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  • El creacionismo... ¿es científico?
    ¡Despertad! 1983 | 22 de julio
    • El creacionismo... ¿es científico?

      POR más de cien años no ha dejado de estar ‘hirviendo a fuego lento’, o a veces hirviendo con violencia, la controversia entre los que enseñan que el hombre es producto de una evolución y los que se adhieren a la explicación bíblica de que el hombre fue creado. El año pasado, dicha controversia volvió al punto de ebullición durante un proceso que tuvo lugar ante un tribunal federal en Little Rock, Arkansas, en los Estados Unidos. El punto en cuestión fue una ley estatal que requería que en las escuelas públicas se enseñara, junto con la evolución, “ciencia creacionista”. El tribunal sostuvo que tal ley era anticonstitucional, y esta decisión recibió aclamación general como una victoria a favor de la evolución.

      Científicos, teólogos de varias confesiones, maestros de escuela y la Unión Estadounidense pro Libertades Civiles unieron sus esfuerzos para atacar la ley. Otros científicos, teólogos, maestros de escuela y el procurador general del estado la defendieron. El proceso, y la decisión judicial que se dio en éste, recibieron amplia publicidad en los medios de información y se atrajeron atención internacional.

      Las afirmaciones que en pro y en contra hicieron los testigos variaron desde hechos establecidos hasta opiniones absurdas. Se puede entender por qué la persona de término medio pudiera quedar confundida en cuanto a lo que el resultado pudiera significar. ¿Significaba la decisión del juez que la evolución fuera ahora realidad? ¿que la raza humana data de hace millones de años? ¿que la Biblia está equivocada? ¿que no debemos seguir enseñando a nuestros hijos que Dios creó al hombre?

      Antes de llegar a conclusiones como ésas, examinemos las cuestiones implicadas. ¿Qué es la llamada “ciencia creacionista” que estuvo envuelta en el proceso? ¿Tiene base científica, o, como afirman sus detractores, es una fachada para un dogma religioso sectario?

      ¿Qué es la ciencia creacionista?

      Los defensores del creacionismo escribieron una definición que se incorporó en la ley de Arkansas y se insertó en la opinión judicial. Dicha definición incluye la prueba científica de que hay límites a los cambios que pueden ocurrir dentro de las diferentes clases de cosas vivientes que fueron creadas originalmente, y que las mutaciones y la selección natural no bastan para transformar una especie en otra. También afirma que la Tierra y todo lo que vive en ella son el resultado de un acto reciente de creación, y que todos los estratos geológicos junto con los fósiles que hay en ellos son el resultado de un solo Diluvio mundial.

      Los forjadores de la ley omitieron cuidadosamente toda referencia a Dios o la Biblia, para evitar las prohibiciones constitucionales contra el enseñar religión en las escuelas. Sin embargo, los escritos de ellos y el testimonio que se dio en Little Rock revelaron que la creación y el Diluvio a que se referían son los que se describen en el libro bíblico de Génesis. Además, aunque en la ley no se detalló el tiempo que se requirió para la creación, los autores de la ley admitieron que la palabra “reciente” significa quizás 6.000 años atrás, o, en todo caso, no más de 10.000 años.

      Protegidas las faltas de la evolución

      Desgraciadamente para los creacionistas, los esfuerzos que hicieron durante el proceso por exponer las debilidades de la evolución quedaron frustrados. Para estudiantes imparciales, dichas faltas han sido patentes desde hace mucho tiempo. Aquí las mencionamos solo brevemente.

      Durante el proceso no se hizo hincapié en las pruebas procedentes de los experimentos relacionados con las mutaciones. Arrolladoramente, tales investigaciones revelan que las mutaciones solo resultan en la degeneración del patrón genético, de modo que producen especímenes defectuosos. No crean nuevos órganos ni nuevas funciones. Nunca resultan en nuevas especies. Los hechos van en contra de la teoría de la evolución y apoyan el principio consecuente de la creación, expuesto en Génesis, de que cada clase o género de planta o animal puede producir solo su propia clase. Pero este poderoso argumento no recibió la debida atención.

