Martes 25 de noviembre
Las mujeres deben vestirse con ropa apropiada, como es propio de mujeres que afirman tener devoción a Dios (1 Tim. 2:9, 10).
Las palabras griegas que se usaron en el texto de hoy indican que las cristianas deben vestir de una manera decente y tomar en cuenta los sentimientos de los demás. ¡Qué orgullosos estamos de las hermanas que demuestran que son maduras por su manera de vestir! El discernimiento es otra cualidad que todas las cristianas maduras deben tener. Es lo mismo que el buen juicio, es decir, la capacidad de diferenciar lo que está bien de lo que está mal y entonces hacer lo que es correcto. Veamos el ejemplo de Abigaíl. Su esposo tomó una decisión muy mala, y ella se dio cuenta de que iba a tener consecuencias desastrosas para todos los que vivían en su casa. Abigaíl actuó de inmediato, y gracias a su buen juicio se salvaron muchas vidas (1 Sam. 25:14-23, 32-35). El discernimiento también nos ayuda a saber cuándo hablar y cuándo callar, y a interesarnos por los demás pero sin hacerlos sentir incómodos (1 Tes. 4:11). w23.12 52:8, 9
Miércoles 26 de noviembre
Alegrémonos debido a la esperanza de recibir la gloria de Dios (Rom. 5:2).
El apóstol Pablo les escribió estas palabras a los hermanos de la congregación de Roma. Ellos habían aprendido sobre Jehová y Jesús, habían demostrado que tenían fe y se habían hecho cristianos. Así que Dios los declaró “justos como resultado de la fe” y los ungió con espíritu santo (Rom. 5:1). A partir de ese momento, tenían una esperanza maravillosa y segura. Más tarde, Pablo les habló a los cristianos ungidos de Éfeso sobre la esperanza que Dios les había dado. Les explicó que recibirían una “herencia para los santos” (Efes. 1:18). Y a los colosenses les mencionó dónde recibirían esa recompensa que esperaban. Les dijo: “Está reservada para ustedes en los cielos” (Col. 1:4, 5). Así que los cristianos ungidos tienen la esperanza de resucitar y vivir eternamente en el cielo, donde reinarán con Cristo (1 Tes. 4:13-17; Apoc. 20:6). w23.12 51:4, 5
Jueves 27 de noviembre
La paz de Dios, que está más allá de lo que ningún ser humano puede entender, protegerá sus corazones y sus mentes (Filip. 4:7).
La palabra original que se traduce “protegerá” era una expresión militar que se usaba para referirse a los soldados que vigilaban una ciudad para que no la atacaran. Sus habitantes podían dormir tranquilos sabiendo que los soldados estaban en las puertas protegiendo la ciudad. De manera parecida, cuando “la paz de Dios” protege nuestro corazón y nuestra mente, nos sentimos seguros y en paz (Sal. 4:8). Incluso si la situación no mejora de inmediato, podemos recuperar la calma, al menos hasta cierto punto, tal como le pasó a Ana (1 Sam. 1:16-18). Y, entonces, seguramente se nos hará más fácil pensar con claridad y tomar buenas decisiones. Tal como los habitantes de una ciudad podían pedirle a un soldado que los protegiera, nosotros también podemos pedirle a Jehová que nos proteja. Orémosle hasta que sintamos “la paz de Dios” (Luc. 11:9; 1 Tes. 5:17). Si usted está en una situación complicada, no deje de orar. Verá cómo Jehová le da su paz y protege su corazón y su mente (Rom. 12:12). w24.01 3:5, 6