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DivinoPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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y siendo estabilizados en la fe”. (Col 2:3, 6, 7.) Luego, en los versículos 13 al 15 Pablo explica que se les ha vivificado por medio de la fe y liberado del pacto de la Ley. En definitiva, el argumento de Pablo es que los cristianos no necesitaban la Ley (que Jesús había quitado del camino) ni la filosofía y tradiciones humanas, pues ya tenían cuanto les hacía falta: una preciada “plenitud” en Cristo. (Col 2:10-12.)
Un último caso es el que se halla en 2 Pedro 1:3, 4, donde el apóstol menciona que, en virtud de “las preciosas y grandiosísimas promesas” hechas a los fieles cristianos ungidos, podían llegar a “ser partícipes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo por la lujuria”. En las Escrituras se menciona con relativa frecuencia que los cristianos son ‘partícipes’ con Cristo de sus sufrimientos, su muerte y su resurrección a vida inmortal en cuerpo espiritual, para llegar así a ser coherederos suyos del Reino celestial. (1Co 15:50-54; Flp 3:10, 11; 1Pe 5:1; 2Pe 1:2-4; Rev 20:6.) Es evidente, pues, que los cristianos que participan de la “naturaleza divina” participan con Cristo en su gloria.
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DivorcioPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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DIVORCIO
La disolución legal de la unión marital, es decir la ruptura del vínculo matrimonial entre esposo y esposa. Varios de los términos que se emplearon en los idiomas originales para el verbo “divorciarse” tienen el sentido literal de ‘despedir’ (Dt 22:19, nota), ‘dejar ir’, ‘soltar’ (Mt 1:19, nota; 19:3, nota), ‘expulsar’, ‘echar fuera’ (Le 22:13, nota) y ‘cortar’. (Compárese con Dt 24:1, 3, donde la expresión “certificado de divorcio” significa literalmente “libro de cortamiento”.)
Cuando Jehová unió a Adán y Eva en matrimonio, no dispuso medio alguno para un eventual divorcio, cosa que Jesús dejó muy clara en su respuesta a la pregunta que le hicieron los fariseos: “¿Es lícito para un hombre divorciarse de su esposa por toda suerte de motivo?”. Jesucristo les explicó que el propósito de Dios era que el hombre dejara a sus padres y se uniera a su esposa, para así llegar a ser una sola carne, y añadió: “De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por lo tanto, lo que Dios ha unido bajo un yugo, no lo separe ningún hombre”. (Mt 19:3-6; compárese con Gé 2:22-24.) A renglón seguido, los fariseos preguntaron: “Entonces, ¿por qué prescribió Moisés dar un certificado de despedida y divorciarse de ella?”. La respuesta de Jesús fue: “Moisés, en vista de la dureza del corazón de ustedes, les hizo la concesión de que se divorciaran de sus esposas, pero tal no ha sido el caso desde el principio”. (Mt 19:7, 8.)
Aunque a los israelitas les estaba permitido divorciarse por varias razones como una concesión, Jehová Dios reglamentó el divorcio en su Ley dada a Israel por medio de Moisés. Deuteronomio 24:1 dice: “En caso de que un hombre tome a una mujer y de veras la haga su posesión como esposa, entonces tiene que suceder que si ella no hallara favor a sus ojos por haber hallado él algo indecente de parte de ella, entonces él tendrá que escribirle un certificado de divorcio y ponérselo en la mano y despedirla de su casa”. No se especifica la naturaleza de la ‘indecencia’ (literalmente, “la desnudez de una cosa”), pero no podía ser adulterio porque, según la ley de Dios dada a Israel, la muerte, no el divorcio, era la sanción prescrita para aquellos que fuesen culpables de adulterio. (Dt 22:22-24.) Parece que en un principio la ‘indecencia’ que le daba al esposo hebreo base para el divorcio tenía que ver con acciones graves, como el que la esposa le demostrara gran falta de respeto o le acarrease vergüenza a la familia. Y ya que la Ley decía: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”, no es razonable suponer que pudieran usarse impunemente faltas insignificantes como excusas para divorciarse de la esposa. (Le 19:18.)
En los días de Malaquías muchos esposos judíos fueron desleales a sus esposas: se divorciaban de ellas por toda suerte de motivos, y así se libraban de las esposas de su juventud con el fin, tal vez, de casarse con mujeres paganas más jóvenes. En lugar de apoyar la ley de Dios, los sacerdotes permitieron este proceder y, en consecuencia, incurrieron en el desagrado de Jehová. (Mal 2:10-16.) Asimismo, parece que en el tiempo de Jesús los judíos se amparaban en muy diversas razones para divorciarse, como se ve por la pregunta que los fariseos le hicieron a Jesús: “¿Es lícito para un hombre divorciarse de su esposa por toda suerte de motivo?”. (Mt 19:3.)
Según la costumbre israelita, el hombre pagaba una dote por la mujer que llegaba a ser su esposa y se la consideraba su posesión. Ella disfrutaba de muchas bendiciones y privilegios, pero tenía un papel subordinado en la unión marital. Su posición se muestra además en Deuteronomio 24:1-4, donde se menciona que el marido podía divorciarse de su esposa, pero no que la esposa pudiera divorciarse de su esposo; por ser considerada propiedad del esposo, no podía divorciarse de él. La primera mención extrabíblica de una israelita que intentó divorciarse de su esposo fue la de Salomé, la hermana del rey Herodes, quien envió a su esposo, el gobernador de Idumea, un certificado de divorcio disolviendo su matrimonio. (Antigüedades Judías, libro XV, cap. VII, sec. 10.) Las palabras de Jesús: “Si alguna vez una mujer, después de divorciarse de su esposo, se casa con otro, ella comete adulterio”, parecen indicar que, o bien el divorcio por iniciativa de la mujer ya había empezado a surgir en su día, o que preveía que esa situación se produciría. (Mr 10:12.)
Certificado de divorcio. Los abusos que se produjeron más tarde no deberían movernos a concluir que la concesión recogida en la ley mosaica facilitaba
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