BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • ad págs. 1342-1343
  • Preñez

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • Preñez
  • Ayuda para entender la Biblia
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • “¡AY DE LAS MUJERES QUE ESTÉN ENCINTA!”
  • USO METAFÓRICO
  • Preñez
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
  • Dolores de parto
    Ayuda para entender la Biblia
  • ¿Es usted amiga de la criatura no nacida aún?
    ¡Despertad! 1981
  • Cómo evitar complicaciones en el embarazo
    ¡Despertad! 2003
Ver más
Ayuda para entender la Biblia
ad págs. 1342-1343

PREÑEZ

Cuando Jehová mandó a Adán y Eva: “Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra”, mostró que la preñez sería parte del papel normal de la mujer. (Gén. 1:28.) Al introducirse la imperfección en la familia humana, Dios explicó que aumentarían los dolores de la preñez. (Gén. 3:16; véase DOLORES DE PARTO.)

Los judíos consideraban los hijos, y especialmente los varones, como una bendición (Sal. 127:3; 128:3; Gén. 29:32-35; 30:5, 6), y la esterilidad, como una vergüenza y un oprobio. (Luc. 1:24, 25; Gén. 25:21; 30:1.) Por consiguiente, la mujer casada deseaba quedar encinta. (1 Sam. 1:2, 11, 20.) Una vez concebida la criatura, el embrión o feto en desarrollo ya se consideraba un alma. Si alguien provocaba la muerte de ese feto que se desarrollaba en la matriz, el acto se juzgaba según la regla de “alma por alma”. (Éxo. 21:22, 23.) El que un enemigo rajase o abriese a una mujer encinta era un acto horrendo. (Ose. 13:16; Amós 1:13; 2 Rey. 8:12; 15:16.)

Los últimos momentos de preñez estarían acompañados de dolores (Sal. 48:6; 1 Tes. 5:3), pero ese desconsuelo temporal concluiría con el nacimiento de la criatura, de modo que el embarazo normalmente tendría una conclusión feliz y satisfaciente. (Juan 16:21, 22.)

“¡AY DE LAS MUJERES QUE ESTÉN ENCINTA!”

Al responder a la pregunta de los apóstoles sobre la conclusión del sistema de cosas, Jesús habló acerca de huir de Judea y dijo: “¡Ay de las mujeres que estén encinta y de las que den de mamar en aquellos días!”. (Mat. 24:19; Mar. 13:17; Luc. 21:23.) El cumplimiento y veracidad de esas palabras llegó a hacerse evidente en los acontecimientos que ocurrieron antes y durante la destrucción de Jerusalén en el año 70 E.C. Aunque generalmente una mujer encinta puede trabajar y moverse hasta cierto grado (Luc. 1:39, 56; 2:5), una larga huida a pie por terreno montañoso sería algo muy duro para ella, especialmente si estuviera en estado avanzado de gravidez. Las mujeres que estaban encinta y las que daban de mamar cuando las fuerzas romanas sitiaron Jerusalén experimentaron muchísimas adversidades. Imperaba el hambre. Una mujer embarazada necesita una nutrición apropiada. Si, por ejemplo, no toma suficiente calcio, puede estropeársele la dentadura, pues el cuerpo absorbe calcio para formar los huesos de la criatura que se está desarrollando. Por otra parte, el instinto maternal y protector de una mujer haría que, al ver a niños padecer hambre y morir, su sufrimiento aumentase, sabiendo que pronto daría a luz un hijo en tales condiciones. Josefo escribió lo que hacían algunas personas hambrientas en la sitiada Jerusalén: “No existía piedad ninguna, ni para los ancianos ni para los niños de corta edad. Alzaban a los niños prendidos a sus bocados y los tiraban al suelo”. (La Guerra de los Judíos, Libro V, cap. X, sec. 3; compárese con Lucas 23:29.)

USO METAFÓRICO

El período de embarazo que culmina con el nacimiento de una criatura se usa varias veces en un sentido metafórico. Israel perdió el favor de Dios debido a que sus habitantes infieles habían ‘concebido lo gravoso y dado a luz lo que era perjudicial’. (Isa. 59:2-8; compárese con Salmos 7:14.) El proceso empezó cuando permitieron que ciertos “pensamientos perjudiciales” y deseos incorrectos impregnasen su mente y corazón y, de hecho, se incubasen allí, resultando inevitablemente en que diesen a luz “obras perjudiciales”. (Compárese con Santiago 1:14, 15.)

En otro lugar, Isaías describe a Israel como una mujer que gime en sus dolores de parto y le dice a Dios: “Así nos hemos puesto nosotros a causa de ti, oh Jehová. Hemos llegado a estar en preñez, hemos tenido dolores de parto; por decirlo así, hemos dado a luz viento. Ninguna salvación verdadera logramos en cuanto a la tierra, y ningún habitante procede a caer en nacimiento [“a nacer” VP, Val]”. (Isa. 26:17, 18.) Esto puede referirse a que, a pesar de las bendiciones recibidas de Dios (compárese con el versículo 15) y de que Él había colocado delante de Israel la oportunidad de llegar a ser “un reino de sacerdotes y una nación santa” (Éxo. 19:6), Israel todavía no había visto realizado el cumplimiento, por tanto tiempo esperado, de la promesa concerniente a la descendencia por medio de la cual fluirían bendiciones. (Gén. 22:15-18.) Los esfuerzos que Israel había hecho con la meta de la salvación no habían servido para nada; como nación no podían librarse “de la esclavitud a la corrupción” por la que toda la creación “sigue gimiendo juntamente y estando en dolor juntamente”. (Rom. 8:19-22; compárese con 10:3; 11:7.) Cuando Babilonia la conquistó, la tierra ‘se desvaneció’ por causa de su contaminación al haber violado el pacto de Dios, y ‘los habitantes de la tierra decrecieron en número’. (Isa. 24:4-6.)

En contraste, mediante hacer regresar a su pueblo, Jehová hizo que Jerusalén fuese como una mujer que había quedado encinta de su marido y daba a luz muchos hijos. (Isa. 54:1-8.)

El apóstol Pablo cita esta profecía del capítulo 54 de Isaías y la aplica a “la Jerusalén de arriba [la cual] es libre, y ella es nuestra madre”. (Gál. 4:26, 27.) Esto sirve de ayuda para entender la visión registrada en Revelación 12:1-5, en la que una “mujer” celestial que está encinta da a luz “un hijo, un varón, que ha de pastorear a todas las naciones con vara de hierro”. El hecho de pastorear a las naciones con una vara de hierro tiene que ver directamente con el reino mesiánico de Dios y, por lo tanto, la visión tiene que estar relacionada con el nacimiento de ese Reino, puesto que, después de derrotar el ataque de Satanás contra el “hijo” recién nacido, se oye el consiguiente grito: “¡Ahora han acontecido la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo!”. (Rev. 12:10.) La angustia que siente la “mujer” celestial encinta antes de dar a luz hace recordar la expresión “dolores de parto” que Pablo usa en Gálatas 4:19, donde parece ser que representa un interés conmovedor y un deseo ferviente de ver que los asuntos llegan a desarrollarse de manera plena (en el caso de Pablo, el que los creyentes gálatas llegaran a desarrollarse plenamente como cristianos).

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir