Honduras
HABÍA luchado tenazmente contra la furiosa tempestad que amenazaba estrellar su barco contra las mismas costas que acababa de descubrir. Se informa que cuando por fin se libró de las aguas traicioneras, Cristóbal Colón exclamó con alivio: “Gracias a Dios que hemos salido de esas honduras”. Y la palabra honduras permaneció como el nombre del país. Al menos así es como algunos libros de historia dicen que surgió el nombre de Honduras.
Hoy es mucho más fácil llegar a Honduras y salir de él que en los tiempos de Colón. Es uno de los siete países pequeños ubicados en la angosta faja de tierra que conecta América del Norte con América del Sur. Con unos cinco millones de habitantes en sus 112.000 kilómetros cuadrados, no es ni el país más grande de América Central ni el más poblado, pero sí el más montañoso. A 15 grados de latitud norte, tanto su costa del Caribe como la del Pacífico son bañadas por el calor tropical, mientras que las tierras elevadas del interior son mucho más templadas.
Las montañas cubiertas de pinos, los ondulantes valles selváticos en los que crecen el cedro y la famosa caoba hondureña, las húmedas ciénagas y las lagunas y playas ribeteadas de palmeras a lo largo de la costa caribeña atestiguan que esta tierra está llena de paisajes hermosos que glorifican al Creador y satisfacen el alma.
Sus habitantes también son variopintos e interesantes; indígenas, blancos y negros, y la bonita mezcla de las tres razas. Los mayas fueron los primeros habitantes que llegaron a estas tierras. Nadie sabe con certeza de dónde vinieron.
Las similitudes entre las pirámides mayas y los zigurats de Egipto y Babilonia son sorprendentes, y las semejanzas religiosas también son interesantes. La religión maya, con sus múltiples dioses y su creencia en la inmortalidad del alma y el castigo después de la muerte, no difiere mucho de la religión babilonia. Tampoco se vio muy afectada con la llegada de la cristiandad.
La cristiandad se introdujo en Honduras a la fuerza. Los conquistadores españoles convirgieron en Honduras en 1524. Según tenían por costumbre, impusieron su idioma y la religión católica a los nativos. Hasta el día de hoy un 95% de los hondureños son católicos. En 1821 Honduras declaró su independencia —unos tres siglos después de que llegaran los españoles— y terminó el período colonial. Los españoles no fueron los únicos que se mostraron ansiosos de explotar este país que rebosaba de flora y fauna y abundaba en oro y plata. Sin embargo, a los invasores posteriores no se les llamó colonizadores sino piratas. Tanto William Parker como sir Francis Drake amenazaron la costa de Honduras en el decenio 1570-1580.
Los albores de la verdad
La religión babilónica, tanto la de los mayas de la antigüedad como la de las diferentes sectas modernas de la cristiandad, ha mantenido a la gente sumida en la oscuridad, en cautiverio a la ignorancia, la superstición y el espiritismo durante muchos siglos. No fue sino hasta estos últimos días cuando apareció un vislumbre de luz espiritual en Honduras.
En 1930 la señorita Freddie Johnson, una mujer de pequeña estatura, ya en sus cincuenta, empezó a predicar el mensaje del Reino en la costa norteña y en las Islas de la Bahía. Acompañada únicamente de su caballo, esta precursora ungida precisó fe firme y gran vigor para llegar a las personas de las esparcidas plantaciones de plátano y de las ciudades costeras de Tela, La Ceiba y Trujillo. En aquel entonces no había caminos, solo veredas que atravesaban la húmeda selva. Recorría parte del camino en un tren de vapor utilizado por una compañía de frutas. Pocas personas de esa zona habían visto una Biblia; y muchas, aunque la hubieran visto, no habrían podido leerla. No obstante, en aquel año la señorita Freddie Johnson dejó más de 2.700 libros y folletos en manos de los que mostraron interés en la verdad. Volvió posteriormente en 1934 y de nuevo en 1940 y 1941.
Con la excepción de un solo publicador que predicó allí en 1943, no se sabe si hubo otros predicadores antes de la llegada de los primeros misioneros en 1945. A mediados de 1946, Nathan H. Knorr visitó Honduras a fin de establecer una sucursal y poner en marcha la predicación de manera organizada. Donald Burt, que se graduó de la tercera clase de Galaad, viajó por el interior del país para ver cuáles eran las necesidades y las condiciones de vida que afrontarían los futuros precursores especiales.
Una de las primeras siete misioneras fue Darlean Mikkelsen. Después de graduarse de la tercera clase de Galaad, se le asignó en febrero de 1946 a Tegucigalpa, la capital de Honduras. Darlean no podía ni siquiera pronunciar el nombre de la ciudad y tuvo que buscar información sobre ella. Aprendió que en lenca, la lengua nativa, “Tegucigalpa” significa “cerros de plata”. En un tiempo era común ver hileras de 15 ó 20 burros con cargamentos de plata descender por las laderas de los cerros hacia la ciudad. Cuando Darlean llegó, vio que el aeropuerto era un simple edificio de madera con una pista angosta de aterrizaje. Aun así, sintió alivio cuando vio que la capital estaba más desarrollada de lo que se había imaginado.
Loverna Grell y su hija Ethel también se hallaban entre aquellas primeras misioneras. Al llegar a su asignación, Loverna se llevó una sorpresa cuando se le informó que el día siguiente era su “día de cocinar”. La costumbre en los hogares misionales es que cada persona o matrimonio se turne para preparar los alimentos. Para Loverna fue un verdadero desafío, pues además de desconocer la mayoría de las frutas y los vegetales, al comprarlos tenía que regatear con los comerciantes en un lenguaje desconocido también.
En 1946 había en Honduras un total de nueve misioneros. Se formó la primera congregación y las perspectivas de la obra parecían alentadoras. Los misioneros conducían 57 estudios bíblicos. Entre 1946 y 1949, el promedio de publicadores del Reino aumentó de 19 a 256, y el número de congregaciones ascendió de una a seis. Al mismo tiempo los estudios bíblicos aumentaron de 57 a 160.
Colocan un letrero
A fines de 1946, Everett y Gertrude Weatherbee, junto con un matrimonio de misioneros recién llegados, se establecieron en San Pedro Sula, la segunda ciudad mayor de Honduras. Ubicada a unos 58 kilómetros del mar Caribe, esta ciudad, aunque es conocida como el centro industrial, se asienta sobre uno de los territorios más ricos y fértiles del país. Favorecida con abundantes lluvias, produce durante todo el año plátanos, naranjas, piñas y caña de azúcar en sus exuberantes alrededores verdes.
Los recién llegados colocaron inmediatamente en el portal un letrero que decía: “Salón del Reino de los Testigos de Jehová”. El nombre de Jehová era prácticamente desconocido en la región, por lo que el letrero llamó mucho la atención. Algunos miembros de la Iglesia evangélica incluso asistieron al discurso público. El pastor de ellos, enfadado por lo sucedido, dedicó su siguiente sermón a condenar a los testigos de Jehová, y hasta mencionó los nombres de los que asistieron al discurso para abochornarlos ante los demás. Sin embargo, su diatriba solo avivó el interés de las personas. La semana siguiente un mayor número de evangélicos se presentaron en el Salón del Reino.
En el pueblo de La Lima, a 10 kilómetros al este de San Pedro Sula, la obra también prosperaba, pero en aquel tiempo había solo una congregación de habla inglesa. Y esta no podía atender el número creciente de hispanohablantes interesados en la verdad. Se necesitaba una congregación de habla española, pero había que superar un obstáculo.
Muchos de los habitantes no veían ninguna ventaja en casarse legalmente; las parejas simplemente vivían juntas para criar hijos. Con frecuencia, después de algún tiempo, el padre sencillamente abandonaba a la familia para vivir con una mujer más joven. Muchas mujeres que han sido abandonadas tienen que arreglárselas para cuidar a sus hijos y trabajar la jornada completa. Por consiguiente, para organizar la congregación hispana fue necesario esperar hasta que hubiese suficientes varones legalmente casados que pudieran atenderla. Jehová bendijo sus esfuerzos, pues en tan solo un año el número de publicadores en La Lima aumentó de 24 a 77.
Los visita el presidente de la Sociedad
El acontecimiento más sobresaliente de 1949 fue la visita de N. H. Knorr y Roger Morgan durante la asamblea general de Tegucigalpa. Desde allí viajaron a San Pedro Sula y a La Ceiba presentando discursos en las congregaciones.
Entre los que se reunieron en La Ceiba se hallaba Oscar, un niño de nueve años. Su madre se levantaba diariamente a las 4.00 de la mañana para hacer las tortillas que vendía, y luego se arreglaba para salir al servicio del campo a las 9.00 de la mañana. Oscar era un niño muy listo, y por ser un testigo de Jehová confiable, un comerciante local lo empleaba para llevar el dinero al banco. A veces llevaba hasta 1.500 dólares. Durante la visita del hermano Knorr, Oscar siempre se las arreglaba para sentarse a su lado. Con el tiempo llegó a ser ministro de tiempo completo. Pero en 1956 se ahogó en un trágico accidente. Oscar nunca será olvidado.
Los testigos de Jehová por la radio
La obra que Jesucristo fundó de ir de casa en casa se ha convertido en una marca identificadora del pueblo de Jehová en Honduras. Sin embargo, en los primeros años los predicadores eran pocos y no había acceso a gran parte de la población, pues había muy pocas carreteras. De modo que el transmitir la verdad por la radio resultó ser muy eficaz. En 1949, la estación radiofónica HRQ de San Pedro Sula invitó a los Testigos a presentar un programa de 15 minutos de duración. Se llamaba “Sea Dios veraz”, y se basaba en el libro que lleva ese mismo título. Es cierto que no todo el mundo tenía un radio en aquellos tiempos, pero los que sí poseían uno acostumbraban subirle todo el volumen, y de ese modo, hasta los que no tenían radio disfrutaban de nuestros programas.
Durante cuatro años se presentó el programa sin ningún problema. Pero un día, el dueño de la emisora leyó un artículo en ¡Despertad! que hablaba de Suyapa, la “santa” patrona del país. Aquel hombre era devoto de Suyapa; su estación, de hecho, se llamaba Radio Suyapa. Furioso, envió un mensaje al hogar misional diciendo que cesarían nuestras transmisiones. Los empleados de la emisora apreciaban a los Testigos y trataron de razonar con el dueño, pero fue en vano. Si el dueño escuchó la radio aquel día, tuvo que haberse sorprendido al oír al locutor decir: “El dueño de esta emisora ha descontinuado el programa ‘Sea Dios veraz’. Todo el personal de la emisora considera que tal decisión es muy lamentable y una violación de la libertad de expresión en Honduras”.
Mientras tanto, el gerente de otra emisora se había propuesto transmitir un programa de instrucción bíblica llamado La Hora Católica. Solicitó la participación del sacerdote local, pero este rehusó diciendo que estaba muy ocupado y que no le interesaba la educación bíblica. Enojado, el gerente de la estación contestó que si al sacerdote no le interesaba, él sabía a quiénes sí les interesaría. Consiguió literatura de los testigos de Jehová y empezó a leerla por la radio. Al poco tiempo, los misioneros se pusieron en contacto con él y le proveyeron la publicación “Cosas en que piensa la gente”. Cuando el sacerdote objetó, el gerente le dijo: “Usted tuvo su oportunidad y la dejó pasar”. De modo que el programa continuó.
“Deben ser santos porque yo soy santo”
En los años cincuenta hubo dos períodos en que la obra menguó. En 1950 el promedio de publicadores bajó de 256 a 208. ¿Qué sucedía? El espíritu de Jehová impulsó a su organización a insistir en que todo su pueblo fuera limpio a su vista. (Compárese con 1 Pedro 1:16.) Algunos resistieron ese espíritu y dejaron de servir a Dios. Pero, como resultado de ese zarandeo, los cuatro años siguientes fueron bendecidos con aumento en el número de publicadores y congregaciones.
Sin embargo, en 1954 hubo otro golpe que afectó la obra por varios años. Se tuvo que expulsar al siervo de sucursal que había sido nombrado en septiembre de 1953. Como resultado de sus malas acciones, la fe de otros se debilitó. Algunos también tropezaron porque aunque conocían su proceder pecaminoso antes de que saliera a la luz no tuvieron el valor de intervenir y lo pasaron por alto. (Compárese con Levítico 5:1.) Otros sintieron lástima de que se le expulsara porque era muy apreciado por los hermanos. Felizmente, con el tiempo fue restablecido y ha permanecido fiel desde entonces.
No obstante, el daño ya estaba hecho, y Aldo Muscariello, el nuevo siervo de sucursal, tendría la responsabilidad de encargarse de la situación. Percibió que había otros factores que contribuían a los descensos. Muchos publicadores y misioneros estaban contando a sus estudiantes como publicadores prematuramente e incluso entregando informes de servicio por ellos sin que estos lo supiesen. La sucursal explicó que los estudiantes primero tenían que llenar los requisitos para ser publicadores.
