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Alemania (Parte 2)Anuario de los testigos de Jehová para 1974
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no lo puedo entender; ninguno de los ministros hace una cosa así. ¿Qué cree usted realmente?’ Estaba por aprenderlo.
“‘Pero, ¿por qué no nos dice estas cosas el clero?’ preguntó él. ‘Esta es la verdad. Ahora sé por qué tenía que venir a esta prisión. Tengo que decir, querido Franz, que antes de entrar en esta celda le pedí a Dios en oración que me enviara a una persona creyente, porque de otro modo pensaba cometer suicidio. . . .’
“Pasaron semanas y meses. Entonces Anton me dijo: ‘Antes de partir de este mundo, que Dios ayude a mi esposa e hijos a hallar la verdad, para poder dejarlo en paz.’ . . . Cierto día recibió una carta de su esposa en la cual ella escribió:
“‘ . . . ¡Cuánto nos alegraría el que siquiera pudieras leer la Biblia y los libros que compraste de aquel alemán hace unos años. Todo ha sucedido tal como los libros dijeron. Esta es la verdad para la cual nunca tuvimos tiempo.’”
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Alemania (Parte 3)Anuario de los testigos de Jehová para 1974
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Alemania (Parte 3)
ALIMENTO ESPIRITUAL EN LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN
Durante aquellos años en que los hermanos, especialmente los que estaban en campos de concentración, estuvieron “aislados” tuvieron muy poca oportunidad de obtener una Biblia u otras publicaciones. Por eso se hizo más esfuerzo por recordar el contenido de importantes artículos de La Atalaya cuando tenían que estar de pie por horas en el patio, o por las noches cuando tenían un poco de silencio en el cuartel. Su gozo era especialmente grande cuando de alguna manera les era posible obtener una Biblia.
Jehová a veces usó maneras interesantes de poner una Biblia en manos de sus siervos. Franz Birk, de Renchen (la Selva Negra), recuerda que cierto día en Buchenwald un prisionero mundano le preguntó si quería tener una Biblia. Había hallado una en la fábrica de papel donde trabajaba. Por supuesto el hermano Birk aceptó la oferta agradecidamente.
El hermano Franke también recuerda que, en 1943, un hombre de edad avanzada de la SS que se había unido a esta organización solo bajo la presión de los tiempos fue a varios clérigos en su día libre para pedirles una Biblia. Todos le dijeron que lamentaban no tener una Biblia ya. Fue de noche cuando finalmente halló a un clérigo que le dijo que tenía una pequeña Biblia de Lutero que había guardado por razones especiales. Sin embargo, se alegró tanto de que un hombre de la SS manifestara interés en la Biblia que dijo que se la daría. La mañana siguiente este hombre canoso de la SS le entregó al hermano Franke la Biblia, obviamente gozoso de que pudiera dar este regalo a un prisionero que estaba bajo su vigilancia.
Con el tiempo se hizo posible hacer entrar clandestinamente nuevos artículos de La Atalaya en los campos de concentración. En el campo de concentración de Birkenfeld se hizo de este modo: Entre los prisioneros había un hermano que, debido a su conocimiento de arquitectura, trabajaba con un ciudadano que era amigable para con los testigos de Jehová. Por medio de este hombre amigable el hermano se comunicó con hermanos de fuera del campo que pronto le suministraron las Atalayas más nuevas.
Nuestros hermanos que estaban en el campo de Neuengamme tuvieron oportunidades similares. La mayoría de los aproximadamente setenta hermanos que estaban allí fueron puestos a trabajar en la limpieza después de las incursiones aéreas sobre Hamburgo. Allí en Hamburgo pudieron obtener Biblias, y en una ocasión hallaron tres en unos minutos. Willi Karger, que tuvo esta experiencia personal, relata lo siguiente: “Quisiera contar acerca de más alimento espiritual que nos trajo una hermana de Döbeln. Que nunca sea olvidado esto. El hermano de ella, Hans Jäger. pertenecía a nuestra cuadrilla de trabajo en Bergedorf cerca de Hamburgo, y fue puesto a trabajar en la fábrica de Hierro Glunz. Teníamos trabajo duro y estábamos bajo estricta observación. El hermano Jäger, no obstante, logró sacar a escondidas una cara y notificar a su hermana dónde estaría durante el mediodía. Su hermana tomó un tren hacia Hamburgo y cuidadosamente determinó cómo llegar al lugar donde estábamos trabajando. Logró poner en nuestras manos las revistas que habíamos solicitado, de modo que, a pesar de los guardas de la SS y debido a la supervisión de Jehová, las valiosas revistas fueron introducidas en el campo sin que nadie se diera cuenta.”
