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Usa una higuera para enseñar sobre la feJesús: el camino, la verdad y la vida
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CAPÍTULO 105
Usa una higuera para enseñar sobre la fe
MATEO 21:19-27 MARCOS 11:19-33 LUCAS 20:1-8
ENSEÑA SOBRE LA FE CON UNA HIGUERA QUE SE SECA
CUESTIONAN LA AUTORIDAD DE JESÚS
Jesús sale de Jerusalén el lunes por la tarde y regresa a Betania, en la ladera oriental del monte de los Olivos. Posiblemente pasa la noche en casa de sus amigos Lázaro, María y Marta.
Al día siguiente, 11 de nisán, Jesús y sus discípulos se ponen de nuevo en camino a Jerusalén por la mañana. Esta será la última vez que Jesús vaya al templo. Es el último día de su ministerio público antes de celebrar la Pascua, instituir la Conmemoración de su muerte y enfrentarse a un juicio y a su ejecución.
En el camino que va de Betania a Jerusalén atravesando el monte de los Olivos, Pedro ve la higuera que Jesús maldijo el día anterior por la mañana y exclama: “¡Rabí, mira! La higuera que maldijiste se secó” (Marcos 11:21).
Pero ¿por qué hizo Jesús que se secara la higuera? Él da la razón: “Les aseguro que, si tienen fe y no dudan, no solo harán lo que yo le hice a la higuera, sino que también le dirán a esta montaña ‘Levántate y lánzate al mar’ y así pasará. Y todo lo que pidan al orar, si tienen fe, lo recibirán” (Mateo 21:21, 22). Así, repite algo que ya enseñó en el pasado: que la fe es capaz de mover montañas (Mateo 17:20).
De manera que, al hacer que el árbol se seque, Jesús les está dando una lección sobre tener fe en Dios. “Todas las cosas que pidan en sus oraciones, pídanlas con fe y denlas por recibidas, y las tendrán”, les asegura (Marcos 11:24). ¡Qué importante es esta lección para todos sus seguidores! Y es útil sobre todo para los apóstoles, ya que pronto se enfrentarán a pruebas muy difíciles. Pero aún hay otra relación entre la higuera que se secó y la cualidad de la fe.
Al igual que ese árbol, la situación de Israel no es lo que aparenta. Están en un pacto con Dios y pueden dar la apariencia de obedecer su Ley, pero, en conjunto, han demostrado que les falta fe y que son incapaces de producir buen fruto. ¡Hasta están rechazando al propio Hijo de Dios! Por eso, al hacer que se seque la higuera sin higos, Jesús está mostrando cuál será el final de esta nación sin fe e infructífera.
Poco tiempo después, Jesús y sus discípulos llegan a Jerusalén. Como Jesús tiene por costumbre, va al templo y se pone a enseñar. El día anterior, echó a los comerciantes, así que tal vez por eso los sacerdotes principales y los ancianos del pueblo le preguntan ahora: “¿Con qué autoridad haces tú estas cosas? ¿Quién te autorizó a hacer estas cosas?” (Marcos 11:28).
Jesús les responde: “Les voy a hacer una pregunta. Si ustedes me la responden, yo les diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo que Juan realizaba, ¿venía del cielo, o venía de los hombres? Contéstenme”. Ahora son ellos los que tienen que dar una respuesta. Los sacerdotes y los ancianos se ponen a consultar unos con otros sobre qué decir: “Si le contestamos que venía del cielo, él dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creyeron?’. Pero ¿quién se atreve a decir que venía de los hombres?”. Y es que le tienen miedo a la multitud, porque todos piensan que “Juan realmente había sido un profeta” (Marcos 11:29-32).
A los adversarios de Jesús no se les ocurre una buena respuesta, así que le dicen: “No lo sabemos”. Entonces, él les contesta: “Pues yo tampoco les digo con qué autoridad hago estas cosas” (Marcos 11:33).
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Dos historias sobre viñasJesús: el camino, la verdad y la vida
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CAPÍTULO 106
Dos historias sobre viñas
MATEO 21:28-46 MARCOS 12:1-12 LUCAS 20:9-19
LA HISTORIA DE UN HOMBRE QUE TENÍA DOS HIJOS
LA HISTORIA DE LOS AGRICULTORES DE UNA VIÑA
En el templo, Jesús acaba de dejar sin palabras a los sacerdotes principales y a los ancianos del pueblo, quienes habían cuestionado la autoridad con la que hace las cosas. Ahora, les cuenta una historia que deja al descubierto la clase de gente que son.
Jesús empieza diciendo: “Un hombre que tenía dos hijos se acercó al primero y le dijo: ‘Hijo, vete a trabajar hoy en la viña’. El hijo le respondió: ‘No quiero ir’. Pero después se arrepintió y fue. Luego el hombre se acercó al otro hijo y le pidió lo mismo. Y este le respondió: ‘Sí, señor, yo voy’. Pero después no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?” (Mateo 21:28-31). La respuesta es obvia: el que finalmente la hizo fue el primer hijo.
Entonces Jesús les dice a sus adversarios: “Les aseguro que los cobradores de impuestos y las prostitutas van delante de ustedes al Reino de Dios”. Hay cobradores de impuestos y prostitutas que al principio no servían a Dios. Sin embargo, como el primer hijo, luego se arrepintieron, y ahora sí le sirven. Por el contrario, los líderes religiosos son como el segundo hijo: afirman servir a Dios, pero no lo hacen en realidad. Jesús menciona: “Juan [el Bautista] vino y les mostró el buen camino, pero ustedes no le creyeron. En cambio, los cobradores de impuestos y las prostitutas sí le creyeron. Y ustedes vieron eso, pero ni siquiera así se arrepintieron y creyeron en él” (Mateo 21:31, 32).
Después de esa historia, Jesús les cuenta otra. Esta vez, muestra que el problema de los líderes religiosos va más allá de haber descuidado su servicio a Dios. La realidad es que son malvados. Les dice: “Un hombre plantó una viña y la rodeó con una cerca. Además, excavó un lagar y construyó una torre. Luego les alquiló la viña a unos agricultores y viajó al extranjero. A su debido tiempo, les envió un esclavo a los agricultores para recibir de ellos su parte del fruto de la viña. Pero ellos lo agarraron, le dieron una paliza y lo mandaron de vuelta con las manos vacías. Y el dueño les envió otro esclavo, y a este lo golpearon en la cabeza y lo humillaron. Luego envió otro, y lo mataron. Y envió muchos más; a algunos les dieron una paliza y a otros los mataron” (Marcos 12:1-5).