Al hermano Muscariello le impresionó Honduras por ser un país de contrastes: el ganado y los burros compartían los caminos con los automóviles y las camionetas; las cabañitas con techo de paja se veían al lado de los hogares modernos; y la estación de las lluvias era seguida de la única otra estación, la árida, que era caliente y polvorienta. Una noche el hermano Muscariello estudiaba a la luz de una vela en una casucha de adobe con piso de tierra en alguna ladera de las orillas de Tegucigalpa, y la siguiente noche estudiaba en un cuarto espacioso y bien iluminado de la embajada guatemalteca.
La obra adelanta nuevamente
La obra siguió prosperando y penetró en todas partes del territorio. El hermoso archipiélago hondureño, cuyas islas principales son Roatán, Utila y Guanaja, yace en el mar Caribe a unos 50 kilómetros de las costas septentrionales, y se halla en el segundo más extenso arrecife de coral del mundo. Se puede llegar a estas islas en avión, transbordador o, para los que no temen marearse, en goleta. Una goleta es un bote pequeño que por lo general está cargado hasta el tope de mercancía. Ha habido ocasiones en que algunos se han sobrecargado y se han hundido. En las islas hay muchas casas de madera, pintadas de diferentes colores y construidas sobre pilotes por encima del agua de tal manera que solo se puede llegar a ellas por una pasarela angosta.
En 1948, Donald Burt y los misioneros William y Ruby White viajaron a Coxin’s Hole, la capital de Roatán, a fin de despertar el interés de los isleños en la verdad. Desde entonces ha habido muchos hermanos, principalmente extranjeros, que han tratado de establecerse en estas islas para predicar las buenas nuevas. Pero hasta ahora, pocas personas han respondido al mensaje.
Cuando Lloyd Aldrich, siervo de sucursal en los años sesenta, visitó Roatán, se dio cuenta de que los isleños eran religiosos, sociables, sencillos y de trato fácil. Notó con interés que si el orador hacía preguntas retóricas en el discurso público, el auditorio contestaba en voz alta. Por ejemplo, cuando un orador preguntó: “¿Cuánta agua hay en el mar?”, alguien respondió: “Solo Dios sabe, y no nos lo ha dicho”. Al hablar de asuntos de familia, otro orador comentó que algunas mujeres sermonean y fastidian a sus esposos hasta que por fin usurpan su jefatura. Del fondo del salón, una voz entusiasmada dijo: “¡Amén!”.
¡Se llega a La Mosquitia!
La mayoría de los hondureños nunca se ha aventurado a llegar a La Mosquitia, la parte oriental más remota del país. A través de los siglos, esta región, que consta mayormente de bosques vírgenes, fértiles valles y densas selvas tropicales ha estado escasamente poblada por diferentes clases de personas. Allí se encuentran los indígenas payas y misquitos, que aún hablan sus antiguos dialectos nativos; los zambos, descendientes de los negros que se casaron con los feroces caribes indígenas; y fugitivos, piratas y tratantes de esclavos.
Aunque, en aquel entonces, había pocos que hablaban español o inglés, alguien tenía que llevarles las buenas nuevas. Así pensó en 1957 el superintendente de circuito Gerald Hughes, por lo que hizo preparativos para emprender un viaje de predicación. Se le unió Cristóbal Valladares, que posteriormente llegó a ser el primer superintendente de circuito hondureño. Acompañados de un grupo, se dirigieron a Trujillo, donde en realidad comenzaría el viaje de predicación.
Solo llevaron consigo las cosas más esenciales y alquilaron un pequeño bote de motor sin “lujos”, es decir, sin literas, asientos, radio, compás ni instrumentos de navegación. Contaba, sin embargo, con un capitán y una tripulación competentes, todos lancheros expertos. Aquello fue conveniente también porque más allá de Cabo Honduras el mar se embraveció. Un hombre hasta cayó al mar, pero fue rescatado hábilmente.
Después de veintidós horas tocaron tierra en el pequeño pueblo de Sangrelaya. Todo ese tiempo la pasaron sin agua y sin alimento. Al día siguiente, viajaron en piragua por el río Negro hacia el territorio que habrían de cubrir. Pronto hallaron a una mujer de habla inglesa que mostró interés y pasaron varias horas enseñándole las verdades bíblicas, e hicieron lo mismo durante su viaje de regreso. La noche siguiente 35 personas estuvieron presentes para oír un discurso bíblico, después del cual hicieron preguntas a los hermanos hasta bien entrada la noche.
Su siguiente destino era la Laguna de Brus. Después de una difícil caminata de tres horas a lo largo del banco de arena que separa la laguna del mar, llegaron a Tusí Cocal, una de las más extensas plantaciones de cocos del mundo. Allí por fin disfrutaron de una comida verdaderamente nutritiva y de afectuosa hospitalidad en un hogar en el que presentaron el discurso público: “La resurrección, el infierno y el cielo”. Asistieron 34 personas, entre ellas mujeres con sus rebozos para cargar sus bebés en la espalda. En un pueblo al otro extremo de la laguna se presentaron más de 30 personas para escuchar el discurso bíblico. Puesto que las personas seguían llegando, los hermanos presentaron otro discurso público después del Estudio de La Atalaya.
Predicaban afanosamente durante el día, y por la noche descansaban en cualquier hospedaje que se les ofrecía. La comida era variada: yuca, sardinas, pan de coco y café de la región. Finalmente, al regresar a Sangrelaya encontraron que el sacerdote estaba resuelto a desanimar a la gente de escucharles. Hasta les negó las llaves de la escuela pública. De todos modos, 62 personas asistieron al discurso público que se presentó en otro lugar. Después de dieciocho días, el grupo emprendió el viaje de regreso a casa hacia Limón. Allí el alcalde les mostró un libro que había atesorado durante mucho tiempo, El arpa de Dios. Lo había adquirido unos veintisiete años atrás, cuando la hermana Johnson sirvió de precursora en aquella región.
Cuando hicieron su último viaje en piragua hacia Trujillo, el grupo calculó que había compartido las buenas nuevas con casi 800 habitantes dispersos de La Mosquitia. ¡Un comienzo muy bueno!
Fracasan algunos ataques
Satanás, por supuesto, se encarga de que la predicación no siga adelante sin alguna forma de oposición. Los testigos de Jehová, por lo general, son respetados en Honduras. El gobierno nunca ha impedido que se reúnan, ni siquiera cuando ha declarado un estado de emergencia. No obstante, siempre hay individuos eminentes con mucho prejuicio que moverían cielo y tierra para detener la obra de predicar. Y cada vez que han intentado hacerlo, parece que Jehová ha levantado a un Gamaliel moderno que defienda a los Testigos. (Compárese con Hechos 5:33-40.)
En la década de los sesenta hubo un grupo que hizo todo intento por difamar ante el gobierno a los testigos de Jehová, atacándolos por la prensa y la radio, y exigiendo que se expulsara del país a todos los misioneros Testigos. El gobierno formó un comité especial para determinar qué debería hacerse en vista de las acusaciones. En aquella reunión estuvo presente un abogado que había preparado una tesis sobre las batallas legales de los testigos de Jehová por todo el mundo y los beneficios que estas aportaban a la comunidad. Hablando a favor de los Testigos, recordó al comité: “Estas personas han hecho valer sus derechos legales en un sinnúmero de países”. Instó al gobierno a hacer lo mismo a favor de los Testigos, o aun más. El comité decidió permitir que los testigos de Jehová continuaran con su actividad sin ningún estorbo.
Debido a los mismos artículos difamatorios se solicitó a un inspector de escuelas que investigara a los testigos de Jehová. Este hombre imparcial conocía a varios Testigos y había leído algunas de sus publicaciones. Se opuso a la investigación y dijo que sería mejor investigar la reputación de los redactores de esos artículos. Sostuvo que era mucho más probable que estos últimos fueran una amenaza a la seguridad nacional que los Testigos.
Los testigos de Jehová son estrictamente neutrales en lo que tiene que ver con los asuntos y conflictos políticos. A veces esta postura ha sido la causa de ataques injustificados. Poco antes de la asamblea de distrito de 1966, el ministro de educación trató de hacer que se emitiera una ley que obligara a todos los estudiantes a saludar la bandera y cantar el himno nacional en las escuelas. Pero cada vez que el comité se reunía alguien presentaba la moción para posponer el caso. Entre ellos había un hombre cuya esposa estudiaba la Biblia con los Testigos. Estaba seguro de que tenían razones válidas bíblicas para no participar en ceremonias patrióticas. El ministro envió circulares a las escuelas para que los maestros obligaran a los niños a saludar la bandera bajo pena de expulsión, pero esa disposición ridícula nunca se incluyó en la constitución.
La conciencia cristiana
Los pequeños que van a la escuela han sido los más afectados por la cuestión del saludo a la bandera. Algunos maestros han tratado de ser comprensivos, pero han sido engañosos sin darse cuenta de ello. Algunos han dicho a sus alumnos que el saludo a la bandera es solo una expresión de respeto. Sin embargo, los niños Testigos conocen muy bien la diferencia entre el respeto —que muestran a las banderas de todo el mundo— y la idolatría. Saben también que el himno nacional hondureño aplica a la bandera expresiones de significado claramente religioso como “emblema divino” y “santa bandera”.
En el pueblo de San Juancito un maestro dio a un joven Testigo lo que le pareció una “buena” sugerencia: que saludara la bandera “tan solo en esta ocasión” para que pudiera recibir su diploma y que después simplemente se “confesara” con sus superiores religiosos pidiendo perdón. El hermanito le explicó que el pecado se comete contra Dios y Cristo, y que lo que motivaba su conciencia era el temor de desagradar a Dios, no a los hombres.
Algunos oficiales militares también se han dado cuenta de que es la conciencia de los cristianos, no un espíritu de cobardía o rebelión, lo que los impulsa a rechazar la violencia. Algunos hermanos se hallaban predicando cerca de Danlí cuando llegó una patrulla militar recogiendo reclutas. Ordenaron a dos hermanos jóvenes que subieran a un camión que los llevaría al cuartel. Al darse cuenta de lo que había sucedido, el hermano encargado del grupo de predicadores solicitó permiso para testificar a todos los que iban en el camión. Empezó con el sargento encargado de la patrulla, al que explicó ampliamente la actividad ministerial de los dos jóvenes. Ante aquello, el sargento ordenó que los dejaran ir para que continuaran efectuando su labor en paz.
La guerra de 1969
Hubo un tiempo en que la propaganda nacionalista transmitida por la radio, tanto en Honduras como en El Salvador, atizó la rivalidad y desconfianza entre estos dos países. En Honduras, a veces se juntaban chusmas abusivas frente a los hogares y negocios de los salvadoreños. El incidente más insignificante era suficiente para hacer estallar una pelea; eso fue precisamente lo que ocurrió en julio de 1969 cuando los equipos de fútbol de Honduras y El Salvador se enfrentaron en San Salvador durante las eliminatorias para el campeonato mundial de 1970. ¡La guerra estalló en el mismo estadio! Era difícil creer que hondureños y salvadoreños, que habían convivido como amigos y vecinos durante más de una generación, ahora corrían para conseguir sus pistolas y machetes a fin de matarse unos a otros; pero eso fue exactamente lo que sucedió en las ciudades y pueblos de ambos países.
La guerra afectó las congregaciones, el ministerio y las reuniones de los Testigos debido a los apagones, toques de queda, pérdida de empleos, hostigamiento y la expulsión de los salvadoreños de Honduras, entre ellos algunos hermanos. El hermano Manuel Martínez, del Comité de Sucursal y que actualmente efectúa la obra de circuito, recuerda que 23 hermanos dedicados de su congregación tuvieron que regresar a El Salvador. Añadió: “Estaba desconcertado y sin saber qué hacer. Cuando pasó lo peor de la guerra me fui a conducir el Estudio de La Atalaya y solo había un auditorio de dos personas”.
En muchas ciudades se formaron comités cívicos para inspeccionar las calles y los hogares en busca de posibles enemigos del estado. Se esperaba que todos los miembros de la comunidad colaboraran con el comité y patrullaran por las noches. En aquel tiempo, la hermana Rubina Osejo dirigía una escuela privada. El comité cívico solicitó su ayuda. Recordando el consejo de Jesús de ser “cautelosos como serpientes”, contestó que no podría participar en las patrullas nocturnas ni contribuir con dinero, pero que mantendría vigilancia espiritual y oraría para que pronto terminaran la guerra y las injusticias. (Mat. 10:16.)
A veces, la guerra da a los cristianos verdaderos la oportunidad de testificar mediante su conducta. Unos Testigos de El Progreso tenían un vecino salvadoreño que odiaba a los Testigos y rehusaba hablar con ellos. Cuando estalló la guerra, las turbas empezaron a codiciar su lucrativo negocio. Pero un día en que estaban a punto de saquearlo, un hombre que estudiaba con los Testigos gritó a la chusma: “¡No sean salvajes, la esposa de ese hombre es hondureña, y van a arrebatar el pan de la boca de sus hijos, que son sus hermanos hondureños!”. La chusma se calmó y el salvadoreño logró escabullirse con algunos bienes y dinero y se escondió en el Salón del Reino. Posteriormente, cuando le devolvieron todas sus pertenencias, dijo: “Ahora sé que los testigos de Jehová son personas honradas, dignas de confianza y neutrales en cuanto a la guerra”. Cediendo a las lágrimas, pidió perdón a los hermanos por la manera como los había tratado.
