Sábado 4 de octubre
Hago todas las cosas por las buenas noticias, para compartirlas con otros (1 Cor. 9:23).
Tengamos presente que es muy importante seguir ayudando a los demás, especialmente con la predicación. En el ministerio, es muy importante ser flexibles. Hablamos con personas que tienen creencias, orígenes y actitudes muy distintas. ¿Por qué debemos fijarnos en el ejemplo del apóstol Pablo? Porque fue flexible y adaptable. Jesús lo nombró “apóstol a las naciones” (Rom. 11:13). Y, para cumplir con ese encargo, Pablo les predicó a judíos, griegos, intelectuales, campesinos, altos funcionarios y reyes. Con tal de llegar al corazón de gente tan distinta, Pablo se esforzó por “ser de todo con gente de todo tipo” (1 Cor. 9:19-22). A la hora de transmitirles el mensaje, tenía en cuenta su cultura y sus creencias. ¿Y en nuestro caso? Nos puede ir mejor en la predicación si somos ingeniosos y adaptamos la manera de presentar el mensaje a las necesidades de cada persona. w23.07 32:11, 12
Domingo 5 de octubre
El esclavo del Señor no tiene que pelear, sino que debe ser amable con todos (2 Tim. 2:24).
La persona apacible no es débil, sino fuerte. Mantener la calma ante situaciones difíciles exige mucha fuerza interior. La apacibilidad es un aspecto del “fruto del espíritu” (Gál. 5:22, 23). La palabra griega que se ha traducido “apacibilidad” a veces se utilizaba para describir a un caballo salvaje que había sido domado. ¿Se imagina el cambio? De ser un caballo salvaje a ser un caballo manso..., manso pero fuerte. ¿Y nosotros? ¿Cómo podemos ser apacibles y fuertes a la vez? No podemos lograrlo solos; necesitamos pedirle a Dios su espíritu. Está demostrado que la apacibilidad no es inalcanzable. Por ejemplo, muchos Testigos han mostrado esa hermosa cualidad cuando otras personas han querido ponerse a discutir con ellos, y esto ha ayudado a otros a llevarse una buena impresión de los Testigos (2 Tim. 2:24, 25). w23.09 39:3
Lunes 6 de octubre
Le oré a Jehová, y él me concedió lo que le pedí (1 Sam. 1:27).
En una visión impresionante, el apóstol Juan vio a 24 ancianos adorando a Jehová en el cielo. Ellos estaban alabando a Dios y reconocían que él merece “recibir la gloria, la honra y el poder” (Apoc. 4:10, 11). Los ángeles también tienen muchas razones para alabar y honrar a Jehová. Ellos están con él en el cielo y lo conocen muy bien. Perciben sus cualidades por las cosas que hace, y les nace alabarlo al verlo en acción (Job 38:4-7). Nosotros también debemos alabar a Jehová cuando hablamos con él. Lo hacemos al decirle lo que nos gusta de él y por qué lo admiramos. Al leer y estudiar la Biblia, esforcémonos por identificar cualidades de Jehová que nos hayan llamado la atención (Job 37:23; Rom. 11:33). Después contémosle lo que sentimos al meditar en esas cualidades. También podemos alabar a Jehová cuando nos ayuda a nosotros personalmente o a todos nuestros hermanos (1 Sam. 2:1, 2). w23.05 20:6, 7