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  • ¿Qué papel debería desempeñar la religión en la vida?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1959
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1959
w59 15/5 págs. 293-296

¿Qué papel debería desempeñar la religión en la vida?

Para muchísimas personas hoy en día la religión es meramente algo que usan para lograr sus propios fines. El papel que debería desempeñar la religión en la vida lo muestra claramente la Palabra de Dios.

NUNCA antes se ha comentado tanto acerca de la religión en países tales como los Estados Unidos de la América del Norte. No obstante, paradójicamente, nunca antes ha ejercido la religión menos influencia en la política y en los negocios. Como tan a menudo es el caso, el aumento en cuanto a cantidad está acompañado de una decadencia en cuanto a calidad. ¿Por qué? Porque no se aprecia el papel que debería desempeñar la religión en la vida.

Da testimonio de que ésta es la situación en los Estados Unidos el artículo que se publicó en el Sunday Examiner de Los Ángeles, California, el 9 de febrero de 1958 sobre el tema “¿Cuántos estadounidenses REALMENTE creen en Dios?” Declaró que “el 95 por ciento dice que cree, pero,” entonces prosiguió a elaborar acerca del “pero.”

“En cierta encuesta cuatro de cada cinco estadounidenses adultos a quienes se les preguntó dijeron que creían que la Biblia es la Palabra revelada de Dios,” pero el 53 por ciento de ellos no pudo nombrar ni siquiera uno de los cuatro Evangelios.

“Otra encuesta reveló que el ochenta por ciento de los estadounidenses afirmaba creer que Cristo es Dios. Pero cuando a treinta estadounidenses prominentes se les pidió que clasificaran en orden de importancia los cien acontecimientos más significantes de la historia, el nacimiento de Cristo ocupó el décimocuarto lugar, lado a lado con el descubrimiento de los rayos X y el primer vuelo de los hermanos Wright en aeroplano.”

El Examiner también contó acerca de una encuesta llevada a cabo por el sacerdote católico Fichter entre 10,964 católicos de una parroquia típica de Nueva Orleans. De entre ese número, él halló a 4,216 que “para todo propósito práctico estaban ‘latentes.’ Ni concurrían a la iglesia ni contribuían dinero ni enviaban a sus hijos a clases de religión.”

“Finalmente y probablemente lo más significante fué una encuesta en que primero se les preguntó a los estadounidenses si creían que era ‘de mucha importancia’ la religión. La gran mayoría dijo que lo era. Entonces se les preguntó: ‘¿Diría usted que las creencias religiosas suyas afectan de alguna manera sus ideas acerca de la política o el negocio?’ El 54 por ciento dijo que ‘no.’”

De acuerdo con lo susodicho el Times de Nueva York del 14 de octubre de 1957 relató que el obispo metodista Ricardo C. Raines deploraba la creciente tendencia a considerar a Dios como meramente “algo adicional.” “En la religión verdadera,” recalcó él, “Dios decide y el hombre busca la voluntad de Dios y la cumple.” Y The Christian Century del 12 de febrero de 1958 relató que el obispo episcopal Alberto R. Stuart, de Georgia, dijo que los estadounidenses carecían de un sentido de vocación y convicción en cuanto a su religión.

DEVOCIÓN EXCLUSIVA

El vocablo “religión,” en su forma más literal y sencilla significa un sistema o forma de adoración, el rendir servicio a una deidad. Según la Palabra de Dios, la religión verdadera, la religión cristiana, no es cosa cualquiera adicional, algo meramente incidental, como si fuera sólo un medio hacia un fin. Es y tiene que ser para nosotros la meta, el fin mismo, el propósito principal en la vida. Tiene que ser la fuerza guiadora, impulsora, motivadora, el factor dominante en nuestra vida. Es certísimamente un caso de que Dios decida y que nosotros llevemos a cabo la voluntad divina a pesar de cuales fueren las consecuencias. Es verdaderamente una vocación, una manera de vivir, basada en conocimiento y fe, raciocinio y convicción; un amor a la verdad y a la justicia.

Así como Dios dijo a los israelitas: “Yo Jehová el Dios tuyo soy un Dios que exige devoción exclusiva.” Y de nuevo: “Debes amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y toda tu alma y toda tu fuerza vital.” La adoración que le rendimos a él tiene que ser indivisa. Debido a eso él amonestó a su pueblo no sólo contra la adoración de deidades paganas sino también contra el permitir que la prosperidad material le hiciera olvidarse de él.—Éxo. 20:1, 5; Deu. 6:5; 8:10-14.

Jesucristo, el Hijo de Dios, recalcó la misma cosa: “Sigan, pues, buscando primero el reino y su justicia.” “El que le tiene mayor cariño a padre o madre que a mí no es digno de mí.” “Si alguien quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo y levante su madero de tormento y me siga continuamente.”—Mat. 6:33; 10:37; 16:24.

