El punto de vista bíblico
¿Resucitarán los suicidas?
LAS trágicas noticias de un suicidio no cierran un capítulo en la vida de los parientes y amigos, sino que lo abren. Es un episodio de sentimientos contradictorios: compasión y cólera, tristeza y culpa. Y a los afligidos se les plantea la pregunta: ¿podemos abrigar alguna esperanza respecto a nuestro ser querido que se quitó la vida?a
Aunque el quitarse la vida es algo que de ningún modo es justo ni está justificado, el apóstol Pablo ofreció una esperanza preciosa incluso para algunos injustos cuando dijo ante un tribunal romano: “Tengo esperanza en cuanto a Dios [...] de que va a haber resurrección así de justos como de injustos”. (Hechos 24:15.)
No obstante, desde hace mucho tiempo, un buen número de teólogos descartó la idea de que la resurrección de los injustos pudiera dar alguna esperanza a los suicidas. ¿Por qué?
Los teólogos contradicen la esperanza de la resurrección
William Tyndale identificó parte del problema en el prólogo de su Biblia del siglo XVI: “Cuando colocan las almas de los difuntos en el cielo, el infierno o el purgatorio, destruyen los argumentos con los que Cristo y Pablo prueban la resurrección”. Hace siglos ciertos teólogos introdujeron un concepto antibíblico: la existencia de un alma inmortal que se separa del cuerpo al sobrevenir la muerte y va directamente al cielo, al purgatorio, al limbo o al infierno, punto de vista que estaba en conflicto con la clara enseñanza bíblica de la resurrección. A este respecto, el pastor bautista Charles Andrews formuló la siguiente pregunta: “Si el alma ya está gozando de dicha en el cielo (o ya se está quemando, con motivo justificado, en el infierno), ¿qué más se necesita?”. Y añadió: “Esta contradicción interna ha seguido inquietando a los cristianos a lo largo de los siglos”.
Esta doctrina teológica equivocada hizo que la Iglesia condenara el suicidio, “desde los tiempos de Agustín [354-430 E.C.], y lo calificara de pecado imperdonable, como la apostasía y el adulterio”, dice Arthur Droge en la revista Bible Review de diciembre de 1989.
El severo veredicto de que un suicida “no tiene redención” o de que ha sido confinado al infierno sin posibilidades de salir, llevó a un extremo discutible la doctrina del juicio particular.b El periódico National Catholic Reporter admite: “Dos de los principales doctores de la Iglesia censuraron el suicidio: Agustín lo calificó de ‘iniquidad detestable y condenable’ y [Tomás de] Aquino indicó que era un pecado mortal [imperdonable] contra Dios y la comunidad. Sin embargo, no todos los teólogos han estado de acuerdo”.
Afortunadamente, podemos evitar esa “contradicción interna” por medio de aceptar dos verdades bíblicas compatibles. La primera es: “El alma que peca... ella misma morirá”. (Ezequiel 18:4.) Y la segunda: la verdadera esperanza para las almas (personas) muertas es volver a la vida mediante una “resurrección así de justos como de injustos”. (Hechos 24:15.) Entonces, ¿podemos abrigar alguna esperanza razonable para con las personas que se suicidan?
Un injusto que resucitará
A un delincuente que estaba sentenciado a muerte, Jesús le dijo: “Estarás conmigo en el Paraíso”. Aquel hombre era injusto, no un suicida consternado sino un infractor de la ley que había admitido su culpabilidad. (Lucas 23:39-43.) No tenía la perspectiva de ir al cielo para gobernar con Jesús, y por lo tanto, el Paraíso en el que podía esperar estar cuando volviese a la vida sería la hermosa Tierra bajo la gobernación del Reino de Jehová Dios. (Mateo 6:9, 10; Revelación 21:1-4.)
