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  • La lengua... un poder para lo bueno o para lo malo
    La Atalaya 1968 | 15 de enero
    • (1 Tim. 2:4) Recíbalos con gusto cuando lo visiten en su casa para rendir tal ayuda.

      22. ¿Qué error mortífero cometieron Adán y Eva, y por eso qué debe determinarse a hacer hoy día toda criatura?

      22 Nuestros padres comunes, Adán y Eva —creados a la imagen y semejanza de Dios con la habilidad indisputable de usar su lengua perfectamente para honrar a su Hacedor— deshonraron y difamaron a Dios al ponerse de parte de aquel que usó mal su lengua, el mentiroso original, el Diablo. Perdieron el derecho a la vida futura. El privilegio de usar ese instrumento provisto divinamente, la lengua, de manera correcta se le extiende hoy día al hombre. Todos los que buscan la verdad deben reconocer a Jehová como el dador de todos los dones buenos, en los que se incluye el don del habla, y dedicarle su todo a Él. Nos encontramos en el umbral del nuevo orden de Dios bajo su reino eterno de justicia. Durante ese nuevo orden “toda cosa que respira” alabará a Jehová. (Sal. 150:6) A la inversa, cualquiera que no rinda tal alabanza no se hallará entre los que respiran. “Ahora es el tiempo especialmente acepto” para usar nuestras voces para honrar a nuestro Creador, este derrotero conduciendo a la vida. (2 Cor. 6:2) La oración de cada uno debe ser: “Que los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón lleguen a ser placenteros delante de ti, oh Jehová mi Roca y mi Redentor.”—Sal. 19:14.

  • Aprecio de la organización de Jehová
    La Atalaya 1968 | 15 de enero
    • Aprecio de la organización de Jehová

      SEGUN LO RELATO JOHANNES WEBER

      DE MUCHACHO ya tenía un vivo interés en la Biblia. La historia seglar y bíblica se hallaban entre mis materias favoritas de la escuela. Al entrar el siglo veinte se enseñaban las sobresalientes historias bíblicas en nuestras escuelas en Alsacia, entonces de Alemania, ahora parte de Francia. La instrucción religiosa por el ministro eclesiástico en su mayor parte se basaba en la Biblia. Porciones extensas de las Escrituras Hebreas se asignaban como tarea, para aprenderse de memoria o escribirse en las propias palabras del alumno. Nuestra Biblia familiar antigua, de tamaño grande, llegó a ser mi libro de texto. Encontré una atracción poderosa en la historia de José y sus hermanos, aunque lloraba cada vez que la leía.

      Los maestros pronto notaron que generalmente hacía buen trabajo sobre estos temas de historia sagrada y profana; tanto así que si, en virtud de negligencia, dejaba de hacer mi tarea, rápidamente se daban cuenta de esto y me preguntaban la razón de ello. En esos días aprendimos de memoria los nombres de los sesenta y seis libros de la Biblia, algo que iba a serme muy útil en años posteriores.

      Aunque todavía estaba bastante joven solía meditar en los temas de “infierno” y “el alma.” Cuando, en un funeral, decía nuestro ministro: “Mientras el cuerpo comienza a reducirse en polvo, el espíritu o alma se va flotando hacia el cielo,” a menudo deseaba poder ver alguna evidencia de este desarrollo, aunque naturalmente nunca pude verla.

      Al salir de la escuela fui aprendiz en una empresa comercial en Estrasburgo, y aunque la iglesia estaba al otro lado de la calle, rara vez asistía. Desde mi posición ventajosa en la tienda donde trabajaba prefería ver entrar a otros. Tampoco acepté

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