Cuando rabiaba la guerra, se arrestó a un hermano hondureño y fue llevado ante un sargento que le ordenó alistarse en el ejército. Cuando el hermano le explicó la postura que adoptaba por razones de conciencia, el sargento se enfureció. Durante tres noches trató de quebrantar la integridad de este hermano. Hasta lo amenazó de muerte. Pero fue inútil. Meses después, el sargento perdió su puesto en el ejército y se vio obligado a buscar empleo seglar. Fue contratado para trabajar en una mina de la localidad. Para su consternación, el jefe de cuadrilla le parecía familiar, ¡era el hermano a quien había perseguido! Lejos de buscar represalias, el hermano compartió su almuerzo y café con el nervioso ex sargento. Poco a poco se disipó su temor y con el tiempo aceptó un estudio bíblico.
Un matrimonio fue arrestado y encarcelado por que se sospechaba que eran salvadoreños. El esposo había nacido en El Salvador, pero ahora era ciudadano hondureño; su esposa era nicaragüense. Un anciano y un misionero explicaron al oficial encargado que esta pareja de septuagenarios eran testigos de Jehová y que de ninguna manera podrían ser enemigos del estado. El oficial dijo que los sacaran de su celda. Al ver a los hermanos, el matrimonio de ancianitos no pudo contener las lágrimas. Cuando el oficial vio aquel cariño sincero entre personas de diferentes nacionalidades, puso en libertad a la pareja. Sin embargo, el mayor peligro no había pasado; ahora tenían que transportarlos en el maletero de un auto a un lugar seguro. Asombrosamente lograron pasar por todas las barricadas, y hallaron un lugar seguro a orillas del pueblo.
No se necesitan armas de fuego
Ya sea en tiempo de guerra o de paz, los tiempos peligrosos y violentos en que vivimos han llevado a muchas personas a confiar en pistolas y otras armas para defenderse. No obstante, algunas que antes confiaban en armas de fuego ahora han aprendido a cifrar su confianza en Jehová.
Durante la guerra el director de una escuela del pintoresco pueblecito serrano de El Rosario era también el cabecilla de un grupo armado que patrullaba las calles por la noche, aunque hoy admite que pasaba la mayor parte del tiempo bebiendo. Era un ferviente patriota, pero se oponía a que se tratara brutalmente sin necesidad a los prisioneros. En cierta ocasión, un pariente suyo que era conocido por sus tendencias criminales, quería fusilar a hombres, mujeres y niños indefensos. El director le dijo que si lo que deseaba era exhibir su valentía, entonces o que fuera al frente de batalla, o que ambos podrían ir por sus pistolas y dispararse en ese momento. Años después, este director de escuela llegó a ser un verdadero soldado de Cristo, un testigo de Jehová. Ahora defiende los principios justos con el mismo valor, pero usa la Palabra de Dios, no una pistola.
Cierta mujer que dirigía un bar llevaba siempre consigo su pistola, y muchas personas le temían. Tenía su casa adornada con muchas imágenes y estaba aprendiendo brujería, pero muy en su interior se sentía infeliz y anhelaba algo mejor. El libro La verdad abrió un camino para ella, y con la ayuda de un estudio bíblico comenzó a ‘vestirse de la nueva personalidad’. (Efe. 4:24.)
Empezó a asistir a las reuniones y destruyó todas sus imágenes, pero se descorazonó cuando sus “amigos” le hablaron mal de los Testigos. La hermana que conducía el estudio con ella fue paciente; con el tiempo el corazón de la mujer se fortaleció a tal grado que empezó a predicar de casa en casa usando su Biblia... ¡sin su pistola, por supuesto! Poco después ella conducía siete estudios bíblicos. Desde que se bautizó en 1971 ha continuado progresando, confiando siempre en Jehová.
Santos ya era de mayor edad cuando conoció la verdad. Había sido comandante militar, alcalde, juez de paz, juez penal y presidente local de un partido político. Siempre portaba una pistola como símbolo de su autoridad. Durante su carrera, tuvo que arrestar a temidos criminales. Cuando se hizo Testigo y empezó a predicar de casa en casa, se dio cuenta de que se requería mucho más valor en su nueva carrera que en la anterior. Consiguió ese valor al orar a Jehová, no con la ayuda de una pistola.
Sin embargo, en cierta ocasión se utilizó una pistola para defender a los Testigos. El obispo de Santa Rosa de Copán siempre trataba de causar problemas a los hermanos. Los seguía en la obra de casa en casa recogiendo la literatura que dejaban en los hogares para quemarla. Incitaba a sus feligreses a arrojar piedras al techo del Salón del Reino. Cierta noche, en el transcurso de la reunión, alguien abrió la puerta y arrojó en el salón un cubo grande de agua lodosa, arruinando, entre otras cosas, el vestido blanco de una hermana. Un hermano se dirigió al jefe de la policía y le explicó la situación. Enfadado, el jefe de la policía fue a ver al obispo y palmeando su pistola le dijo: “Si vuelvo a escuchar que anda molestando a los testigos de Jehová, va a sentir los efectos de mi pistola”. El obispo no volvió a molestar a los hermanos.
La ley de Jehová en cuanto a la sangre
Ha habido ocasiones en que la fe de los testigos de Jehová de Honduras ha sido sometida a pruebas difíciles por unos cuantos médicos que no respetan su posición bíblica sobre las transfusiones de sangre. Un ejemplo de esto es el caso de Cecilia y su esposo que sufrieron un terrible accidente automovilístico con una camioneta. Cuando volvieron en sí, notaron que estaban en un hospital, ambos muy malheridos. La mandíbula de Cecilia estaba gravemente fracturada. Los médicos le dijeron que necesitaba una operación y una transfusión de sangre. Al tener la mandíbula fracturada, difícilmente podía replicar, pero se las arregló para explicarles que aceptaría cualquier tratamiento que fuera necesario, que no implicara una transfusión de sangre. Aceptaría la responsabilidad por cualesquier consecuencias que trajese su postura. El médico le dijo que tendría que abandonar el hospital, pues no podían hacer nada más por ella.
Antes de que pudiera salir, se vio rodeada por un grupo de estudiantes de medicina que con risotadas y expresiones vulgares exigían que les dijera quién le había llenado la cabeza con esas ideas estúpidas. Mencionaron que en ese hospital ellos daban las órdenes, no los testigos de Jehová. Le suministraron lo que llamaron “un tratamiento que ni los animales podrían aguantar”, insertando alambres en su mandíbula y doblándolos dentro de la boca. Cuando se quejaba por el dolor, le respondían con vulgaridades, con excepción de un joven que parecía ser más compasivo. Este le animaba: “Mire señora, yo sé cuánto duele. Pídale a su Dios Jehová que le ayude a aguantar el dolor”.
Dos días después el mismo grupo volvió, solo para encontrar que su trabajo no había dado buenos resultados. Con muy poca compasión extrajeron los alambres, le insertaron una placa de cerámica en la mandíbula y la dejaron tres días para que se recuperara. Cecilia no pudo hablar durante todo ese tiempo; solo podía pensar y orar. Meditó en las palabras de Proverbios 3:5: “Confía en Jehová con todo tu corazón”. Cuando los médicos regresaron, no podían creerlo. Uno de ellos exclamó: “¡Miren, qué bien quedó!”. Otro dijo: “Seguramente fue por su obediencia a Dios. Nadie obedece a Dios como estas personas”.
Sonia Marilú, de 13 años de edad, estaba delicada de salud. Los médicos nunca se pusieron de acuerdo sobre las causas de su malestar. Finalmente le sobrevino una crisis que la mandó al hospital. Tenía el intestino perforado y necesitaba cirugía urgente. Sus padres explicaron la postura sobre la cuestión de la sangre. Los médicos respondieron: “Si quieren que muera, la operaremos sin sangre”. En un viaje muy arriesgado, sus padres la trasladaron a El Salvador. Llegó allá en condición muy grave. Los médicos, entre ellos un Testigo, la examinaron y la operaron sin usar sangre. Aunque se había debilitado mucho, sobrevivió.
El asunto no paró allí. Después de cuatro días empeoró súbitamente y fue necesario operarla de nuevo. Esta vez, un equipo diferente de cirujanos se encargaría de la operación. Cuando notaron que su recuento sanguíneo era peligrosamente bajo, dijeron: “Si no aceptas sangre, vas a morir, y no vamos a operarte sin usar sangre”. Con firmeza inquebrantable, Sonia rechazó las transfusiones de sangre. Notando que tal vez no viviría otras 12 horas, los médicos decidieron operarla, según ellos: “Con gran peligro y con las manos atadas”. Aunque su nivel de hemoglobina bajó hasta cuatro gramos por 100 mililitros, no usaron sangre. A la mañana siguiente, para sorpresa del personal del hospital, la niña estaba viva y mejorando. Un médico le dijo: “Vos fuiste a donde Dios y él te mandó de regreso, se ve que él te quiere”.
Sonia necesitó cuidado intensivo por algún tiempo, y los médicos seguían recomendando una transfusión de sangre para acelerar su recuperación. Pero poco a poco, se fue recuperando sin necesidad de sangre. Cuando salió del hospital, uno de los médicos que la había operado inicialmente le dijo: “Obedeciste la ley de Dios y no violaste tu conciencia, ahora no corres peligro de desarrollar el sida”.
“Fiel en lo mínimo”
El gobierno hondureño tiene una batalla continua con los que cometen delitos menores. Entre los vecinos mundanos, hay disputas interminables debido al hábito arraigado de pedir prestadas las cosas y no devolverlas. Antes de bautizarse, los nuevos en la verdad tienen que aprender a deshacerse de tales actitudes y a ser ‘fieles en lo mínimo’. (Luc. 16:10.)
Un matrimonio aprendió que ‘dar a César lo que es de César, no solo es correcto, sino provechoso. (Mar. 12:17.) Edmundo y su esposa, Estela, han importado mercancía de Guatemala y México durante nueve años. Han notado que algunos oficiales de la aduana reducen “extraoficialmente” algunos impuestos de importación. Desde el principio se identificaron como testigos de Jehová; gradualmente, por ser honrados, se ganaron la confianza de los aduaneros. Ahora simplemente llenan sus formularios de declaración de impuestos y basta con su palabra. Cuando otros importadores ven que esta pareja tiene pocos problemas con la aduana y que esta no confisca constantemente su mercancía, se sienten motivados a ser más honrados.
Un hermano de San Pedro Sula ha trabajado durante 18 años en la Administración de Aduana y Rentas. En una entrevista él explicó: “La tentación de enriquecerse ilícitamente sin dejar ningún indicio de ello es fuerte, pero no deseo violar mi conciencia. Además, sé que los ojos de Jehová siempre nos observan. En cierta ocasión, me ofrecieron las llaves de cualquier automóvil de los que se hallaban en un lote, a cambio de que disminuyera el valor de importación del lote entero. Aunque la oferta parecía tentadora, no se comparaba con el valor de disfrutar de una conciencia limpia y del respeto de los compañeros de trabajo y de los directivos. El año pasado asistí a un seminario, y en los comentarios finales, el representante de la ONU en administración de aduanas pidió que me pusiera de pie. Me felicitó delante de todos por ser un hombre respetuoso de la ley, insobornable y un ejemplo digno de imitar”.
Progreso en territorio rural y aislado
Los hermanos han hecho grandes esfuerzos para llegar a las personas en los territorios aislados. Se requiere sacrificio, pero, como se dice con frecuencia, el gozo y la satisfacción que produce bien valen la pena.
Puerto Cortés, un puerto del Caribe construido sobre una marisma parcialmente rellenada, tiene ahora varias congregaciones prósperas. Robert Schmidt, quien sirvió allí de misionero a fines de los años sesenta, recuerda cuando había una sola congregación, y él tenía que recorrer a pie el territorio de 80 kilómetros de largo. “En aquellos días, la jornada para visitar todas las casas de la frontera con Guatemala era agotadora, pues implicaba caminar durante siete días. Solo grupos pequeños podían efectuarla. Las personas que apreciaban el mensaje frecuentemente trocaban su alimento por las publicaciones, pues muchas personas que viven de la agricultura tienen, si acaso, muy poco dinero. Al regresar hacíamos las revisitas y conducíamos los estudios bíblicos al anochecer, a la luz de una vela.” ¿Y cuál fue su recompensa? En 1971 se estableció una congregación en Omoa, uno de los pueblos más grandes de la región.
En la década de los setenta, la congregación Puerto Cortés predicó en todos los territorios dispersos de la parte oriental, enviando grupos de hermanos en el tren de la compañía de frutas o en un viejo “Land-Rover” (vehículo con tracción en las cuatro ruedas). Llevaban el equipo necesario, incluso una resistente soga y un par de palas. En la época de las lluvias los vehículos se ponían en fila antes de cruzar los lodazales peligrosos. Cuando el vehículo lograba cruzar, todos se alegraban; si uno se atascaba, utilizaban las sogas y las palas. Imagínese la escena. Todos se descalzan, los hermanos se arremangan los pantalones, las hermanas se recogen y se ciñen la falda y, todos empiezan a cavar. Una vez más, la paciencia de los hermanos fue recompensada al ver crecer un grupo aislado en Baracoa y una congregación fuerte en La Junta, al lado del río Ulúa. Ambas congregaciones tienen actualmente su propio Salón del Reino.
