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Sacerdote aconseja a EinsteinLa Atalaya 1956 | 15 de enero
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del alma,” porque declara ella: “El alma que pecare, ésa es la que morirá,” e informa que aun el inmaculado Jesús “derramó su alma hasta la muerte.”—Eze. 18:4; Isa. 53:12.
Einstein dijo que él no podía aceptar concepto alguno de Dios que se basara en “fe ciega.” La fe bíblica en Jehová Dios no es ciega en el sentido de no tener absolutamente ninguna base para ella. Fe es “la demostración evidente de las realidades aunque no se ven.” (Heb. 11:1, NM) Sin ver la electricidad o gravitación Einstein creyó en la existencia de ellas porque él había visto evidencia que demostraba su realidad. Sin ver al “espíritu superior ilimitable” Einstein creyó en su existencia debido a la majestad y el poder y orden que él había visto en el universo. La Biblia señala a estas maravillas de la creación como evidencia del Creador invisible: “Sus cualidades invisibles se observan claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se entienden por las cosas hechas, hasta su poder eterno y Divinidad.” (Rom. 1:20, NM) El que es necesario tener conocimiento de los informes que están en la Biblia y entenderlos para tener fe en el Dios de la Biblia lo manifiesta Romanos 10:17 (NM): “Por eso la fe sigue al informe.” Pero fe en el Dios de la teología ortodoxa es una fe ciega porque no se basa en verdades bíblicas, sino más bien en las imaginaciones paganas de sacerdotes antiguos o en las filosofías porfiadas de ministros modernos. Ninguna persona de raciocinio debe aceptar tal concepto de Dios que se basa en la fe ciega. Sin embargo, nadie debe dejar que el concepto falso de Dios que las religiones ortodoxas enseñan lo desvíe del Dios de la Biblia. Uno debe estudiar la Biblia para aprender acerca del Dios que creó el universo, no dejando que las mentiras religiosas le inculquen prejuicio en contra de él.
Si las religiones ortodoxas se hubieran apegado a la Biblia quizás Einstein se habría apegado estrictamente a sus neutrones. Si estas religiones hubiesen enseñado el Dios de la Biblia, y no alguna deidad pagana repugnante que supuestamente tortura a almas imaginarias en purgatorios o infiernos de fuego y azufre que no existen, posiblemente Einstein no hubiera sentido la necesidad de buscar otro concepto de Dios. Tal vez Henle debiera haber quitado la viga de su propio ojo antes de inquietarse acerca de la paja que veía en el de Einstein. Podría probar el apegarse al Dios de la Biblia, al cual él pretende servir, y dejar las doctrinas paganas y las tradiciones humanas, renunciar los títulos halagüeños de Reverendo y Padre que la Biblia limita a Jehová Dios, y abandonar las tretas lucrativas de oraciones por almas en el purgatorio y juegos de bingo, las cuales no son bíblicas. (Job 32:21, 22; Mat. 7:1-5; 21:13; 23:9) Henle acusa a Einstein de no apegarse a su asunto de la ciencia, pero él mismo es culpable de haberse extraviado de su obra pretendida de servir a Dios. Categóricamente, Romanos 2:1 (NM) dice: “Por lo tanto, eres inexcusable, ¡oh hombre!, no importa quién seas, si juzgas; porque en la cosa en que juzgas a otro, te condenas a ti mismo, puesto que tú que juzgas practicas las mismas cosas.”
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“La majestad de las Escrituras”La Atalaya 1956 | 15 de enero
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“La majestad de las Escrituras”
Escribiendo a un amigo, el famoso filósofo y autor francés Jean Jacques Rousseau dijo una vez: “Debo confesarte que la majestad de las Escrituras me deja atónito. La santidad de los Evangelistas habla a mi corazón, y tiene sorprendentes personajes de verdad, y es, además, tan perfectamente inimitable que si hubiera sido invención de hombres el inventor sería más grande que los más grandes héroes.”—The Supremacy of the Bible, página 27.
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