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Cómo se beneficia uno de seguir tras la devoción piadosaLa Atalaya 1975 | 15 de julio
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cubriendo el mismísimo mar,” no simplemente de conocimiento mental, sino conocimiento puesto a trabajar para llevar a cabo la voluntad divina.—Isa. 11:9; 2 Tes. 1:6-10; Rev. 7:9-17; 21:3-5.
22 ¡Oh, qué magníficas bendiciones están en reserva para los que continúan siguiendo tras la devoción piadosa! Nosotros, los que seguimos tras la devoción piadosa, no permitamos que nada empañe el valor inestimable de haber llegado a ser conocidos por Dios y Cristo como sus siervos aprobados. Continuemos guardándonos de toda cosa que pudiera despojarnos de nuestro contentamiento. Mantengamos siempre delante de nosotros el ejemplo perfecto de Jesucristo. “Corramos con aguante la carrera que está puesta delante de nosotros, mirando atentamente al Agente Principal y Perfeccionador de nuestra fe, Jesús. Por el gozo que fue puesto delante de él aguantó un madero de tormento, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios. Sí, consideren con sumo cuidado y atención al que ha aguantado tal habla contraria de pecadores en contra de sus propios intereses, para que no vayan a cansarse y a desfallecer en sus almas.”—Heb. 12:1-3.
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¿Permite usted que otros lo hagan tropezar?La Atalaya 1975 | 15 de julio
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¿Permite usted que otros lo hagan tropezar?
ERA un varón de extracción europea... evidentemente honrado, modesto y amaba la verdad. Cuando los testigos cristianos de Jehová visitaron su hogar en la ciudad de Nueva York hallaron que tanto él como su esposa tenían oídos que oían. Pronto estuvieron disfrutando de un estudio bíblico cada semana en su hogar.
Pero luego sucedió algo. Un individuo que daba a entender que era Testigo y a quien este señor recién interesado tenía en alta estima cometió un mal serio por lo cual fue expulsado de la congregación cristiana. La conducta del malhechor desilusionó tanto al estudiante que éste tropezó y cayó, descontinuando su estudio de la Biblia con los Testigos. Pero su esposa no. Ella continuó sus estudios, se bautizó y crió a dos hijos, ambos de los cuales hoy día, muchos años después, son predicadores de tiempo cabal de las buenas nuevas del reino de Dios. A menudo ella participa con sus hijos por un mes a la vez en estas actividades de predicar e impartir enseñanza bíblica que son tan gozosas y altamente remunerativas. En cuanto al esposo, él todavía está indeciso, le agrada tratar personalmente a los Testigos y de vez en cuando asiste a las reuniones, pero todavía está ofendido, pues se le hizo tropezar.
Este relato de la vida real subraya la tragedia de permitir que otros nos hagan tropezar. Piense en esto. Reflexione. Considere. El mero hecho de que alguien cometa un error, sea grande o pequeño, no es motivo para que usted emprenda un derrotero imprudente, ¿verdad? ¿Por qué debe usted perjudicarse simplemente porque alguien hizo algo que lo ofendió o lo lastimó?
Jesucristo, el Hijo de Dios, nos dejó un modelo en cuanto a esto, tal como nos lo dejó respecto a tantos otros asuntos. (1 Ped. 2:21) ¿Se ofendió él, o tropezó porque uno de sus propios apóstoles, Judas, se volvió traidor; porque otro, Pedro, tres
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