Unas precursoras especiales, entre ellas Olga Aguilar (ahora de Walker), de la congregación Choluteca, en el sur, comenzaron a visitar Guásimo, un pueblo pequeño enclavado en lo alto de las montañas. Con el tiempo y con la ayuda de otros hermanos, 25 personas empezaron a reunirse. Sabían que para progresar espiritualmente necesitaban reunirse con otros que compartieran su fe. Pero ¿cómo podrían hacerlo? Tenían que caminar casi tres horas para llegar a Choluteca. Como solo tenían burros para transportarse, la verdadera fuerza impulsora era su amor a Jehová. Era interesante que, por lo general, los hermanos de Guásimo eran los primeros que llegaban a las reuniones. Hubo 13 hermanos de Guásimo que se bautizaron en la asamblea de circuito de Choluteca en 1970. Uno de ellos, resuelto a ver que su familia se beneficiara más de las reuniones, literalmente trasladó su casa al pueblo. ¿Cómo? ¡Cargaba una pieza sobre la espalda cada vez que asistía a las reuniones!
Cuando los hermanos de la congregación El Progreso empezaron a predicar en Santa Rita, a unos 24 kilómetros al sur, el dueño de una peluquería aceptó con gusto la literatura. Suplicó a los hermanos que se quedaran para enseñarle, pero ellos querían visitar a la mayor cantidad posible de personas del pueblo antes de partir. El hombre les rogó: “Si se quedan para enseñarme, les arreglaré un cuarto en mi casa para que pasen la noche y les daré de comer para que no pierdan su valioso tiempo”. Dicho y hecho, 15 hermanos recibieron alimento y hospedaje aquella noche en la casa del peluquero.
Llegan familias del extranjero para ayudar
Muchos que no pueden ser misioneros tienen el espíritu de misionero. Por consiguiente, cuando en 1968 La Atalaya empezó a animar a los hermanos a mudarse a lugares donde hubiera mayor necesidad de ayuda, la sucursal de Honduras recibió cientos de cartas de por lo menos 24 países.
Grant Allinger, siervo de sucursal en aquel tiempo, tenía preparado un memorando detallado de ocho páginas para dar dirección detallada y positiva a los que preguntaran sobre este asunto. ¿Cuál fue el resultado? De 1968 a 1974 se mudaron a Honduras por lo menos 35 familias de diversas partes del mundo: Canadá, Inglaterra, Estados Unidos y hasta la distante Nueva Zelanda.
Algunos tuvieron que afrontar verdaderos desafíos para llevar a cabo sus planes. Una familia de Canadá hizo la indagación necesaria, calculó el costo y se preparó para la mudanza. Pero entonces surgió un serio problema: ¿Cómo costearían el viaje? Todo dependía de que vendieran su automóvil para pagar sus deudas, pero al acercarse la fecha de partida, todavía tenían solo 16 dólares en el bolsillo. Jehová no los abandonó. El día antes de partir vendieron el automóvil. Es más, cuando sus amigos fueron a despedirlos, cada uno les ofreció una pequeña ayuda que sumadas ascendieron a 600 dólares. Dieron las gracias a sus amigos y, por supuesto, a Jehová.
Los que vinieron a servir donde había mayor necesidad de ayuda han sido una verdadera bendición a favor de la obra. Raymond Walker, por ejemplo, llegó de Inglaterra en 1969. Le tomó tiempo adaptarse y dominar el idioma, pero después emprendió el servicio de precursor, y más tarde la obra de circuito y de distrito con su esposa, Olga. Actualmente es uno de los cinco miembros del Comité de Sucursal.
“Salvación a toda clase de hombres”
Aunque el apóstol Pablo dijo que la salvación se haría disponible “a toda clase de hombres”, también declaró: “No muchos sabios según la carne fueron llamados, no muchos poderosos, no muchos de nacimiento noble”. (Tito 2:11; 1 Cor. 1:26.) Lo que Pablo dijo ha resultado cierto en Honduras. Toda clase de personas —una gran variedad— han aceptado la verdad, pero no muchos ricos ni poderosos.
Considere el caso de una mujer cuya madre la crió mientras dirigía un burdel. Cuando murió su madre, ella se encargó del “negocio”. No le fue fácil conformarse a la verdad, pero lo hizo, y, por supuesto, se deshizo del “negocio” de la familia. Se hizo precursora en 1976 y ahora lleva una vida sencilla lavando ropa.
Filander empezó a estudiar la verdad cuando era joven, pero a su padre no le gustaba en absoluto. Cuanto más progresaba Filander en la verdad, más se esforzaba su padre por estorbarle. Él deseaba que su hijo fuera a la universidad y destacara de alguna manera en el mundo. Rehusaba permitirle asistir a las reuniones y asambleas o salir al servicio del campo, pero Filander siempre se las arreglaba para asistir. Se bautizó en 1972 y siguió progresando, primero se hizo precursor y después se le nombró anciano. Después de trabajar con un equipo de construcción en el Betel de Honduras, se le asignó a Colombia para efectuar un trabajo similar. En cuanto a su familia, puede decirse que su actitud se ha ablandado con el paso de los años.
Lo que más se acercaba a una profesión en el caso de Antonio, era la borrachera, pues así había pasado la mayor parte de sus 80 años. Algunos misioneros habían estudiado con él, pero no progresaba. Por lo tanto, cuando el misionero Russell Graham decidió darle otra oportunidad, los hermanos le sugirieron que no perdiera su tiempo. Pero Antonio tenía una buena cualidad... ¡era humilde! Aunque su mente estaba tan dañada por el alcohol que tenía que estudiar la misma información tres veces, por fin se dedicó y se bautizó. Sirvió fielmente a Jehová hasta que falleció.
José se crió en el seno de la Iglesia católica, pero estudiaba filosofía y ateísmo. Convencido por la instrucción universitaria de que el hombre era producto de la evolución, dejó de creer completamente en Dios. Al reflexionar sobre la trágica muerte de su hijastro ocurrida en 1966, se dio cuenta de lo desesperanzados que se ven los humanos ante la muerte. Un día, un misionero le habló de la esperanza de la resurrección. Se despertó su interés y comenzó a edificar nuevamente su fe en Dios, pero esta vez sobre un fundamento sólido. Aprendió que el Reino de Dios, y no el socialismo, es la única solución, de modo que se hizo publicador del Reino. Con el tiempo llegó a ser anciano y ha servido durante varios años en la obra de circuito.
El fruto de la testificación informal
Uno de los rasgos más deleitables del ministerio cristiano en Honduras es la testificación informal. Son comunes las conversaciones en grupo en los mercados públicos, consultorios médicos, andenes de ferrocarriles y paradas de autobuses. Por lo tanto, el acercarse a las personas para tratar temas bíblicos de manera informal es relativamente fácil.
En Omoa vivía una mujer que detestaba a los testigos de Jehová. Nunca hablaba con ellos ni aceptaba sus publicaciones. Lo que le interesaba era ganar dinero, y con ese fin se dedicaba a la avicultura. Conociendo su actitud, un hermano le habló de algunas maneras de ahorrar tiempo y dinero en la crianza de gallinas. Este era un tema que le interesaba. Unas semanas después apareció en ¡Despertad! un artículo acerca de ahorrar tiempo y dinero, y el hermano se la llevó. Ella lo apreció, y ahora recibe con gusto nuestras publicaciones.
Una hermana que trabajaba en una tienda sentía cierto temor debido a la apariencia de un cliente joven de pelo largo. La hermana cobró valor y le habló de la esperanza del Paraíso, pero este la interrumpió bruscamente diciendo que no creía en cuentos de hadas y que él era hippie y drogadicto. La hermana persistió en testificarle brevemente cada vez que él llegaba. Un día le explicó que, según 1 Corintios 6:9-11, lo que importa es lo que uno llega a ser, no lo que fue en el pasado. Cuando él le preguntó qué pensaba de su cabello largo, ella contestó que no tenía ninguna autoridad sobre el arreglo personal de otros, pero que creía la enseñanza bíblica de que el cabello largo es una deshonra para el varón. (1 Cor. 11:14.) ¡Al día siguiente se presentó aseado, afeitado y con el pelo corto! Solicitó un estudio bíblico y un hermano con gusto empezó a estudiar con él. Ahora está bautizado y conduce sus propios estudios.
Un pequeño tenía el hábito de hablar a toda persona que veía, lo que es muy común entre niños de siete años. Al ver a un joven sentado enfrente de su casa leyendo un libro, el niño le preguntó si lo que leía era la Biblia. Cuando supo que no lo era —de hecho era un manual de mecánica— dijo sin rodeos al joven que únicamente si leía con cuidado la Biblia podría conseguir vida eterna. “Si quieres, mi papá puede estudiar contigo”, le dijo, y entonces lo llevó a su casa para presentarle a su padre. ¿Cuál fue el resultado? El joven se bautizó en 1976. El caso era que años atrás había aceptado revistas de una hermana, pero perdió todo contacto con ella. ¡Qué importante es testificar informalmente!
Contraen matrimonio
Muchas parejas que aprenden la verdad se dan cuenta de que tienen que dar los pasos necesarios para casarse legalmente. En 1973, tan solo en la congregación Bella Vista de Comayagua, 32 parejas dieron ese paso... ¡más de la mitad de los 120 publicadores de la congregación!
Teodoro y Mélida eran abuelos. Mélida estudió la Biblia y decidió servir a Jehová. Teodoro, de 60 años, concordó en casarse con ella. Por lo tanto, acompañados de dos de sus nietos fueron al registro civil. Poco antes de la ceremonia, Teodoro se dirigió al juez y le dijo: “¿Ha pensado alguna vez en casarse?”. Era sabido de todos que el juez vivía con una mujer y que tenían tres hijos ilegítimos.
Pero ¿qué puede hacer alguien si la otra persona no desea casarse? Ese era el problema de Gladys. Había vivido varios años con Antonio y tenían tres hijos. Gladys había estudiado la Biblia con una misionera y quería arreglar su vida para servir a Jehová. Finalmente dijo a Antonio: “De ahora en adelante dormiré con los niños hasta que nos casemos. Cuando estemos casados legalmente volveremos a dormir juntos”. Ella fue firme en esto; cada día que pasaba, Antonio estaba de peor genio. Después de seis largos meses capituló diciendo: “Está bien, nos casamos”.
La responsabilidad de criar una familia
Un aspecto importante de nuestro ministerio implica enseñar a los padres a cumplir con la responsabilidad que Dios les ha dado de educar a sus hijos. Una pareja con cinco hijos empezó a estudiar y progresar hasta el punto de asistir a las reuniones. Las reuniones tuvieron un efecto claro en ellos. Cierto día, el misionero que estudiaba la Biblia con ellos se quedó dormido durante el estudio. Cabe mencionar aquí que la temperatura bajo un techo de lámina puede ascender a 50 °C. El padre, poniendo en práctica lo que había aprendido en las reuniones en cuanto a educar a la familia, sencillamente continuó el estudio hasta que despertó el misionero... ¡muchos párrafos después! Desde entonces han pasado varios años, y Jehová ha bendecido a esa familia diligente. El padre es siervo ministerial, su esposa es precursora auxiliar y el hijo mayor es precursor regular.
A los tres años de edad, Ernesto veía mucho la televisión, y sus padres, como muchos otros, se sentían preocupados. Pasaba todo el día repitiendo los anuncios televisivos. Para contrarrestar esa mala influencia, sus padres le compraron las cintas de casete de Mi libro de historias bíblicas y le enseñaron a apagar el televisor. Ernesto tenía buena memoria; pronto memorizó las grabaciones tan bien que, con solo decirle el número de la historia bíblica, era como encender la grabadora... repetía toda la historia. Cierta noche mientras estaban en la reunión, era obvio que el padre de Ernesto estaba muy cansado. Alguien le preguntó por qué no había dormido bien. Contestó extenuado: “No pudimos detener a Ernesto sino hasta la historia 43”. Ahora Ernesto tiene 10 años y es activo en el ministerio. Sus padres se alegran de que se esforzaron por llenar su mente con información útil.
¿Pueden los niños verdaderamente tomar sus propias decisiones basándose en lo que sus padres o abuelos les han enseñado? El pequeño Mario, que vive en La Ceiba, tiene cuatro años y pasa mucho tiempo con su abuela Chepita, que ha sido Testigo durante muchos años. Un día los visitó la otra abuela de Mario, que es católica, y preguntó a Mario si le gustaría acompañarla a la iglesia. “Ya no, abuelita”, contestó él. Ella le preguntó por qué, y él le dijo: “¡Es Babilonia la Grande, abuelita!”.
Hay que vencer los obstáculos
Está claro que son pocos los que sirven a Jehová sin enfrentarse a grandes obstáculos y problemas. Cuando Emilia oyó por primera vez el mensaje del Reino en 1967, ya estaba casada, pero no llevaba un matrimonio feliz. Al principio no tomó la verdad en serio. Pero cuando empezó a hacer cambios, su esposo la amenazó con echar de la casa a la hermana que estudiaba con ella. Emilia contestó con firmeza: “Si la echas, estudiaremos en la calle”. Cierto día, Emilia se detuvo frente a la cantina donde su esposo estaba bebiendo para decirle que iba a la reunión. Él se quedó esperándola en la esquina hasta que ella regresó y entonces comenzó a gritarle delante de todos que era una prostituta.
