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Alemania (Parte 2)Anuario de los testigos de Jehová para 1974
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“Entonces vino la conmoción de 1945. Gozosamente di la bienvenida a mis tres hijos restantes a mis brazos. Las dos hijas más jóvenes habían sido sacadas del hogar juvenil y habían estado viviendo con un director de la oficina del trabajo durante los últimos tres años, para que se les criara en el sentido del nacionalsocialismo. A mí se me permitía visitarlas solamente una vez cada catorce meses y hablarles por varias horas, pero siempre con otra persona presente. A pesar de esto, mis dos hijas en cierta ocasión pudieron susurrarme que tenían un pequeño testamento que mantenían cuidadosamente escondido. Cuando estaban solas una de ellas escuchaba al lado de la puerta para asegurarse de que nadie viniera y la otra leía varios versículos. ¡Qué alegre me puso esto!
“Ahora en 1945 los hermanos fieles comenzaron a regresar de su aprisionamiento. A Flensburgo llegó un barco con muchos hermanos y hermanas principalmente del Este. En aquel tiempo comenzó un período de actividad intensa. Allí fue que conocí a mi esposo actual, el hermano Josef Scharner. A él, también, le habían despojado de nueve años de libertad. En verdad, nosotros dos habíamos pasado por tiempos difíciles y los dos teníamos el mismo deseo de pasar los últimos años que nos quedaban sirviendo a Jehová con todas nuestras fuerzas.”
HACIENDO DISCÍPULOS HASTA EN LA CELDA DE LOS CONDENADOS A MUERTE
Parece difícil creer que sería posible hacer discípulos hasta en la celda de los condenados a muerte, pero el hermano Massors informa una experiencia de esa índole en una carta a su esposa con fecha de 3 de septiembre de 1943:
“Durante 1928/30/32 fui precursor en Praga. Presentamos discursos públicos y trabajamos la ciudad con literatura. En aquel tiempo conocí a un conferenciante político del gobierno llamado Anton Rinker. Le hablé por largo tiempo. Aceptó una Biblia y varios libros, pero explicó que no tenía tiempo para estudiar aquellas cosas, puesto que tenía que atender a su familia y ganarse la vida. No obstante, dijo que sus parientes eran muy religiosos, aunque no iban a la iglesia.
“Debe haber sido en 1940/41 cuando enviaron a mi celda un nuevo compañero, cosa que acontecía a menudo. Se sentía muy abatido, pero al principio todo el mundo esta así. Solo cuando la puerta de la celda se cierra fuertemente detrás de uno es que uno súbitamente se da cuenta de dónde está. ‘Me llamo Anton Rinker y soy de Praga,’ me dijo mi nuevo compañero de celda. Lo reconocí inmediatamente y dije: ‘Anton, sí, Anton, ¿no me conoce?’ ‘Sí, hay algo familiar en usted, pero . . .’ Le tomó poco tiempo recordar que yo había estado en su casa en 1930/32 y que en aquella ocasión él había aceptado de mí una Biblia y varios libros. ‘¡Qué!’ dijo Anton, ‘¿usted está aquí debido a su fe? Eso no lo puedo entender; ninguno de los ministros hace una cosa así. ¿Qué cree usted realmente?’ Estaba por aprenderlo.
“‘Pero, ¿por qué no nos dice estas cosas el clero?’ preguntó él. ‘Esta es la verdad. Ahora sé por qué tenía que venir a esta prisión. Tengo que decir, querido Franz, que antes de entrar en esta celda le pedí a Dios en oración que me enviara a una persona creyente, porque de otro modo pensaba cometer suicidio. . . .’
“Pasaron semanas y meses. Entonces Anton me dijo: ‘Antes de partir de este mundo, que Dios ayude a mi esposa e hijos a hallar la verdad, para poder dejarlo en paz.’ . . . Cierto día recibió una carta de su esposa en la cual ella escribió:
“‘ . . . ¡Cuánto nos alegraría el que siquiera pudieras leer la Biblia y los libros que compraste de aquel alemán hace unos años. Todo ha sucedido tal como los libros dijeron. Esta es la verdad para la cual nunca tuvimos tiempo.’”
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Alemania (Parte 3)Anuario de los testigos de Jehová para 1974
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Alemania (Parte 3)
ALIMENTO ESPIRITUAL EN LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN
Durante aquellos años en que los hermanos, especialmente los que estaban en campos de concentración, estuvieron “aislados” tuvieron muy poca oportunidad de obtener una Biblia u otras publicaciones. Por eso se hizo más esfuerzo por recordar el contenido de importantes artículos de La Atalaya cuando tenían que estar de pie por horas en el patio, o por las noches cuando tenían un poco de silencio en el cuartel. Su gozo era especialmente grande cuando de alguna manera les era posible obtener una Biblia.
Jehová a veces usó maneras interesantes de poner una Biblia en manos de sus siervos. Franz Birk, de Renchen (la Selva Negra), recuerda que cierto día en Buchenwald un prisionero mundano le preguntó si quería tener una Biblia. Había hallado una en la fábrica de papel donde trabajaba. Por supuesto el hermano Birk aceptó la oferta agradecidamente.
El hermano Franke también recuerda que, en 1943, un hombre de edad avanzada de la SS que se había unido a esta organización solo bajo la presión de los tiempos fue a varios clérigos en su día libre para pedirles una Biblia. Todos le dijeron que lamentaban no tener una Biblia ya. Fue de noche cuando finalmente halló a un clérigo que le dijo que tenía una pequeña Biblia de Lutero que había guardado por razones especiales. Sin embargo, se alegró tanto de que un hombre de la SS manifestara interés en la Biblia que dijo que se la daría. La mañana siguiente este hombre canoso de la SS le entregó al hermano Franke la Biblia, obviamente gozoso de que pudiera dar este regalo a un prisionero que estaba bajo su vigilancia.
Con el tiempo se hizo posible hacer entrar clandestinamente nuevos artículos de La Atalaya en los campos de concentración. En el campo de concentración de Birkenfeld se hizo de este modo: Entre los prisioneros había un hermano que, debido a su conocimiento
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