¿Entenderán la historia los que están escuchando a Jesús? Bueno, tal vez se les vengan a la mente las palabras de censura de Isaías: “La viña de Jehová de los ejércitos es la casa de Israel; los hombres de Judá son la plantación que él amaba. Él esperaba justicia, pero resultó que hubo injusticia” (Isaías 5:7). La historia de Jesús es parecida. El dueño de la viña es Jehová, y la viña es la nación de Israel, que está protegida por “una cerca”, la Ley de Dios. Jehová mandó a sus profetas para enseñar al pueblo y ayudarlo a producir buen fruto.
Sin embargo, los agricultores maltrataron y asesinaron a los esclavos que les habían enviado. Jesús explica: “[Al dueño de la viña] todavía le quedaba alguien más: un hijo amado. Así que en último lugar lo envió a él, porque decía: ‘Respetarán a mi hijo’. Pero los agricultores se dijeron unos a otros: ‘Este es el heredero. Vamos, matémoslo; así la herencia será nuestra’”. De modo que lo agarraron y lo mataron (Marcos 12:6-8).
Entonces, Jesús les pregunta: “¿Qué hará el dueño de la viña?” (Marcos 12:9). Y los líderes religiosos responden: “Por ser tan malos, acabará por completo con ellos y les alquilará la viña a otros agricultores, quienes le darán los frutos a su debido tiempo” (Mateo 21:41).
Sin darse cuenta, acaban de sentenciarse a sí mismos, ya que ellos se cuentan entre “los agricultores” de “la viña” de Jehová, la nación de Israel. Jehová tiene el derecho de esperar que estos agricultores produzcan fruto, lo que incluye que pongan su fe en su Hijo, el Mesías. Jesús mira directamente a los líderes religiosos y les pregunta: “¿Es que nunca leyeron este pasaje de las Escrituras: ‘La piedra que los constructores rechazaron, esa ha llegado a ser la principal piedra angular’? ¿Y no leyeron: ‘Esta ha venido de Jehová y para nosotros es maravillosa’?” (Marcos 12:10, 11). A continuación, deja claro lo que quiere decir: “Por eso les digo que el Reino de Dios se les quitará a ustedes y se le dará a una nación que produzca los frutos esperados” (Mateo 21:43).
Los escribas y los sacerdotes principales se dan cuenta de que Jesús les ha contado esta historia “pensando en ellos” (Lucas 20:19). Sus ganas de matar a Jesús, “el heredero” legítimo, son más intensas que nunca. Pero temen a la gente, que considera a Jesús un profeta, así que no intentan matarlo en ese momento.
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Un rey hace un banquete de boda y llama a sus invitadosJesús: el camino, la verdad y la vida
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CAPÍTULO 107
Un rey hace un banquete de boda y llama a sus invitados
LA PARÁBOLA DEL BANQUETE DE BODA
En la parte final de su ministerio, Jesús sigue usando ejemplos que desenmascaran a los escribas y a los sacerdotes principales. Por esa razón, quieren eliminarlo (Lucas 20:19). Pero él no ha terminado aún. Ahora les pone una comparación:
“El Reino de los cielos puede compararse a un rey que hizo un banquete de boda para su hijo. Envió a sus esclavos para que llamaran a los invitados al banquete de boda, pero estos no quisieron venir” (Mateo 22:2, 3). Así, Jesús comienza la comparación mencionando el “Reino de los cielos”. Es lógico concluir que el rey es Jehová. ¿Y el hijo del rey y los invitados al banquete de boda? No es difícil identificar al hijo del rey como el Hijo de Jehová, el mismo que está ahí poniéndoles este ejemplo. También es posible deducir que los invitados son los que estarán con el Hijo en el Reino de los cielos.
¿A quiénes se invita primero? Bueno, ¿a quiénes han estado predicando Jesús y los apóstoles acerca del Reino? A los judíos (Mateo 10:6, 7; 15:24). Esta nación aceptó el pacto de la Ley en el año 1513 antes de nuestra era, de modo que fueron los primeros en tener la oportunidad de formar “un reino de sacerdotes” (Éxodo 19:5-8). Pero ¿cuándo se les ofrecería la invitación para el “banquete de boda”? Como es lógico pensar, fue en el año 29 de nuestra era, cuando Jesús comenzó a predicar sobre el Reino de los cielos.
¿Cómo respondió la mayoría de los israelitas a la invitación? Jesús dijo que “no quisieron” ir. La mayor parte de los líderes religiosos y del pueblo no lo aceptaron como el Mesías ni como el Rey elegido por Dios.
Pero Jesús indica que los judíos tendrían otra oportunidad: “Luego [el rey] envió a otros esclavos más con estas instrucciones: ‘Díganles a los invitados: “Miren, tengo la comida preparada. Ya han matado mis toros y mis animales engordados. Todo está listo. Vengan al banquete de boda”’. Pero ellos se fueron sin hacer caso, uno a su campo, otro a sus negocios; y los demás agarraron a los esclavos, los maltrataron y los mataron” (Mateo 22:4-6). Eso corresponde a lo que pasaría una vez que la congregación cristiana se fundara. Para ese momento, los judíos todavía tendrían la oportunidad de estar en el Reino. Aun así, la mayoría rechazaría esta invitación y hasta maltrataría a los esclavos del Rey (Hechos 4:13-18; 7:54, 58).
¿Qué sucederá con la nación? Jesús dice: “Entonces el rey se enfureció y envió a sus tropas; acabó con aquellos asesinos y quemó su ciudad” (Mateo 22:7). Eso les ocurrió a los judíos en el año 70, cuando los romanos destruyeron “su ciudad”, Jerusalén.
Ahora bien, ¿invitaría el rey a alguien más? Según la comparación de Jesús, sí. Él continúa: “Luego [el rey] les dijo a sus esclavos: ‘El banquete de boda está listo, pero los que fueron invitados no se lo merecían. Por eso, vayan a los caminos que salen de la ciudad e inviten al banquete de boda a todo el que encuentren’. Así que los esclavos salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, tanto a buenos como a malos. Y la sala de bodas se llenó de invitados” (Mateo 22:8-10).
Eso pasaría cuando el apóstol Pedro empezara a ayudar a los gentiles a hacerse cristianos verdaderos (los gentiles eran personas que no eran judías de nacimiento ni se habían convertido al judaísmo). En el año 36, un oficial del ejército romano llamado Cornelio y su familia recibieron espíritu santo. De esta manera, se les dio la oportunidad de ocupar un lugar en el Reino de los cielos que Jesús mencionó (Hechos 10:1, 34-48).
