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¿Por qué es tan difícil ganarse la vida?La Atalaya 1975 | 15 de marzo
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el nuevo orden de Dios introducirá la más pacífica y fructífera era que jamás han experimentado los hombres. Bajo el régimen de un solo gobierno por Dios, su reino celestial, la gente en la Tierra jamás tendrá que preocuparse por precios elevados o escaseces. “Un banquete de platos con mucho aceite” es lo que el futuro encierra, y no solo para los que tienen mucho dinero, sino para toda la humanidad que viva entonces.—Isa. 25:6; Sal. 72:16; Mat. 6:9, 10.
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Pilato... el gobernante político que juzgó al SeñorLa Atalaya 1975 | 15 de marzo
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Pilato... el gobernante político que juzgó al Señor
“YO NO hallo en él culpa alguna.” Con estas palabras Poncio Pilato expresó su juicio de que Jesús se hallaba sin culpa. (Juan 18:38; 19:4, 6) Sin embargo, al fin, Pilato cedió a las demandas de una muchedumbre de compatriotas de Jesús y lo sentenció a ser ejecutado en un madero. ¿Quién fue este Pilato?
El nombre “Poncio Pilato” mismo puede darnos alguna idea de sus antecedentes. Quizás tuvo alguna relación con C. Poncio Herennio, un general eminente del pueblo samnita en una región montañosa de Italia meridional. Y el apellido “Pilato,” si se deriva de la palabra latina pilum (jabalina), quizás señale a que descendió de un militar. Por otra parte, si el nombre “Pilato” proviene de la palabra latina pileus, él pudo haber sido un liberto o descendiente de uno. Esto se debe a que pileus era una gorra que llevaban comúnmente los esclavos a quienes se les había concedido su libertad.
Fue en 26 E.C. que Tiberio César nombró a Pilato gobernador de Judea. Como gobernador, Pilato tenía el completo control de la provincia y podía imponer sentencias de muerte. Su residencia oficial estaba en Cesarea, a unos ochenta y siete kilómetros al nornoroeste de Jerusalén. Allí estaba estacionado el principal cuerpo de las tropas romanas. Pero durante las temporadas festivas judías, Pilato, junto con refuerzos militares romanos, por lo general permanecía en Jerusalén.
El tiempo de la gobernación de Pilato estuvo estropeado por dificultades. Esto se debió principalmente a que él ofendió las sensibilidades religiosas de sus súbditos.
En una ocasión, bajo la cubierta de la oscuridad, Pilato hizo que soldados romanos introdujeran en Jerusalén estandartes que tenían en ellos imágenes del emperador. Entonces estos estandartes fueron erigidos en la ciudad. Al descubrir esto, una delegación grande de judíos fue a Cesarea y pidió que fueran quitados. Rechazados repetidas veces, los judíos persistieron en su petición. Finalmente Pilato decidió atemorizar a los peticionarios amenazándolos con la muerte. Sin embargo, cuando los judíos declararon estar anuentes a morir, Pilato concedió su petición.—Antiquities of the Jews, libro XVIII, cap. III, párr. 1.
También hubo la ocasión en que Pilato colocó en su cuartel en Jerusalén escudos de oro que tenían su propio nombre y el de Tiberio. Los judíos apelaron al emperador, y a Pilato se le ordenó que quitara los escudos.—De Legatione ad Gaium, XXXVIII.
En todavía otra ocasión, Pilato usó dinero del tesoro del templo para edificar un acueducto que habría de conducir agua a Jerusalén desde una distancia de unos cuarenta kilómetros. Decenas de miles de judíos protestaron en contra de esto cuando Pilato visitó la ciudad. Algunos lo increparon y hasta le lanzaron injurias. Cuando rehusaron obedecer su orden de dispersarse, envió a soldados disfrazados en medio de ellos. A una señal convenida los soldados atacaron. Muchos judíos cayeron muertos; otros huyeron heridos.