      Además, el registro geológico no contiene la gradación continua de fósiles de una especie a otra, como lo requeriría la teoría de Darwin. Más bien, muestra que nuevas especies aparecen súbitamente, en la columna sedimentaria, sin conexión alguna con las formas anteriores. Actualmente hasta los evolucionistas están envueltos en disputas acerca de una nueva teoría llamada de equilibrio discontinuo o interrumpido, que reconoce que la larga búsqueda de eslabones perdidos ha fracasado.

      El que las nuevas especies aparezcan repentinamente es en realidad una prueba poderosa a favor de la creación y en contra de la evolución. Pero éste no fue un factor que recibiera atención en el proceso. ¿Por qué no aprovecharon los creacionistas este punto? No pudieron hacerlo debido a que no asocian los diferentes estratos geológicos con diferentes épocas de creación, sino que afirman que todos los estratos se formaron al mismo tiempo, cuando bajaron las aguas del Diluvio que ocurrió en los días de Noé. Impedidos por esta doctrina que no tiene base bíblica, los creacionistas solo podían usar las pruebas de los fósiles para denostar contra la evolución. Pero se les recordó que no era la evolución lo que estaba siendo sometido a juicio; era el creacionismo.

      Expuestas las faltas del creacionismo

      Este aspecto de la tesis de los creacionistas, ligado a su doctrina de creación reciente, fue lo que se puso de relieve durante el proceso y en las noticias relacionadas con éste. La doctrina de los creacionistas, de que la Tierra y hasta el universo datan desde menos de 10.000 años atrás, contradice todos los hallazgos de la ciencia moderna. Ellos están tan desfasados que se atraen la burla de los científicos.

      Los geólogos pueden señalar a sus medidas de procesos geológicos que se extienden a mucho más allá de ese estrecho límite de tiempo. Los sedimentos oceánicos se han acumulado durante más de 10.000 años. El tiempo de edificación y desgaste de las montañas se mide en millones de años. Se requieren centenares de millones de años para que los continentes se separen y formen océanos. El que se diga que todo esto data desde hace solo 10.000 años es simplemente absurdo a la vista de los geólogos.

      Los astrónomos, también, se escandalizan. Suelen pensar, no solo en términos de ciclos planetarios que tomen días o años, sino también en términos de los largos eones de tiempo que se requieren para que se formen las estrellas y las galaxias. Tratan con distancias tan vastas que hasta la luz, que viaja a 300.000 kilómetros por segundo, necesita miles de millones de años para llegar a sus telescopios. Calculan que las Nubes de Magallanes, que están en los cielos meridionales y que son la galaxia vecina más cercana a nosotros, están a una distancia de más de 100.000 años luz. Si esta galaxia hubiera sido creada solo 10.000 años atrás, como afirman los creacionistas, todavía estaríamos esperando 90.000 años para que nos llegara desde allí el primer resplandor de la luz. En el hemisferio norte, en una noche oscura, la persona que tenga buena vista puede divisar la nebulosa de Andrómeda, cuya luz necesita 1.500.000 años para llegar a nosotros. Evidentemente ha debido estar en existencia por más tiempo que ése. No es de extrañar que en enero la Sociedad Norteamericana de Astronomía publicara una resolución en la que aplaudía la decisión de Arkansas.

      Los físicos también levantan la protesta de que es imposible embutir los resultados de sus estudios en un espacio de meramente 10.000 años. Señalan a elementos radiactivos como el uranio y el torio, cuyas “vidas” se miden en términos de miles de millones de años. La acumulación de distintivos isótopos de plomo, que son el producto final de la descomposición radiactiva, muestra que algunas de las piedras más antiguas de la corteza de la Tierra han estado intactas durante 3.000 ó 4.000 millones de años. Además, la interpretación que los físicos dan al desplazamiento hacia el rojo de la luz procedente de galaxias distantes, allá al borde del universo visible, fija el comienzo de éste en de 10.000 a 20.000 millones de años atrás.

      ¿Es ciencia esto?