Jesús indica que al final el rey no aceptará a todo el que vaya al banquete: “Cuando el rey entró para ver a los invitados, se fijó en un hombre que no llevaba traje de boda. Así que le dijo: ‘Amigo, ¿cómo te presentas aquí sin traje de boda?’. El hombre se quedó callado. Entonces el rey les dijo a sus sirvientes: ‘Átenlo de pies y manos y échenlo afuera, a la oscuridad. Ahí es donde llorará y apretará los dientes’. Porque muchos son invitados, pero pocos son elegidos” (Mateo 22:11-14).
Los líderes religiosos quizás no entienden todo lo que Jesús les dice ni lo que implican sus palabras. De todas maneras, están muy molestos y más resueltos que nunca a deshacerse de él por toda la vergüenza que les está causando.
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Tratan de entrampar a Jesús, pero no lo logranJesús: el camino, la verdad y la vida
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CAPÍTULO 108
Tratan de entrampar a Jesús, pero no lo logran
MATEO 22:15-40 MARCOS 12:13-34 LUCAS 20:20-40
LAS COSAS DE CÉSAR, A CÉSAR
¿SE CASARÁN LOS RESUCITADOS?
LOS MANDAMIENTOS MÁS IMPORTANTES
Los líderes religiosos están muy enojados con Jesús porque acaba de ponerles varios ejemplos que desenmascaran lo malos que son. Ahora, los fariseos se ponen de acuerdo para entramparlo en algo de lo que diga, y así poder entregarlo al gobernador romano. De modo que les pagan a algunos de los discípulos de ellos para que vayan y pongan a prueba a Jesús (Lucas 6:7).
Le dicen: “Maestro, sabemos que hablas y enseñas correctamente y no muestras parcialidad, sino que enseñas el camino de Dios de acuerdo con la verdad. ¿Está permitido que le paguemos tributo a César, o no?” (Lucas 20:21, 22). Jesús no se deja impresionar por esos halagos porque sabe que en el fondo son unos hipócritas y actúan con malicia. Si les dijera que no tienen que pagar el impuesto, lo podrían acusar de sedición contra Roma. Pero, si les dijera que tienen que pagarlo, la gente, que está harta de vivir bajo el dominio romano, podría malinterpretarlo y volverse contra él. ¿Cómo responderá, entonces?
“Hipócritas, ¿por qué me ponen a prueba? Muéstrenme la moneda del impuesto”, les dice. Y ellos le traen un denario. Él les pregunta: “¿De quién es esta imagen y el nombre que está aquí escrito?”. “De César”, le responden. Y enseguida él les dice: “Entonces, páguenle a César lo que es de César, pero a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:18-21).
Los hombres se quedan asombrados con la sabia respuesta de Jesús. Como no saben qué contestar, se marchan. Pero el día no termina ahí. Ellos siguen con la idea de entramparlo. Así que, después de estos fariseos, se le acercan los líderes de otro grupo religioso.
Los saduceos, que dicen que no hay resurrección, le hacen una pregunta que tiene que ver con ese tema y con el matrimonio de cuñado. Le plantean la siguiente situación: “Maestro, Moisés dijo: ‘Si un hombre muere sin tener hijos, su hermano debe casarse con la viuda para darle descendencia al hermano que murió’. Pues resulta que hubo entre nosotros siete hermanos. El primero se casó, pero luego se murió y, como no había tenido descendencia, la viuda quedó para su hermano. Lo mismo pasó con el segundo, con el tercero..., hasta llegar al séptimo. Y, después de todos ellos, se murió la mujer. Dinos, en la resurrección, ¿de cuál de los siete será esposa? Porque todos estuvieron casados con ella” (Mateo 22:24-28).
Jesús sabe que los saduceos aceptan los escritos de Moisés, por eso, haciendo referencia a ellos, les responde: “¿Acaso no es esta la razón por la que están equivocados: que no conocen ni las Escrituras ni el poder de Dios? Porque, cuando se levantan de entre los muertos, los hombres no se casan ni las mujeres son entregadas en matrimonio, sino que son como los ángeles en los cielos. Pero, en cuanto a que los muertos sean resucitados, ¿no leyeron en el libro de Moisés, en el relato de la zarza, que Dios le dijo: ‘Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob’? Él no es Dios de muertos, sino de vivos. Ustedes están muy equivocados” (Marcos 12:24-27; Éxodo 3:1-6). Esa respuesta deja a la multitud impactada.
Jesús ha dejado sin palabras tanto a los fariseos como a los saduceos, de modo que ahora algunos miembros de ambos grupos se juntan para seguir poniéndolo a prueba. Un escriba le pregunta: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley?” (Mateo 22:36).
Jesús le contesta: “El primero es: ‘Escucha, oh, Israel. Jehová nuestro Dios es un solo Jehová. Ama a Jehová tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. Y el segundo es este: ‘Ama a tu prójimo como te amas a ti mismo’. No hay ningún mandamiento más importante que estos dos” (Marcos 12:29-31).
El escriba le dice: “Respondiste bien, Maestro, de acuerdo con la verdad: ‘Él es uno solo, y no hay otro aparte de élʼ. Y amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo vale mucho más que todas las ofrendas quemadas y los sacrificios”. Jesús, al ver que ha respondido con inteligencia, le dice: “No estás lejos del Reino de Dios” (Marcos 12:32-34).
Jesús lleva tres días enseñando en el templo (9, 10 y 11 de nisán). Algunas personas han disfrutado de escucharlo, como este escriba, pero los líderes religiosos no. De hecho, ya no se atreven “a hacerle más preguntas”.
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Condena a sus adversarios religiososJesús: el camino, la verdad y la vida
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CAPÍTULO 109
Condena a sus adversarios religiosos
MATEO 22:41-23:24 MARCOS 12:35-40 LUCAS 20:41-47
¿DE QUIÉN ES HIJO EL CRISTO?
JESÚS DESENMASCARA A SUS ADVERSARIOS HIPÓCRITAS
Los líderes religiosos no han podido entrampar a Jesús para entregarlo a los romanos (Lucas 20:20). El 11 de nisán sigue en curso, y Jesús está todavía en el templo. Pero ahora le da la vuelta a la situación y toma la iniciativa en hablar sobre su identidad. Les pregunta: “¿Qué piensan del Cristo? ¿De quién es hijo?” (Mateo 22:42). Es bien sabido que el Cristo o Mesías sería descendiente de David. Y eso es lo que le responden (Mateo 9:27; 12:23; Juan 7:42).