Quizás fue en relación con este incidente que Pilato ‘mezcló la sangre de los galileos con los sacrificios de ellos,’ según se informa en Lucas 13:1. Puesto que los galileos eran súbditos de Herodes Antipas, tal vez esto haya contribuido a la enemistad que existía entre Pilato y Herodes hasta el tiempo del juicio de Jesús.—Luc. 23:6-12.
JUICIO DE JESÚS
Fue temprano por la mañana del 14 de Nisán de 33 E.C. que los líderes judíos trajeron a Jesús ante Pilato para juicio. Puesto que a los judíos les era ceremonialmente contaminante entrar en la casa de un gentil, Pilato salió a ellos y les preguntó en cuanto a los cargos contra Jesús. Al oír sus declaraciones, les dijo que lo juzgaran ellos mismos. Cuando se le notificó que ellos consideraban lo que Jesús hizo como ofensa que merecía la muerte, una sentencia que ellos no podían hacer cumplir legalmente, Pilato introdujo a Jesús en su palacio para interrogarlo. (Juan 18:28-37) Regresando a los acusadores, Pilato declaró: “Yo no hallo en él ninguna culpa.” (Juan 18:38) No satisfechos, los líderes judíos continuaron sus acusaciones. Al enterarse de que Jesús era de Galilea, Pilato decidió enviarlo a Herodes Antipas. Esta acción puso fin a la previa enemistad que existía entre Herodes y Pilato. Herodes no pudo establecer las acusaciones contra Jesús y, desilusionado porque Jesús rehusó ejecutar alguna señal, lo volvió a Pilato.—Luc. 23:5-12.
De nuevo Pilato convocó a los acusadores de Jesús y continuó haciendo esfuerzos para zafarse de sentenciar a muerte a un hombre inocente. Trató de hacer que Jesús fuera puesto en libertad sobre la base de una costumbre que permitía poner en libertad a un prisionero cada Pascua. Sin embargo, a instigación de los líderes religiosos, la muchedumbre clamó por la liberación de Barrabás, ladrón, asesino y sedicioso. Los esfuerzos de Pilato por hacer que Jesús fuera libertado solo intensificaron la gritería de la muchedumbre para que fuera fijado en un madero.—Mat. 27:15-23; Luc. 23:13-23.
En vez de adherirse a lo que él sabía que era lo correcto, Pilato cedió a la muchedumbre y trató de absolverse de responsabilidad lavándose las manos, como si se las limpiara de culpabilidad por homicidio. (Mat. 27:24-26) Pasó por alto la advertencia que había recibido más temprano de su esposa de no tener nada que ver con “ese hombre justo,” puesto que ella había sufrido mucho en un sueño (evidentemente de origen divino) a causa de él.—Mat. 27:19.
Después de eso Pilato hizo que Jesús fuera azotado. De nuevo declaró que según su parecer Jesús era inocente y, quizás para incitar piedad por él, hizo que se presentara delante de la muchedumbre, vestido con mantos reales y con una corona espinosa en la cabeza. En respuesta a la exclamación de Pilato: “¡Miren! ¡El hombre!” la muchedumbre renovó su demanda de que Jesús fuera fijado en un madero y llamaron la atención de Pilato sobre el cargo de blasfemia. Al mencionar ellos que Jesús mismo se había hecho Hijo de Dios, Pilato se puso supersticiosamente temeroso. Por lo tanto, interrogó aún más a Jesús. Los esfuerzos finales de Pilato por hacer que Jesús fuera puesto en libertad resultaron en que la muchedumbre le advirtiera que podía ser acusado de oponerse a César. Ante eso, Pilato se sentó en el tribunal, desde donde gritó a la muchedumbre: “¡Miren! ¡Su rey!” Esto solo aumentó el clamor para que fuera fijado en el madero. De modo que Pilato entregó al Hijo de Dios para que lo fijaran en un madero.—Juan 19:1-16.