Aunque fue objeto de humillaciones y hasta golpes, Emilia decidió bautizarse. Y soportando 20 años más de oposición continua, educó a sus hijos. Desde que eran muy pequeños les enseñó una presentación bíblica que solían practicar entre los arbustos y las flores del jardín. ¿Valió la pena todo ese esfuerzo? De sus ocho hijos, dos son siervos ministeriales y otros dos son precursores. ¿Y qué pasó con el esposo de Emilia? ¡Finalmente aceptó un estudio bíblico con una de sus hijas, una precursora regular!
En el empleo también pueden haber obstáculos para servir a Jehová. Las sirvientas o trabajadoras domésticas de Honduras tienen que trabajar largas horas y frecuentemente se las trata como a esclavas que deben trabajar los siete días de la semana. Muchas no solicitan tiempo libre por temor de perder su empleo. Sin embargo, una hermana joven siempre explicaba claramente, desde el principio, que aceptaría el trabajo con la condición de disponer del tiempo necesario para adorar a Jehová. Además de atender su hogar, conducía 11 estudios bíblicos, la mayoría de los cuales asistían a las reuniones.
¡Fifí asesta un golpe!
Honduras también ha sufrido desastres naturales. Los huracanes no son nada nuevo para este país, pero cuando el huracán Fifí redujo a escombros la costa norte en 1974, resultó ser el peor desastre natural de la historia del país.
Unos 1.600 Testigos —dos terceras partes de los que había en el país— vivían en el área devastada. Aunque 10.000 personas perecieron, ningún hermano perdió la vida. No obstante, muchos perdieron sus hogares y pertenencias, y las incontenibles inundaciones arrasaron con las vías de comunicación, las carreteras, las vías de ferrocarril y los puentes, provisiones de las que todos los hondureños dependían. Un grupo de Testigos hizo un recorrido en canoa, comenzando en la terminal ferroviaria de Baracoa, para determinar la situación de los hermanos y las personas que estudiaban la Biblia. Pudieron viajar en canoa sobre lo que antes era tierra firme hasta Tela... ¡a unos 55 kilómetros! Los techos de las casas y las copas de los árboles les sirvieron para guiarse. Al pasar rozando un árbol, una serpiente coralillo cayó retorciéndose sobre la canoa. Un rápido machetazo dio cuenta del mortífero reptil antes de que pudiera herir a alguien.
Fifí causó otros problemas. Fue necesario posponer dos asambleas de circuito. El informe de septiembre fue muy bajo debido al tiempo y esfuerzo que se dedicó a la obra de socorro. Hubo contribuciones de hermanos de todo el mundo, y en muy poco tiempo llegaron suministros de Nueva York, Nueva Orleans y Belice. En menos de un mes, se distribuyeron más de 29 toneladas de provisiones entre los hermanos, sus familiares y amigos. Jamás se podrá olvidar el 6 de noviembre de aquel año. A pesar de los grandes obstáculos, se celebró una asamblea de circuito de un día en el corazón mismo del área devastada, con una asistencia de 4.000 personas. En muchos rostros se veían rodar lágrimas de gozo y alivio al enterarse por primera vez de que sus queridos amigos estaban vivos y a salvo.
Durante el año siguiente, los hermanos construyeron dos nuevos Salones del Reino y 36 casas. Algunas casas se reconstruyeron en la misma ubicación, mientras que otras tuvieron que situarse en otro lugar, puesto que la propiedad anterior estaba ahora en el lecho del río. Un hermano se sintió tan agradecido por la ayuda que recibió que diseñó su casa de tal modo que los fondos le alcanzaran y que hubiera suficiente espacio para construir un Salón del Reino en el mismo terreno.
Grandes terremotos
“Como el retumbar de cien trenes de carga.” Así describió un hermano el terremoto del 4 de febrero de 1976 que zarandeó su casa hasta derribarla de los pilares de 2,7 metros de altura que la sustentaban sobre el terreno cenagoso. Unas 150 casas del pueblo también fueron severamente dañadas. Sin embargo, el epicentro del terremoto de 7,5 de magnitud se hallaba precisamente sobre la frontera con Guatemala y fue allí donde causó el mayor daño. Un pescador que se hallaba a unos cuantos kilómetros de la costa informa que esa noche, a la luz de la luna, se quedó pasmado al ver el océano quedar tan plano como un espejo. Le parecía extraño que los peces comenzaran a saltar fuera del agua. Aún no entendía lo que estaba sucediendo, hasta que todas las luces del pueblo distante se apagaron y oyó el eco de un rugido terrible sobre las aguas.
La falla de Motagua volvió a deslizarse en 1980, sacando de nuevo a las personas de sus camas, pero causando menos daños. La gente misma dice: “Es la señal de los últimos días”. Tristemente la mayoría de ellos no hace nada más. La obra del Reino continúa aumentando en Honduras a pesar de los grandes terremotos y la indiferencia de muchos. Después de todo, esa obra también es parte de la señal de que estamos en los últimos días. (Mat. 24:7, 14.)
El río Éufrates se está secando
A los que carecen de entendimiento pudiera parecerles que la religión en Honduras está prosperando; muchas iglesias aún están llenas, al menos en ocasiones especiales. Sin embargo aumenta la prueba de que las aguas —que representan a la gente— que en un tiempo sustentaron a Babilonia la Grande han empezado a secarse. (Rev. 16:12; 17:1, 15.) La gente está abriendo los ojos a las amargas realidades.
Los hondureños católicos, por ejemplo, son muy devotos de los “santos”. En mayo de 1969 muchos se escandalizaron cuando el papa excluyó 200 “santos” del calendario litúrgico. No se excluyó a “San” Martín de Porres, un santo peruano que supuestamente podía hablar con los animales, mientras que “San” Cristóbal, el más querido de los conductores de camiones, autobuses y taxis fue eliminado debido a dudas históricas. Tales decisiones trajeron una ola de inconformidad de parte de las personas que sintieron que habían sido engañadas durante mucho tiempo.
Un joven de 23 años era católico ferviente, miembro activo de un movimiento “cristiano” y solo el sacerdote tenía más autoridad que él. Pero un día su vida cambió. Mientras visitaba a un amigo, el sacerdote de pronto se presentó completamente ebrio. El sacerdote comenzó a insultar al joven usando lenguaje muy bajo y acusándolo de entremeterse en su vida privada, una vida que, si se examinaba, no mostraba nada bueno.
Desilusionado, el joven abandonó la Iglesia. Unas semanas después “aceptó al Señor” en una prominente religión evangélica, pero, la hipocresía y las tradiciones huecas lo dejaron igualmente desencantado. Por consiguiente, después de un año recurrió a lo que consideraba la última opción: un estudio bíblico con los testigos de Jehová. En aquel entonces estimaba en poco a los Testigos, pero de inmediato quedó impresionado por la solidez y armonía de sus enseñanzas bíblicas. A la par que adelantaba, enseñaba a su familia lo que estaba aprendiendo. Dedicó su vida a Jehová en 1975 y continúa sirviéndole hasta este día.
Una ancianita llamada Marta dijo a los Testigos que le gustaría saber más de la Biblia y que quería estudiar con ellos, pero que de ningún modo cambiaría de religión. Los Testigos concordaron en que no la obligarían a unirse a nadie. Cinco meses después comenzó a asistir a las reuniones. Había sido diaconisa en la religión adventista. Cuando los miembros de la Iglesia decidieron por fin visitarla, les dijo que mientras que los Testigos estaban vivos con amor y esperanza, la Iglesia de ellos estaba muerta.
En cierto lugar había tres familias en el vecindario que siempre se estaban peleando. Una era pentecostal, otra evangélica y la otra adventista. Fue sorprendente ver que, cuando un misionero les llevó las buenas nuevas, ¡las tres familias respondieron al mensaje! El misionero sugirió que las tres familias se unieran para estudiar con él. De esa manera, zanjaron sus diferencias con el tiempo. Ese es el fruto de la religión verdadera. (Juan 13:35.)
Uno de los frutos que la enseñanza de la religión falsa ha producido a través de los siglos en Honduras es la obsesión por la muerte. Hasta los peores enemigos de un hombre asisten a su funeral cuando fallece y hacen de la ocasión un agradable pasatiempo, una velada para beber y jugar a las cartas. Una precursora de la costa norteña recuerda haber hablado con un hombre de edad avanzada fuera de su humilde casa. Cuando ella miró con curiosidad sobre qué estaba sentado aquel hombre, este le explicó que era su ataúd. Lo había hecho hace tanto tiempo que se estaba pudriendo. Después le mostró con orgullo su nuevo ataúd dentro de la casa, el cual estaba bien colocado encima de las vigas del techo sobre su cama. Aún queda por verse a cuántos ataúdes más sobrevivirá este hombre.
Las bendiciones y los desafíos de la obra de circuito
En Honduras se aprecia profundamente a los superintendentes de circuito, a sus esposas y la obra que estos efectúan a favor de la verdad, y con buena razón. El trabajo que realizan produce gozo, pero requiere mucha abnegación. En los primeros días de la obra, la transportación presentaba un gran problema. Un hermano del pueblo de Siguatepeque, en lo alto de las montañas, recuerda a un superintendente de circuito que llegó a pie, bañado en sudor y empujando una carretilla cargada con su equipo para la semana de la visita.
El mal tiempo, los ríos crecidos y la falta de carreteras con frecuencia hacen difícil para estos hombres y sus esposas el viajar de una congregación a la siguiente. A Gary y Elaine Krause, misioneros de la clase 41 de Galaad, se les asignó a trabajar en un circuito que se extendía desde San Pedro Sula hasta Limón, cerca de La Mosquitia. Cuando hacía muy mal tiempo no se podía atravesar ni en tren ni a caballo. En más de una ocasión, los Krause tuvieron que caminar cargando su equipaje por unos 80 kilómetros a lo largo de la playa, desde Trujillo hasta Limón y de regreso. La brisa del mar les ayudaba a contrarrestar el intenso calor tropical, pero les resultaba más cómodo viajar de noche.
Aníbal Izaguirre, superintendente de circuito en la costa norte en 1970, fue asignado a visitar un pueblo remoto llamado Chacalapa. La primera etapa del viaje la efectuó en un tren de transporte de fruta, cargado con plátanos, cocos y diversos animales. La siguiente fue un traqueteado viaje en camioneta hasta el pueblo llamado irónicamente El Olvido. El tramo final resultó ser una caminata de cuatro horas en el que, de vez en cuando, tenía que vadear los arroyos con el agua hasta el pecho y con la maleta en la cabeza, mientras los monos a su alrededor chillaban desde los árboles. En el camino se encontró con un fornido hombre de color que se ofreció a cargar su maleta y guiarlo hasta donde iba. Al llegar a un claro de la selva en el que se veían unas 50 cabañas, el hombre corpulento finalmente bajó la maleta y dijo: “¡Bueno, aquí estamos en Chacalapa!”. Sin embargo, todo el esfuerzo valió la pena, pues una de aquellas cabañas tenía el letrero “Salón del Reino de los Testigos de Jehová”. ¡Once publicadores se reunían allí!
Un caso fuera de lo común en la obra de circuito es el de Julio Mendoza de la congregación Juticalpa. Habiéndose bautizado en 1970, llegó a ser precursor especial en 1977 y al poco tiempo se le preparó para la obra de circuito, la que emprendió en 1980. ¿Qué tiene de particular su caso? Bueno, sea que viajara en los pueblos o en las regiones aisladas, le acompañaban su esposa, Dunia, y su pequeña hija Esther. En las regiones rurales, muchas casas son solamente un cuarto para vivir, dormir y cocinar. En muchas ocasiones Julio y su familia han compartido un cuarto con la familia anfitriona y... ¡con sus gallinas, pavos y cabras también! En cierta ocasión, cuando no pudieron cruzar un río, se vieron obligados a pasar la noche en el único hospedaje disponible: una hamaca para los tres.
Durante los primeros años de la obra en Honduras, los superintendentes de circuito eran, invariablemente, hermanos extranjeros, ya fuesen misioneros o hermanos que habían venido a servir donde había mayor necesidad de ayuda. Pero con el tiempo, cuatro de los cinco superintendentes de circuito eran hermanos nativos. En los últimos años, estos hombres y sus esposas, tanto extranjeros como oriundos del país, han podido permanecer durante más tiempo en la obra que en el pasado, a pesar de enfermedades como la hepatitis, la malaria y la disentería, que son tan comunes en el entorno rural.
Por supuesto, cuando en su recorrido tienen que visitar ciudades más o menos grandes, algunas veces disfrutan de la hospitalidad de los hermanos en hogares hermosos. Como el apóstol Pablo, han aprendido el secreto de la adaptabilidad. (Fili. 4:11, 12.) En los últimos años, la obra de circuito ha sido mucho más sencilla debido a que hay carreteras y servicio de autobús a casi todos los pueblos.
“Pastoreen el rebaño de Dios”
En 1972, en Honduras, como en otras partes del mundo, se hicieron cambios en la manera de nombrar ancianos y siervos ministeriales. La mayoría de los hermanos respondieron con aprecio, esforzándose por llenar los requisitos. Cabe mencionar como detalle interesante que cuando entró en vigor este ajuste, solo la tercera parte de los ancianos del país eran hondureños, pero para 1976 lo eran ya las dos terceras partes.