Jesús les hace otra pregunta: “Entonces, ¿cómo es que David, guiado por el espíritu, lo llama Señor? Porque él dijo: ‘Jehová le dijo a mi Señor: “Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos bajo tus pies”’. Si David lo llama Señor, ¿cómo puede ser su hijo?” (Mateo 22:43-45).
Los fariseos se quedan callados porque tienen la esperanza de que un ser humano descendiente de David los libere del dominio romano. Pero, basándose en las palabras de David que se hallan en el Salmo 110:1, 2, Jesús indica que el Mesías sería más que un gobernante humano: es el Señor de David y comenzará a gobernar después de sentarse a la derecha de Dios. De nuevo, la contestación de Jesús los deja sin palabras.
Los discípulos y muchas otras personas están escuchando la conversación. Ahora, Jesús se dirige a ellos y les da una advertencia sobre los escribas y los fariseos, quienes “se han sentado en el lugar de Moisés” al enseñar la Ley de Dios. Pero Jesús les dice a los que lo escuchan: “Hagan y cumplan todo lo que les digan, pero no hagan lo que ellos hacen, porque ellos dicen pero no hacen” (Mateo 23:2, 3).
Entonces Jesús pone ejemplos de su hipocresía: “Agrandan las cajitas con porciones de las Escrituras que llevan como amuletos”. Algunos judíos llevaban atados a la frente o al brazo unos pequeños estuches que contenían pasajes cortos de la Ley. Pero los fariseos los hacen más grandes para dar la impresión de que les importa mucho la Ley. Además, “le ponen flecos más largos a su ropa”. Los israelitas tenían que ponerle flecos a la ropa, pero los fariseos los hacen más largos de lo normal (Números 15:38-40). Hacen todo esto “para que la gente los vea” (Mateo 23:5).
Los discípulos de Jesús también podrían desarrollar el deseo de ser prominentes, por eso él les da este consejo: “No dejen que los llamen rabí, porque uno solo es su Maestro y ustedes son todos hermanos. Además, no llamen padre a nadie en la tierra, porque uno solo es su Padre, el del cielo. Tampoco permitan que los llamen líder, porque su Líder es uno, el Cristo”. Entonces, ¿qué punto de vista deben tener los discípulos sobre sí mismos y cómo deben actuar? Jesús les dice: “Que el más grande entre ustedes sirva a los demás. El que se engrandece será humillado, pero el que actúa con humildad será engrandecido” (Mateo 23:8-12).
A continuación, Jesús pronuncia una condena tras otra contra los escribas y los fariseos hipócritas: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos! ¡Hipócritas! Porque le cierran a la gente la entrada al Reino de los cielos. Ni entran ustedes ni dejan pasar a los que están intentando entrar” (Mateo 23:13).
Jesús denuncia a los fariseos porque pasan por alto lo que es más importante para Jehová, como se nota por todas las reglas que establecen a su antojo. Por ejemplo, dicen: “Si alguien jura por el templo, eso no significa nada; pero, si alguien jura por el oro del templo, queda obligado a cumplir su juramento”. Así muestran lo ciegos que están en sentido moral, porque le dan más importancia al oro del templo que al valor espiritual que tiene el lugar donde adoran a Jehová. Además, “han descuidado los asuntos más importantes de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad” (Mateo 23:16, 23; Lucas 11:42).
Jesús llama a estos fariseos “guías ciegos, que cuelan el mosquito pero se tragan el camello” (Mateo 23:24). Los fariseos filtran el vino para que no tenga mosquitos, que son insectos impuros en sentido ceremonial. Sin embargo, les dan poco valor a los asuntos más importantes de la Ley. De esa manera, es como si se tragaran un camello, que también es un animal ceremonialmente impuro, pero mucho más grande (Levítico 11:4, 21-24).
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El último día de Jesús en el temploJesús: el camino, la verdad y la vida
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CAPÍTULO 110
El último día de Jesús en el templo
MATEO 23:25-24:2 MARCOS 12:41-13:2 LUCAS 21:1-6
JESÚS SIGUE CONDENANDO A LOS LÍDERES RELIGIOSOS
EL TEMPLO VA A SER DESTRUIDO
UNA VIUDA POBRE ECHA DOS MONEDITAS EN LAS ARCAS DEL TESORO
Durante su última visita al templo, Jesús sigue denunciando la hipocresía de los escribas y los fariseos; hasta los llama hipócritas directamente. Usando un lenguaje figurado, les dice: “Limpian por fuera la copa y el plato, pero por dentro estos están llenos de codicia y de deseos descontrolados. Fariseo ciego, primero limpia la copa y el plato por dentro, y así también quedará limpio lo de afuera” (Mateo 23:25, 26). Los fariseos son muy estrictos con la limpieza ceremonial y las apariencias, pero están descuidando lo que son por dentro y no están purificando su corazón figurado.
Se ve que son hipócritas, porque ponen empeño en edificar y decorar las tumbas para los profetas, pero, por otro lado, “son hijos de los que asesinaron a los profetas”, como menciona Jesús (Mateo 23:31). Una prueba de ello es que también quieren matarlo a él (Juan 5:18; 7:1, 25).
Entonces, Jesús les indica lo que les espera si no se arrepienten: “Serpientes, crías de víboras, ¿cómo escaparán del juicio de la Gehena?” (Mateo 23:33). Gehena significa “valle de Hinón”, un lugar cercano que se usa para quemar basura. Es una poderosa imagen de la destrucción definitiva que les sobrevendrá a los malvados escribas y fariseos.
Los discípulos de Jesús lo representarán en calidad de “profetas, sabios y maestros”. ¿Cómo los tratarán? Dirigiéndose a los líderes religiosos, Jesús dice: “A algunos [de mis discípulos] los matarán y los ejecutarán en maderos, y a otros les darán latigazos en sus sinagogas y los perseguirán de una ciudad a otra. Así, ustedes acabarán pagando por toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías [...], a quien ustedes asesinaron”. Y advierte: “Les aseguro que esta generación tendrá que pagar por todas estas cosas” (Mateo 23:34-36). Eso se cumplió en el año 70, cuando los ejércitos romanos destruyeron Jerusalén y murieron miles de judíos.
