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    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • días de Acab se extendió por todo el reino de Samaria y, de hecho, hasta incluyó a Fenicia, abarcando por lo menos desde el valle torrencial de Kerit, al E. del Jordán, hasta Sarepta, en la costa mediterránea. (1Re 17:1-12; 18:2, 5, 6.) De manera similar, la promesa de restauración concerniente a “las montañas de Samaria” debe haber abarcado la totalidad del reino de Samaria. (Jer 31:5.)

      Al parecer, Tiglat-piléser III fue el primero que desarraigó a los israelitas del territorio de Samaria, pues se llevó a Asiria a algunos rubenitas, gaditas y manasitas prominentes del E. del Jordán. (1Cr 5:6, 26.) Cuando por fin cayó el reino septentrional, otros muchos fueron llevados al exilio. (2Re 17:6.) Pero esta vez el rey de Asiria reemplazó a los israelitas con gente de otras partes de su reino, una política de repoblación que siguieron Esar-hadón y Asnapar (Asurbanipal). (2Re 17:24; Esd 4:2, 10.)

      Los leones empezaron a multiplicarse en la zona, debido probablemente a que la tierra, o gran parte de ella, había estado desolada durante un tiempo. (Compárese con Éx 23:29.) Los pobladores debieron pensar, supersticiosamente, que se debía a que no adoraban al dios de esta tierra. Por ello el rey de Asiria envió de regreso a un sacerdote exiliado adorador de becerros. Este enseñó a los nuevos pobladores acerca de Jehová, pero, igual que en tiempo de Jeroboán, mezclaron la adoración de Jehová con la de sus dioses falsos. (2Re 17:24-41.)

      3. Distrito a través del cual viajó Jesús de vez en cuando y donde más tarde los apóstoles llevaron el mensaje del cristianismo. Actualmente no se conocen sus límites con exactitud, pero en términos generales estaba situado entre Galilea, al N., y Judea, al S., y se extendía desde el Jordán hacia el O., hasta las llanuras de la costa mediterránea. En su mayor parte, ese distrito abarcaba los territorios que en un tiempo pertenecieron a la tribu de Efraín y a la media tribu de Manasés (al O. del Jordán).

      De vez en cuando, Jesús pasaba por Samaria cuando se dirigía a Jerusalén o salía de allí, ya que estaba situada entre los distritos de Judea y Galilea. (Lu 17:11; Jn 4:3-6.) Pero por lo general se abstuvo de predicar en este territorio, e incluso dijo a los doce que envió que evitasen las ciudades samaritanas y que fueran “continuamente a las ovejas perdidas de la casa de Israel”, es decir, a los judíos. (Mt 10:5, 6.)

      Sin embargo, esta restricción solo estuvo en vigor un tiempo limitado, puesto que antes de ascender a los cielos, Jesús dijo a sus discípulos que no solo llevarían las buenas nuevas a Samaria, sino hasta la parte más lejana de la Tierra. (Hch 1:8, 9.) De modo que cuando estalló persecución en Jerusalén, los discípulos, en particular Felipe, emprendieron el ministerio en Samaria. Más tarde se envió a Samaria a Pedro y Juan, lo que resultó en una mayor expansión del cristianismo. (Hch 8:1-17, 25; 9:31; 15:3.)

  • Samaritano
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • SAMARITANO

      (probablemente: De [Perteneciente a] Samaria).

      El término “samaritanos” aparece por primera vez en las Escrituras después de la conquista del reino de diez tribus de Samaria, en el año 740 a. E.C.; se aplicó a los que vivían en el reino septentrional antes de esa conquista, para distinguirlos de los extranjeros que más tarde llegaron de otras partes del Imperio asirio. (2Re 17:29.) Parece ser que los asirios no deportaron a todos los habitantes israelitas, pues el relato de 2 Crónicas 34:6-9 (compárese con 2Re 23:19, 20) indica que durante el reinado de Josías todavía había israelitas en esa zona. La palabra “samaritanos” con el tiempo aplicó tanto a los descendientes de los que quedaron en Samaria como a los que llevaron los asirios. Por lo tanto, algunos sin duda nacieron de matrimonios mixtos. Mucho tiempo después, el nombre “samaritano” adquirió una connotación más religiosa que racial o política. Un “samaritano” era alguien que pertenecía a la secta religiosa que floreció en las inmediaciones de las antiguas Siquem y Samaria, y que se adhería a ciertas doctrinas inconfundiblemente diferentes a las del judaísmo. (Jn 4:9.)

      La religión samaritana. La religión samaritana llegó a la existencia debido a varios factores; uno de los principales fue el esfuerzo de Jeroboán por alejar a las diez tribus de la adoración de Jehová centrada en Jerusalén. Durante aproximadamente doscientos cincuenta años, a los sacerdotes levíticos que Dios había nombrado los reemplazó un sacerdocio instalado por el hombre, sacerdocio que, a su vez, condujo al reino de Israel a la práctica de idolatría degradante. (1Re 12:28-33; 2Re 17:7-17; 2Cr 11:13-15; 13:8, 9.) Luego llegó la caída del reino septentrional. Los inmigrantes paganos traídos desde Babilonia, Cutá, Avá, Hamat y Sefarvaim eran adoradores de muchas deidades: Sucot-benot, Nergal, Asimá, Nibhaz, Tartaq, Adramélec y Anamélec. Aunque aprendieron algo acerca de Jehová gracias a la instrucción de un sacerdote del sacerdocio de Jeroboán, sin embargo, tal como Samaria había hecho con los becerros de oro, estos continuaron adorando a sus dioses falsos generación tras generación. (2Re 17:24-41.) Los grandes esfuerzos de Josías por librar a esas comunidades septentrionales de su adoración idolátrica, más o menos cien años después de la caída de Samaria, no tuvieron un efecto más duradero que el de las reformas similares que hizo en el reino meridional de Judá. (2Re 23:4-20; 2Cr 34:6, 7.)

      En el año 537 a. E.C., un resto de las doce tribus

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