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  • ¿Ve usted siempre el sentido?
    La Atalaya 1987 | 1 de abril
    • ¿Ve usted siempre el sentido?

      EL HERMANO mayor estaba sumamente enfadado. El objeto de su furia era su hermano menor. ¿Y cuál era la causa? A su hermano se le había concedido cierto reconocimiento que a él mismo se le había negado. Su cólera aumentó, y un conocido suyo, una persona sabia, le aconsejó que controlara su resentimiento. De otro modo, algo malo ocurriría. Pero el joven pasó por alto el buen consejo. En vez de seguirlo, cometió el trágico acto de matar a su hermano menor.

      Ese hombre fue Caín, el hijo mayor de nuestros primeros padres, Adán y Eva. Mató a su hermano menor, Abel, cuando Jehová aceptó el sacrificio de Abel y rechazó el de Caín. El conocido sabio no fue otro sino Jehová Dios, quien dio el amoroso consejo que Caín rechazó. El resultado fue que el asesinato invadió a la familia humana en sus comienzos, y Caín fue sentenciado a vivir el resto de su larga vida como fugitivo bajo rechazo. ¡Qué triste resultado por no haber visto el sentido del consejo! (Génesis 4:3-16.)

      Muchos siglos después de Caín, el rey David, de Israel, cometió adulterio con Bat-seba, la esposa de Urías el hitita, y aquella mujer quedó embarazada. David trató de solucionar el problema instando a Urías a ir a su casa a pasar la noche con Bat-seba su esposa. Cuando él rehusó, David se encargó de que Urías muriera en el campo de batalla, y después, para evitar que Bat-seba tuviera que morir como adúltera, se casó con ella. Un profeta de Dios visitó a David y le hizo notar la gravedad de lo que había hecho. David al momento vio el sentido del consejo. Por eso, aunque por el resto de su vida David sufrió las consecuencias de aquel delito, Jehová aceptó su arrepentimiento sincero. (2 Samuel 11:1–12:14.)

      Esos dos ejemplos históricos muestran la importancia de escuchar el consejo. Es algo que puede determinar si habrá éxito o fracaso, felicidad o congoja, hasta vida o muerte. No es de extrañar que la Biblia diga: “El camino del tonto es recto a sus propios ojos, pero el que escucha el consejo es sabio”. (Proverbios 12:15.) Sin embargo, no es fácil escuchar el consejo. ¿Por qué? ¿Cómo podemos desarrollar la buena actitud del rey David al respecto y evitar el mal ejemplo de Caín?

      La humildad ayuda

      Con mucha frecuencia a las personas se les hace difícil escuchar el consejo porque no aceptan el hecho de que necesitan ayuda. O si lo aceptan, no pueden comprender por qué deben aceptar consejo de cierta persona. En realidad, eso es orgullo, y el razonar un poco puede contribuir a vencerlo. Por ejemplo, Pablo dijo: “Todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios”. (Romanos 3:23.) Eso nos dice que todos necesitamos consejo de vez en cuando. También nos dice que hasta los que nos ofrecen consejo cometen faltas. Nadie es una excepción. Así que no permita que las faltas perceptibles de otra persona eviten que usted acepte la ayuda que ella pueda darle.

      Jesús subrayó lo necesario que es combatir el orgullo cuando dijo a sus seguidores: “A menos que ustedes se vuelvan y lleguen a ser como niñitos, de ninguna manera entrarán en el reino de los cielos”. (Mateo 18:3.) El consejo y la dirección de los padres comunican un sentido de seguridad a los niñitos. ¿Siente usted lo mismo cuando alguien le aconseja, al darse cuenta de que dicho consejo demuestra el amor que esa persona le tiene, su interés en usted? (Hebreos 12:6.) El rey David —que desplegó una humildad que le permitió aceptar consejo y abrió el camino para que Jehová aceptara su arrepentimiento— se sintió movido a escribir: “Si me golpeara el justo, sería una bondad amorosa; y si me censurara, sería aceite sobre la cabeza”. (Salmo 141:5.)

      Esa actitud de mansedumbre puede ayudarnos cuando el consejo que recibimos toca aspectos en los que no hay reglas establecidas. Por ejemplo, si se nos aconseja porque nuestro arreglo personal o modo de vestir causa tropiezo a personas de la congregación, puede que el comprender eso requiera verdadera humildad. Sin embargo, si se acepta el consejo se sigue la amonestación del apóstol Pablo: “Que cada uno siga buscando, no su propia ventaja, sino la de la otra persona”. (1 Corintios 10:24.)