Pensar en esta terrible situación angustia a Jesús, quien dice con profunda tristeza: “Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella..., ¡cuántas veces quise reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus pollitos debajo de sus alas! Pero ustedes no lo quisieron. ¡Miren! Su casa queda abandonada y se les deja a ustedes” (Mateo 23:37, 38). Seguro que quienes lo escuchan decir eso se estarán preguntando a qué “casa” se referirá. ¿Será tal vez el espléndido templo de Jerusalén, que parece tener la protección de Dios?
Jesús añade: “Les digo que de ahora en adelante ustedes no me verán más hasta que digan ‘¡Bendito el que viene en el nombre de Jehová!’” (Mateo 23:39). Está citando las palabras proféticas de Salmo 118:26: “Bendito el que viene en el nombre de Jehová; nosotros los bendecimos a ustedes desde la casa de Jehová”. Es obvio que, cuando este templo que ven sea destruido, ya no irá nadie a él para adorar a Dios.
Ahora Jesús se va a una parte del templo donde están las arcas del tesoro. La gente puede echar sus donaciones por una pequeña abertura que tienen estas arcas en la parte superior. Jesús ve a varios judíos haciendo sus contribuciones y nota que los ricos echan “muchas monedas”. Pero se fija en una viuda pobre que echa “dos moneditas de muy poco valor” (Marcos 12:41, 42). Jesús sabe muy bien cuánto le agrada a Dios lo que esta mujer acaba de hacer.
Entonces llama a sus discípulos y les dice: “Les aseguro que esta viuda pobre echó en las arcas del tesoro más que todos los demás”. ¿Cómo es eso posible? Él explica: “Porque todos ellos dan de lo que les sobra; pero ella, que es tan pobre, lo echó todo, todo lo que tenía para vivir” (Marcos 12:43, 44). ¡Qué diferente es esta viuda de los líderes religiosos en la manera de pensar y actuar!
El 11 de nisán va avanzando, y Jesús se va del templo. Es la última vez que estará allí. Uno de sus discípulos exclama: “Maestro, ¡mira qué maravilla de piedras y de edificios!” (Marcos 13:1). Y es cierto, algunas de las piedras de los muros del templo son muy grandes, de modo que el edificio se ve firme y perdurable. Por eso parece extraño que Jesús le responda: “¿Ves estos grandes edificios? De ninguna manera va a quedar aquí piedra sobre piedra. Todo será demolido” (Marcos 13:2).
Después de decir estas cosas, Jesús atraviesa el valle de Cedrón con sus apóstoles y sube a un lugar del monte de los Olivos. En algún punto se queda con cuatro de los apóstoles: Pedro, Andrés, Santiago y Juan. Desde allí arriba pueden contemplar el majestuoso templo.
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Los apóstoles piden una señalJesús: el camino, la verdad y la vida
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CAPÍTULO 111
Los apóstoles piden una señal
MATEO 24:3-51 MARCOS 13:3-37 LUCAS 21:7-38
CUATRO DISCÍPULOS PIDEN UNA SEÑAL
LA PROFECÍA SE CUMPLE EN EL SIGLO PRIMERO Y MUCHO TIEMPO DESPUÉS
DEBEMOS MANTENERNOS ATENTOS
Es martes 11 de nisán por la tarde, y el día está a punto de terminar. Jesús ha estado muy ocupado los últimos días, y su ministerio en la Tierra también está llegando a su fin. Durante el día, ha estado enseñando en el templo y, por la noche, se ha estado alojando fuera de la ciudad. Mucha gente se ha interesado en sus enseñanzas y ha estado yendo al templo a escucharlo temprano por las mañanas (Lucas 21:37, 38). Pero eso ha quedado atrás, y ahora Jesús está sentado en el monte de los Olivos con cuatro apóstoles: Pedro, Andrés, Santiago y Juan.
Los cuatro se han acercado a él en privado. Les preocupa el templo porque Jesús ha predicho que no quedará en él piedra sobre piedra. Pero hay algo más que los tiene intrigados. Jesús les mandó hace algún tiempo: “Estén siempre preparados, porque el Hijo del Hombre viene a la hora en que menos se lo esperan” (Lucas 12:40). Y también habló del “día en que el Hijo del Hombre sea revelado” (Lucas 17:30). ¿Tendrán estos comentarios algo que ver con lo que acaba de decir sobre el templo? Los apóstoles tienen curiosidad, así que le preguntan: “Dinos, ¿cuándo pasarán esas cosas, y qué señal habrá de tu presencia y de la conclusión del sistema?” (Mateo 24:3).
Tal vez estén pensando en la destrucción del templo, que pueden ver a poca distancia de allí. También le están preguntando por la presencia del Hijo del Hombre. Probablemente se acuerdan de que Jesús puso el ejemplo de “un hombre de familia noble” que viajó “para asegurarse la posición de rey y después regresar” (Lucas 19:11, 12). Y, por último, se están preguntando qué implicará la conclusión del sistema.
Como parte de su respuesta detallada, Jesús les da una señal para ayudarlos a saber cuándo llegaría a su fin el sistema judío de su tiempo, incluido el templo. Pero va más allá. La señal ayudaría a los cristianos del futuro a saber si estarían viviendo durante la “presencia” de Jesús y cerca del fin del sistema mundial.
Con el transcurso de los años, los apóstoles verán el cumplimiento de la profecía de Jesús. En efecto, muchas de las cosas que predijo comenzaron a ocurrir mientras estaban vivos. Así, treinta y siete años después, en el año 70, a los cristianos que estuvieron atentos no les tomó desprevenidos la destrucción del templo y del sistema judío. Sin embargo, no todo lo que Jesús predice ocurre en este periodo que culmina en el año 70. Entonces, ¿cuál será la señal de que estará presente gobernando como Rey? Jesús les da la clave a los apóstoles.
Les dice que habrá “guerras y noticias de guerras” y que “peleará nación contra nación y reino contra reino” (Mateo 24:6, 7). También anticipa que “habrá grandes terremotos y, en un lugar tras otro, hambre y epidemias” (Lucas 21:11). Además, les da esta advertencia a sus discípulos: “A ustedes los arrestarán y los perseguirán” (Lucas 21:12). Por otra parte, aparecerán falsos profetas que engañarán a mucha gente, la maldad aumentará y el amor de la mayoría se enfriará. Luego dice que “las buenas noticias del Reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14).
Aunque algunos aspectos de la profecía de Jesús se cumplieron antes de la destrucción de Jerusalén a manos de los romanos y durante ella, ¿pudiera ser que Jesús también se refiera a un cumplimiento posterior y a mayor escala? ¿Percibe usted las pruebas que indican que esta profecía trascendental está teniendo un cumplimiento más importante en nuestros días?
