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  • Se llega a “hombres de toda clase” en Bélgica
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1992
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  • “Envía tu pan”
  • El reto de los idiomas
La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1992
w92 15/12 págs. 24-28

Se llega a “hombres de toda clase” en Bélgica

EL APÓSTOL Pablo les recordó a sus compañeros cristianos ungidos que la voluntad de Dios es que “hombres de toda clase se salven y lleguen a un conocimiento exacto de la verdad”. A este fin, tenían que orar por “una vida tranquila y quieta” que les permitiera proclamar las buenas nuevas del Reino a quienes estuvieran dispuestos a escuchar. (1 Timoteo 2:1-4.)

Para los testigos de Jehová de Bélgica encierra un sentido especial llegar con las buenas nuevas a “hombres de toda clase”. Desde que finalizó la II Guerra Mundial, este pequeño país, que cabría con holgura en el lago Tanganika o en medio lago Michigan, ha cambiado radicalmente su composición étnico-cultural. Aparte de las tres comunidades tradicionales —flamenca (holandesa), francesa y alemana— Bélgica tiene gran variedad de grupos lingüísticos y culturales. Hay poblaciones árabes, turcas, hindúes, chinas, filipinas y estadounidenses, por citar algunas. Se calcula que de cada 10 residentes belgas, 1 es extranjero.

Así, los Testigos belgas, como sus compañeros cristianos de todo el mundo, se enfrentan al reto de llegar a “hombres de toda clase” con las buenas nuevas. ¿Cómo predican a nacionalidades tan diversas? ¿De qué manera se dirigen a gente de antecedentes religiosos y culturales tan distintos? ¿Qué acogida tiene el mensaje bíblico?

Tomar la iniciativa da buenos resultados

Hablar de las buenas nuevas del Reino a “hombres de toda clase” es una experiencia llena de alegría y emoción. En las calles transitadas, en los mercados, en el transporte público y de casa en casa, se hallan personas de todos los continentes. Con un poco de iniciativa, el publicador del Reino puede entablar una conversación con facilidad, y en muchos casos los resultados compensan.

A cierta Testigo le bastó con mostrar una sonrisa afectuosa para ponerse a conversar en la parada de autobús con una señora africana, que no tardó en indicar que le gustaba oír hablar del Reino de Dios y que quería aprender más de la Biblia. Aceptó las revistas La Atalaya y ¡Despertad! y le dio su dirección a la Testigo. Al decirle que la visitaría pronto, la señora objetó: “No, no, quedemos en un día para estar en casa cuando usted vaya”.

Tres días después, cuando la Testigo iba a visitarla, descubrió que había perdido su dirección. Pero como recordaba el nombre de la calle, fue y empezó a buscar en todas las puertas algún nombre africano. Recorrió la calle entera sin hallarlo. ¡Qué disgusto! Cuando se disponía a marcharse, súbitamente vio frente a ella, como salida de la nada, a la señora que buscaba, y justo a la hora convenida. Iniciaron un estudio bíblico.

¿Qué puede decirse de las diferentes costumbres, creencias y tradiciones, como, por ejemplo, las creencias hindúes? Una precursora recordó que había leído en el libro Razonamiento a partir de las Escrituras lo siguiente: “En vez de tratar de considerar las complejidades de la filosofía hindú, presente las verdades convincentes que se encuentran en la Santa Biblia. [...] Las verdades claras de Su Palabra llegarán al corazón de los que tienen hambre y sed de justicia”.

Así actuó la precursora al conocer a Kashi, una señora hindú que aceptó un estudio bíblico. El progreso de Kashi era continuo, por lo que no tardó en hablar a sus amigos de lo que aprendía. Cierto día, la precursora conoció a la esposa de un embajador, la cual le preguntó: “¿Es usted la que le enseña la Biblia a Kashi?”. Para la precursora fue toda una sorpresa oír a la embajadora decir: “¡Qué maestra tan estupenda! Ha logrado convencerme de muchas doctrinas. Imagínese, una hindú enseñándome la Biblia a mí, que soy católica”.

Al conocer a los filipinos, se percibe inmediatamente que la mayoría ama la Biblia. Cariñosos y hospitalarios, es muy fácil entablar conversaciones con ellos. Cierta señora filipina aceptó gustosa dos revistas pero, como era católica, las tiró. Semanas más tarde aceptó otras dos y las guardó en el bolso. Una noche le apetecía leer. Buscando algo interesante, encontró las revistas. Con indecisión, empezó a leerlas, y su interés fue aumentando. Poco después la visitó un Testigo, al que hizo muchas preguntas. Por primera vez, contrastó sus creencias católicas con la Biblia. La presentación lógica basada en las Escrituras la convenció de que por fin había hallado la verdad.

“Envía tu pan”

Muchos extranjeros están en Bélgica de negocios o trabajando en las 150 embajadas acreditadas de la Comisión Económica Europea. La mayoría reside en este país solo unos años. Aunque al principio parezca infructuoso testificarles o estudiar la Biblia con ellos, la Biblia nos recuerda: “Envía tu pan sobre la superficie de las aguas, pues con el transcurso de muchos días lo hallarás otra vez”. (Eclesiastés 11:1.) Los resultados suelen compensar los esfuerzos.

Ocurrió así con una señora estadounidense que recibía las revistas de una Testigo. Esta le señaló la conveniencia de estudiar la Biblia con regularidad y se brindó a estudiar con ella. La señora aceptó y progresó rápidamente. Pronto vio la diferencia existente entre la religión falsa y la verdadera. Así, se deshizo de las imágenes religiosas que tenía en casa. Luego tuvo que regresar a Estados Unidos. ¿Acabaría allí su progreso espiritual? Imagínese qué alegría y qué sorpresa recibió la hermana cuando la telefoneó una Testigo desde Estados Unidos y le dijo que la señora había reanudado el estudio, había dedicado su vida a Jehová Dios, se había bautizado e incluso ya era precursora auxiliar.

Otro tanto sucedió en el caso de Kashi, la señora hindú, y en el de la filipina mencionada antes. Cuando regresaron a la India, Kashi y su esposo reanudaron el estudio bíblico. Con el tiempo se dedicaron a Jehová y empezaron a participar en la predicación. Como vivían en una zona donde no había más Testigos, ofrecieron su casa para celebrar el Estudio del Libro de Congregación. Kashi fue precursora auxiliar al grado que se lo permitió su salud y ha estado conduciendo seis estudios bíblicos con un total de 31 personas. Así mismo, la señora filipina se mudó a Estados Unidos, progresó hasta dedicarse y bautizarse y se hizo precursora regular. Estos son solo una muestra de los buenos resultados que obtienen los publicadores del Reino belgas al predicar en su territorio.

El reto de los idiomas

A fin de cumplir la comisión de predicar a “hombres de toda clase”, la sucursal tiene que almacenar literatura bíblica en más de 100 idiomas. En la actualidad hay congregaciones belgas en 10 idiomas. De las 341 congregaciones, 61 son de lenguas extranjeras, y de los 26.000 publicadores del Reino, 5.000 son de otra nacionalidad. En cierta congregación hay hombres y mujeres de 25 países. ¡Imagínese qué colorido y variedad tienen las reuniones! Sin duda, el amor y la unidad fraternos son claro testimonio de que son auténticos discípulos de Cristo. (Juan 13:34, 35.)

En vista de que tantos residentes necesitan escuchar las buenas nuevas en su lengua, algunos publicadores han acometido la empresa de aprender idiomas tan difíciles como turco, árabe y chino. Sus desvelos han sido recompensados con creces.

Los que sirven a la población árabe notan que es fácil estimular el interés destacando el valor práctico de la Biblia. Un publicador del Reino tuvo una conversación muy interesante con un profesor árabe, tras la cual no logró volver a verlo por tres años. En vez de darse por vencido enseguida, decidió dejarle al profesor una nota con preguntas bíblicas. Esta nota le intrigó a tal grado que estuvo dispuesto a examinar imparcialmente la Biblia. Lo que halló le impresionó tanto que él y su esposa, musulmanes los dos, apartaron algunas tardes para leer juntos la Biblia.

Quienes intentan ayudar a la numerosa población china de las ciudades principales han de superar otro obstáculo aparte del idiomático. La generalidad de los chinos no cree que Dios sea el Creador ni que la Biblia sea su Palabra. Pero son curiosos y quieren enterarse de qué se trata. Son, asimismo, lectores ávidos. Es fácil que se lean en tan solo unos días las publicaciones bíblicas recibidas o hasta buena parte de la Biblia. Si su corazón es recto, les motiva el poder de la Palabra de Dios.

Aunque a cierta señora china le costaba aceptar que existiera un Creador, durante el segundo estudio dijo con ojos llorosos: “Ahora sí creo en Jehová Dios, pues si la Biblia la escribieron 40 hombres durante 1.600 años y aun así concuerda en todo con un solo tema, debe ser que Jehová Dios los dirigió. ¡Es tan lógico!”.

Cuando una Testigo abordó en el tranvía a otra señora china, esta le preguntó: “¿Es usted cristiana?”. A continuación le expresó su descontento por las contradicciones de quienes afirman ser cristianos. La Testigo concordó, aunque le explicó que la Biblia no se contradice. Justo en ese momento la señora tuvo que apearse. Le dio su dirección a la Testigo y, cuando esta fue a visitarla, la señora exclamó: “¡Si lo hubiera sabido, habría montado en el tranvía un año antes!”. Al preguntarle qué quería decir, explicó: “Era la primera vez que iba a la universidad en tranvía, ¿se lo imagina? ¡He perdido un año!”. Estaba contentísima de estudiar la Biblia, aunque fuera solo durante unos meses antes de volver a China.

Experiencias como estas han enseñado una lección a los Testigos belgas. La Biblia dice: “Por la mañana siembra tu semilla, y hasta el atardecer no dejes descansar la mano; pues no sabes dónde tendrá éxito esto, aquí o allí, o si ambos a la par serán buenos”. (Eclesiastés 11:6.) Sus esfuerzos por superar las barreras del idioma, las costumbres y las tradiciones han valido la pena en vista de los resultados. Las alentadoras reacciones prueban, sobre todo, que Dios realmente “no es parcial, sino que, en toda nación, el que le teme y obra justicia le es acepto”. (Hechos 10:34, 35.)

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