      ¿Cómo pueden los creacionistas armonizar dicha prueba con su dogma de que todo empezó tan solo unos cuantos miles de años atrás? Cuando Dios creó las piedras que contenían uranio, ¿puso también en ellas las cantidades debidas de los isótopos especiales de plomo que harían que pareciera que dichas piedras dataran de mil millones de años atrás? Cuando creó la galaxia de Andrómeda, ¿llenó también la trayectoria a la Tierra con ondas de luz, toda la distancia de diez trillones (10.000.000.000.000.000.000) de millas [1 milla = 1,6 kilómetros], para que no tuviéramos que esperar para verla en el cielo? ¿Insertaría deliberadamente dichas ilusiones en su creación el Dios de la verdad simplemente para engañarnos?

      Tal manera de razonar nos recuerda el relato acerca de la ancianita fundamentalista que visitó el Monumento Nacional del Dinosaurio, en el estado de Utah, en los Estados Unidos. Ella no creyó la explicación del guardabosques acerca de los enormes reptiles que en un tiempo habían vivido allí y cuyos huesos fosilizados ella estaba viendo. Ofreció otra explicación: “El Señor los puso allí para engañarlo”.

      A propósito de dinosaurios, ¿qué lugar ocupan éstos en el esquema de los creacionistas? Según ellos, los seres humanos, los dinosaurios y toda otra clase de animal, extinto o existente, vivieron en la Tierra al mismo tiempo antes del Diluvio. Todos juntos fueron barridos en una gran mezcla por las aguas del Diluvio. ¿Cómo, entonces, explican la sucesión ordenada de fósiles que hay en las rocas sedimentarias, comenzando con formas sencillas de vida en los estratos inferiores y siguiendo a criaturas cada vez más diversas y complejas en los estratos superiores? Solo pueden ofrecer una serie de teorías inverosímiles y contradictorias respecto a cómo se habría podido entresacar a todas las clases de plantas y animales de entre la mezcla de cadáveres y colocarlas en capas separadas.

      Al tratar de defender su arbitraria estructura de “ciencia creacionista” con tales hipótesis débiles y forzadas, los creacionistas fueron refutados sólidamente por el testimonio de los científicos en Little Rock. Quedaron sin alegación creíble de que su pensar fuera científico.

      Desacreditado el creacionismo

      El científico más conocido que testificó a favor de los creacionistas fue Chandra Wickramasinghe, quien fue traído desde Gales para que compareciera ante el tribunal. Él y el astrónomo británico Fred Hoyle han promulgado una teoría poco ortodoxa que rechaza la doctrina de que la vida haya evolucionado en la Tierra. Ellos dicen que la vida empezó en el espacio sideral y que cayó a la Tierra en cometas o meteoritos. En su testimonio, el científico Wickramasinghe dijo que, en vista de lo complejos que son los patrones genéticos, es imposible que se hayan formado por casualidad. Por eso, él concluye que deben haber sido diseñados por un Creador inteligente. Pero a los creacionistas les salió el tiro por la culata cuando, en el transcurso de su testimonio, él dijo que ningún científico racional pudiera creer que la Tierra tenga menos de un millón de años de edad.

      Basándose en el testimonio que dieron tanto los que desafiaban la ley como los que la defendían, el juez difícilmente podía dar una decisión que no fuera la de que el creacionismo no es científico. Quedó claramente expuesto que los defensores del creacionismo no llegan a conclusiones por el método científico de reunir todas las pruebas y entonces formar una hipótesis. Más bien, empiezan con una interpretación sectaria fija de Génesis y buscan pruebas para apoyarla. Tratan de pasar por alto pruebas en contra de su interpretación, o, cuando no pueden hacer esto, se inventan explicaciones poco plausibles para contrarrestar el conflicto que evidentemente existe entre sus ideas y la sólida realidad. La ley de Arkansas fue un esfuerzo imprudente por hacer que el punto de vista que ellos sostienen respecto a la creación se introdujera en el programa de enseñanza de las escuelas públicas.

