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SueñosPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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ser de origen divino, para advertir a Pilato que el caso de Cristo era de extrema importancia.
Sueños naturales. Los sueños naturales pueden ser estimulados por ciertos pensamientos o emociones, sensaciones o actividades diarias (ansiedad, la propia condición física, trabajo, etc.). (Ec 5:3.) Estos sueños no tienen gran importancia. (Sl 73:20.) Una persona hambrienta puede soñar que está comiendo, una sedienta, que está bebiendo; sin embargo, se despierta insatisfecha. Semejante decepción esperaba a las naciones que estaban “haciendo guerra contra el monte Sión”. (Isa 29:7, 8.)
Con respecto al punto de vista pagano de los sueños, se explica: “Los babilonios confiaban de tal manera en los sueños, que en la víspera de tomar decisiones importantes dormían en los templos esperando recibir consejo. Los griegos que deseaban instrucción para la salud dormían en las capillas de Esculapio, y los romanos, en los templos de Serapis. Los egipcios preparaban libros complicados para la interpretación de los sueños”. (Harper’s Bible Dictionary, edición de M. y J. L. Miller, 1961, pág. 141.) Pero tales prácticas no existieron ni entre los fieles hebreos ni entre los cristianos primitivos. Las Escrituras condenan la búsqueda de agüeros, tanto en los sueños naturales como en otros incidentes. (Dt 18:10-12; véase ADIVINACIÓN.)
Sueños falsos. La Biblia condena los sueños falsos. Según la Ley, un soñador falso que instase a practicar idolatría tenía que ser muerto. (Dt 13:1-5.) Dios podía hablar a sus profetas verdaderos por medio de sueños en ciertas ocasiones (Nú 12:6), pero estaba en contra de los “profetas de sueños falsos”, que desviaban a su pueblo de la adoración verdadera. (Jer 23:25-32; 27:9, 10.) Se decía que los practicantes de adivinación hablaban “sueños que nada valen”. (Zac 10:2.)
La Biblia habla de sueños en un sentido figurado en relación con los contaminadores impíos de la carne que se deslizaban dentro de la congregación cristiana. Judas previno a sus compañeros creyentes de tales hombres “entregados a sueños”, personas que, al parecer, soñaban (imaginaban) que podrían violar impunemente la Palabra de Dios y contaminar la carne en la congregación. Era un error, pues recibirían ineludiblemente el juicio adverso del Juez Supremo, Jehová. (Jud 8; 1Co 6:9, 10, 18-20.)
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SuertePerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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SUERTE
Echar suertes es una costumbre antigua para decidir sobre diferentes cuestiones. El método que se utilizaba era el de echar guijarros o pedacitos de madera o piedra dentro de los pliegues recogidos de una prenda de vestir, es decir, “el regazo”, o dentro de una vasija, y luego, agitarlos. El escogido era aquel cuya suerte se salía o se sacaba. Al igual que el juramento, el echar suertes iba acompañado de una oración. Esa oración se expresaba en voz alta o simplemente estaba implícita en el acto, y así pedían y contaban con la intervención de Jehová. La palabra “suerte” (heb. goh·rál) se utiliza tanto de forma literal como figurada con la idea de “parte” o “porción”. (Jos 15:1; Sl 16:5; 125:3; Isa 57:6; Jer 13:25.)
Usos. Proverbios 16:33 dice: “En el regazo se echa la suerte, pero de Jehová procede toda decisión por ella”. El motivo apropiado para echar suertes en Israel era poner fin a una controversia: “La suerte echada hace cesar hasta las contiendas, y separa, uno de otro, hasta a los poderosos”. (Pr 18:18.) No se usaba con relación al deporte, el entretenimiento o los juegos de azar. No había apuestas ni pérdidas ni ganancias. No tenían el propósito de enriquecer el templo o a los sacerdotes ni recaudar fondos para obras de caridad. Sin embargo, los soldados romanos sí pensaron en el aspecto meramente lucrativo cuando, como se había predicho en el Salmo 22:18, echaron suertes sobre las prendas de vestir de Jesús. (Mt 27:35.)
La primera vez que se menciona en la Biblia la costumbre de echar suertes es con relación a la selección de los machos cabríos para Jehová y para Azazel en el Día de Expiación. (Le 16:7-10.) En el tiempo de Jesús, esto se realizaba en el templo de Herodes, donde el sumo sacerdote sacaba de un receptáculo dos suertes hechas, según se ha dicho, de madera de boj o de oro. Las suertes estaban marcadas, respectivamente, “para Jehová” y “para Azazel”, y luego se colocaban sobre las cabezas de los machos cabríos.
Se echaron suertes para determinar el orden en que rendirían servicio en el templo las 24 divisiones sacerdotales. (1Cr 24:5-18.) El secretario de los levitas escribió los nombres de los cabezas de las casas paternas, y mediante las suertes se iban seleccionando los nombres de acuerdo a un orden establecido. También se asignó de esta manera a los levitas que rendirían servicio en el templo como cantores, porteros, tesoreros, etc. (1Cr 24:31; caps. 25, 26; Lu 1:8, 9.) Después de regresar del exilio, se echaron suertes respecto al suministro de leña para el servicio del templo, así como para designar quién se trasladaría a Jerusalén. (Ne 10:34; 11:1.)
Aunque no se mencionan directamente las suertes en relación con el Urim y el Tumim que Moisés colocó en el pectoral del sumo sacerdote (Le 8:7-9), y no se conoce con exactitud su naturaleza, se sabe que se utilizaban para resolver los problemas de manera similar a dos suertes. El Urim y el Tumim parecen haber estado relacionados con las suertes que se mencionan en 1 Samuel 14:41, 42, y en algunas ocasiones se les
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