      Felizmente para nosotros, Jehová ha provisto la Biblia, en la cual abunda el mejor consejo. De hecho, la palabra “consejo” en sus diversas formas se halla en ella más de 170 veces. Además, él suministra pastores amorosos que nos ayudan a aplicar el consejo. La institución de la familia es otra provisión de Jehová para dar ayuda amorosa mediante el consejo de padres que tienen conciencia de sus responsabilidades. Escuchemos siempre con humildad dicho consejo.

      Sea “presto en cuanto a oír”

      Santiago 1:19 aconseja: “Todo hombre tiene que ser presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar, lento en cuanto a ira”. Esto es particularmente cierto cuando recibimos consejo. ¿Por qué? Por un lado, ¿no es cierto que a menudo conocemos nuestras propias faltas, y no nos sorprende en absoluto cuando un amigo interesado en nuestro bienestar nos las señala y nos ofrece consejo? Ciertamente hacemos más fácil la situación para todos los implicados si discernimos rápidamente lo que se nos trata de decir y aceptamos con humildad la ayuda amorosa.

      Cuando un amigo nos aborda y nos da consejo, debemos recordar que tal vez esté nervioso. No es fácil dar consejo. Quizás el que quiere aconsejar ha pensado muchísimo en qué palabras va a usar o qué modo de abordar ha de emplear. Un anciano tal vez comience la conversación encomiándonos por algún aspecto del servicio cristiano en que hemos estado obrando bien. Pero eso no debería llevarnos a poner en tela de juicio sus motivos cuando pasa a dar consejo. Puede que el que da consejo trate los asuntos de modo indirecto al principio, evitando ser brusco o falto de tacto. El que seamos lo suficientemente discernidores como para enseguida comprender le facilitará al consejero su tarea y quizás nos evite experimentar resentimientos.

      A veces el consejero pudiera utilizar un ejemplo o una ilustración para ayudarnos a ver el sentido del consejo. Cierto joven todavía no había cometido un error grave, pero iba por mal camino. Razonando con él, un cristiano de más edad tomó una regla de sobre un escritorio. Doblando la regla con las manos, preguntó: “Si doblo una regla así, ¿puedo todavía medir con ella una línea recta?”. El joven comprendió. Había estado tratando de torcer las reglas para acomodarlas a sus propios deseos. La ilustración le ayudó a seguir el consejo sabio de Proverbios 19:20: “Escucha el consejo y acepta la disciplina”.

      Perciba el consejo indirecto

      Discernimiento de esa índole puede ayudarnos a obtener beneficio del consejo indirecto, hasta sin la intervención de otra persona. Esto sucedió en el caso de un joven de Portugal. Él estaba estudiando la Biblia y obtuvo un ejemplar del libro Tu juventud... aprovechándola de la mejor manera. Apenas unos días después reveló que ya había leído el libro tres veces, y que este le había ayudado. ¿De qué manera? Esto dijo el joven:

      “Yo no tenía ninguna esperanza verdadera en cuanto al futuro, pero el capítulo 2 [“Por qué puedes mirar al porvenir con confianza”] ha dado significado a mi vida. Además, había practicado la masturbación por años; nadie me había dicho jamás que eso desagradaba a Dios y que me perjudicaba. Después de leer el capítulo 5 [“La masturbación y la homosexualidad”] decidí descontinuar ese hábito. El capítulo 7 [“Lo que dicen tu ropa y apariencia... de ti”] me ayudó a valorar mi apariencia personal, y, como se puede ver, me he cortado el pelo”.

      Dijo también: “Por años había fumado. El capítulo 15 [“Las drogas... ¿una llave a lo que sí es vivir?”] me enderezó en cuanto a eso. He orado a Jehová, y desde el domingo no he vuelto a fumar. ¿Sabe otra cosa? Por algún tiempo había tenido relaciones sexuales con mi novia, pero el capítulo 18 [“¿Es deseable y sensata la moralidad sexual?”] me mostró el punto de vista de Dios sobre este asunto. Ya hablé de esto con ella, y ella ha decidido terminar nuestra relación”.

      ¡Qué gozoso es ver cambios como esos en tan breve período en la vida de un joven! ¿Cómo se hicieron posibles? Porque él pudo percibir que lo que había leído era consejo que le aplicaba personalmente.

      Escuchar el consejo produce beneficios

      El consejo —sea que nos venga indirectamente mediante la Biblia o literatura bíblica, o directamente de un amigo— puede ser beneficioso. Esto se ve por la experiencia de un padre que buscó la ayuda de ancianos espirituales de su congregación porque su hijo de 18 años de edad no respondía a sus esfuerzos disciplinarios. Los ancianos cristianos razonaron amorosamente con el padre, quien era celoso en su servicio a Dios, pero aparentemente necesitaba más equilibrio al tratar con su familia.