Algo que Jesús menciona como parte de la señal de su presencia es la aparición de “la cosa repugnante y devastadora” (Mateo 24:15). En el año 66, esta cosa repugnante aparecerá cuando los “ejércitos acampados” de los romanos lleguen con sus insignias o estandartes idolátricos. Los romanos rodearán Jerusalén y socavarán parte de sus murallas (Lucas 21:20). De esta manera, “la cosa repugnante” estará en el lugar que no debe, en lo que los judíos consideran “un lugar santo”.
Jesús sigue prediciendo: “Habrá una gran tribulación. Desde el principio del mundo hasta ahora, no ha habido una tribulación igual, y nunca más la habrá”. En el año 70, los romanos destruirán Jerusalén. Esa conquista y destrucción de la ciudad santa, incluido el templo, será una gran tribulación, pues morirán miles de personas (Mateo 4:5; 24:21). Será mucho peor que cualquier destrucción que Jerusalén y los judíos hayan sufrido antes, y pondrá fin al sistema de adoración que han seguido durante siglos. Por lo tanto, cualquier cumplimiento posterior y a mayor escala de las palabras proféticas de Jesús tendrá que ser aún más terrible.
SIN MIEDO EN LOS ÚLTIMOS DÍAS
La conversación entre Jesús y sus apóstoles acerca de la señal de su presencia como Rey del Reino y sobre el fin del sistema todavía no ha concluido. Ahora les da la advertencia de que vendrán “falsos cristos y falsos profetas”, que tratarán de “engañar, de ser posible, hasta a los escogidos” (Mateo 24:24). Pero los escogidos no se dejarán engañar. Los falsos cristos solo se pueden presentar de manera visible, mientras que la presencia de Jesús será invisible.
Jesús pasa a indicar que una gran tribulación estallará cuando el sistema de hoy en día llegue a su fin. Les dice: “El sol se oscurecerá, la luna no dará su luz, las estrellas caerán del cielo y los poderes de los cielos serán sacudidos” (Mateo 24:29). Los apóstoles que oyen esta descripción tan sobrecogedora no saben exactamente cómo se cumplirá, pero sin duda será algo asombroso.
¿Cómo afectarán a la humanidad estos fenómenos impactantes? Jesús señala: “La gente se desmayará del miedo y la ansiedad por las cosas que van a venir sobre la tierra habitada, porque los poderes de los cielos serán sacudidos” (Lucas 21:26). Así, Jesús describe cómo será el periodo más oscuro de la historia humana.
Sin embargo, él anima a sus apóstoles al asegurarles que no todo el mundo se lamentará cuando el Hijo del Hombre venga “con poder y gran gloria” (Mateo 24:30). Como ya dijo, Dios intervendrá “por causa de los escogidos” (Mateo 24:22). Entonces, ¿qué deberían hacer los discípulos fieles ante todos los sucesos que menciona Jesús? Él les da estas palabras de aliento: “Al comenzar a suceder estas cosas, pónganse de pie y levanten la cabeza, porque su liberación se acerca” (Lucas 21:28).
Pero ¿cómo sabrán los discípulos de Jesús que vivan en ese periodo si el fin está cerca? Jesús compara la situación a una higuera: “En cuanto su rama nueva se pone tierna y echa hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Lo mismo ustedes, cuando vean todas estas cosas, sepan que él está cerca, a las puertas. Les aseguro que esta generación de ningún modo desaparecerá hasta que sucedan todas estas cosas” (Mateo 24:32-34).
De modo que, cuando sus seguidores vean cumplirse los diferentes elementos de la señal, deberían darse cuenta de que el fin está cerca. Jesús les da la siguiente advertencia a los discípulos que vivan en esos tiempos trascendentales:
“Ahora bien, el día y la hora no los sabe nadie, ni los ángeles de los cielos ni el Hijo; solo el Padre. Porque, tal como eran los días de Noé, así será la presencia del Hijo del Hombre. Porque en aquellos días antes del Diluvio la gente comía y bebía, los hombres se casaban y a las mujeres las entregaban en matrimonio... hasta el día en que Noé entró en el arca; y no hicieron caso hasta que vino el Diluvio y los barrió a todos. Así será en la presencia del Hijo del Hombre” (Mateo 24:36-39). Jesús les está recordando que el Diluvio de los días de Noé tuvo un alcance global. Así será también el fin de este sistema.
Los apóstoles que están con Jesús en el monte de los Olivos sin duda se dan cuenta de que deben mantenerse atentos. Jesús continúa: “Pero vigílense a ustedes mismos para que su corazón nunca llegue a estar abrumado por comer en exceso y beber en exceso y por las preocupaciones de la vida, y de repente ese día los tome por sorpresa como una trampa. Porque vendrá sobre todos los que habitan en la superficie de toda la tierra. Por lo tanto, manténganse despiertos y rueguen todo el tiempo que logren escapar de todas estas cosas que tienen que suceder y puedan estar de pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21:34-36).
De nuevo, Jesús les hace ver que lo que está profetizando se cumplirá a gran escala. No está prediciendo lo que ocurrirá tan solo unas décadas después con relación a la ciudad de Jerusalén y la nación judía. Más bien, está hablando de acontecimientos que vendrán “sobre todos los que habitan en la superficie de toda la tierra”.
Dice que sus discípulos tendrán que mantenerse atentos, ser vigilantes y estar listos. Jesús subraya esta advertencia poniendo otro ejemplo. “Tengan en cuenta una cosa: si el dueño de una casa supiera en qué momento de la noche va a venir el ladrón, se quedaría despierto y no permitiría que se metiera en su casa. Por eso ustedes también estén preparados, porque el Hijo del Hombre viene a la hora en que menos se lo esperan” (Mateo 24:43, 44).
Con todo, Jesús les da a sus discípulos razones para ser optimistas. Les asegura que, cuando se esté cumpliendo su profecía, habrá un “esclavo” que estará alerta y muy ocupado. Entonces, les menciona una situación que a los apóstoles se les hace fácil imaginar: “¿Quién es en realidad el esclavo fiel y prudente a quien su amo puso a cargo de los sirvientes de la casa para darles su alimento al tiempo debido? ¡Feliz ese esclavo si su amo, cuando venga, lo encuentra haciendo eso! Les aseguro que lo pondrá a cargo de todos sus bienes”. Pero, si ese “esclavo” se hace malo y maltrata a sus compañeros, el amo “le dará el peor de los castigos” (Mateo 24:45-51; compare con Lucas 12:45, 46).