¿Para qué resucitará Dios a este delincuente? ¿Para recordarle sin piedad sus pecados anteriores? Parece improbable, pues Romanos 6:7, 23 dice: “El que ha muerto ha sido absuelto de su pecado”, y “el salario que el pecado paga es muerte”. No obstante, aunque no se le tomarán en cuenta sus pecados del pasado, todavía necesitará que el rescate lo eleve a la perfección.
Por consiguiente, el teólogo Albert Barnes estaba equivocado y confundió a otros cuando afirmó: “Los que han obrado mal serán resucitados para ser condenados, o declarados malditos. Este será el único objetivo de su resurrección”. ¡Qué indigno es eso de un Dios de justicia y amor! Por el contrario, al resucitar a este anterior delincuente (y a otros injustos) en una Tierra paradisiaca, se les suministrará una oportunidad excelente para ser juzgados según lo que hagan después de su resurrección. (1 Juan 4:8-10.)
Una oportunidad misericordiosa
Los amigos de la persona que se ha suicidado, aunque se sientan aturdidos por la noticia, pueden sentirse reconfortados al saber que “Jehová ha mostrado misericordia a los que le temen. Pues él mismo conoce bien la formación de nosotros, y se acuerda de que somos polvo”. (Salmo 103:10-14.) Solo Dios puede comprender plenamente el papel que desempeña una enfermedad mental, una situación extrema de estrés o hasta defectos genéticos en lo que se denomina una “crisis suicida”. La publicación National Observer comenta que “esta característica no es constante en nuestra vida, [sino que] a menudo es un asunto de solo minutos u horas”. (Eclesiastés 7:7.)
En realidad, la persona que se quita la vida se priva de la oportunidad de arrepentirse de su acto. Pero, ¿quién puede saber si alguien que ha sentido el impulso de suicidarse habría cambiado de actitud en caso de haber fallado su intento de quitarse la vida? Por ejemplo, algunos asesinos renombrados han cambiado y han conseguido el perdón de Dios. (2 Reyes 21:16; 2 Crónicas 33:12, 13.)
Tampoco hay que olvidar que, por haber pagado un “rescate en cambio por muchos”, Jehová está en su derecho de extender misericordia, incluso a algunas personas que se han quitado la vida, resucitándolas y dándoles la inestimable oportunidad de ‘arrepentirse y volverse a Dios por medio de hacer obras propias del arrepentimiento’. (Mateo 20:28; Hechos 26:20.)
La manera bíblica y responsable de ver la vida
La vida es una dádiva de Dios, y por lo tanto no debe profanarse ni debe ponérsele fin a voluntad. (Santiago 1:17.) Debido a ello, las Escrituras nos animan a vernos, no como almas inmortales, sino como valiosas creaciones del Dios que nos ama, que valora el que estemos vivos y que espera con gozo el tiempo de la resurrección. (Job 14:14, 15.)
La cualidad del amor nos permite reconocer que el suicidio, si bien es un medio de evadir los problemas, no hace más que amontonarlos sobre los seres queridos. Y en lo que respecta al que se quitó la vida a la ligera, nosotros, como humanos, no podemos juzgar si resucitará o no. ¿Hasta qué grado era culpable? Solo Dios escudriña ‘todos los corazones y toda inclinación de los pensamientos’. (1 Crónicas 28:9.) Pero podemos confiar en que ‘el Juez de toda la Tierra hará lo que es amoroso, justo y recto’. (Génesis 18:25.)
[Notas a pie de página]
a Este artículo está dirigido a los familiares y amigos de personas que se han suicidado. Para un análisis más profundo de este tema se pueden consultar La Atalaya del 15 de diciembre de 1983, páginas 3-11 y ¡Despertad! del 22 de diciembre de 1981, páginas 5-13.
b Según la Nueva Enciclopedia Larousse, juicio particular es el “que Dios hace a cada hombre inmediatamente después de la muerte”.
[Reconocimiento en la página 22]
Kollektie Rijksmuseum Kröller-Müller, Otterlo