Todos se ingeniaban diferentes maneras, y con el tiempo hubo varias Biblias en el campo. Un hermano le escribió a su esposa en Danzig que le gustaría comer “pan de jengibre de Elberfelder,” y con el siguiente paquete de alimento (que los hermanos podían recibir en este campo en aquel tiempo) recibió una Biblia Elberfelder cuidadosamente horneada en pan de jengibre. Algunos estaban en comunicación con prisioneros que trabajaban en el crematorio. Estos contaron que allí se quemaban muchos libros y revistas, y por eso los hermanos hicieron arreglos secretos para recibir las Biblias y las revistas, a cambio de parte de sus suministros de alimento.
En Sachsenhausen algunas Biblias pasaron a manos de los hermanos mientras todavía estaban en “aislamiento.” Extraño como parezca, el aislamiento resultó ser protección hasta cierto grado en este caso, puesto que no solo se asignaba a un hermano a vigilar la puerta que llevaba a la zona de aislamiento, sino que también tenía la llave y, por lo tanto, tenía que cerrar y abrir con llave la puerta. Había siete mesas grandes en un cuarto en que podían sentarse cincuenta y seis hermanos. Por mucho tiempo un hermano pronunciaba un comentario de quince minutos que abarcaba el texto mientras los otros hermanos comían su desayuno. Esto se alternaba entonces entre las mesas así como entre los hermanos sentados a ellas. Este comentario entonces era el tema de conversación cuando los hermanos se veían obligados a estar de pie por horas en el patio.
Durante el crudo invierno de 1939/1940, los Testigos elevaron en oración una petición a Jehová sobre este asunto de literatura, y, mire, ¡un milagro! Jehová colocó su mano protectora sobre un hermano que pudo introducir clandestinamente tres Atalayas en el “aislamiento” dentro de su pierna de madera, y esto a pesar de un examen cuidadoso. Aunque los hermanos tenían que arrastrarse debajo de las camas y leer bajo la luz de una linterna eléctrica mientras otros vigilaban a la derecha y a la izquierda, esto fue prueba de la dirección maravillosa de Jehová. Como buen Pastor, no abandona a su pueblo.
En el invierno de 1941/42, cuando los hermanos habían sido soltados del “aislamiento,” siete Atalayas que consideraban los capítulos 11 y 12 de Daniel, el primer número de las cuales consideraba Miqueas, un libro intitulado “Kreuzzug gegen das Christentum” (Cruzada contra el cristianismo) y un Bulletin (ahora Ministerio del Reino) llegaron a la vez. Esto fue verdaderamente un regalo del cielo porque, junto con sus hermanos de otros países, ahora pudieron obtener un entendimiento claro del “rey del sur” y el “rey del norte.”
Gracias al hecho de que los prisioneros que no estaban en “aislamiento” tenían libres los domingos por la tarde y de que el capitán político del bloque fue a otro cuartel a ver a sus amigos aquella tarde, se les hizo posible a los hermanos conducir un estudio de La Atalaya cada domingo por varios meses. Como promedio, de 220 a 250 hermanos participaban en este estudio, mientras que de 60 a 70 mantenían una vigilancia hasta la misma entrada del campo, y cuando surgía peligro daban cierta señal. Así nunca fueron sorprendidos por un hombre de la SS durante su estudio. El estudio que se condujo en 1942 sigue siendo una cosa inolvidable para los que estuvieron en él. Los hermanos quedaron tan impresionados con las maravillosas explicaciones acerca de la profecía de los capítulos 11 y 12 de Daniel que, al concluir éstos, en gozoso tiempo de marcha, cantaron canciones folclóricas entre las cuales mezclaron cánticos del Reino, no dando así lugar para que el guarda que estaba de servicio a unos cuantos metros de distancia del cuartel en una torre tuviera sospechas; más bien, él disfrutó del bello cantar. Imagínese: ¡Las voces de 250 hombres que, aunque en prisión, en realidad eran libres, cantando de toda alma cánticos de alabanza a Jehová! ¡Qué escena! ¿No habrán cantado junto con ellos los ángeles del cielo?
SE ALIVIA LA PRESIÓN EN LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN
Aunque la sangre de fieles testigos de Jehová continuó fluyendo en los centros de ejecución nazis hasta el mismo momento
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