Sin embargo, Jesús no está diciendo que un grupo de sus seguidores se volverá malo. Entonces, ¿cuál es la lección que quiere enseñarles a sus discípulos? Quiere que se mantengan atentos y ocupados, como destaca a continuación en otra parábola.
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Una lección sobre mantenerse vigilantes: las 10 vírgenesJesús: el camino, la verdad y la vida
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CAPÍTULO 112
Una lección sobre mantenerse vigilantes: las 10 vírgenes
JESÚS RELATA LA PARÁBOLA DE LAS 10 VÍRGENES
Jesús les ha estado respondiendo a los apóstoles la pregunta sobre la señal de su presencia y de la conclusión del sistema. Con eso en mente, ahora les pone una comparación para darles una sabia advertencia. Quienes vivan durante su presencia verán cómo se cumplen sus palabras.
Empieza diciendo: “El Reino de los cielos podría compararse a 10 vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron a encontrarse con el novio. Cinco de ellas eran insensatas y cinco eran prudentes” (Mateo 25:1, 2).
Jesús no dice que la mitad de los discípulos que heredan el Reino de los cielos son insensatos y la otra mitad prudentes. Más bien, lo que quiere decir es que, en lo que tiene que ver con el Reino, cada discípulo tiene la opción de elegir entre estar alerta o distraído. Sin embargo, Jesús no tiene ninguna duda de que cada uno de sus siervos puede mantenerse fiel y recibir las bendiciones de su Padre.
En la comparación, las 10 vírgenes salen a recibir al novio y unirse al cortejo nupcial. Al llegar el novio, las muchachas tendrían que iluminar el camino con sus lámparas para honrarlo mientras él llevara a la novia a la casa preparada para ella. Pero ¿sucede eso en realidad?
Jesús explica: “Las insensatas tomaron sus lámparas pero no llevaron aceite, mientras que las prudentes, además de sus lámparas, llevaron frascos con aceite. Como el novio tardaba, a todas les dio sueño y se quedaron dormidas” (Mateo 25:3-5). El novio llega más tarde de lo que esperaban. Parece que la demora es larga, y las muchachas se quedan dormidas. Los apóstoles tal vez recuerden la historia que contó Jesús sobre un hombre de familia noble que se fue de viaje y “por fin volvió después de asegurarse la posición de rey” (Lucas 19:11-15).
En la parábola de las 10 vírgenes, Jesús relata lo que sucede cuando por fin llega el novio: “Pero en mitad de la noche se oyó un grito: ‘¡El novio ya está aquí! ¡Salgan a recibirlo!’” (Mateo 25:6). ¿Estarán las muchachas preparadas y vigilantes?
Jesús continúa: “Entonces todas las vírgenes se levantaron y prepararon sus lámparas. Y las insensatas les dijeron a las prudentes: ‘Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas están a punto de apagarse’. Las prudentes les contestaron: ‘Tal vez no haya suficiente para nosotras y ustedes. Mejor vayan a quienes lo venden y cómprenselo’” (Mateo 25:7-9).
Así que las cinco vírgenes insensatas no están atentas ni preparadas para la llegada del novio. Les falta aceite para sus lámparas y necesitan ir a buscar más. Jesús prosigue: “Mientras iban a comprarlo, vino el novio. Las vírgenes que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y la puerta se cerró. Después vinieron las otras vírgenes y dijeron: ‘¡Señor, señor, ábrenos!’. Pero él les respondió: ‘Les aseguro que yo a ustedes no las conozco’” (Mateo 25:10-12). ¡Qué final más triste! Y todo por no haber estado listas ni vigilantes.
Los apóstoles se dan cuenta de que el novio es Jesús, ya que él se ha comparado antes a un novio (Lucas 5:34, 35). ¿Qué hay de las vírgenes prudentes? Hablando del “rebaño pequeño” que recibiría el Reino, Jesús dijo estas palabras: “Estén listos y con la ropa puesta, y tengan sus lámparas encendidas” (Lucas 12:32, 35). Así que ahora los apóstoles pueden entender que las vírgenes representan a discípulos fieles como ellos. ¿Qué lección quiere enseñarles Jesús con esta comparación?
Jesús no deja lugar a dudas. Concluye diciendo: “Así que estén siempre vigilantes, porque no saben ni el día ni la hora” (Mateo 25:13).
Por lo tanto, Jesús les aconseja a sus seguidores fieles que se mantengan “siempre vigilantes” durante su presencia. Él vendrá, y tienen que estar listos y vigilantes como las cinco vírgenes prudentes, para no perder de vista su valiosa esperanza ni el premio que pueden recibir.
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Una lección sobre ser diligentes: los talentosJesús: el camino, la verdad y la vida
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CAPÍTULO 113
Una lección sobre ser diligentes: los talentos
JESÚS RELATA LA PARÁBOLA DE LOS TALENTOS
Jesús está todavía con cuatro de sus apóstoles en el monte de los Olivos y ahora les cuenta otra historia. Unos días antes, mientras estaba en Jericó, les relató la parábola de las minas para explicar que el Reino vendría en el futuro lejano. La comparación que pone en esta ocasión tiene varios elementos parecidos a los de esa parábola y forma parte de su respuesta a la pregunta sobre su presencia y la conclusión del sistema. Además, destaca que sus discípulos deben ser diligentes y esforzarse al máximo por cuidar de las cosas que él les ha confiado.
Jesús comienza: “El Reino es también como un hombre que, justo antes de viajar al extranjero, mandó llamar a sus esclavos y les confió sus bienes” (Mateo 25:14). Como Jesús ya se había comparado a sí mismo a un hombre que había viajado al extranjero “para asegurarse la posición de rey”, los apóstoles pueden ver claramente que el hombre que menciona Jesús ahora es él mismo (Lucas 19:12).
El hombre de la comparación viajó al extranjero, pero, antes de irse, les confió bienes valiosos a sus esclavos. Durante los tres años y medio de su ministerio, Jesús se ha concentrado en predicar las buenas noticias del Reino y ha capacitado a sus discípulos para realizar esa labor. Ahora él está a punto de marcharse, pero tiene la confianza de que ellos llevarán a cabo la obra para la que los ha preparado (Mateo 10:7; Lucas 10:1, 8, 9; compare con Juan 4:38; 14:12).
