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    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • El lugar de la mujer. En tiempos antiguos la mujer se ponía una cobertura en la cabeza en determinadas circunstancias para indicar sumisión. (Gé 24:65.) Cuando el apóstol Pablo habló de la jefatura en la congregación cristiana, explicó que si una mujer oraba o profetizaba en la congregación y de este modo ocupaba una posición que Dios ha asignado al hombre, debía llevar una cobertura sobre la cabeza. Si tenía que encargarse temporalmente de estas responsabilidades por no estar presente ningún varón cristiano dedicado, no debería aducir que el cabello largo era ya en sí suficiente señal de sujeción. Sus propias acciones tenían que demostrar sumisión y reconocimiento de la jefatura del varón. La mujer cristiana exterioriza su sumisión llevando una cobertura sobre la cabeza como “señal de autoridad”. Debería llevarse “debido a los ángeles”, pues estos observan la actuación de los siervos de Dios y se interesan en la congregación cristiana por ser quienes la atienden. Al llevar una cobertura sobre la cabeza cuando es necesario por razones espirituales, la mujer cristiana reconoce el orden de jefatura establecido por Dios. (1Co 11:5-16; Heb 1:14.)

      Este debido orden teocrático de la congregación y de la familia no impide que la mujer sirva a Dios ni la restringe en el desempeño de sus deberes familiares. Le permite libertad plena y bíblica para servir en su lugar asignado y al mismo tiempo complacer a Dios, quien “ha colocado a los miembros en el cuerpo, cada uno de ellos, así como le agradó”. (1Co 12:18.) Muchas mujeres de tiempos antiguos recibieron excelentes privilegios y al mismo tiempo reconocieron la jefatura del varón y disfrutaron de vidas felices y satisfacientes; entre ellas estuvieron: Sara, Rebeca, Abigail y cristianas como Priscila y Febe.

      Responsabilidad. El ejercicio de la jefatura autorizada concede ciertos derechos, pero también supone deberes u obligaciones. ‘Cristo es cabeza de la congregación’ y por lo tanto tiene el derecho de tomar decisiones y ejercer autoridad sobre ella. (Ef 5:23.) Pero su jefatura también le obliga a aceptar el deber de cuidar de la congregación y asumir la responsabilidad por sus decisiones. De manera similar, en el ejercicio de su jefatura, un esposo tiene ciertos derechos en cuanto a las decisiones finales y la supervisión. Pero además tiene el deber de asumir la responsabilidad de su familia, y la obligación primordial de proveer material y espiritualmente para su casa. (1Ti 5:8.)

      El cristiano tiene que ejercer su jefatura con sabiduría. Debe, pues, amar a su esposa como se ama a sí mismo. (Ef 5:33.) De este modo ejerce Jesucristo su jefatura sobre la congregación cristiana. (Ef 5:28, 29.) El padre es cabeza de sus hijos y no debe irritarlos, sino que ha de criarlos “en la disciplina y regulación mental de Jehová”. (Ef 6:4.) Como pastores del rebaño de Dios, los “ancianos” de la congregación cristiana no deben enseñorearse de las “ovejas” de Dios, sino que tienen que recordar su sujeción a Jesucristo y a Jehová Dios. (1Pe 5:1-4.) Jesucristo siempre ha actuado en conformidad con el principio de jefatura, de modo que ha manifestado pleno reconocimiento de la jefatura de su Padre en palabra y hechos. Incluso después de gobernar la Tierra por mil años, reconocerá la jefatura universal de Jehová al entregarle el Reino y sujetarse “a Aquel que le sujetó todas las cosas, para que Dios sea todas las cosas para con todos”. (1Co 15:24-28; Jn 5:19, 30; 8:28; 14:28; Flp 2:5-8.) Los cristianos, seguidores de Jesucristo, también reconocen la jefatura suprema de Jehová, por lo que dirigen a Él sus oraciones y le reconocen como Padre y Dios Todopoderoso. (Mt 6:9; Rev 1:8; 11:16, 17; véanse ESPOSO; FAMILIA.)

  • Jefté
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • JEFTÉ

      (Que [Dios] Abra; [Dios] Ha Abierto).

      Juez de Israel de la tribu de Manasés. (Nú 26:29; Jue 11:1.) Administró justicia en el territorio de Galaad durante seis años, probablemente en el transcurso de la judicatura de Elí y los primeros años de la vida de Samuel. (Jue 12:7.) La referencia de Jefté a los “trescientos años” del control israelita al E. del Jordán permiten situar el comienzo de los seis años de su judicatura alrededor de 1173 a. E.C. (Jue 11:26.)

      Jefté, un hijo legítimo. La madre de Jefté era “una prostituta”, lo que no significa que Jefté naciera de la prostitución o fuera un hijo ilegítimo. Su madre había sido una prostituta antes de convertirse en la segunda esposa de Galaad, al igual que Rahab había sido prostituta pero después se casó con Salmón. (Jue 11:1; Jos 2:1; Mt 1:5.) Que Jefté no era un hijo ilegítimo lo prueba el hecho de que sus medio hermanos, hijos de la esposa principal de Galaad, lo expulsaron para que no tuviera parte en la herencia. (Jue 11:2.) Además, después llegó a ser el caudillo aceptado por los hombres de Galaad, entre quienes sus medio hermanos parecían ser los más notables. (Jue 11:11.) Por otro lado, Jefté ofreció un sacrificio a Dios en el tabernáculo. (Jue 11:30, 31.) Ninguna de estas cosas hubiera sido posible en el caso de un hijo ilegítimo, pues la Ley especificaba: “Ningún hijo ilegítimo podrá entrar en la congregación de Jehová. Hasta la décima generación misma ninguno de los suyos podrá entrar en la congregación de Jehová”. (Dt 23:2.)

      Jefté debió ser el primogénito de Galaad, y, como tal, habría heredado una porción doble de la propiedad de su padre (quien, al parecer, ya había muerto cuando los medio hermanos de Jefté lo expulsaron) y también habría sido el cabeza de la familia. Los medio hermanos de Jefté solo podían privarle de la herencia que le correspondía legítimamente si lo echaban de forma ilegal, pues aunque el primogénito

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