Puesto que había un promedio de menos de un anciano por congregación, siempre existía el peligro de descuidar el pastoreo del rebaño. Por lo tanto, se aconsejó a los ancianos que enseñaran a los siervos ministeriales a efectuar la obra de pastorear. Harían visitas con el fin de animar a los hermanos y mantener abiertas las líneas de comunicación. Claro, notificarían a los ancianos sobre cualesquier problemas graves.
En una congregación se pensaba que una hermana que había dejado de asistir a las reuniones había perdido todo interés en la verdad. Pero los hermanos descubrieron que había dejado de asistir solo porque no tenía dinero para comprarse unos zapatos. Apreció profundamente la modesta ayuda que recibió y pronto estuvo de nuevo en las reuniones y en el ministerio del campo.
De 1978 a 1983 se observó una disminución en la actividad teocrática en el país que preocupaba tanto a los ancianos como a los publicadores fieles. Tras analizar la situación, el Comité de Sucursal determinó dos razones principales: materialismo y falta de estudio personal. La televisión ha tenido un fuerte impacto, especialmente desde mediados de los años setenta. Ha contribuido en gran parte a la pérdida de los buenos hábitos de estudio. Y, mientras que el materialismo se adscribe a las naciones acaudaladas, la realidad es que el amor al dinero puede afectar tanto a ricos como a pobres. Una misionera se sorprendió al ver que un matrimonio de Testigos tenía una casa con piso de tierra y sin servicio de agua, no obstante, poseía un televisor, un aparato estereofónico y un costoso juego de sala. Esas cosas pueden conseguirse a crédito, pero con frecuencia tanto el esposo como la esposa necesitan trabajar para pagar la deuda. No sorprende que esa pareja faltase a las reuniones y estuviera prácticamente inactiva en el servicio.
La sucursal redobló sus esfuerzos por ‘pastorear el rebaño de Dios’ y ayudar a los hermanos a ‘recuperar el amor que tenían al principio’.(1 Ped. 5:2; Rev. 2:4.) Adicionalmente, en 1981 llegaron 11 misioneros de la recién establecida Extensión de la Escuela de Galaad en México, y en 1988 llegaron tres hermanos de la Escuela de Entrenamiento Ministerial. El aumento consistente que ha habido desde 1984 es prueba de la bendición de Jehová.
El servicio de precursor produce precursores
Desde 1984 ha habido un sobresaliente reavivamiento en el servicio de precursor. Tan solo compare la cantidad de 276 precursores regulares y auxiliares que había en 1976 con el promedio de 937 que hubo en 1992. Mientras que el número de publicadores se ha duplicado, el de precursores casi se ha cuadruplicado.
Los artículos francos de La Atalaya y Nuestro Ministerio del Reino, así como los discursos animadores de las asambleas impulsaron a muchos a emprender el servicio de precursor. Muchos siervos nombrados de las congregaciones empezaron a hablar más positivamente en cuanto a los gozos que experimentan los precursores. Algunos organizaron sus asuntos para poder servir de precursores regulares o auxiliares. Se dieron cuenta de la importancia de ‘no apagar el fuego del espíritu’ y de que el espíritu de precursor se contagia. (1 Tes. 5:19.) El servir de precursor produce precursores.
No es necesario —como algunos han concluido erróneamente— adquirir seguridad económica antes de emprender el servicio de precursor. Considere por ejemplo, el caso de un joven hermano de Guásimo, un pueblo en lo alto de las montañas. Al día siguiente de bautizarse llenó la solicitud para servir de precursor auxiliar. Había trabajado arduamente para comprar ropa nueva para verse presentable en el ministerio. Todo marchó bien la primera semana, pero a la segunda no se presentó para el servicio del campo. Preocupados, los demás precursores subieron a las montañas y se enteraron de que una noche, mientras el hermano dormía, un ladrón se había llevado la ropa que se secaba en el tendedero. Los hermanos recogieron más ropa para él. A pesar de que perdió una semana de servicio, cumplió con su horario de precursor al fin del mes. Meses después, él todavía tenía un solo par de pantalones. Pero eso difícilmente disminuyó su gozo de ver a uno de sus estudiantes bautizarse, solo seis meses después de su propio bautismo.
En la congregación de San Lorenzo hay un precursor invidente de más de 20 años de edad llamado Adrián. En 1984, su hermana aceptó un estudio bíblico, pero a él no le ofrecieron uno. Se pensó que por ser invidente no podría estudiar. Su hermana no entendía muy bien la información del estudio por lo que Adrián, que siempre estaba escuchando, se la explicaba. Al poco tiempo su hermana perdió el interés, pero aún nadie invitaba a Adrián a estudiar. Él tuvo que solicitar un estudio bíblico. Se conmovió tanto por lo que aprendió que pronto, con la ayuda de su familia, empezó a asistir a las reuniones.
Cuando la verdad se arraigó en su corazón, deseó compartirla con otras personas. Una vez más se supuso que no podría hacer frente al desafío. Sin embargo, Adrián insistió y los hermanos le ayudaron a participar en el servicio del campo. En su primer mes informó 24 horas y de allí en adelante fue aumentando su participación en la predicación mes tras mes. El mes después de su bautismo solicitó para servir de precursor auxiliar, y al poco tiempo se hizo precursor regular. Por lo general informa más de 100 horas y actualmente conduce ocho estudios bíblicos. ¡Y pensar que al principio los hermanos lo pasaban por alto!
Se atienden las necesidades especiales
Las personas que tienen circunstancias singulares con frecuencia requieren de una medida especial de amor cristiano abnegado. Tome por ejemplo el caso de Teresa, invidente desde los tres años de edad. Estudió un poco con los Testigos, pero al pasar los años se envolvió con varios grupos religiosos. Algunos oraban para que ella recuperara la vista, pero, por supuesto, fue en vano. Su verdadero deseo era estudiar nuevamente con los testigos de Jehová. Se presentó la oportunidad, pero ¿cómo se conduciría el estudio? La hermana leía los párrafos. Si leía claramente, con el énfasis y las pausas apropiados, Teresa no tenía dificultades para contestar correctamente. Al poco tiempo, Teresa expresó su deseo de asistir a las reuniones. Aunque la hermana no era una experta ciclista, la transportaba en su bicicleta. Cuando llovía era un espectáculo verlas llegar protegiéndose con un paraguas o arropadas con bolsas de plástico.
En las reuniones, ella contestaba espontáneamente a las preguntas, hasta que se le explicó que solo lo hiciera cuando oyera su nombre. Aprendió a hacer presentaciones en la Escuela del Ministerio Teocrático y a participar en el ministerio. A pesar de sus circunstancias, tiene los ojos del discernimiento espiritual fijos en el premio: ¡El día glorioso en que verá la belleza del paraíso terrestre!
En las montañas vivía un hombre de edad que estaba casi ciego. Aceptó el libro La verdad de manos de un hermano que hizo esfuerzos extraordinarios por mantenerse en comunicación con él. A veces el hombre se hallaba tan enfermo que no podía estudiar, pero por lo general, cuando podían estudiar, contestaba reflexiva e inteligentemente. Sin embargo, se fue de repente. Los vecinos dijeron que se había ido a vivir con su hija en el pueblo porque necesitaba atención médica. En vez de darse por vencido, el hermano encontró una solución al problema. Cuando asistió a la siguiente asamblea en aquel pueblo fue de casa en casa buscando a su anterior estudiante. Al fin lo halló... ¡descansando en una hamaca! Se hicieron planes para estudiar de nuevo con él. Al poco tiempo, el hombre incluso aprendió a ir a las reuniones él solo, contando las calles hasta llegar al Salón del Reino. Con el tiempo llegó a ser publicador de las buenas nuevas. ¡Cómo se sorprendían las personas al ver a aquel hombre de pelo canoso, prácticamente ciego y a sus 93 años, dedicando de 30 a 70 horas a la obra de casa en casa!
Lagos, llamado cariñosamente Laguito por los Testigos de Puerto Cortés, era un hermano que sirvió de precursor especial durante muchos años. En cuanto a su edad, solo podía decir con imprecisión: “No creo tener más de 86”. Laguito tenía la vista muy deficiente, por lo que en la sucursal a veces se tenían que descifrar sus informes de servicio. Un mes informó la imposible cantidad de 1.050 horas, que en realidad eran 150 horas, lo cual aún era notable. Por lo mismo, cuando manejaba su bicicleta, frecuentemente chocaba contra diferentes objetos. Después de caer en un riachuelo y golpearse la cabeza, los hermanos decidieron que el único proceder amoroso era pedirle amablemente su bicicleta y vendérsela. Más tarde tuvo que guardar cama debido a que tenía hepatitis y nunca se recobró. Como no tenía ningún familiar, la congregación atendió a Laguito durante sus últimos seis meses de vida. Un hermano lo llevó a su casa y cada día había alguien que atendiera las necesidades de este amado y fiel hermano de mayor edad.
“No eran de nuestra clase”
Sin embargo, como es de esperarse, no todos han permanecido fieles. A través de los años algunos han tenido que ser expulsados de la congregación cristiana en Honduras. Principalmente por inmoralidad y borrachera. La apostasía, con su arrogancia y espíritu divisivo, también ha llevado a algunos a la muerte espiritual. Aunque siempre es doloroso, el que se les expulse contribuye a salvar vidas. Mantiene limpia la congregación, insta a algunos malhechores al arrepentimiento y en ocasiones hasta contribuye a dar buen testimonio.
Para ilustrar: Blanca Rosa estudiaba con una misionera que pronto se iría del país. La misionera deseaba pasar el estudio a otra publicadora, pero Blanca Rosa no quiso seguir estudiando. Sin embargo, le intrigaba saber por qué la misionera tenía que abandonar el país. “Vaya hoy a la reunión y lo comprenderá”, dijo la hermana. Deseando satisfacer su curiosidad, Blanca Rosa asistió a la reunión esa noche y oyó el anuncio: el esposo de la misionera, también misionero extranjero y superintendente, fue expulsado de la congregación. Blanca Rosa quedó profundamente impresionada. Razonó: ‘Esta debe ser la verdad. Ni la raza ni la apariencia ni la posición impiden que los malhechores sean expulsados de la congregación’. Aquello fue un punto de viraje en su vida. Se bautizó y ha sido precursora auxiliar durante cuatro años.
Hijos pródigos
Muchos padres lloran de desconsuelo cuando ven que sus hijos o hijas que tanto aman son expulsados o que tontamente se hunden en el lodo de la inmoralidad del mundo actual. La famosa parábola de Jesús sobre el hijo pródigo, descrita en el capítulo 15 de Lucas, es una fuente de consuelo y esperanza para ellos. En Honduras son comunes las familias grandes, por lo que la cantidad de hijos pródigos también es común. Sin embargo, el dicho “mientras hay vida hay esperanza”, encierra una gran verdad.
Oswaldo conoció la verdad cuando era niño, pues lo crió su tío que era testigo de Jehová. No se bautizó, y al alcanzar la adolescencia comenzó a llevar una doble vida. Iba a las reuniones y al servicio del campo, pero frecuentaba también las discotecas con su novia mundana. Para satisfacer sus deseos, hasta robó a un hermano. Tuvo que dejar la casa de su tío y más adelante se metió aún más en la inmoralidad y la drogadicción. Finalmente, pasó a formar parte del ejército.
Pasaron los años y Oswaldo comenzó a añorar la vida que en un tiempo llevó en la organización de Jehová. Pero sentía que no podía hacer nada al respecto. Un día, encontró por casualidad a su tío y le dijo que deseaba regresar. Aunque tenía serias dudas sobre la sinceridad de Oswaldo, su tío le dio la dirección del hogar misional. Oswaldo se presentó de inmediato y aceptó un estudio bíblico. Esa misma semana empezó a leer las revistas y asistió a las reuniones; de ese modo consiguió las fuerzas necesarias para alejarse de las drogas y de la vida inmoral. Tuvo el valor necesario para enmendar, en lo posible, el daño causado a quienes había robado. Una hermana no quiso aceptar nada, pero Oswaldo insistió en que aceptara un televisor y una caja de manzanas para calmar su propia conciencia. El esposo incrédulo de la hermana no podía creerlo.
No obstante, Oswaldo aún formaba parte del ejército. Deseaba conseguir que lo licenciaran. Sucedió entonces que su oficial superior fue despedido por robo, y a Oswaldo se le dijo que podía reemplazarlo. La promoción significaba buena paga y trabajo fácil, pero Oswaldo se había propuesto conseguir su licenciamiento. Se presentó al comandante. Antes de poder decir nada sobre un licenciamiento, el comandante lo felicitó por su ascenso. Oswaldo fue firme y le explicó lo que en realidad deseaba: dejar el ejército para servir de ministro de tiempo completo. Para su sorpresa, se le otorgó su petición. Es más, debido a los cambios que había hecho en su personalidad durante sus últimos meses en el ejército, se le concedió un diploma de felicitación. De ese modo se le presentaron muchas oportunidades para testificar; sus amigos del ejército lo apodaron respetuosamente “El Predicador”. Ahora que se ha bautizado y sirve de precursor regular es verdaderamente un predicador.
