Por sus frutos los reconocerán (Mat. 7:16)
1 “El Dios al que sirves es fuerte”: Caro vive en Uganda. Solo llevaba un mes estudiando la Biblia cuando su esposo, Martin, quien practicaba la hechicería, comenzó a oponerse de forma rotunda a que lo hiciera. Le dijo: “Por culpa de tus libros, nuestros antepasados ya no pueden entrar en la casa”. Empezó a maltratarla y la amenazó de muerte si no dejaba de estudiar la Biblia. Además, dejó de proveer para la familia. Caro permaneció tranquila, alimentó a los suyos con lo que cultivaba en su huerto y siguió aprendiendo más de la verdad. Algún tiempo después quedó claro que su vida corría peligro, así que huyó de casa. Aunque tuvo que luchar para ganarse el sustento, cuando supo que sus hijos estaban enfermos usó el poco dinero que había conseguido para comprarles medicinas.
2 Algún tiempo después, su esposo la llamó por teléfono para decirle lo siguiente: “Deseo que vuelvas a casa. He visto que el Dios al que sirves es fuerte y que ha estado contigo. Pídeles a quienes te están dando las clases que vengan a enseñarme a mí también. Quiero cambiar mi vida de verdad”. Martin hablaba en serio. Ahora la familia vive unida y feliz, y Martin y Caro se bautizaron en una asamblea en agosto de 2012.
3 “Me dio su comida y su sombrero”: Mientras asistía a una asamblea de distrito en Chile, Marcelo, de 10 años de edad, observó que un señor mayor que estaba sentado a su lado no tenía ninguna publicación. “El señor de al lado no tiene Biblia”, le susurró a su madre. “Muéstrale los textos con la tuya”, contestó ella. Así que Marcelo se acercó al hombre, que se llamaba Víctor, y buscó todos los textos bíblicos con él. Cuando comenzó el intermedio, el niño se volvió hacia su madre y le dijo: “No tiene almuerzo”. La madre le sugirió que compartiera el suyo con él, así que Marcelo le dio uno de sus sándwiches y una taza de té caliente. Mientras Víctor comía, Marcelo le mostró todos los textos bíblicos que recordaba.
4 Durante el programa de la tarde, el sol empezó a calentar mucho. Marcelo se volvió hacia su madre de nuevo y le dijo: “No tiene sombrero”. Su madre contestó: “Pues dale el tuyo”. Y eso fue lo que hizo. Cuando terminó el programa, Marcelo y Víctor se despidieron.
5 Al año siguiente, en la asamblea de distrito, Marcelo quiso ver si Víctor había ido. Para su alegría lo encontró, esta vez con corbata. Cuando Víctor vio a Marcelo, explicó a quienes estaban cerca: “Hoy estoy aquí gracias a este muchacho. El año pasado recibí una invitación para la asamblea y vine. Este jovencito compartió su Biblia conmigo y me dio su comida y su sombrero. Ahora estoy estudiando la Biblia”. Víctor ya es publicador no bautizado.