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CalviciePerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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vestir oficial de Elías. No querían en ese lugar a ningún sucesor de Elías. Debía seguir subiendo hacia Betel o ascender a los cielos en una tempestad de viento, como el anterior usuario de aquella prenda de vestir oficial. (2Re 2:11.) En respuesta al desafío de que fue objeto su posición de profeta sucesor de Elías, y para enseñar a esos jóvenes y a sus padres a respetar al profeta de Jehová, Eliseo invocó el mal sobre aquellos burlones en el nombre del Dios de Elías. Era una prueba de su ministerio profético. Jehová manifestó que aprobaba a Eliseo haciendo que dos osas salieran de los bosques cercanos y despedazaran a 42 de ellos. (2Re 2:23, 24.)
Algunos pueblos acostumbraban a ‘imponerse calvicie’ afeitándose la cabeza en ocasiones de dolor debido a la muerte de un familiar o por razones religiosas, práctica que los israelitas tenían prohibida. (Dt 14:1.) A los sacerdotes se les dio el mandato específico de que no se rapasen ni afeitasen la extremidad de la barba en señal de duelo por los muertos (Le 21:5), y a los israelitas en general se les mandó que no se cortaran los mechones de sus lados ni la extremidad de su barba. (Le 19:27; Jer 9:26; véase BARBA.)
Los egipcios solían afeitarse la cabeza y consideraban que la barba era una señal de duelo o dejadez. Por esta razón se afeitó José cuando le sacaron de la prisión para llevarle ante la presencia de Faraón. (Gé 41:14.) Sin embargo, los egipcios se cubrían la calvicie con pelucas, y muchos de los que se afeitaban la cabeza y la barba también llevaban pelucas y se ponían barbas postizas. En el Papiro de Ebers, un tratado médico egipcio del II milenio a. E.C., hay once recetas para evitar la calvicie.
Según la Ley, si alguien tenía lepra en la cabeza, debía afeitársela al principio de su período de cuarentena, en el día de purificación, y de nuevo al séptimo día de su purificación. (Le 13:33; 14:8, 9.) Si un nazareo se contaminaba, debía afeitarse la cabeza “en el día de verificar su purificación”. (Nú 6:9.) En el caso de que un soldado israelita quisiera tomar por esposa a una mujer cautiva, esta tenía que afeitarse la cabeza. (Dt 21:12.)
Las tropas de Nabucodonosor se vieron afectadas por una calvicie temporal durante el agotador y difícil sitio de la ciudad continental de Tiro. Jehová le dijo a Ezequiel que “toda cabeza fue una que quedó calva, y todo hombro fue uno que quedó pelado por frotación”, cuando las fuerzas militares de Nabucodonosor rindieron “un gran servicio” al ejecutar juicio contra Tiro. Las cabezas quedaron calvas debido a la rozadura de los yelmos, y los hombros llegaron a estar pelados por los materiales de construcción de las torres y fortificaciones. (Eze 26:7-12; 29:17, 18.)
En los días de los apóstoles, había lugares, como la ciudad inmoral de Corinto, donde se castigaba a las mujeres adúlteras o fornicadoras rapándoles la cabeza. A las muchachas esclavas se les hacía llevar el pelo corto. Parece ser que Pablo recurrió a esta costumbre para ilustrar que si una mujer oraba o profetizaba con la cabeza descubierta en la congregación cristiana, aunque tuviera el cabello como prenda para la cabeza, mostraba falta de respeto al principio divino de la jefatura y ‘avergonzaba su cabeza’ como si llegase al extremo de rapársela. (1Co 11:3-10.)
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Calzada, caminoPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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CALZADA, CAMINO
Los términos hebreos mesil·láh (calzada) y dé·rekj (camino) y el término griego ho·dós (camino) se usan con relación a una vía, calzada o camino público que por lo general une pueblos o ciudades. (Véase CAMINO, EL.)
Desde tiempos antiguos, las ciudades y los reinos palestinos estuvieron unidos por calzadas y caminos, así como por varias rutas comerciales importantes. (Nú 20:17-19; 21:21, 22; 22:5, 21-23; Jos 2:22; Jue 21:19; 1Sa 6:9, 12; 13:17, 18; véase CAMINO DEL REY.) El camino considerado principal iba de Egipto a las ciudades filisteas de Gaza y Asquelón, luego giraba poco a poco hacia el NE. en dirección a Meguidó, pasaba por Hazor, al N. del mar de Galilea, y llegaba hasta Damasco. Aunque esta ruta, que atravesaba Filistea, era la más corta entre Egipto y la Tierra Prometida, Jehová bondadosamente llevó a los israelitas por otro camino para que no se descorazonaran debido a un ataque filisteo. (Éx 13:17.)
En la Tierra Prometida cobró importancia el mantenimiento de una buena red de caminos, pues solo había un centro de adoración para toda la nación. Este hecho hacía que muchos israelitas tuvieran que viajar considerables distancias cada año para cumplir con el requisito de la Ley de que todos los varones se reunieran para las tres fiestas anuales. (Dt 16:16.) Por otra parte, había que presentar los diezmos, las contribuciones y las ofrendas, ya fueran voluntarias u obligatorias, en el lugar que Jehová escogiera. (Dt 12:4-7.) Después de la construcción del templo de Salomón, ese lugar fue Jerusalén. Estos viajes por los caminos que iban hacia Jerusalén y de vuelta a sus hogares daban a los padres una buena oportunidad de enseñar a sus hijos la ley de Dios. (Dt 6:6, 7.)
También debían atenderse los caminos que llevaban a las seis ciudades de refugio. Tenían que estar bien marcados y libres de obstáculos para facilitar la huida del homicida involuntario. (Dt 19:3.) Según la tradición judía, en todos los cruces había señales que indicaban hacia dónde estaba la ciudad de refugio. (Talmud Babilonio, Makkot 10b.)
Aunque la Biblia no dice cómo eran los caminos antiguos, sí hace referencia a su construcción y mantenimiento. Se nivelaban las cuestas y otras irregularidades del terreno, se quitaban las piedras
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