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ExpiaciónPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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favor de Dios, es necesario aceptar la mediación de Jesucristo: lo que Dios ha proporcionado para la reconciliación. Solo por este medio es posible llegar a estar en una posición comparable a la de Adán antes de su pecado. Dios manifiesta su amor al hacer posible esta reconciliación. (Ro 5:6-10.)
La propiciación satisface la justicia. Todavía tenía que satisfacerse la justicia. Aunque el hombre había sido creado perfecto, perdió esta condición cuando pecó, y tanto él como sus descendientes llegaron a estar bajo la condenación de Dios. La justicia y la fidelidad a los principios de rectitud requerían que Dios ejecutara la sentencia de su ley contra el desobediente Adán. No obstante, el amor movió a Dios, a proporcionar un modo de satisfacer la justicia para que, sin violarla, la descendencia arrepentida del pecador Adán pudiera ser perdonada y consiguiera la paz con Dios. (Col 1:19-23.) Por lo tanto, Jehová “envió a su Hijo como sacrificio propiciatorio por nuestros pecados”. (1Jn 4:10; Heb 2:17.) La propiciación mueve a la consideración propicia o favorable. El sacrificio propiciatorio de Jesús elimina la razón por la que Dios tiene que condenar a los hombres y hace posible que les extienda favor y misericordia. Esta propiciación elimina el cargo de pecado y la condena de muerte resultante en el caso del Israel espiritual y de todos los demás que se valgan de ella. (1Jn 2:1, 2; Ro 6:23.)
La idea de la sustitución sobresale en ciertos textos bíblicos relativos a la expiación. Por ejemplo, Pablo observó que “Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras” (1Co 15:3), y que “Cristo, por compra, nos libró de la maldición de la Ley, llegando a ser una maldición en lugar de nosotros, porque está escrito: ‘Maldito es todo aquel que es colgado en un madero’”. (Gál 3:13; Dt 21:23.) Pedro comentó: “Él mismo cargó con nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero, para que acabáramos con los pecados y viviéramos a la justicia. Y ‘por sus heridas ustedes fueron sanados’”. (1Pe 2:24; Isa 53:5.) Pedro también escribió: “Cristo murió una vez para siempre respecto a pecados, un justo por injustos, para conducirlos a ustedes a Dios”. (1Pe 3:18.)
Esta disposición amorosa promueve la fe. Dios y Cristo han ejemplificado su amor en este sistema de expiación completa de los pecados heredados del hombre. (Jn 3:16; Ro 8:32; 1Jn 3:16.) Sin embargo, para beneficiarse de él, la persona tiene que arrepentirse de verdad y ejercer fe. Jehová no se complacía en los sacrificios de Judá cuando se ofrecían sin la actitud apropiada. (Isa 1:10-17.) Dios envió a Cristo “como ofrenda para propiciación mediante fe en su sangre”. (Ro 3:21-26.) Los que con fe aceptan lo que Dios ha suministrado para expiación mediante Jesucristo pueden obtener la salvación; los que la desprecian, no. (Hch 4:12.) Y para cualquiera que ‘voluntariosamente practique el pecado después de haber recibido el conocimiento exacto de la verdad, no queda ya sacrificio alguno por los pecados, sino que hay cierta horrenda expectación de juicio’. (Heb 10:26-31.)
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ExpulsiónPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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EXPULSIÓN
Acción judicial de expulsar o excluir a un transgresor tanto de ser miembro de una comunidad u organización como de asociarse con ella. Es un principio y derecho inherente a las sociedades religiosas análogo a la facultad que tienen los cuerpos políticos y municipales de imponer la pena capital, la proscripción y el destierro. En la congregación de Dios se toma esta medida para mantener la pureza doctrinal y moral de la organización. La expulsión es necesaria para la existencia de la organización y, en particular, de la congregación cristiana. Esta debe permanecer limpia y conservar el favor de Dios a fin de poder representarle y ser usada por Él. En caso contrario, Dios expulsaría o cortaría a toda la congregación. (Rev 2:5; 1Co 5:5, 6.)
La acción de Jehová. En muchos casos, Jehová Dios ha tomado la acción de expulsar. Por ejemplo, sentenció a muerte a Adán y lo echó fuera del jardín junto con su esposa Eva. (Gé 3:19, 23, 24.) Desterró a Caín, quien llegó a andar errante y fugitivo por la tierra. (Gé 4:11, 14, 16.) Arrojó a los ángeles que pecaron al Tártaro, condición de densa oscuridad en la que están reservados para juicio. (2Pe 2:4.) En un solo día se cortó a 23.000 fornicadores de Israel. (1Co 10:8.) Por mandato divino, Acán fue ejecutado debido a que había robado algo que estaba dedicado a Jehová. (Jos 7:15, 20, 21, 25.) Debido a su rebelión, el levita Coré, así como los rubenitas Datán y Abiram, fue cortado del pueblo de Israel, en tanto que a Míriam se la hirió de lepra, y quizás habría muerto en esa condición si Moisés no hubiera abogado por ella. De este modo, solo se la expulsó del campamento de Israel y quedó en cuarentena durante siete días. (Nú 16:27, 32, 33, 35; 12:10, 13-15.)
Bajo la ley mosaica. Una persona podía ser cortada, es decir, ejecutada, por cometer violaciones graves o deliberadas de la ley que Dios había dado por medio de Moisés. (Le 7:27; Nú 15:30, 31.) Entre las ofensas que se sancionaban con semejante castigo estaban la apostasía, la idolatría, el adulterio, el comer sangre y el asesinato. (Dt 13:12-18; Le 20:10; 17:14; Nú 35:31.)
Para que se castigara a una persona con esa pena, las pruebas debían demostrarse por el testimonio de, al menos, dos testigos (Dt 19:15), y estos testigos tenían que ser los primeros en lapidar al culpable (Dt 17:7), lo que demostraría su celo por la ley de Dios y por la pureza de la congregación de Israel. Por otra parte, sería un factor disuasivo para no dar un testimonio falso, descuidado o precipitado.
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