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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1998
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1998
w98 1/11 págs. 4-7

Cómo resolver los problemas pacíficamente

LA VIOLENCIA es casi tan antigua como la humanidad. En la Biblia se remonta hasta Caín, hermano de Abel e hijo mayor de la primera pareja humana. Cuando Dios favoreció la ofrenda de Abel y rechazó la de Caín, este “se enardeció de gran cólera”. ¿Cómo actuó ante esta situación? “Caín procedió a atacar a Abel su hermano y a matarlo.” Después se encontró en dificultades muy serias con Dios (Génesis 4:5, 8-12). La violencia no hizo que mejorara el mal concepto que el Creador tenía de él.

¿Cómo evitaremos seguir el proceder cainita de recurrir a la fuerza física para resolver los problemas?

De la violencia a la tolerancia

Repasemos el caso de cierto hombre que contempló y aprobó el asesinato de Esteban, primer mártir cristiano (Hechos 7:58; 8:1). El hombre en cuestión, Saulo de Tarso, no estaba de acuerdo con las creencias religiosas de Esteban, y apoyó su brutal asesinato por considerarlo una manera justificada de acabar con sus actividades. Es verdad que posiblemente Saulo no era violento en todo campo de la vida, pero estaba dispuesto a aceptar la violencia como un recurso para resolver algunos problemas. Inmediatamente después de la muerte de Esteban, “empezó a tratar atrozmente a la congregación [cristiana]. Iba invadiendo una casa tras otra y, sacando a rastras tanto a varones como a mujeres, los entregaba a la prisión” (Hechos 8:3).

Según el biblista Albert Barnes, la palabra griega que en este texto se traduce por “tratar atrozmente” denota la devastación que pueden causar los animales salvajes, como leones y lobos. “Saulo —dice Barnes— asoló con furia la iglesia como un animal salvaje: una expresión fuerte que denota el empeño y la furia con los que se dio a perseguirla.” Cuando se dirigió a Damasco para atrapar a más seguidores de Cristo, “[respiraba] todavía amenaza y asesinato contra los discípulos del Señor [Cristo]”. En el camino, habló con él Jesús resucitado, lo que resultó en su conversión al cristianismo (Hechos 9:1-19).

Después que Saulo se convirtió, cambió su modo de tratar a los demás, como lo demuestra un incidente ocurrido unos dieciséis años más tarde. Un grupo de personas fueron a Antioquía, a la congregación de origen de Pablo, e instaron a los cristianos a cumplir con la Ley mosaica, debido a lo cual hubo “no poca disensión”. Saulo, para entonces más conocido por el nombre de Pablo, tomó partido en la disputa. Al parecer, la discusión fue acalorada. Pero Pablo no recurrió a la violencia, sino que aceptó la decisión de la congregación de remitir el asunto a los apóstoles y ancianos de la congregación de Jerusalén (Hechos 15:1, 2).

En Jerusalén, ‘se disputó mucho’ en la reunión de los ancianos. Pablo esperó a que “toda la multitud [callara]” y entonces habló de la magnífica obra que el espíritu de Dios había realizado entre los creyentes incircuncisos. Tras una conversación bíblica, los apóstoles y los ancianos de Jerusalén llegaron al “acuerdo unánime” de no cargar innecesariamente a los creyentes incircuncisos, sino instarles a “que [siguieran] absteniéndose de cosas sacrificadas a ídolos, y de sangre, y de cosas estranguladas, y de fornicación” (Hechos 15:3-29). En efecto, Pablo había cambiado. Había aprendido a resolver las cuestiones sin violencia.

Cómo vencer las tendencias violentas

“El esclavo del Señor no tiene necesidad de pelear —indicó Pablo más adelante—, sino de ser amable para con todos, capacitado para enseñar, manteniéndose reprimido bajo lo malo, instruyendo con apacibilidad a los que no están favorablemente dispuestos.” (2 Timoteo 2:24, 25.) Pablo instó a Timoteo, un superintendente más joven, a que actuara con calma en situaciones difíciles. Pablo era realista. Sabía que los ánimos podían alterarse incluso entre cristianos (Hechos 15:37-41). Con buena razón aconsejó: “Estén airados, y, no obstante, no pequen; que no se ponga el sol estando ustedes en estado provocado” (Efesios 4:26). La manera apropiada de reaccionar en esos casos es reprimir la cólera y no estallar en un ataque de furia incontrolada. ¿Cómo puede lograrse?

Hoy día no es fácil dominar la cólera. “Es popular ser duro —dijo la doctora Deborah Prothrow-Stith, decana auxiliar de la Facultad de Salud Pública de Harvard—. De hecho, la capacidad de llegar a un acuerdo, ceder, tener empatía y perdonar, todo ello necesario para llevarse bien con los demás, se considera propio de personas débiles.” Sin embargo, esa manera de actuar refleja fortaleza de carácter, y es esencial para controlar las tendencias violentas que pueden surgir en nuestro interior.

