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  • “Un espectáculo teatral al mundo, tanto los ángeles como a los hombres”
    La Atalaya 1968 | 15 de abril
    • Comprendo que, antes de comenzar a contemplar la luz de la verdad de Dios, andaba a tientas en la oscuridad del valle de la muerte y simplemente existía. Desde el tiempo que dediqué mi vida a nuestro gran Padre celestial, por medio del mérito de mi Salvador y Rey, verdaderamente he llevado una vida plena y gozosa, una que vale la pena vivir. Mi deseo más ardiente y mi esperanza más sublime no es ser grande en el reino del cielo, sino ver a Dios y estar para siempre cerca de él y de mi Salvador. Es por eso que renuncié a todo lo que tenía, que era ¡oh, tan poco! a fin de conseguir la corona de la vida y, sobre todo, a Jehová como mi Amigo eterno.

  • Preguntas de los lectores
    La Atalaya 1968 | 15 de abril
    • Preguntas de los lectores

      ● ¿Hay alguna objeción bíblica a donar el cuerpo de uno para que se use en investigación médica o a aceptar órganos para trasplante de tal fuente?—W. L., EE. UU.

      Varias cuestiones están envueltas en este asunto, incluso el determinar si son correctos los trasplantes de órganos y las autopsias. Muy a menudo la emoción humana es el único factor que la gente considera al decidir sobre estos asuntos. Sin embargo, sería bueno que los cristianos consideraran los principios bíblicos que aplican al caso, y luego tomaran decisiones en armonía con estos principios a fin de agradar a Jehová.—Hech. 24:16.

      Primero, sería bueno tener presente que las operaciones de trasplante de órganos, como las que ahora se están ejecutando en un esfuerzo por reparar el cuerpo o extender la duración de la vida, no eran la costumbre hace miles de años, por eso no podemos esperar hallar legislación en la Biblia sobre el trasplantar órganos humanos. No obstante, esto no significa que no tenemos ninguna indicación del punto de vista de Dios sobre tales asuntos.

      Cuando Jehová permitió por primera vez que los humanos comieran carne animal, explicó las cosas así a Noé: “Un temor a ustedes y un terror a ustedes continuarán sobre toda criatura viviente de la tierra y sobre toda criatura volátil de los cielos, sobre todo lo que va moviéndose sobre el suelo, y sobre todos los peces del mar. En mano de ustedes ahora se han dado. Todo animal moviente que está vivo puede servirles a ustedes de alimento. Como en el caso de la vegetación verde, de veras se lo doy todo a ustedes. Solo carne con su alma —su sangre— no deben comer.” (Gén. 9:2-4) Dios le concedió eso a Noé, de quien ahora toda persona viva ha descendido. Por consiguiente, eso aplica a todos nosotros.

      Dios le permitió a los humanos comer carne de animales y sustentar su vida humana quitándole la vida a los animales, aunque no se les permitió comer sangre. ¿Incluyó esto el comer carne humana, el sustentar la vida de uno por medio del cuerpo o parte del cuerpo de otro humano, vivo o muerto? ¡No! Eso sería canibalismo, una práctica repugnante a toda la gente civilizada. Jehová claramente hizo una distinción entre la vida de los animales y la vida de los humanos puesto que la humanidad fue creada a la imagen de Dios, con sus cualidades. (Gén. 1:27) Esta distinción se hace evidente en Sus siguientes palabras. Dios procedió a mostrar que la vida del hombre es sagrada y que no ha de quitarse a voluntad, como puede hacerse con los animales que han de usarse para alimento. El mostrar falta de respeto a la santidad de la vida humana expondría a uno a que se le quitara su propia vida.—Gén. 9:5, 6.

      Cuando hay un órgano enfermo o defectuoso, la manera acostumbrada de restaurar la salud es ingerir alimentos nutritivos. El cuerpo usa el alimento ingerido para reparar o sanar el órgano, gradualmente reemplazando las células. Cuando los científicos concluyen que este proceso normal ya no surte efecto y sugieren que se remueva el órgano y se reemplace directamente con un órgano de otro humano, esto simplemente es un atajo. Los que se someten a tales operaciones están viviendo así de la carne de otro humano. Eso es caníbal. Sin embargo, al permitirle Jehová Dios al hombre que comiera carne de animales no le concedió permiso para que el hombre tratara de perpetuar su vida por medio de introducir en canibalismo en sus cuerpos carne humana, ya fuera masticada o en forma de órganos enteros o partes del cuerpo de otras personas.

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