Santiago también siguió un derrotero de desobediencia. Tenía tres hermanas. Dos de ellas eran precursoras regulares, la otra era precursora auxiliar; las tres eran activas, diligentes y orientadas hacia lo espiritual. Santiago no era así, pues se sentía orgulloso de su cabello rubio (el cabello oscuro es lo común en Honduras) y se lo dejaba crecer. Sus amigos íntimos eran ladrones, borrachos y drogadictos, y él compartía sus hábitos. No era raro que fuera a parar a la cárcel casi cada mes. A pesar de ello, un misionero razonó así: “Con tres hermanas teocráticas, de seguro es imposible que él carezca totalmente de buenas cualidades”. Se ofreció para estudiar con Santiago y él aceptó. Sin embargo, no progresó. Finalmente, el misionero descontinuó el estudio y le explicó que no tenía caso seguir estudiando si no aplicaba lo que aprendía.
Transcurrieron algunos meses y a principios de 1986 Santiago rogó que le dieran otra oportunidad. Esta vez fue diferente: se cortó el cabello largo, se preparaba con anticipación para el estudio, y hasta testificaba a sus anteriores amigos, quienes empezaron a evitarlo como a una plaga. Aún así, el misionero no estaba plenamente convencido. “¿De veras ha dejado de fumar y causar problemas en el vecindario?”, preguntó a las hermanas de Santiago. Sí, verdaderamente lo había hecho. En abril se le permitió participar en el servicio del campo. En mayo informó 65 horas en la predicación y en junio conducía ya cinco estudios. Progresó hasta bautizarse, y en poco tiempo llevaba la delantera en todas las actividades espirituales de la familia. En 1989 se hizo precursor especial.
¿Qué hizo que Santiago cambiara su proceder? Él responde: “Después de estudiar la primera vez, llegué a saber lo que le agrada a Jehová y lo que no le agrada. Entonces notaba que cada vez que hacía algo malo, a sabiendas, terminaba metiéndome en problemas con otras personas. Eso me ayudó a comprender que lo que Jehová requiere de nosotros es lo mejor para nuestra protección. La persona que obedece a Jehová siempre tiene menos problemas. No deseaba estar metido en problemas toda la vida, de modo que comencé a estudiar de nuevo, pero esta vez poniendo en práctica las cosas que aprendía”.
“La bomba azul” y otros libros
Las diversas publicaciones de la Sociedad Watchtower han contribuido mucho en ayudar a las personas a cambiar su vida y a acercarlas a Jehová. Estas publicaciones se han preparado tanto para las personas letradas como para las que apenas saben leer, y para jóvenes y mayores. Resulta difícil decir cuál ha sido la de mayor impacto en el campo hondureño.
Tome como ejemplo el famoso libro La verdad, llamado también, “la bomba azul”, del que se han impreso más de cien millones y ha tenido una circulación mundial. Una maestra de la escuela dominical de una Iglesia evangélica decidió ir al Salón del Reino a solicitar un estudio bíblico. Mientras se dirigía allá, se encontró con una hermana que le preguntó por qué deseaba estudiar con los Testigos. Ella contestó: “He hallado la verdad y ya no deseo ser maestra de la escuela dominical”. Había estado leyendo en secreto el libro La verdad. Se desilusionó un poco de que se le diera estudio solo dos veces por semana y no diariamente. No obstante, progresó y pronto empezó a asistir a las reuniones. Cuando oyó por casualidad al superintendente de la Escuela del Ministerio Teocrático decir que todo el que desea ser ministro de Dios debería matricularse en dicha escuela, lo hizo de inmediato. Rompió toda relación con la escuela dominical y se propuso llegar a ser una verdadera ministra de Jehová.
El libro Tu juventud también ha tenido buena acogida en Honduras. En algunas escuelas y universidades los maestros lo han usado como libro de texto para disertaciones en la clase. Una joven recibió de su abuela el libro Tu juventud y lo llevó a la escuela; su maestra lo analizó y le preguntó dónde lo había conseguido. Otro joven del grupo, que también lo tenía, dijo que lo publicaban los testigos de Jehová. La maestra pidió 34 libros para usarlos en la escuela.
El libro Creación ha tenido un gran efecto en las universidades. Una hermana que es maestra siempre resistió la presión del director y de otros profesores en cuanto a disertar sobre el tema del hombre prehistórico. Cuando se presentó el libro Creación, lo utilizó con éxito en la clase y también colocó uno en manos de otra maestra y del director.
En algunos lugares como Puerto Cortés, casi todo director de escuela tiene un ejemplar del libro. El director caribeño de una organización mundial de caridad, que se educó en una universidad de Inglaterra, lo leyó varias veces y dijo: “El libro va al grano. Uno no puede creer en Dios y en la evolución al mismo tiempo”.
El libro Vivir para siempre ha reemplazado al libro La verdad, y es una fuente de esperanza y consuelo para millones de personas. Aun siendo joven, a Leticia le preocupaba la muerte; cada vez que algún conocido moría, ella se ponía sumamente triste. Relata: “Desde hace dos años me he librado de mi aflicción; mi tristeza ha terminado”. ¿Cómo? “Una compañera de escuela tenía el libro Vivir para siempre, pero no lo apreciaba, así que me lo dio. En la página 10 leí: ‘Usted no desea morir, como tampoco lo desea cualquier otra persona normal que tenga alguna salud. Dios nos hizo con el deseo de vivir, no con el deseo de morir. [...] ¡De seguro un Dios amoroso no crearía a los humanos con el deseo de vivir para siempre y entonces les negaría la realización de ese deseo!’. Medité sobre ello y sentí un gran consuelo. Más tarde le dije a mi compañera que estaba muy agradecida de que me había dado un verdadero tesoro.”
La Biblia es, por supuesto, el libro más importante que utilizamos. En Honduras, donde la gente no se atrevía a leerla, la Traducción del Nuevo Mundo ha sido un instrumento de valor incalculable. Cuando se presentó en español en 1967, la distribución de Biblias en Honduras ascendió a más de 1.000 % sobre la cifra de 1965. Esta excelente traducción sigue ayudando a las personas a acercarse a Jehová, el Autor de la Biblia.
Una sola revista
Fue un día muy especial en Honduras cuando comenzaron a recibir las revistas La Atalaya y ¡Despertad! a todo color. Lo atractivo de su presentación se reflejó en un aumento del 13% en las colocaciones en ese año de servicio de 1986. La gente de Honduras aprecia mucho la variedad de temas y la autoridad bíblica de las revistas. Con frecuencia se observa a las personas leyéndolas en los autobuses o las oficinas.
En el área de La Ceiba, un médico le recomendó a una señora encinta que se sometiera a un aborto, ya que repetidas veces había tenido dificultades para dar a luz. Sin embargo, ella tenía sus dudas, por lo que el doctor le dijo que se fuera y lo pensara. El día de su siguiente cita con el médico, una Testigo le colocó una revista. Esta trataba sobre el aborto y le ayudó a decidirse firmemente en contra de este. ¡Qué felices se sintieron todos cuando dio a luz a su bebé sin dificultades! La señora empezó a estudiar. Ahora, tanto ella como su hija mayor están bautizadas y son precursoras auxiliares. Y todo empezó con una revista.
Una hermana colocó la ¡Despertad! que contenía el artículo “Siga tras la paz con su prójimo” al director del Ministerio de Educación. Fue una agradable sorpresa para ella ver que se dieron copias de este artículo a 300 empleados. Tenían que usarlo como base para una sesión de estudio. Aunque la sesión se prolongó, nadie se quejó. El resultado fue una mejora substancial en el ambiente laboral, y el director se ganó el agrado y respeto del cuerpo administrativo. Todo ello debido a una sola revista.
Por extraño que parezca, algunos hermanos han tenido una actitud negativa hacia la distribución de revistas. En 1981, una congregación pequeña colocó muy pocas revistas, un promedio mensual de unas tres por publicador. El superintendente de circuito los animó a pensar positivamente sobre el verdadero valor de las revistas. Poco después, en esa misma congregación los publicadores colocaban un promedio de 16 revistas cada mes. ¡Notaron, para su sorpresa, que algunas personas aceptaban tres o cuatro revistas a la vez!
Mayor progreso en territorio rural y aislado
En 1970 los cálculos indicaban que las buenas nuevas del Reino solo llegaban a tres o cuatro de cada diez hondureños. Siguiendo las instrucciones del superintendente de zona que visitó la sucursal ese año, se decidió reorganizar los territorios de las congregaciones, dando acceso a una gran parte de la población. Las congregaciones respondieron organizando grupos de Testigos en automóviles e incluso autobuses para llegar a las zonas rurales. Aun con aquel ajuste no podía cubrirse todo el país. En 1971 la sucursal tomó la iniciativa en disponer que los territorios no asignados se trabajaran una vez al año mediante precursores especiales temporeros.
Se asignó a dos precursores especiales, Armando Ibarra y Manuel Martínez, a trabajar los territorios aislados de la región de Olancho. Hicieron por lo menos cinco expediciones a los caseríos dispersos de la vasta región. Es un territorio de incontables montañas y valles remotos, y hábitat de animales salvajes, como el jaguar y serpientes venenosas; pero más peligrosos aún son los hombres violentos.
Para abarcar más territorio, acordaron predicar por separado, a la vez que se mantenían en comunicación. Un día, Armando decidió buscar a Manuel porque no lo había visto por algún tiempo. Al aproximarse a una casa, escuchó a alguien decir: “¡A ver si tu Dios o tu Biblia te salvan ahora!”. Sintió que las piernas le temblaban de miedo, pero oró a Jehová y entró. La situación era tensa. Dos hombres armados con una pistola y machetes tenían a Manuel con las manos en alto. Cuando vieron a Armando y se dieron cuenta de que Manuel no estaba solo, bajaron sus armas y lo dejaron ir. Cautelosamente, Manuel caminó hacia atrás sin apartar la vista de ellos y salió de la casa para unirse a su compañero. Ambos entonces partieron hacia otro pueblo.
En mayo de 1987, Héctor Casado, entonces superintendente de circuito, envió cartas a las congregaciones solicitando voluntarios para organizar una excursión de seis días a los pueblos aislados de la región conocida como Santa Bárbara. Se necesitaban hermanos y hermanas fuertes que estuvieran dispuestos a subir a la serranía y dormir en cualquier pueblo en que les anocheciera. En respuesta, 70 Testigos de 26 congregaciones y grupos aislados se reunieron en San Pedro Sula en la fecha indicada. Se dividieron en ocho grupos y, después de orar a Jehová, emprendieron sus respectivas rutas. Hablaron con toda clase de personas, la mayoría muy pobres, algunos muy amables, otros hostiles, muchos iletrados y unos pocos con bastante conocimiento de la verdad, gracias a los libros que habían adquirido en los pasados años. Una mujer deseaba tanto el libro Vivir para siempre, que ofreció a cambio su única gallina.
Un grupo condujo durante seis largas horas un vehículo de tracción en las cuatro ruedas a través de un serpenteante camino montañoso. Cuando por fin llegaron a un pueblecito, les dio la bienvenida una tormenta torrencial. Aquello se consideró providencial porque no había llovido en la región por varios meses. ¡Se dio el crédito a los hermanos por la tormenta! Por consiguiente, también se recibieron de buena gana las aguas de la verdad. Algunas hermanas regresaron esa misma tarde para conducir estudios bíblicos con los que mostraron aprecio por la verdad. Algunos continuaron estudiando por correspondencia.
Otro grupo predicó en un sector prácticamente controlado por evangélicos americanos que operaban su propia estación radiofónica. Lanzaron al aire una campaña de propaganda contra los Testigos, explicando que estos acostumbraban visitar en parejas y llevaban maletines llenos de literatura. “Tengan cuidado con ellos”, advirtieron. “Están preparados y tienen conocimiento profundo de la Biblia. Hasta algunos de nuestros hermanos capacitados pudieran ser extraviados por ellos. ¡Evítenlos! No los reciban en su hogar.” Semejante publicidad gratuita despertó un gran interés en las personas y preparó el camino para que muchos quisieran conversar.
En otro pueblo un hombre hospitalario, pero muy pobre, ofreció su hogar a los hermanos. El dormir sobre un petate o sobre el suelo raso no era ningún problema. ¡Pero en la madrugada los despertaron las pulgas que estaban listas para desayunar temprano! En ese pueblo el tejer petates es casi la única fuente de ingresos. Varias mujeres que no aceptaron literatura en el día, regresaron al anochecer al lugar donde se hospedaron los hermanos. Les ofrecieron petates recién tejidos a cambio de libros.
Después de seis días volvieron a reunirse los 70 del grupo. ¡Habían colocado 623 libros y 687 revistas, y habían pasado 2.455 horas en el servicio del campo!
Algunos se han preguntado si vale la pena hacer tanto esfuerzo para llegar a las personas en esos lugares aislados, ya que es prácticamente imposible hacerles las revisitas. Sin embargo, no debemos subestimar el poder que tiene la verdad para arraigarse en el corazón humano. Desde un lugar muy aislado, un hombre viajaba regularmente a un pueblo para conseguir las publicaciones. Cuando el grupo que atendía ese territorio se enteró de ello, un hermano ensilló su mula y fue a buscarlo a las montañas. Halló la casa, pero la esposa del hombre dijo que él no se encontraba. ¿Dónde estaba? Ella dijo: “Anda predicando”.