      Entonces, ¿significa el fracaso del creacionismo que es solo una ficción el decir que las cosas hayan sido creadas? ¿Significa que la Biblia no es veraz, o significa, más bien, que una interpretación de mira estrecha y descarriada de la Biblia es incorrecta? Consideraremos la diferencia entre la creación y el creacionismo en el artículo que sigue: “La evolución, la creación o el creacionismo... ¿cuál acepta usted?”.

  • La evolución, la creación o el creacionismo... ¿cuál acepta usted?
    ¡Despertad! 1983 | 22 de julio
    • La evolución, la creación o el creacionismo... ¿cuál acepta usted?

      EL CONFLICTO entre la ciencia y la religión data de hace mucho tiempo. Hasta el siglo XVI el dogma religioso que se aceptaba era el que decía que el Sol y los planetas giraban alrededor de la Tierra. En 1543 Copérnico propuso un nuevo sistema según el cual la Tierra y los planetas giraban alrededor del Sol. Esto hizo surgir fuerte antagonismo religioso al principio. Necesitó la mayor parte de un siglo y el apoyo de las observaciones telescópicas de Galileo, junto con los análisis matemáticos de Kepler tocante a los movimientos de los planetas, para ganar reconocimiento general.

      Hasta el siglo XVIII, las religiones occidentales habían sostenido que la Tierra había sido creada tan solo unos 6.000 años atrás. En 1785, Hutton propuso la teoría del uniformitarismo, la cual exigía que hubieran pasado períodos más largos para los cambios geológicos. De nuevo surgieron controversias religiosas que duraron unos 50 años, pero el trabajo de campo que efectuó Lyell, y su sistematización de los estratos geológicos, finalmente ganaron consenso general para la idea de que la Tierra era mucho más vieja de lo que se había creído.

      Hasta mediados del siglo XIX se aceptaba comúnmente como digno de creencia el relato bíblico de la creación divina del hombre. En 1859 se publicó la teoría de Darwin acerca del origen de las especies mediante la evolución, y ésta inmediatamente agitó intensas objeciones religiosas. Considerablemente más de un siglo después, los evolucionistas quisieran creer que ya su doctrina hubiera ganado aceptación universal. Es cierto que muchos líderes eclesiásticos han cedido, pero todavía queda oposición enérgica y resuelta a la teoría de la evolución. Los apoyadores de Darwin todavía quedan a la espera de su Galileo o su Lyell. Mientras tanto, muchas personas bien informadas están comenzando a creer que la evolución no está inevitablemente destinada a ver repetidos para sí los triunfos de revoluciones anteriores en el pensamiento científico.

      Actualmente se ve una cruzada organizada en los esfuerzos que se hacen por desprestigiar la enseñanza de la evolución en las escuelas públicas mediante leyes que exigen que en la educación se conceda la misma cantidad de tiempo a la enseñanza de la creación. En la última contienda legal, un juez federal decidió que la “ciencia creacionista”, como se definió en una ley del estado de Arkansas (E.U.A.), no satisfacía los requisitos para ser considerada en el mismo nivel de la evolución. Este revés dejó decepcionadas a muchas personas que sostienen que la evolución no explica satisfactoriamente el origen de la vida. ¿A qué se debió el fracaso?

      Fallos del “creacionismo científico”

      Por el testimonio que se presentó en el juicio, es patente que la prueba científica a favor de la creación no se presentó verdaderamente en clara confrontación con la evolución. Más bien, ésta se perdió de vista debido a discusiones sobre asuntos secundarios, particularmente dos principios del creacionismo que se habían incorporado en la ley:

      1. Que la creación se efectuó sólo unos miles de años atrás.

      2. Que todos los estratos geológicos fueron formados por el Diluvio bíblico.

      Ninguno de estos dogmas es realmente crucial en lo que tiene que ver con la cuestión central de si los seres vivientes fueron creados o no. Son simplemente doctrinas a las que se adhieren los miembros de unas cuantas iglesias, notablemente los adventistas del Séptimo Día, quienes forman el núcleo del grupo que auspició la ley. Cuando estas creencias sectarias se incorporaron en la ley como algo que tenía que enseñarse en las escuelas públicas, aquella ley quedó destinada a ser declarada inconstitucional.

      No son bíblicas las doctrinas del creacionismo

      Pero ¿desacredita a la Biblia esta derrota legal del creacionismo científico, como se conoce a este movimiento? ¿Se hallan en la Palabra de Dios las doctrinas de una creación reciente y un origen diluvial para los estratos geológicos?

      Un bien informado estudiante de la Biblia contestaría: No. Aunque la Biblia dice claramente que Dios creó los cielos y la Tierra y todo lo que hay en ellos, no dice cuándo fueron creadas estas cosas. El dogma religioso de que los seis días creativos de Génesis abarcaron un período de 144 horas puso trabas a la mayoría de los testigos que defendieron el creacionismo. Esto tiene sus orígenes en una enseñanza fundamentalista errónea que no fue desafiada por la ciencia del siglo XVII, pero que ya no es sostenible a la luz del conocimiento disponible en la actualidad. La Biblia misma no establece tal límite de tiempo para los días de la creación.

      El primer versículo de Génesis 1:1 sencillamente dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Si aceptamos que esto se refiere a la creación de los cielos estrellados, las galaxias y el sistema solar del cual la Tierra es parte, estamos tratando con acontecimientos que precedieron al primer día creativo. La descripción que de la condición de la Tierra se da en el Gé 1 versículo 2 también precede al primer día. No es sino hasta los Gé 1 versículos 3 al 5 que empieza a describirse la actividad del primer día creativo.

      Por lo tanto, prescindiendo de la duración que hayan tenido los días, los Gé 1 versículos 1 y 2 describen cosas que ya se habían efectuado, y que quedan fuera de cualquier período que comprenda en sí a los días creativos. Si los geólogos quieren decir que la Tierra data de hace 4.000.000.000 de años o los astrónomos quieren que se sepa que el universo vino a la existencia 20.000.000.000 de años atrás, el estudiante de la Biblia no tiene nada que decir en contra de esto. Sencillamente expresado, la Biblia no indica cuándo acontecieron tales cosas.

      El siguiente punto que se debe notar es que la palabra “día” se usa en muchos diferentes sentidos en la Biblia. No siempre significa un período de 24 horas. A veces solo quiere decir las horas durante las cuales se ve la luz del día, es decir, más o menos 12 horas. A veces se refiere a un año. En otras ocasiones representa los años durante cierta generación. En varias referencias un día equivale a 1.000 años, y en otras hasta más que eso. Sin duda los días que se mencionan en el capítulo 1 de Génesis duraron mucho más. Pero la Biblia no dice cuánto duraron.

      Por eso, todo el argumento que se presentó en el juicio de Little Rock en cuanto a lo reciente de la creación, y la atención que este punto recibió en los medios publicitarios, fueron completamente ajenos a la cuestión de si el hombre fue creado o si evolucionó. El tiempo que se requirió para la creación no es lo mismo que el hecho de que hubo creación. Estos dos puntos no debieron haberse confundido.

      Después de establecer el punto fundamental de que el texto de la Biblia no está en conflicto con las teorías científicas en cuanto a la edad del universo, también podemos dejar a criterio abierto la edad y el origen de los estratos geológicos. La Biblia no dice absolutamente nada acerca de la formación de las capas sedimentarias, sea al tiempo del Diluvio o antes. Lo que impulsó a los creacionistas a escribir muchísimo sobre este asunto, lo que se examinó con ojo crítico durante el proceso, fue el deseo de conciliar la existencia de la columna geológica y los fósiles de ésta, dinosaurios y todo, con la alegación de que la Tierra data de 6.000 a 10.000 años atrás. Si esta alegación no es válida, todo el resto de la argumentación está de más.

      La ciencia apoya la creación

      Como saben los lectores de ¡Despertad!, hay muchísimas pruebas científicas a favor de la creacióna. El peso de esta prueba ha movido a muchos científicos prominentes del siglo XX a hablar públicamente acerca de creación y de un Creador. Entre éstos han estado William T. Kelvin, Dmitri Mendeleev, Robert A. Millikan, Arthur H. Compton, Paul Dirac, George Gamov, Warren Weaver y Wernher von Braun, para mencionar solo unos cuantos.

