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El tabaco. El punto de vista cristiano¡Despertad! 1989 | 8 de julio
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El tabaco. El punto de vista cristiano
ES NATURAL que la Biblia no mencione el tabaco ni el hábito de fumar, pues es algo que no se conocía en el Oriente Medio de la antigüedad, y por una sencilla razón: la planta del tabaco es originaria de América del Sur, México y las Antillas, y no se introdujo en el resto del mundo hasta mediados del siglo XVI.
¿Significa esto que la Biblia no dice nada relevante respecto a este hábito? En absoluto. En ella se declaran con claridad principios de aplicación universal que sirven de pautas para nuestra conducta. ¿Cuáles son algunos de esos principios básicos?
Amor a Dios y al prójimo
La fuerza motivadora fundamental para un cristiano tiene que ser la que Jesús expresó: “‘Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con toda tu mente’, y, ‘a tu prójimo como a ti mismo’”. (Lucas 10:27.)
¿Cómo puede una persona amar a Dios con todo su corazón, alma, mente y fuerzas si deliberadamente mina sus facultades mediante entregarse a un hábito, un vicio, que conduce a enfermedad y muerte prematuras? ¿Cómo es posible que una persona manifieste aprecio por la dádiva divina de la vida si inhala una droga adictiva como la nicotina? Dios dio “a toda persona vida y aliento”. (Hechos 17:24, 25.) ¿Deberíamos contaminar ese aliento que Dios nos ha dado? Desde el punto de vista de Dios, fumar es verdaderamente un vicio, una “costumbre o apetito morboso [...] que lleva al hombre hacia algo que puede serle dañoso o perjudicial”. (Nueva Enciclopedia Larousse.)
¿Cómo puede un fumador decir que ama a su prójimo cuando su mal aliento y el humo contaminan la ropa y el aire que le rodea? ¿Y qué hay de su prójimo más cercano: su cónyuge e hijos? ¿Es una muestra de amor seguir un proceder que tal vez conduzca a una muerte prematura, lenta y dolorosa que ellos tuvieran que presenciar? ¿Es manifestar consideración cristiana obligarlos a ser fumadores pasivos, a que inhalen las exhalaciones venenosas del fumador? No es de extrañar que el jardín botánico de Blanes (España) tenga la planta del tabaco en la sección de plantas venenosas.
¿Y qué hay de amarse a uno mismo? Es apropiado hacerlo hasta el punto de preocuparse por la salud corporal, mental y espiritual. El apóstol Pablo dijo que “nadie jamás ha odiado a su propia carne; antes bien, la alimenta y la acaricia”. ¿Demuestra que se ama a sí mismo el que se entrega a un hábito que lentamente arruina la salud? (Efesios 5:28, 29.)
Jehová Dios ha prometido ‘nuevos cielos y una nueva tierra en los que la justicia habrá de morar’. (2 Pedro 3:13.) Será un nuevo mundo limpio, sin contaminación de ninguna clase, donde no se permitirá fumar y ni siquiera se deseará hacerlo. Entonces, ¿para qué fumar ahora? Aquí se puede aplicar el consejo de Pablo: “Por lo tanto, dado que tenemos estas promesas, amados, limpiémonos de toda contaminación de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. (2 Corintios 7:1.) La nicotina contamina la carne de una forma muy literal. Fumar impide que el cristiano presente su cuerpo “como sacrificio vivo, santo, acepto a Dios, un servicio sagrado con su facultad de raciocinio”. (Romanos 12:1.) La facultad del raciocinio dicta que es perjudicial fumar y que va contra los principios cristianos. Si uno desea agradar a Dios, esa es la principal razón para dejar de fumar.
¿Por qué dejaron de fumar?
Alrededor del mundo hay millones de personas que han dejado de fumar, de modo que es posible conseguirlo. ¿Pero cómo? ¿Qué se necesita? Una fuerte motivación. Para muchos es la salud, la dignidad personal y el amor que sienten por su familia, pero para otros también hay un motivo religioso: un deseo de agradar a Dios.
¿Cuál fue el caso de Ray, Bill, Amy y Harley, mencionados en el segundo artículo? ¿Por qué dejaron de fumar?
Bill, quien antes era un artista con barba y cabello largo, estudió la Biblia con los testigos de Jehová. ¿Qué pasó después? “Decidí que quería agradar a Dios y servirle con un cuerpo y una mente limpios. Lo dejé de golpe, no por un proceso gradual. El 1 de enero de 1975 di la última chupada a un cigarrillo y tiré la cajetilla. Desde entonces mi salud ha mejorado, aunque todavía tengo algo de enfisema, y hasta mi percepción de los colores es mejor.”
Amy, la enfermera de quirófano, explica cómo lo dejó. “Yo ayudaba en las operaciones a corazón abierto, y he visto pulmones de todas clases: rosados y sanos, oscuros y envenenados. Aunque veía aquellos pulmones tan horriblemente enfermos, con aspecto de estar impregnados de pimienta negra, seguía sin dejar de fumar. Me engañaba a mí misma, diciéndome: ‘Todavía eres joven. Eso no te pasará a ti’.
”Para 1982 sentí la necesidad de enderezar mi vida y empecé a estudiar la Biblia con los Testigos. Aunque vivía en la casa de una Testigo, solía salir al tejado para fumar a escondidas, así que tuve que luchar conmigo misma. Oré mucho. Sin embargo, una vez que tomé la decisión, fue fácil. Aunque los dos primeros días supusieron una prueba, en mi caso la clave fue la oración constante.”
A Harley, quien había sido aviador de la Marina, le costó mucho romper con el hábito de la nicotina. “Traté de fumar menos, pero no funcionó. Entonces, cuando decidí que quería bautizarme como testigo de Jehová, lo dejé de golpe. Pasé dos o tres días de agonía, en los que me sentía nervioso, tenso e inquieto. ¡Cuánto deseaba un cigarrillo! Entonces un Testigo me ayudó con un buen consejo. ‘El momento de pedir ayuda a Jehová en oración es cuando sientes el deseo de fumarte un cigarrillo.’ Este consejo me fue bien. Otro pensamiento que me hizo reaccionar fue: ‘¿Podía imaginarme a Jesús con un cigarrillo en la boca?’. Imposible. Pero me di cuenta de que los fumadores necesitan una fuerte motivación para dejar de fumar. Solía decirle a mi madre: ‘Solo me perjudico a mí mismo, mamá’, pero en realidad la estaba perjudicando a ella también, y de varias maneras.”
A Ray, el hombre que había sido cabo de la Marina, tampoco le resultó fácil dejar de fumar. “Lo había intentado varias veces antes de conocer a los testigos de Jehová, pero nunca lo había conseguido. Me relacionaba con personas que fumaban, y resultaba difícil decir no cuando me ofrecían cigarrillos. No obstante, al conocer la verdad de la Biblia, quise servir a Jehová tal como Cristo había hecho, así que dejé de fumar en un solo día. Durante dos semanas me sentí fatal, pues mi organismo pedía a gritos la nicotina. Pero luego experimenté un gran cambio. En seguida volví a tener mucha energía. Me sentía satisfecho conmigo mismo y de nuevo ejercía control sobre mi persona.”
¿Vale la pena?
El sentido común dicta que toda práctica perjudicial debe abandonarse. Pero en lo que respecta al tabaco, no solo se trata de que sea perjudicial, sino de que es letal, mortífero y venenoso. Patrick Reynolds, el heredero de una gran fortuna tabacalera, declaró lo siguiente a un subcomité del Congreso de Estados Unidos: “Creo que la publicidad de cigarrillos es una forma de promocionar un producto venenoso, y que es moral, conveniente y bueno que se elimine toda esta publicidad”.
Para los cristianos que desean agradar a Dios, ciertamente es moral, propio y bueno no solo eliminar toda esta publicidad, sino eliminar de su vida todos los productos del tabaco. Los cigarrillos (“inocuos” y no inocuos), los cigarros puros, el tabaco de pipa y el rapé, todo viene de la misma planta del tabaco, una planta venenosa y productora de nicotina. Además, el tabaco no es necesario para demostrar que “has avanzado mucho, nena” o para disfrutar de la vida y tener buen gusto. El refinamiento no se manifiesta envenenándose a uno mismo, a pesar de lo que traten de decirle los vendedores de enfermedad y muerte.
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Diez ayudas para dejar de fumar¡Despertad! 1989 | 8 de julio
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Diez ayudas para dejar de fumar
1. Si desea dejar de fumar, debe tener una verdadera motivación, debe tener buenas y sólidas razones para hacerlo: amor propio; interés por su salud, presente y futura; interés por los seres amados a los que afecta su peligroso hábito; deseo de estar limpio física y moralmente ante uno mismo y ante Dios.
2. Fíjese una fecha para dejar de fumar y apéguese a ella. Hágalo de golpe, porque aunque sufrirá antes, también se curará antes.
3. Tome acción positiva para romper con el hábito. Destruya todos los cigarrillos que tenga en casa y vierta agua sobre ellos. Lave o lleve a la tintorería toda la ropa que huela a tabaco. Dé un nuevo comienzo a su vida, siéntase limpio.
4. Durante el tiempo en que se esfuerza por dejar la nicotina, evite ambientes cargados de tabaco y amigos que fuman. Vaya a lugares donde se prohíba fumar, como museos y bibliotecas.
5. Aparte el dinero que se hubiera gastado en tabaco y cuéntelo al cabo de un mes. Compre algo que verdaderamente necesite, o un regalo para algún ser querido que también comparta su alegría por la victoria que está consiguiendo.
6. Haga algo; mantenga sus manos ocupadas en esos momentos en que normalmente se fumaría un cigarrillo. Mastique chicle (no chicle de nicotina) o chupe caramelos de menta cuando le consuma el deseo de fumar. En lugar de fumar, lávese los dientes después de las comidas. Dé un paseo, escriba cartas, cosa, trabaje en el jardín, repare algo, limpie el automóvil, etc.
7. Cuando se sienta nervioso o bajo tensión, respire profunda y lentamente. En lugar de fumarse un cigarrillo, beba bastante agua y zumos de fruta, pues los líquidos limpian.
8. Haga ejercicio, dentro de sus límites físicos. Para saber lo que sería razonable en su caso, consulte primero a su médico. Le animará mejorar su condición física.
9. Reduzca la cantidad de bebidas alcohólicas que toma. Los cigarrillos y el alcohol suelen “ir juntos”, ya que este puede provocar el deseo de fumar. Evite las reuniones sociales en las que pudiera presentarse esa situación. Mire los anuncios de tabaco desde un punto de vista crítico: analice su carácter superficial y falso. No se deje atrapar de nuevo.
10. Si piensa llegar a ser testigo de Jehová, ore a Dios sinceramente en busca de ayuda y actúe en conformidad con sus oraciones. No espere que se produzca un milagro, hágalo usted.
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