Un superintendente de circuito informó una experiencia parecida: “Imagínese que visita un pueblo aislado esperando hallar poco interés. Pero en una casa tras otra le dicen, ‘ya nos visitan los testigos de Jehová y estamos convencidos de que tienen la religión verdadera’. Eso nos sucedió a nosotros. Otras personas del pueblo nos decían: ‘Adelante, los estábamos esperando; estudiamos con Don Tivo’. ¿Quién será Don Tivo?, nos preguntábamos. No conocíamos a ningún hermano con ese nombre. Al parecer Don Tivo había conseguido publicaciones y la verdad se había arraigado en su corazón. En cuanto habló con un Testigo que le explicó cómo usar los libros y conducir estudios bíblicos, Don Tivo se propuso hacer discípulos. Cuando por fin lo conocimos ya conducía siete estudios bíblicos. Uno de estos era una pareja que estaba haciendo preparativos para casarse a fin de unirse a Don Tivo en la obra de predicar”.
Asambleas sobresalientes
Cuando se realizó la primera asamblea de distrito en Honduras en 1948, asistieron 467 personas. Un hombre de negocios que estuvo presente comentó: “Ya era tiempo de que viniera alguien con un mensaje como ese. Es algo nuevo para mí, pero me gusta”.
Pasaron dieciocho años antes de que pudiera organizarse la primera asamblea internacional. Pero en diciembre de 1966 se reunieron en la capital del país 1.422 personas, incluso 225 hermanos de lugares tan distantes como Canadá, Alemania y Australia. De San Pedro Sula llegaron 450 hermanos en una caravana de autobuses. La carretera pavimentada que une aquella ciudad con Tegucigalpa aún estaba en construcción, por lo que tuvieron que hacer una ardua travesía de 12 horas rodeando por los caminos de las montañas. Llegaron hermanos de partes tan distantes como La Ceiba, aunque llegaron con un día de retraso debido a que las fuertes lluvias imposibilitaron el paso del tren de transporte de fruta. Nadie se quejó del viaje riguroso.
Escucharon el consejo oportuno respecto al problema del nacionalismo en el discurso “Escuche las palabras de Daniel para nuestro día”. Observaron su primer drama titulado “Acudamos a la Biblia como nuestra guía en la vida”. Este drama fue muy apropiado para nuestros hermanos que viven en comunidades donde la fornicación es tan común que a un hombre que es fiel a su cónyuge se le considera raro o hasta débil.
Tanto la prensa como la radio dieron publicidad favorable. Los enemigos, claro, se ocuparon como siempre en diseminar mentiras y publicidad negativa, pero en la prensa se dedicó más espacio y atención a la verdad. Como dijo el apóstol Pablo: “No podemos hacer nada contra la verdad, sino solo a favor de la verdad”. (2 Cor. 13:8.) No hay duda de que aquella asamblea contribuyó al gran aumento que le siguió. En los tres años siguientes se bautizaron 477 personas en comparación con las 175 de los tres años anteriores.
De vez en cuando, las asambleas han contado con la visita de miembros del Cuerpo Gobernante, y los hermanos siempre han disfrutado mucho de su compañía estimulante. El hermano N. H. Knorr visitó Honduras en varias ocasiones. Y los hermanos W. L. Barry, J. C. Booth, F. W. Franz, M. G. Henschel, W. K. Jackson, K. F. Klein, A. D. Schroeder y L. A. Swingle también han estado en asambleas en Honduras.
La Asamblea de Distrito “Mantenedores de Integridad” de 1986 fue otra ocasión excepcional. El drama “Su futuro ... un desafío”, hizo que algunos hermanos y hermanas pensaran más seriamente en cuanto a servir de precursores. Un hermano joven había planeado asistir a la universidad después de la asamblea, pero cambió de parecer y buscó un trabajo que le permitiera ser precursor auxiliar. Su hermana, que perdió su empleo porque rehusó perder la asamblea, también se hizo precursora auxiliar.
Una pequeña asamblea de circuito realizada en Puerto Cortés fue diferente en un aspecto: ¡el superintendente de circuito no llegó! Quedó atrapado al otro lado de un río impetuoso sin otra opción que permanecer donde estaba. Los hermanos atendieron bien la situación. Se dividieron entre sí las asignaciones del superintendente de circuito de modo que no se perdiera nada del programa. Pero había otro problema: los hermanos encargados de la asamblea decidieron que todos los oradores deberían llevar una chaqueta. Sin embargo, pocos hermanos del país tienen una chaqueta puesto que hace mucho calor allí. Por lo tanto, cuando el primer hermano terminó su discurso, su chaqueta roja y corbata verde reaparecieron en los tres discursos siguientes. La diferencia de talla y complexión de los cuatro hermanos añadió una nota chistosa a la edificante asamblea.
Se edifica para la adoración verdadera
Los testigos de Jehová son edificadores; edifican personalidades cristianas, familias felices y congregaciones unidas y pacíficas. Al crecer las congregaciones en Honduras, ha sido necesario construir Salones del Reino y una sucursal. Durante los primeros años, bastaba colocar un letrero en la pared y alinear unas cuantas bancas en la sala de la casa de un hermano para considerar aquello un Salón del Reino, pero las congregaciones pronto se dieron cuenta de las ventajas de construir sus propios edificios. De las 22 congregaciones que había en 1971, 15 poseían su propio Salón.
Los salones por lo general son sencillos, de buen gusto y adecuados a la localidad. Un techo de paja con bancas de caoba, cortadas de árboles locales, y levantado sobre un claro en la selva de Chacalapa, no cuesta más de 20 dólares. El bambú crece en abundancia en La Junta cerca del río Ulúa, por lo que un salón allí, con piso de tierra y paredes de bambú costó más o menos lo mismo. Aunque se ha agrandado y reformado en varias ocasiones, sigue siendo sencillo y adecuado al entorno. Por otra parte, las ciudades requieren de salones más elaborados.
Sencillo como parezca, el construir un salón lejos de una ciudad grande no es nada fácil. Uno no puede sencillamente descolgar el teléfono y hacer un pedido de madera, arena y cemento. El salón de Siguatepeque fue construido en 1973 por hermanos sin experiencia y con materiales no acabados que había disponibles. Del lecho del río tomaron grava y arena que después se cribó. Se derribaron unos pinos grandes, se sacaron de la barranca con un tiro de bueyes y después se montaron en el caballete para cortar las vigas de 11 metros de largo con la ayuda de una sierra tronzadora de 2,7 metros de longitud.
La sucursal o Betel, tiene una historia interesante. Comenzando en 1946, las instalaciones estaban en un edificio alquilado en la capital, por lo que fue necesario trasladarla varias veces a través de los años. Pero en el tiempo en que Harold Jackson era el siervo de sucursal, el aumento en los intereses del Reino mostró que era preciso construir un edificio que satisficiera las necesidades. Con ese fin se compró un lote bien ubicado, desde donde se apreciaba la embajada de Estados Unidos. La obra comenzó en 1961. En aquel año, Lloyd Aldrich era el siervo de sucursal. Baltasar Perla, de El Salvador, era el arquitecto y Pedro Armijo, de Tegucigalpa, el contratista. Las herramientas y técnicas de construcción eran sencillas.
Comentando sobre la excelente calidad de la mano de obra, el hermano Aldrich dijo: “Era asombroso ver lo que los hermanos podían hacer sin el equipo y maquinaria modernos. Casi todo se hacía a mano. Las únicas dos máquinas que utilizamos eran una hormigonera y un camión para acarrear los materiales al lugar de construcción”.
En 1961 había solo 571 publicadores en Honduras, y las instalaciones de la sucursal eran más que suficientes, pero para 1986 había más de 4.000 publicadores informando actividad, y aunque el Hogar Betel se había agrandado en 1978, era necesario ensancharlo de nuevo. El Cuerpo Gobernante autorizó una adición que aumentaría a más del doble el espacio disponible. La obra comenzó en 1987. ¡Qué gozo ha sido ver en acción a los voluntarios internacionales! Con la cooperación de muchas congregaciones, terminaron un magnífico edificio que se dedicó al servicio de Jehová el 21 de octubre de 1989.
Retrospección y perspectivas
La dedicación del nuevo Betel fue una ocasión gozosa. De todas partes vinieron hermanos con muchos años en el servicio del Reino, felices de poder verse después de mucho tiempo. Entre ellos se hallaban algunos de los primeros misioneros que sirvieron en Honduras: Allan y Helen Bourne, Darlean Mikkelsen, Randy Morales y Woody Blackbourn, quien fue siervo de sucursal a principios de los años cincuenta.
Al reflexionar sobre las experiencias que ha tenido en el campo hondureño, Werner Zinke, coordinador del Comité de Sucursal desde 1978, expresó: “Al pensar en los 20 años que he disfrutado de servir aquí en Honduras, puedo decir que Jehová nos ha bendecido abundantemente en este país. He visto aumentar el número de publicadores de 1.341 en 1970 a 6.583 en la actualidad. Qué gran privilegio tenemos de dar a los hermanos de Honduras un servicio de mayor calidad desde nuestra nueva sucursal”.
Cuando Ethel Grell, que ha sido precursora desde que tenía 14 años, llegó a Honduras con su madre, Loverna, en 1946, había solamente 15 publicadores, contando a los siete misioneros. Cuando se le entrevistó en una asamblea reciente se le preguntó cuál había sido la mayor bendición que había recibido en su ministerio de más de 40 años en el país. Dijo: “Mi mayor felicidad ha sido poder ver la firmeza y madurez de la organización de Jehová, el aumento de precursores jóvenes y el gran aumento de publicadores”.
En la dedicación del nuevo Betel en 1989, Lyman Swingle, representando al Cuerpo Gobernante, pronunció el discurso de dedicación. Al preguntársele qué pensaba de las perspectivas teocráticas de Honduras, su visión sobrepasó los límites del futuro inmediato. Respondió: “Las perspectivas para Honduras y para todos los demás países son muy buenas porque la organización de Jehová pronto estará transformando toda la Tierra en un paraíso”. Es cierto, pues lo que anhelamos es ¡la gobernación del Reino de Jehová! Pero mientras tanto, hay mucho trabajo que hacer. Pedimos la bendición de Jehová sobre todos nuestros hermanos de Honduras a medida que le sirven hombro a hombro con sus hermanos de otros países y trabajan lealmente para mantener en alto Su nombre bajo la dirección de Jesucristo y su esclavo fiel.
[Fotografía en la página 152]
Loverna Grell (a la izquierda) y su hija Ethel
[Fotografías en las páginas 156, 157]
Honduras, un país adornado con cascadas espectaculares, hermosas orquídeas, pirámides ancestrales y playas litorales
[Fotografía en la página 158]
William y Ruby White
[Fotografía en la página 162]
Los misioneros que sirven en Honduras vinieron de países como: Alemania, Canadá, Estados Unidos, Finlandia, México, Noruega y Suecia
[Fotografía en la página 168]
El hermano Knorr y las gemelas, Jeannette (a la izquierda) y Johneth Fischer, quienes se iniciaron en la obra misional en 1952
[Fotografía en la página 172]
Grant Allinger, superintendente de sucursal de 1963 a 1978, y su esposa Olga
[Fotografía en la página 176]
Predicando cerca de Omoa
[Fotografía en la página 184]
El superintendente de circuito Julio Mendoza con su esposa, Dunia, y su hija Esther
[Fotografía en la página 193]
Los Salones del Reino son sencillos, de buen gusto y adecuados a la localidad
[Fotografías en la página 200]
La primera sucursal en contraste con la sucursal construida en 1961 que muestra el anexo que se le hizo en 1978
Lyman Swingle en el programa de dedicación de las nuevas instalaciones celebrado el 21 de octubre de 1989.
Las nuevas instalaciones que se construyeron junto al anterior edificio se completaron en ese año
[Fotografía en la página 201]
Los cinco miembros del Comité de Sucursal con sus esposas en una visita del hermano Lloyd Barry como superintendente de zona. De izquierda a derecha: William y Ruth Sallis, Raymond y Olga Walker, Aníbal y Cristina Izaguirre, Lloyd y Melba Barry, Werner y Ulla Zinke, y Manuel y Ada Martínez
[Mapa en la página 148]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
HONDURAS
Capital: Tegucigalpa
Idioma oficial: español
Religión mayoritaria: católica
Población: 5.011.107
Sucursal: Tegucigalpa
MÉXICO
BELICE
GUATEMALA
EL SALVADOR
NICARAGUA
HONDURAS
Mar Caribe
ISLAS DE LA BAHÍA
Roatán
Puerto Cortés
Omoa
Tela
Baracoa
Trujillo
La Ceiba
Limón
Sangrelaya
Laguna de Brus
LA MOSQUITIA
San Pedro Sula
La Lima
Río Ulúa
El Progreso
Santa Rita
OLANCHO
Santa Rosa de Copán
Siguatepeque
Tegucigalpa
Comayagua
Danlí
San Lorenzo
Choluteca
Guásimo
Océano Pacífico
[Tablas en la página 207]
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HONDURAS
Promedio de precursores
939
255
162
59
14
1950 1960 1970 1980 1992
Máximo de publicadores
6.583
3.014
1.341
550
260
1950 1960 1970 1980 1992