      En su libro God and the Astronomers (Dios y los astrónomos), Robert Jastrow ha recopilado argumentos cosmológicos a favor de la creación. Al hablar acerca de la teoría de la gran explosión como explicación del origen del universo, muchos científicos han usado libremente la palabra “creación”. Hasta científicos que personalmente prefieren oponerse a la idea de la creación se ven obligados a confesar que la naturaleza convincente de la prueba los deja perplejos.

      La Biblia contra la evolución

      Para enfocar claramente la cuestión entre la creación y la evolución, tenemos que despojarnos del manto cegador del dogma que proviene de la religión del siglo XVII. Comparemos punto por punto, pues, lo que dice la Biblia con lo que enseñan los evolucionistas, y veamos cuál está de acuerdo con los hechos establecidos.

      En primer lugar, la Biblia dice que Dios es la fuente de la vida (Salmo 36:9). La vida no surgió, ni puede surgir, espontáneamente de materia inanimada. Esto está completamente de acuerdo con las leyes científicas y pruebas experimentales. Las leyes de las estadísticas, la ley de la entropía, los cálculos de la termodinámica y la cinética, todos convergen en la conclusión de que no puede acontecer la generación espontánea de la vida. Desde los experimentos de Pasteur, no se cree en informes más antiguos sobre generación espontánea. En experimentos controlados, la generación espontánea sencillamente no sucede. El examen de terreno tomado de la Luna y las pruebas químicas sobre la superficie de Marte verifican que la vida no ha surgido en dichos cuerpos celestes.

      En segundo lugar, la Biblia dice que toda cosa viviente produce su propia clase de prole (Génesis 1:11, 21, 24). Nunca se ha mostrado que la prueba que ofrece la paleontología, ni la de los experimentos de cruces o mutaciones, hayan refutado este principio. En estratos geológicos antiguos se han encontrado restos fosilizados de especies que todavía están vivas, y éstos son idénticos a las formas del día actual. Se puede hallar amplia variedad dentro de cierta clase de forma de vida, tanto en la naturaleza como en experimentos de cruces, pero en ningún caso pasa esa variedad más allá de los límites y se produce una nueva clase.

      En tercer lugar, respecto al hombre, la Biblia revela el tiempo de su principio, hace unos 6.000 añosb. (Las plantas y los animales han estado aquí por mucho más tiempo.) La historia y la arqueología concuerdan estrechamente con esa fecha. Las alegaciones de evolucionistas de que hay fósiles humanos más antiguos están sujetas a discusión y no prueban equivocado el registro bíblico.

      La verdad de la creación queda vindicada

      Entonces, ¿cuál es la posición de base bíblica en esta controversia?

      El hecho de la creación se declara prístinamente en la Biblia. Esto está en armonía con la prueba científica que se ha hallado en la astronomía, la física, la química, la geología y la biología.

      La teoría de la evolución está directamente en contra de la Biblia. No ha podido dar una explicación satisfactoria de los hechos relacionados con la paleontología y la biología.

      La Biblia no establece el tiempo de la creación de “los cielos y la tierra”. La Biblia no apoya la posición de los creacionistas al respecto, y la teoría de éstos está en conflicto con los hechos de la astronomía, la física y la geología.

      La fe que el cristiano tiene en el registro de Génesis respecto a la creación sigue firme, sin ser perturbada por las disputas actuales de índole religiosa y científica. La fe cristiana se basa en “la demostración evidente de realidades aunque no se contemplan” (Hebreos 11:1). Sobre todo, tiene el apoyo del testimonio de Jesucristo: “¿No leyeron que el que los creó desde el principio los hizo macho y hembra?”. Además, en la revelación, que Dios le dio, leemos: “Digno eres tú, Jehová, nuestro Dios mismo, de recibir la gloria y la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y a causa de tu voluntad existieron y fueron creadas”. (Mateo 19:4, 5; Revelación 4:11; 1:1.)

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