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  • Legión
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • 6.000 hombres, esto puede dar una idea de la gran cantidad de demonios que poseían a este hombre. El endemoniado y su compañero eran tan feroces, que nadie se atrevía a pasar por la zona donde ellos se guarecían entre las tumbas. Bajo la influencia demoniaca, el hombre que se identificó como Legión andaba desnudo, gritaba día y noche y se cortaba con piedras. Todos los esfuerzos que se habían hecho por atarlo, incluso con grilletes y cadenas, habían sido en vano. Sin embargo, Cristo Jesús liberó a este hombre y a su compañero del poder de los demonios. Luego los demonios tomaron posesión de una piara de cerdos e hicieron que se precipitase por el despeñadero al mar de Galilea, y todos los cerdos murieron en sus aguas. (Mt 8:28-34; Mr 5:1-20; Lu 8:26-39; véanse CERDO; GADARENOS.)

      Véanse más detalles en cuanto a las legiones romanas en EJÉRCITO (Ejército romano).

  • Legislador
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • LEGISLADOR

      Aquel que da o establece leyes. La Biblia centra la atención en Jehová como el Legislador fundamental del universo.

      Jehová, el Legislador. Jehová es en realidad el verdadero Legislador del universo. A Él se le deben las leyes físicas que rigen la creación material, las cosas inanimadas (Job 38:4-38; Sl 104:5-19) y la vida animal (Job 39:1-30). También el hombre, como creación de Jehová, está sometido a sus leyes físicas. Por ser una criatura racional, con capacidad moral y espiritual, está igualmente sujeto a sus leyes morales. (Ro 12:1; 1Co 2:14-16.) Además, la ley de Jehová gobierna de la misma manera a las criaturas celestiales, los ángeles. (Sl 103:20; 2Pe 2:4, 11.)

      Las leyes físicas de Dios son inquebrantables. (Jer 33:20, 21.) Por todo el universo conocido sus leyes son tan estables y confiables que los científicos, valiéndose de las leyes que conocen, pueden calcular los movimientos de la Luna, los planetas y otros cuerpos celestes, con una precisión de fracciones de segundo. El que contraviene las leyes físicas sufre las consecuencias inmediatas de esa violación. De igual manera, las leyes morales de Dios son irrevocables y no pueden evadirse o violarse con impunidad. Son tan ineludibles como sus leyes naturales, aunque puede que el castigo no sea tan inmediato. “De Dios uno no se puede mofar. Porque cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará.” (Gál 6:7; 1Ti 5:24.)

      Antes de que Dios diese su ley a Israel, ¿cómo determinaba una persona lo que Dios esperaba de él?

      Aunque desde la rebelión de Adán hasta el Diluvio la maldad fue en aumento entre la mayoría de sus descendientes, algunos hombres fieles “[siguieron] andando con el Dios verdadero”. (Gé 5:22-24; 6:9; Heb 11:4-7.) Los únicos mandatos específicos registrados que Dios dio a tales hombres son las instrucciones a Noé con relación al arca, que este obedeció a cabalidad. (Gé 6:13-22.) No obstante, había principios y precedentes que guiaban a los humanos fieles mientras ‘andaban con el Dios verdadero’.

      Sabían que al hombre se le habían dado generosas y abundantes provisiones en Edén, y tenían muestra palpable del altruismo e interés amoroso de Dios. Además, no ignoraban que desde el mismo comienzo había existido el principio de la jefatura: jefatura de Dios sobre el hombre y jefatura de este sobre la mujer. Tampoco desconocían el trabajo que Dios había delegado en el hombre, ni su deseo de que cuidara apropiadamente de aquello que Él le había dado para uso y disfrute. Por ejemplo: sabían que las relaciones sexuales tenían que mantenerse entre hombre y mujer, y que aquellos que se unieran tendrían que hacerlo constituyéndose en matrimonio, es decir, ‘dejando padre y madre’ para unirse en un enlace duradero, no de carácter temporal (como ocurre en la fornicación). Asimismo, el mandato de Dios concerniente a los árboles del jardín de Edén, en particular el relativo al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, hacía que apreciaran tanto el principio de los derechos de propiedad como el respeto que estos merecen. Naturalmente, se dieron cuenta de los malos resultados que fueron consecuencia de la primera mentira. También sabían que Dios había aprobado la adoración de Abel y desaprobado la envidia y el odio de Caín a su hermano, y no ignoraban que Dios le había impuesto un castigo a Caín por el asesinato de Abel. (Gé 1:26–4:16.)

      De esta manera, sin más declaraciones específicas, decretos o estatutos procedentes de Dios, aquellos hombres podían recurrir a estos principios y precedentes para que les sirvieran de guía en otras situaciones similares que pudieran presentarse. Así fue como vieron los acontecimientos anteriores al Diluvio Jesús y sus apóstoles siglos más tarde. (Mt 19:3-9; Jn 8:43-47; 1Ti 2:11-14; 1Jn 3:11, 12.) Una ley es una regla de conducta. Por las palabras y acciones de Dios, ellos podían tener algunas nociones sobre su manera de hacer las cosas y sus normas, y estas deberían constituir para ellos la regla de conducta o ley que habrían de seguir. Si obraban así, podían ‘seguir andando con el Dios verdadero’. Los que no lo hacían, pecaban, es decir, ‘erraban el blanco’, aunque no hubiera ningún código de leyes que los condenase.

      Después del Diluvio, Dios le dio a Noé una ley —que obligaba a toda la humanidad— según la cual se le permitía comer carne, pero se le prohibía comer la sangre; además, enunció el principio de la pena capital por asesinato. (Gé 9:1-6.) En los comienzos

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