Al hacerse cristiano, Pablo aprendió una mejor manera de tratar las diferencias de opinión. Se basaba en las enseñanzas de la Biblia. Como erudito del judaísmo que era, Pablo estaba familiarizado con las Escrituras Hebreas. Por ello, debía conocer textos como estos: “No tengas envidia del hombre de violencia, ni escojas ninguno de sus caminos”. “El que es tardo para la cólera es mejor que un hombre poderoso; y el que controla su espíritu, que el que toma una ciudad.” “Como una ciudad en que se ha hecho irrupción, que no tiene muro, es el hombre que no tiene freno para su espíritu.” (Proverbios 3:31; 16:32; 25:28.) Pero ese conocimiento no impidió que antes de su conversión, recurriera a la violencia contra los cristianos (Gálatas 1:13, 14). ¿Qué ayudó a Pablo, una vez cristiano, a valerse del razonamiento y la persuasión, en lugar de la violencia, para resolver cuestiones controvertidas?

Pablo nos dio una pista cuando dijo: “Háganse imitadores de mí, así como yo lo soy de Cristo” (1 Corintios 11:1). El apóstol agradecía profundamente lo que Jesucristo había hecho por él (1 Timoteo 1:13, 14). Cristo se convirtió en su modelo. Pablo sabía que Jesús había sufrido por causa de la humanidad pecadora (Hebreos 2:18; 5:8-10). Podía confirmar que la profecía de Isaías sobre el Mesías se había cumplido en Jesús: “Estuvo en severa estrechez, y él fue dejando que se le afligiera; no obstante, no abría la boca. Se le fue llevando justamente como una oveja a la degollación; y, como una oveja que delante de sus esquiladores ha enmudecido, él igualmente no abría la boca” (Isaías 53:7). El apóstol Pedro escribió: “Cuando [a Jesús] lo estaban injuriando, no se puso a injuriar en cambio. Cuando estaba sufriendo, no se puso a amenazar, sino que siguió encomendándose al que juzga con justicia” (1 Pedro 2:23, 24).

El agradecimiento que Pablo sentía por el modo como había actuado Jesucristo en situaciones tensas lo impulsó a cambiar. Él dio el siguiente consejo a sus compañeros en la fe: “Continúen soportándose unos a otros y perdonándose liberalmente unos a otros si alguno tiene causa de queja contra otro. Como Jehová los perdonó liberalmente a ustedes, así también háganlo ustedes” (Colosenses 3:13). No es suficiente con reconocer la necesidad de no ser violento. El agradecimiento por lo que Jehová y Jesucristo han hecho por nosotros contribuye a suministrar la motivación necesaria para vencer las tendencias violentas.

¿Es posible?

Cierto japonés necesitaba esa fuerte motivación. Su padre, un soldado de mal genio, dominaba a la familia con violencia, por lo que él, que era víctima de la violencia y veía a su madre sufrir de modo parecido, se hizo un hombre violento. Llevaba dos espadas de guerrero samurái de distintas longitudes que blandía cuando quería solventar algún problema y amenazar a otras personas.

Cuando su esposa se puso a estudiar la Biblia, él se sentó en el estudio sin tomarlo en serio. Pero al leer el folleto titulado “Estas buenas nuevas del reino”,a cambió. ¿Por qué? “Cuando leí lo que decía en los subtítulos ‘Jesucristo’ y ‘El rescate’, me sentí avergonzado —dice—. Aunque era un rebelde, me gustaba ser amable con quienes me llevaba bien. Disfrutaba haciendo felices a mis amigos, pero solo mientras no se viera afectada mi propia vida. Pues bien, el Hijo de Dios, Jesús, estuvo dispuesto a renunciar a su vida por causa de la humanidad, incluidas personas como yo. Estaba aturdido, como si me hubieran golpeado con un mazo.”

Dejó de relacionarse con sus antiguos amigos, y enseguida se matriculó en la Escuela del Ministerio Teocrático de una congregación de los testigos de Jehová. Esta escuela prepara a sus alumnos en el arte de enseñar la Biblia al prójimo. En el caso de este hombre supuso una ventaja adicional. Él recuerda: “Cuando era joven, recurría a las amenazas y la violencia porque no sabía transmitir mis sentimientos a los demás. Al aprender a comunicar mis ideas a otras personas, empecé a razonar con ellas en lugar de recurrir a la violencia”.

¿Ha imitado él a Cristo, al igual que lo hizo Pablo? Se probó su fe cuando un antiguo amigo a quien le unía un juramento mutuo de hermandad trató de impedir que se hiciera cristiano. Su “amigo” lo golpeó y habló irreverentemente de su Dios, Jehová. Este hombre, antes violento, se controló y se disculpó por no poder guardar su juramento. Decepcionado, su “hermano” lo dejó en paz.

Al dominar sus tendencias violentas, este hombre ha conseguido muchos hermanos y hermanas espirituales a quienes une el amor a Dios y al prójimo (Colosenses 3:14). De hecho, actualmente, más de veinte años después de hacerse cristiano dedicado, sirve de superintendente viajante de los testigos de Jehová. ¡Cuánto le alegra demostrar con la Biblia que los hombres con características salvajes pueden aprender a resolver sus diferencias sin violencia, igual que hizo él! Y es un privilegio para él señalar al magnífico cumplimiento de estas palabras proféticas: “No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña; porque la tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mismísimo mar” (Isaías 11:9).

Al igual que el apóstol Pablo y este hombre, usted también puede aprender a manejar situaciones irritantes, a resolver los problemas pacíficamente. Los testigos de Jehová de su localidad tendrán mucho gusto en ayudarle.

[Nota]

a Editado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.

[Comentario de la página 5]

Pablo era realista. Sabía que los ánimos podían alterarse incluso entre cristianos

[Ilustración de la página 7]

Agradecer lo que Dios ha hecho por nosotros contribuye a las relaciones pacíficas

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