En la comparación, ¿cómo distribuyó el hombre sus bienes entre los esclavos? Jesús relata: “Le dio a uno cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada uno según su capacidad, y se fue al extranjero” (Mateo 25:15). ¿Qué harían estos esclavos con los bienes que tienen a su cargo? ¿Serían diligentes y conseguirían ganancias para su amo? Jesús les sigue contando a los apóstoles:
“El que recibió los cinco talentos enseguida fue y negoció con ellos y ganó otros cinco. Igualmente, el que recibió dos ganó otros dos. Pero el que recibió solo uno se fue, cavó un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su amo” (Mateo 25:16-18). ¿Qué sucedería cuando el amo regresara?
Jesús continúa: “Mucho tiempo después, el amo de aquellos esclavos vino y ajustó cuentas con ellos” (Mateo 25:19). Los primeros dos hicieron todo lo que pudieron, “cada uno según su capacidad”. Ambos fueron diligentes, trabajadores y consiguieron ganancias sobre los bienes que se les habían encomendado (en aquella época, una persona tenía que trabajar diecinueve años para ganar el equivalente a un talento). Tanto el que recibió cinco talentos como el que recibió dos duplicaron la cantidad que recibieron. El amo les dirigió las mismas palabras de aprobación a los dos: “¡Bien hecho, esclavo bueno y fiel! Como te encargaste fielmente de unas pocas cosas, te pondré a cargo de muchas. Ven y comparte la alegría de tu amo” (Mateo 25:21).
Sin embargo, no sucedió lo mismo con el esclavo que recibió un talento, quien le dijo a su amo: “Yo sabía que eres un hombre exigente, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no aventaste. Por eso me dio miedo y fui a esconder tu talento en la tierra. Mira, aquí tienes lo tuyo” (Mateo 25:24, 25). Ni siquiera les llevó el dinero a los banqueros para conseguir al menos algunos beneficios. En realidad, este esclavo fue en contra de los intereses de su amo.
Por eso, el amo lo llamó “esclavo malo y perezoso”. Le quitó lo que tenía y se lo dio al esclavo que estaba dispuesto a trabajar duro. Entonces el amo estableció una norma: “A todo el que tiene se le dará más, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene” (Mateo 25:26, 29).
Ahora los discípulos de Jesús tienen mucho en qué pensar, incluyendo esta comparación. Se dan cuenta de que lo que Jesús les va a dejar a cargo —la importante labor de hacer discípulos— es un gran honor, y él espera que sean diligentes al realizarla, pero no considera que todos deban hacer lo mismo en la predicación. Como los esclavos del ejemplo, sus discípulos tienen que hacer todo lo que puedan “según su capacidad”. Pero esto de ningún modo significa que Jesús apruebe a alguien “perezoso” que no haga todo lo posible por fomentar los intereses de su amo.
Por otro lado, ¡qué contentos deben estar los apóstoles con la promesa: “A todo el que tiene se le dará más”!
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El Rey Jesucristo juzgará a las ovejas y las cabrasJesús: el camino, la verdad y la vida
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CAPÍTULO 114
El Rey Jesucristo juzgará a las ovejas y las cabras
JESÚS HABLA DE LAS OVEJAS Y LAS CABRAS
En el monte de los Olivos, Jesús acaba de relatar las parábolas de las 10 vírgenes y de los talentos. ¿Cómo concluye su respuesta a la pregunta de los apóstoles sobre la señal de su presencia y de la conclusión del sistema? Con una última parábola: la de las ovejas y las cabras.
Jesús comienza mencionando las circunstancias en las que se desarrolla su historia: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los ángeles con él, entonces se sentará en su glorioso trono” (Mateo 25:31). Así, deja claro que él es el personaje central, pues a menudo se ha llamado a sí mismo “el Hijo del Hombre” (Mateo 8:20; 9:6; 20:18, 28).
¿Cuándo se hará realidad esta parábola? Cuando Jesús “venga en su gloria” con sus ángeles y se siente “en su glorioso trono”. Él ya ha dicho que el Hijo del Hombre vendría “en las nubes del cielo con poder y gran gloria”, acompañado de sus ángeles. ¿Cuándo sucederá eso? “Inmediatamente después de la tribulación” (Mateo 24:29-31; Marcos 13:26, 27; Lucas 21:27). De modo que esta parábola se cumplirá cuando Jesús venga en el futuro en su gloria. ¿Y qué hará entonces?
Jesús explica que, cuando el Hijo del Hombre venga, “todas las naciones serán reunidas delante de él, y él separará a las personas unas de otras, igual que el pastor separa a las ovejas de las cabras. Pondrá a las ovejas a su derecha, pero a las cabras a su izquierda” (Mateo 25:31-33).
¿Y qué sucederá con las ovejas? Jesús dice: “Entonces el Rey les dirá a los que están a su derecha: ‘Vengan ustedes, los que han sido bendecidos por mi Padre, hereden el Reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo’” (Mateo 25:34). ¿Por qué recibirán las ovejas la aprobación del Rey?
El Rey mismo lo explica: “Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer. Tuve sed y me dieron de beber. Era un extraño y me recibieron con hospitalidad. Estuve desnudo y me vistieron. Me enfermé y me cuidaron. Estuve en la cárcel y vinieron a verme”. Entonces las ovejas, es decir, “los justos”, preguntan cuándo hicieron esas cosas, y el Rey les contesta: “Todo lo que le hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños me lo hicieron a mí” (Mateo 25:35, 36, 40, 46). Estas no son buenas obras que realicen en el cielo, porque allí nadie pasa hambre y no hay enfermos. Así que deben ser las que hacen en la Tierra a favor de los hermanos de Cristo.
¿Qué hay de las cabras, a las que Jesús coloca a su izquierda? Él dice: “Entonces [el Rey] les dirá: ‘Aléjense de mí, ustedes, los que han sido maldecidos. Váyanse al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, pero ustedes no me dieron de comer. Y tuve sed, pero no me dieron de beber. Era un extraño, pero no me recibieron con hospitalidad. Estuve desnudo, pero no me vistieron. Estuve enfermo y en la cárcel, pero no me cuidaron’” (Mateo 25:41-43). Las cabras se merecen esta condena porque no han tratado a los hermanos de Cristo con bondad, como deberían haber hecho.
Los apóstoles se dan cuenta de que esta sentencia futura tendrá consecuencias permanentes, eternas. Jesús les explica: “Entonces [el Rey] les responderá: ‘Les aseguro que lo que no le hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños no me lo hicieron a mí’. Estos irán a la destrucción eterna, pero los justos irán a la vida eterna” (Mateo 25:45, 46).
La respuesta de Jesús a la pregunta de sus apóstoles les da a sus seguidores mucho en qué pensar y los ayuda a analizar su actitud y sus acciones.
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