Y por la manera en que él mismo procedió Jesús ilustró lo que enseñaba. Al tiempo señalado por Dios él se dedicó a hacer la voluntad de Dios, siendo bautizado en el Jordán por Juan como testimonio público de ello, después de lo cual recibió el espíritu santo de Dios. Desde entonces en adelante ya no trabajó en su oficio de carpintero, ni escogió alguna carrera que le fuera especialmente grata a él. No, a partir de entonces él cumplió la voluntad divina para la cual había venido a la tierra: “Con este propósito he nacido y con este propósito he venido yo al mundo, para dar testimonio a la verdad.”—Juan 18:37.

Sus apóstoles y discípulos primitivos siguieron su ejemplo. Pedro, Andrés, Santiago y Juan abandonaron su negocio de pesca para unirse a Jesús en su ministerio; Mateo abandonó su puesto de recaudador de impuestos. Con razón pudo decir Pedro: “¡Mire! nosotros dejamos todas las cosas y le hemos estado siguiendo a usted.” De igual modo Pablo dejó su puesto honorable de fariseo.—Mar. 10:28.

El papel dominante que la religión debería desempeñar en la vida se hace destacar aún más por la comparación que Pablo hizo entre el cristiano y un soldado: “Ningún hombre que sirve como soldado se envuelve en los negocios comerciales de la vida, a fin de que pueda alcanzar la aprobación de aquel que lo alistó como soldado.”—2 Tim. 2:4.

MINISTERIO DE TIEMPO PARCIAL ACEPTABLE

Eso no quiere decir que todo soldado cristiano tenga que literalmente abandonar todo como lo hicieron Jesús y sus apóstoles. También es la voluntad divina el que los cristianos “provean las cosas correctas a la vista de todos los hombres,” y que provean “para los que son suyos.” El que no lo hiciera significaría que “ha repudiado la fe y es peor que una persona sin fe.” El obedecer estos mandatos tal vez limite las actividades de predicación, pero el cristiano no se envolverá voluntariamente en proyectos comerciales o de otra clase para ganancia propia. Toda otra actividad será meramente con el propósito de sufragar los gastos del ministerio, por decirlo así.—Rom. 12:17; 1 Tim. 5:8.

De paso podría comentarse que el mismo principio aplica a las aficiones. El cristiano no toma tan en serio una afición que llegue a ser esclavo de ella. Se entrega a ella sólo al grado que todavía sirva de recreo.

Así que el caso del cristiano sincero iluminado es exactamente lo contrario al del cristiano nominal. En vez de usar su religión para servir algún fin personal, él hace que todo lo demás en la vida sirva los fines de su religión, y todo cuanto no lo hiciera, él lo elimina. Los patrones invariablemente hallan que el cristiano es confiable y eficiente, sea que fuere africano minero de cobre o secretario particular norteamericano. Sin embargo, de vez en cuando sucede que algún patrón sí se queja. ¿Por qué motivo? Porque el testigo cristiano de Jehová no está poseído de una ambición consumidora de adelantarse en el mundo, no compite con sus colaboradores para conseguir los puestos más lucrativos. El patrón no aprecia el hecho de que el papel dominante en la vida del cristiano no consta de riqueza, fama, prestigio o poder, sino de la religión, de hacer la voluntad divina. Después de todo, para éste tal empleo es de importancia secundaria; su vocación es el ministerio cristiano.

Por muy buenas razones el ministerio cristiano ocupa el primer lugar. Por medio de éste se le rinde el debido honor al Creador, Jehová Dios, mediante el dar testimonio a favor de su nombre; de ese modo se remueven el oprobio y la vergüenza que hombres egoístas e ignorantes han amontonado sobre el nombre de Jehová. Además, por medio del ministerio se les señala el camino de la salvación a hombres de buena voluntad para que puedan huir de la destrucción inminente del Armagedón. También, los ministros cristianos amonestan a los inicuos para que éstos sean completamente responsables y además sepan el motivo de su destrucción. Y finalmente, por medio de participar en el ministerio cristiano uno se asegura de la salvación para sí mismo, como muestra Pablo: “Porque con el corazón se ejerce fe para justicia, pero con la boca se hace declaración pública para salvación.”—Rom. 10:10.

Para cumplir con sus obligaciones correctamente tocante a estas cosas el cristiano, al igual que los de Berea en los principios del cristianismo, tiene que estar “examinando las Escrituras cuidadosamente cada día.” Tiene que obedecer el mandato: “Haz todo lo posible para presentarte aprobado a Dios, un trabajador que no tiene de qué avergonzarse, manejando la palabra de la verdad correctamente.” Tiene que mostrar que él aprecia que “toda Escritura es inspirada por Dios y es benéfica para enseñar, para reprender, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el hombre de Dios sea enteramente competente, completamente equipado para toda buena obra.”—Hech. 17:11; 2 Tim. 2:15; 3:16, 17.

