-
SalvaciónRazonamiento a partir de las Escrituras
-
-
irán al cielo para estar allí con Cristo. ¿Ha leído usted eso alguna vez en la Biblia?... Se encuentra aquí en Revelación 14:1, 3’. Entonces pudiera añadir: 1) ‘¿Qué harán esas personas en el cielo? (Rev. 20:6)’. 2) ‘Es obvio que estarán gobernando sobre alguien. ¿Quiénes pudieran ser estos?... (Mat. 5:5; 6:10)’.
-
-
SangreRazonamiento a partir de las Escrituras
-
-
Sangre
Definición: Un fluido verdaderamente maravilloso que, circulando en el sistema vascular de los seres humanos y de la mayoría de los animales multicelulares, suministra alimento y oxígeno, se lleva los desperdicios y desempeña un papel importante en proteger al cuerpo contra las infecciones. La sangre está tan íntimamente relacionada con los procesos vitales que la Biblia dice que “el alma de la carne está en la sangre” (Lev. 17:11). Jehová, como Fuente de la vida, ha dado instrucciones precisas respecto al uso que se puede dar a la sangre.
Se manda a los cristianos que se ‘abstengan de la sangre’
Hech. 15:28, 29: “Al espíritu santo y a nosotros mismos [el cuerpo gobernante de la congregación cristiana] nos ha parecido bien no añadirles ninguna otra carga, salvo estas cosas necesarias: que sigan absteniéndose de cosas sacrificadas a ídolos y de sangre y de cosas estranguladas [o a las que se haya dado muerte sin escurrirles la sangre] y de fornicación. Si se guardan cuidadosamente de estas cosas, prosperarán. ¡Buena salud a ustedes!” (Ahí el comer sangre se equipara a la idolatría y la fornicación, cosas en las cuales no deberíamos querer participar.)
Se puede comer la carne animal, pero no la sangre
Gén. 9:3, 4: “Todo animal moviente que está vivo puede servirles a ustedes de alimento. Como en el caso de la vegetación verde, de veras se lo doy todo a ustedes. Solo carne con su alma —su sangre— no deben comer.”
Cualquier animal que se utilice para alimento debe ser desangrado debidamente. Un animal estrangulado o uno que haya muerto en una trampa o que haya sido hallado después de haber muerto no es adecuado para alimento (Hech. 15:19, 20; compárese con Levítico 17:13-16). De igual manera, no se debe comer ningún alimento al que se haya agregado sangre completa o algún componente sanguíneo.
El único uso de la sangre que alguna vez ha tenido la aprobación de Dios ha sido para sacrificio
Lev. 17:11, 12: “El alma de la carne está en la sangre, y yo mismo la he puesto sobre el altar para ustedes para hacer expiación por sus almas, porque la sangre es lo que hace expiación por el alma en ella. Es por eso que he dicho a los hijos de Israel: ‘Ninguna alma de ustedes debe comer sangre y ningún residente forastero que esté residiendo como forastero en medio de ustedes debe comer sangre.’” (Todos aquellos sacrificios de animales bajo la Ley de Moisés prefiguraron el sacrificio único de Jesucristo.)
Heb. 9:11-14, 22: “Cuando Cristo vino como sumo sacerdote [...] entró, no, no con la sangre de machos cabríos y de torillos, sino con su propia sangre, una vez para siempre en el lugar santo y obtuvo liberación eterna para nosotros. Porque si la sangre de machos cabríos y de toros y las cenizas de novilla rociadas sobre los que se han contaminado santifica al grado de limpieza de la carne, ¿cuánto más la sangre del Cristo, que por un espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a Dios, limpiará nuestra conciencia de obras muertas para que rindamos servicio sagrado al Dios vivo? [...] a menos que se derrame sangre, no se efectúa ningún perdón.”
Efe. 1:7: “Por medio de él [Jesucristo] tenemos la liberación por rescate mediante la sangre de ése, sí, el perdón de nuestras ofensas, según las riquezas de su bondad inmerecida.”
¿Cómo entendieron los mandatos bíblicos respecto a la sangre los que durante los primeros siglos de la era común afirmaron ser cristianos?
Tertuliano (c. 160-230 E.C.): “Avergüéncese vuestro error si pensó comían sangre de los que no pueden comer sangre de reses. Los cristianos no comemos sangre de animales ni morticinios [...] Finalmente, entre las invenciones con que tentáis la observancia de nuestra ley, una es darnos una morcilla de sangre, porque os persuadís con certeza de que el cristiano que come sangre se desvía de su ley. Quien esto sabe, ¿con qué ilación puede legítimamente inferir que apetece sangre de hombres el que aborrece sangre de reses?” (Quinto Septimio F.
-