubrirla con polvo. De esta misma manera había de hacerse con la sangre de la caza silvestre, tal como la de la gacela y el ciervo. (Gén. 9:3, 4; Lev. 17:3-6; Deu. 12:15, 16, 20-24, NM) El cazar por alimento se permitía, pero al cazador se le advertía que desangrara su caza: “En cuanto a cualquier hombre de los hijos de Israel o algún residente temporario que esté residiendo por un tiempo en medio de ustedes que al cazar coja una fiera o ave que pueda comerse, en ese caso debe derramar su sangre y cubrirla con polvo. Porque el alma de toda clase de carne es su sangre por el alma en ella. En consecuencia dije a los hijos de Israel: ‘No debes comer la sangre de ninguna clase de carne, porque el alma de toda clase de carne es su sangre. Cualquiera que la coma será destruído.’”—Lev. 17:13, 14, NM.

Si el cazador no desangraba su caza apropiadamente se le daba muerte. El comer caza no desangrada no sólo se prohibió a los israelitas bajo la Ley, sino que también se prohibe a los cristianos: “Que se mantengan libres de cosas sacrificadas a los ídolos y de la sangre y de cosas que matan sin extraerles su sangre y de la fornicación.” (Hech. 15:29; 21:25, NM) Inmediatamente después de la instrucción a los cazadores de desangrar su caza y de que el comer la sangre significaría su muerte, leemos: “En cuanto a cualquier alma que coma un cuerpo muerto o algo desgarrado por una fiera, ya sea un nativo o un residente temporario, en ese caso debe lavar sus prendas de vestir y bañarse en agua y ser inmundo hasta la noche. Entonces debe ser limpio. Pero si no quiere lavarla y bañar su carne, entonces debe responder por su iniquidad.” (Lev. 17:15, 16, NM) Un cuerpo que muere de sí mismo o de heridas ocasionadas por otro animal no tendría la sangre sacada apropiadamente, y por consiguiente no había de comerse. El castigo por la violación deliberada del mandamiento de no comer la sangre es muerte, pero en el último caso mencionado la culpa podía borrarse mediante una ceremonia de purificación, lo que indica que era un caso en que el mandamiento se violaba inocentemente, sin saberlo, como pudiera suceder alguien compraba carne o traficaba por ella cuando comía como invitado de otra persona. Ahora, como en el día de Israel, el que viola el mandato concerniente a la sangre accidentalmente, sin saberlo, no haciéndolo deliberadamente, puede conseguir perdón mediante arrepentimiento y evitando la repetición de la transgresión.

Fundándonos en la Biblia, tendremos un punto de vista equilibrado, no oponiéndonos fanáticamente a toda matanza de animales, ni cazándolos desenfrenadamente por deporte. Jesús comió carne, tanto pescado como cordero. Dirigió una operación de pesca con buen éxito usando una red, y también ordenó que un pez fuera cogido con un anzuelo. (Luc. 24:42, 43; Éxo. 12:3, 8; Mat. 26:17-21; Luc. 5:4-6; Mat. 17:27) Aparentemente los pescados no requerían atención especial en ser desangrados, dado que no se da instrucción concerniente a ellos; pero los requisitos relativos a las aves y animales de caza son específicos y tienen que observarse por cazadores teocráticos que tratan de variar su régimen alimenticio de carne con alguna caza silvestre. Las heridas de bala de hoy día, igual que las heridas de flecha o heridas de colmillos y garras por parte de animales de rapiña durante el tiempo de la aplicación de la ley mosaica, raramente desangran el animal adecuadamente. Por consiguiente el cazador tiene que completar el acto usando su cuchillo, ya sea que eche a perder o no un trofeo.

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