En adición al estudio particular de la Biblia y de ayudas para el estudio de ella, el cristiano tiene que obedecer el mandato: “Considerémonos unos a otros para incitar al amor y a las obras rectas, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino animándonos, y tanto más al ver que el día se acerca.” Eso quiere decir que tiene que asistir a las reuniones de congregación, de las cuales hay cinco cada semana para los testigos cristianos de Jehová. Por medio de dichas reuniones el cristiano crece en cuanto a conocimiento, fe, entendimiento y amor, así equipándose más cabalmente para su ministerio. Y puesto que todo este estudio personal y asociación con otros toma tiempo, tiene que tomar a pecho el consejo de estar “comprando el tiempo oportuno que queda para ustedes mismos, porque los días son malos,” siempre dando el lugar de primera importancia a las cosas que deben hacerse primero.—Heb. 10:24, 25; Efe. 5:16.

NUEVA PERSONALIDAD

Los clérigos tal vez hablen acerca de la religión cristiana diciendo que es asunto de hacer la voluntad divina, que es una vocación y que se basa en convicción profunda, pero en vista de los hechos es patente que no han logrado hacer que sus rebaños aprendan que el ser cristiano quiere decir hacer una carrera de la predicación del evangelio, así como lo hizo Jesucristo. Y el hecho de que explotadores sin conciencia, políticos corruptos, fornicadores, adúlteros, y hasta rufianes viciosos pueden ser miembros respetados de las iglesias manifiesta cuán lastimosamente lejos está el clero de apreciar el papel que la religión debería desempeñar en cuanto a los principios de verdad y justicia.

Eso explica por qué el apóstol Pablo amonesta: “Ni fornicadores, ni idólatras, ni adúlteros, . . . ni ladrones, ni personas codiciosas, ni borrachos, . . . ni opresores heredarán el reino de Dios.” Los que quisieran ser cristianos tienen que ‘dejar de amoldarse a este sistema de cosas, mas transformarse por medio de rehacer su mente, para que prueben para sí mismos la buena y la aceptable y la completa voluntad de Dios.’ Y entre los cristianos “no hay ni griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, extranjero, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todas las cosas y en todos.” Los cristianos tienen que ser guiados por principios, no por influencia ajena o inclinaciones egoístas; la voluntad de Dios, no la de ellos mismos, ni la de otros que se oponen a Dios, tiene que determinar la conducta de ellos. No pueden dejar que ningún prejuicio desamorado racial, nacional o social corrompa su unidad.—1 Cor. 6:9, 10; Rom. 12:2; Col. 3:11.

El papel dominante de la religión afecta todas nuestras relaciones, como Pablo sigue diciendo: “Cuanto hagan en palabra o en obra, háganlo todo en el nombre del Señor Jesús, . . . Esposas, estén sujetas a sus esposos, como es propio en el Señor. Esposos, continúen amando a sus esposas y no se enojen severamente con ellas. Hijos, sean obedientes a sus padres en todo, porque esto es grato en el Señor. Padres, no estén exasperando a sus hijos, para que no se descorazonen. Esclavos, sean obedientes. . . Amos, sigan administrando lo que es justo.” Y cualquier otra relación humana que exista ha de ser gobernada por la ‘regla real de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos,’ y por la “regla áurea” de ‘hacer a los demás como quisiéramos que ellos nos hiciesen.’—Col. 3:17 hasta 4:1; Mat. 22:39; 7:12.

¿Qué nos ayudará a darnos cuenta del papel que le atañe a la religión desempeñar en nuestra vida? En particular, la fe, la esperanza y el amor. Fe en que Dios recompensa a los que le sirven. Amor a él con todo nuestro corazón, mente y fuerza. Y esperanza puesta en su nuevo mundo de justicia en el cual no habrá más muerte, tristeza ni llanto, y cuando la verdad respecto a Jehová cubrirá la tierra como las aguas cubren el mar.—Isa. 11:9; Mat. 22:37; 1 Cor. 13:13; 2 Ped. 3:13; Apo. 21:4.

De manera que, según la Palabra de Dios, la verdadera religión debería desempeñar el papel dominante en nuestra vida. Debería ser la fuerza motriz, debería impartir propósito y dirección a nuestra vida, haciéndola más llena, más rica y verdaderamente feliz. Debería capacitarnos para servir al máximo a Dios y a nuestro prójimo. Al hacer esto podemos estar seguros de tener vida eterna en el nuevo mundo de Dios. El que lo susodicho no sólo es lógico y bíblico, sino también práctico, se probó notablemente por el ejemplo puesto por los testigos cristianos de Jehová en su Asamblea internacional “Voluntad divina” que celebraron este verano pasado en la ciudad de Nueva York.

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