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Poder para vida y servicioLa Atalaya 1954 | 15 de abril
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17. Muestre cuán sólida es la sociedad del Nuevo Mundo.
17 El viejo mundo, podrido hasta la médula, está condenado a la destrucción y caerá aun mientras esté porfiando que la Biblia no dará resultados y que su contenido está anticuado y es inútil. La sociedad del Nuevo Mundo, sin embargo, está fundada sólidamente en la palabra inalterada e inalterable de un Dios que es consistente, todopoderoso y completamente justo. Los miembros de esa sociedad reconocen la cosa de más importancia, el tener el verdadero aprecio de su Dios y de su relación con él. Se glorían en esta relación como miembros en perspectiva de la gran familia de Dios. La Palabra de Dios es para nosotros inagotable, el estudio de ella siempre recompensante, el adherirse a ella siempre resultante en provecho. Damos gracias a Dios por todo lo que en nuestra vida sirva para mantener nuestra atención fija en su Palabra y que aumente nuestro amor por ella y aprecio de ella. En ella se hallan las instrucciones de organización sobre las cuales funciona la sociedad del Nuevo Mundo. La doctrina correcta y verídica, las leyes justas, los principios más altos y nobles, la autoridad para predicar, todo esto lo contiene la Palabra viva, señalando a este gran día de juicio y de división y teniendo su aplicación en él. Ante todo, su Palabra viva identifica y ensalza al Dios verdadero, Jehová, Fuente de la luz. En verdad es como dijo Cristo Jesús su portavoz: “Los dichos que yo les he hablado son espíritu y son vida.”—Juan 6:63, NM.
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Las amenazas no perturban al sij conversoLa Atalaya 1954 | 15 de abril
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Las amenazas no perturban al sij converso
LOS misioneros cristianos en tierras musulmanas encuentran a muchos hombres de buena voluntad que aceptarían con gusto el cristianismo con su adoración del Dios verdadero, Jehová, si no fuera por temor de persecución de una clase u otra, desde ostracismo social a amenaza de muerte. Sin embargo, el sij que acepta el cristianismo verdadero se enfrenta a oposición y presión todavía más determinadas. En vista de este hecho la siguiente experiencia de la conversión de un sij será de particular interés.
En Bangkok, Siam, un misionero de la Wátchtower fué al hogar de una persona que previamente había manifestado interés en la Biblia. Esa persona no estaba en casa, pero en la cercanía había otro indio, sentado en una pequeña tienda y vendiendo especias, quien sonriendo le preguntó al misionero cuál era su propósito. Claro está, el misionero le dió un testimonio, que le interesó mucho a este indio, quien era un hindú. Poco tiempo después se dió principio a un estudio bíblico, y después de varios meses este hindú se unió a los testigos en decir a otros lo que había aprendido. Además predicó entre sus amistades íntimas, y como resultado, uno de ellos, un sij, se puso definitivamente de parte de Jehová y el cristianismo.
Este sij, debido al celo que ha mostrado en leer la Biblia y predicar a otros lo que ha aprendido, ha sufrido mucha persecución a manos de sus compatriotas indios que viven en su comunidad. Hasta fué amenazado de daño físico por su suegro, pero esto tampoco lo desanimó de manera alguna. Un comité de quince indios lo visitó y le suplicó que no abandonara su vieja religión y que dejara de estar trayendo vergüenza y reproche a su comunidad india. No obstante, él les dijo que se sorprendía de que sólo quince hubieran venido a tratar de hacerle cambiar de opinión, añadiendo: “¡Aunque un ejército completo tratara de hacerme renunciar a la verdad, nunca lo haría, porque es la verdad!”
Ambos testigos indios, el que anteriormente fué hindú y el que anteriormente fué sij, están ahora publicando celosa y persistentemente las buenas nuevas a todo el que encuentran, rico o pobre, y han tenido muy buen éxito en traer nuevas personas al Salón del Reino de los testigos de Jehová para que escuchen y vean por sí mismas. La esposa de uno de ellos también se ha puesto de parte de la verdad. En verdad es la voluntad de Dios “que hombres de toda clase sean salvados y lleguen a un conocimiento acertado de la verdad.”—1 Tim. 2:4, NM.
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