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  • Lo-ruhamá
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • referencia de manera personal o directa a Oseas. Aunque el relato no lo dice específicamente, se cree que Lo-ruhamá no era hija del profeta, sino fruto del adulterio de Gómer. (Os 1:2, 3.) En Oseas 2:1, 23 se hace alusión a su nombre simbólico.

  • Lobo
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • LOBO

      (heb. zeʼév; gr. lý·kos).

      Mamífero carnívoro semejante al perro pastor alemán, pero con las patas más largas, los pies mayores, la cabeza más ancha y las mandíbulas más fuertes. Se informa que en Palestina y Siria los lobos suelen cazar solos, en parejas o en grupos de tres, pero no en manadas. Buscan a su presa bajo el amparo de la oscuridad, y durante el día permanecen ocultos. (Hab 1:8; Sof 3:3.) Los lobos son feroces, voraces, osados, codiciosos y a menudo matan más ovejas de las que pueden comer o llevarse. Por consiguiente, el pastor de tiempos antiguos tenía que ser valeroso e ingenioso para proteger al rebaño de los lobos. (Jn 10:12, 13.)

      Casi todas las referencias bíblicas al lobo son ilustrativas. En la profecía que pronunció en su lecho de muerte, Jacob asemejó a su hijo Benjamín a un lobo, probablemente porque esta tribu sería buena luchadora. (Gé 49:27; véase BENJAMÍN núm. 2.) Se compara a lobos a los príncipes sin escrúpulos de Judá (Eze 22:27), los falsos profetas (Mt 7:15), los despiadados opositores del ministerio cristiano (Mt 10:16; Lu 10:3) y los falsos maestros que desde dentro pondrían en peligro a la congregación cristiana. (Hch 20:29, 30.) En contraste con la conocida costumbre que tienen los lobos de ‘despojar con violencia’ (Jer 5:6), se dice que el lobo y el cordero morarán en paz durante el gobierno del Mesías y se alimentarán juntos “como uno solo”. Esta visión profética, además de tener su aplicación en los cambios que experimentarían las vidas de las personas, sin duda indica que reinará ese tipo de paz entre los animales. (Isa 11:6; 65:25.)

  • Locura
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • LOCURA

      Trastorno mental permanente, como la demencia, o estado accidental de extrema furia o gran desatino. En las Escrituras se usan varias palabras hebreas y griegas para significar tales desórdenes mentales, ya sean permanentes o temporales. Parece ser que algunas de estas palabras se derivan de los gritos extraños y a veces violentos o lastimeros emitidos por las personas aquejadas de locura.

      El jactancioso rey babilonio Nabucodonosor se volvió loco. En cumplimiento de un sueño profético explicado por Daniel, este monarca fue herido de locura en un momento de jactancia. Estuvo demente durante siete años, “y empezó a comer vegetación tal como los toros”. (Da 4:33.) Al perder la razón, es posible que Nabucodonosor creyese que era una bestia, quizás un toro. Un diccionario de términos médicos francés dice respecto a este trastorno mental: “LICANTROPÍA [...] de [lý·kos], lupus, lobo; [án·thrō·pos], homo, hombre. Nombre dado al desarreglo mental de la persona que cree haberse convertido en animal y que imita sus gritos o aullidos, sus movimientos y hasta sus hábitos. El licántropo se imagina que es un lobo, un perro o un gato; a veces hasta puede creerse un toro, como en el caso de Nabucodonosor”. (Dictionnaire des sciences médicales, par une société de médecins et de chirurgiens, París, 1818, vol. 29, pág. 246.) Después de siete años, Jehová le volvió a la cordura. (Da 4:34-37.)

      Locura y posesión demoniaca. Aunque no todas las personas aquejadas de locura o demencia están poseídas por los demonios inicuos, puede esperarse lógicamente que las que sí lo están manifiesten un estado mental desequilibrado. Jesús encontró en el país de los gerasenos a un endemoniado que había hecho de las tumbas su guarida, y “muchas veces había sido sujetado con grilletes y cadenas, mas las cadenas las había roto con estallido, y los grilletes realmente quedaban hechos pedazos; y nadie tenía fuerzas para domarlo”. Además, estaba “continuamente, noche y día, [...] en las tumbas y en las montañas dando gritos y cortándose con piedras”. Después que Jesús expulsó de él los demonios, el hombre recobró “su cabal juicio”. (Mr 5:1-17; Lu 8:26-39.) Sin embargo, los cristianos están protegidos contra la locura provocada por la posesión demoniaca si llevan puesta la “armadura completa que proviene de Dios”. (Ef 6:10-17.)

      Locura fingida. En una ocasión, David se refugió al amparo del rey Akís de Gat cuando huía del rey Saúl. Una vez que se descubrió su identidad, los filisteos le insinuaron a Akís que dar asilo a David representaba un riesgo para la seguridad del reino. Al advertirlo, David tuvo temor y comenzó a actuar como si fuera un demente “e hizo de continuo signos de cruz en las hojas de la puerta, y dejó correr la saliva por la barba”. El rey Akís supuso que estaba loco y le dejó marchar, convencido de que se trataba de un perturbado inofensivo. Posteriormente, David escribió bajo inspiración el Salmo 34, en el que dio gracias a Jehová por bendecir su recurso estratégico y librarle de aquella situación. (1Sa 21:10–22:1.)

      La locura de oponerse a Jehová. El profeta Balaam insensatamente quiso profetizar contra Israel a fin de recibir dinero del rey moabita Balac. Pero Jehová frustró sus esfuerzos. El apóstol Pedro escribió acerca de Balaam que “una bestia de carga sin voz, expresándose con voz de hombre, estorbó el loco proceder del profeta”. Para designar la locura de Balaam, el apóstol usó la palabra griega pa·ra·fro·ní·a, que transmite la idea de “estar fuera de juicio [razón]”. (2Pe 2:15, 16; Nú 22:26-31.)

      Oseas escribió con relación a los profetas falsos de Israel: “El profeta será tonto, el hombre de expresión inspirada será enloquecido a causa de la

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