La culpa de Pilato de veras fue grande. Conocía perfectamente bien la inocencia de Jesús y pudo discernir las malas motivaciones de los acusadores. (Mat. 27:18) Sin embargo, más bien que arriesgar que su cargo fuera puesto en peligro por informes desfavorables en cuanto a más perturbaciones en su provincia, Pilato sentenció a muerte a un hombre inocente.
A pesar de sus acciones, Pilato no conservó su puesto por mucho tiempo. Solo unos cuantos años después, su superior inmediato, el oficial romano Vitelio, lo quitó del cargo y le ordenó comparecer ante Tiberio para responder por la matanza de varios samaritanos. Estando Pilato en camino a Roma (en 37 E.C.), murió Tiberio. No se sabe exactamente qué le sucedió a Pilato. La tradición asegura que se suicidó. Claramente, el registro que se hizo Pilato tiene poco que lo haga digno de encomio.
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¿Qué trato le otorgaría usted a un embajador?La Atalaya 1975 | 15 de marzo
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¿Qué trato le otorgaría usted a un embajador?
EN TIEMPOS recientes a menudo hemos tenido noticias acerca de ataques a embajadas y hasta del secuestro o asesinato de un embajador debido a que la gente ha estado disgustada con ese país o sus normas. Pero en tiempos pasados cuando había paz relativa entre las naciones, por lo general a los embajadores se les trataba bien.
Sin embargo, hubo un caso en tiempos antiguos en que a los “mensajeros” o enviados reales de una nación pacífica se les otorgó trato vergonzoso. El rey David de Israel había obrado de modo amigable cuando envió representantes oficiales al rey Hanún de Amón. Pero Hanún le mostró craso desacato a David, pues sometió a los enviados a grandes indignidades. Esta acción traicionera provocó una guerra que resultó en que casi fuera exterminada la nación de los amonitas.—1 Cró. 19:1-20:3.
Siglos después, un caso más flagrante fue el trato otorgado al Hijo de Jehová Dios, a quien Jehová envió como acto de bondad amorosa a la nación judía. (Juan 8:18, 19, 49) Los líderes de la nación judía lo maltrataron cruelmente y finalmente hicieron que fuera muerto. Esto resultó en que Dios rechazara a la nación judía como su pueblo escogido y en que fuera destruida la ciudad Jerusalén de los judíos junto con su templo, en 70 E.C., a manos de los ejércitos romanos.
Pero el trato que le otorgaron a Jesucristo no les bastó a los judíos opositores. Antes de la destrucción de Jerusalén, también maltrataron vergonzosamente a los que Cristo envió como embajadores, sus discípulos ungidos, a muchos de los cuales mataron. (2 Cor. 5:20) Aunque a la gente se le incitó a participar en estas atrocidades, los líderes religiosos judíos eran los principales culpables, porque deliberadamente mantenían al pueblo en ignorancia de Dios. Jesús les dijo: “¡Quitaron la llave de conocimiento; ustedes mismos no entraron, y a los que estaban entrando los estorbaron!” (Luc. 11:52) Estos líderes temían egoístamente que iban a perder su posición de poder. Dijeron entre ellos mismos: “Si lo dejamos [a Jesús] así, todos pondrán fe en él, y vendrán los romanos y nos quitarán nuestro lugar así como nuestra nación.”—Juan 11:48.
POR QUÉ HAN SIDO ODIADOS LOS EMBAJADORES DE CRISTO
No era odio personal lo que hizo que los opositores entre los judíos persiguieran a los embajadores de Cristo del primer siglo. Era porque estos embajadores declaraban y explicaban el reino de Dios a la gente. Indicaban a los judíos, que creían que el reino iba a ser un reino terrestre judío, que es un gobierno celestial, que destruirá a todos los gobiernos humanos e introducirá una “nueva tierra,” una justa sociedad humana. Mostraron que el requisito de Dios para los individuos que quieren vida es que rehagan su personalidad
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