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Alemania (Parte 1)Anuario de los testigos de Jehová para 1974
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dos oficiales cruzaban el patio de la casa de sus padres, inmediatamente se dio cuenta de que buscarían la literatura escondida y al punto supo lo que tenía que hacer para evitar que hallaran algo. Aunque todavía no era de edad escolar, se apoderó del cartapacio de su hermano mayor, lo vació por completo y lo llenó con toda la literatura. Se colgó el cartapacio en la espalda y salió a la calle con él. Allí esperó hasta que los oficiales se fueron, después de hacer un registro infructífero. Después de eso regresó a la casa y volvió a esconder la literatura donde la había encontrado.
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Alemania (Parte 2)Anuario de los testigos de Jehová para 1974
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Alemania (Parte 2)
SE ENCUENTRAN “OVEJAS” EN LA PRISIÓN
Mientras estaban en prisión los hermanos se pusieron en comunicación con personas de toda clase y, naturalmente, hasta donde fue posible, les hablaron acerca de su esperanza. ¡Qué grande fue su gozo cuando uno de sus compañeros de prisión aceptaba la verdad! Willi Lehmbecker nos cuenta una experiencia de esta índole. Él estaba encarcelado con varios prisioneros en un cuarto donde se permitía fumar:
“Mi litera estaba arriba, pero el prisionero que dormía debajo de mí fumaba tanto que yo casi no podía respirar. Mientras todos los demás dormían yo pude testificarle con la Biblia acerca del propósito de Dios para la humanidad. Descubrí que escuchaba atentamente. Este joven estaba activo en la política y había sido detenido por distribuir revistas ilegales. Nos prometimos que, una vez que obtuviéramos la libertad de nuevo, si todavía estábamos vivos, trataríamos de visitarnos. Pero lo que sucedió fue diferente. En 1948 lo encontré de nuevo en una de nuestras asambleas de circuito. Él me reconoció inmediatamente, me saludó gozosamente y entonces me contó su historia. Después de haber cumplido su tiempo y haber sido puesto en libertad, había sido reclutado para el servicio militar y había servido en el frente de Rusia. Allí tuvo una oportunidad de meditar en todas las cosas que yo le había dicho. . . . Finalmente me dijo: ‘Hoy he llegado a ser tu hermano.’ ¿Puede usted imaginarse lo mucho que me emocionó esto y lo alegre que me sentí?”
Hermann Schlömer tuvo una experiencia parecida a ésta. También fue en una asamblea de circuito que un hermano se le acercó y le preguntó: “¿Me reconoce?” El hermano Schlömer respondió: “Me parece que lo he visto, pero no sé quién es.” El hermano entonces se presentó diciendo que era el guarda de la prisión a cargo del hermano Schlömer en la prisión de Francfort-Preungesheim durante el término de cinco años de prisión de éste allí. El hermano Schlömer le había contado al guarda muchas cosas acerca de la verdad. También le había pedido una Biblia, que le había sido negada por el clérigo de la prisión. El guarda de la prisión era humanitario y obtuvo una Biblia para el hermano Schlömer. Para que tuviera algo que hacer en su encierro solitario, también le llevó los calcetines de la familia para que los remendara. Sí, el hermano Schlömer realmente tuvo causa para regocijarse, dándose cuenta de que en este caso la palabra de Jehová había caído en terreno fértil.
ESCASEA EL ALIMENTO ESPIRITUAL
El menú espiritual en Alemania continuó escaseando. De lo peligroso que era tanto para individuos como para grupos el que perdieran contacto con la organización y ya no tuvieran la oportunidad de obtener alimento espiritual informa Heinrich Vieker:
“Cuando los nazis tomaron el poder, éramos entre treinta y cuarenta publicadores en nuestra congregación. La posición desafiadora que adoptó este sistema pronto hizo que muchos hermanos ‘se pasaran a la sombra,’ haciéndose así inactivos, y aproximadamente la mitad de los publicadores ya no se presentaban. Esto significó que teníamos que tener mucha cautela al tratar con los que se habían retirado, saludándolos cuando nos encontrábamos con ellos, pero sin suplirles revistas cuando estaban disponibles. Durante una conversación, una vez descubrimos que todos los hermanos excepto unos catorce habían votado en unas elecciones que se habían celebrado.”
Naturalmente había el peligro de que algunos hermanos fueran privados de alimento espiritual sencillamente por alguna circunstancia desgraciada que causara sospecha de que se habían apartado de la organización de Jehová. Esto fue lo que le sucedió a Grete Klein y la madre de ella en Stettin. Oigamos lo que ella dice:
“Nos reuníamos en grupitos en los hogares de varios hermanos. Nuestro superintendente de congregación me dio La Atalaya para que yo preparara los papeles de mimeógrafo de ella para mimeografiarla. Pero esto solo fue por corto tiempo, y entonces este privilegio, que tanto yo atesoraba, terminó. Los hermanos se habían asustado y habían temido que se les descubriera después que supieron que mi padre se oponía a la verdad. Nosotras, mi madre y yo, ni siquiera conseguíamos un ejemplar de La Atalaya. De hecho, el temor de los hermanos era tan extremado que ni siquiera nos saludaban al vernos en las calles. Nosotras dos quedamos completamente cortadas de la organización. En Stettin una congregación de Estudiantes de la Biblia dejó de existir porque, aunque todavía estábamos libres, no teníamos guía ni alimento espiritual. . . .
“El detenerse en realidad significa ir hacia atrás; esto pronto lo vimos por nuestra actitud espiritual. Después del comienzo de la guerra, continué orando por nuestros hermanos espirituales en los campos de concentración; pronto, sin embargo, estaba
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