      Se le leyeron estas palabras de Pablo: “Y ustedes, padres, no estén irritando a sus hijos, sino sigan criándolos en la disciplina y regulación mental de Jehová”. (Efesios 6:4.) Se le pidió al padre que reflexionara en esto: ¿Había estado realmente irritando a su hijo su modo de tratar de animarlo, aunque fuera bienintencionado? ¿Era un caso en que se esperaba que el hijo imitara el propio celo del padre respecto a las reuniones y el servicio cristianos sin que se hubiera tratado de implantar amor a tales cosas en el corazón del hijo? ¿Había ayudado el padre a su hijo a ‘aprender a temer a Jehová su Dios’? (Deuteronomio 31:12, 13.)

      El padre escuchó el consejo, y lo aplicó. ¿Cuál fue el resultado? Su hijo de dieciocho años de edad asiste ahora a las reuniones cristianas, y el padre estudia la Biblia semanalmente con él. Y como comenta el padre: “Ahora nuestra relación de padre e hijo es mucho mejor”. Sí, tanto el padre como el hijo vieron el sentido del consejo.

      No hay duda de que todos cometemos errores y necesitamos consejo de vez en cuando. (Proverbios 24:6.) Si vemos el sentido de lo que se nos dice y prestamos atención al consejo sabio, disfrutaremos de muchas bendiciones. Entre ellas estará la bendición más preciosa de todas: cultivar y mantener una relación personal significativa con nuestro amoroso Padre celestial, Jehová. Así, haremos nuestras las palabras del rey David: “Bendeciré a Jehová, que me ha dado consejos”. (Salmo 16:7.)

  • “Un encuentro enriquecedor”
    La Atalaya 1987 | 1 de abril
    • “Un encuentro enriquecedor”

      EN EL verano de 1984, Gerard, un joven francés, emprendió una aventura que duraría seis meses... un recorrido en bicicleta por los Estados Unidos y Canadá. Las majestuosas montañas Rocosas le emocionaron, la tranquilidad de los parques le comunicó sosiego, pero lo que vio en Montmagny, Quebec, Canadá, fue lo que más le impresionó; aquello cambió el curso de su vida.

      El domingo 16 de septiembre Gerard pedaleaba por Montmagny cuando notó una larga hilera de automóviles aparcados a lo largo de la carretera. Entonces vio a centenares de personas en un lugar donde se efectuaba construcción. “¿Qué pasa?”, preguntó a uno de los trabajadores que dirigía el tráfico. Aunque estaba ocupado, aquel hombre tomó tiempo para explicarle a Gerard que todos aquellos trabajadores eran testigos de Jehová que estaban usando su fin de semana para edificar un salón para sus reuniones religiosas. Sin saberlo, Gerard había llegado durante las últimas y muy atareadas horas del proyecto de construir un Salón del Reino en dos días. Quedó impresionado por cuanto vio y oyó. Aquella noche escribió en su diario: “Por la tarde me topé con los testigos de Jehová. Fabricaron una casa en dos días. Eran más de 1.000. Un encuentro enriquecedor”.

      Poco tiempo después, Gerard regresó a Francia. Dos años más tarde, el 26 de julio de 1986, escribió al Salón del Reino de los testigos de Jehová en Montmagny una carta en la que dijo:

      ‘¿Se acuerdan de haber hablado con un ciclista de Francia el segundo día del proyecto de la construcción de su Salón del Reino? Ese día el que dirigía el tráfico sembró una semilla. Meses más tarde los Testigos me visitaron en Francia y acepté estudiar la Biblia con ellos. Dado que vengo de una familia muy católica, no se me hizo fácil estudiar. Pero Jehová hizo crecer la semilla. Hace dos semanas me bauticé en una asamblea en Nantes. Estoy agradecido a Jehová por haberme permitido encontrar la verdad y por todo lo que me enseñó el hermano el domingo 16 de septiembre de 1984. Saludos fraternales de un aventurero convertido a la verdad’.

      ¡Qué gozo sintió la congregación de Montmagny al escuchar en su Salón del Reino la lectura de la carta de Gerard! Todos los que participaron en la construcción del Salón experimentaron la veracidad de estas palabras de Salomón: “Envía tu pan sobre la superficie de las aguas, pues con el transcurso de muchos días lo hallarás otra vez”. (Eclesiastés 11:1.) Sí, la buena impresión que han dado los proyectos de construcción de Salones del Reino es, de muchas maneras, duradera y de largo alcance.

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