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  • Rumbo a la aventura
  • ¡Despertad! 1973
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¡Despertad! 1973
g73 8/2 págs. 9-12

Rumbo a la aventura

EL LUNES 14 de agosto, en Sarafand, Israel, dos jóvenes mujeres árabes fueron sentenciadas a cadena perpetua por haber participado en el secuestro de una aeronave belga, obligándola a aterrizar en el aeropuerto de Lod en Israel. Uno de los jueces había preferido la pena de muerte.

Tres meses antes, mientras las noticias del secuestro aéreo eran radiadas a todo el mundo, el 9 de mayo locutores radiales relataban lo que sucedía en el tenso drama que se estaba desenvolviendo en Lod. Nosotros escuchamos.

¿Cómo se siente uno al saber que está por aterrizar en el mismo aeropuerto más tarde en el mismo día? ¡Miembros de nuestro grupo estaban nerviosos! En pocos minutos íbamos a abordar un DC 9 de la British European Airlines y dejar el aeropuerto internacional de Londres rumbo a Israel. ¿Qué pasaría cuando nuestro vuelo arribara? Nos preguntábamos.

Cuatro miembros de la organización de Comandos Árabes Septiembre Negro habían secuestrado un Boeing 707 de la Sabena, amenazando con volarlo matando a todos a bordo, a menos que se pusiera en libertad a cien guerrilleros terroristas árabes.

Los informes decían que el aeroplano estaba lleno de cargas plásticas y que los aeropiratas llevaban granadas. La tensión aumentaba a medida que las negociaciones entre los árabes y el Tnte. Gral. David Elazar, jefe de estado mayor de las fuerzas armadas de Israel, continuaban durante la noche.

Nuestro avión no llegaría a su destino sino hasta siete horas más tarde. Seguramente para entonces —tratábamos de reanimarnos— el problema estaría resuelto.

Los procedimientos de seguridad en el aeropuerto de Londres no hicieron nada para aliviar nuestros temores. Los pasajeros fueron revisados con rayos X antes de abordar el avión. Todo fue escrupulosamente examinado... el equipaje, las carteras, hasta los tubos de lápiz para los labios fueron abiertos. Solo entonces se permitió que los pasajeros subieran a bordo.

Los pasajeros un mosaico de la población de Israel

¡Qué grupo tan variado éramos! ¡Eran notables los contrastes! En uno de los nuevos asientos de preferencia un patriarca bronceado por el sol, vestido con ondeantes mantos, observaba a través de la ventanilla a medida que el avión corría por la pista a más de 240 kilómetros por hora. Un pañuelo blanco sujeto a su cabeza por una doble hilera de cintas enmarcaba su rostro de facciones profundamente aguzadas. El pasajero cruzó las piernas, mostrando sus muy usadas sandalias de tiras de cuero. En esta era de la velocidad supersónica, parecía como si él hubiera acabado de salir del pasado. El patriarca Abrahán de la Biblia quizás haya estado ataviado así cuando Jehová le prometió que su descendencia heredaría la Tierra Santa.

Nuestra atareada azafata probablemente no se percató de la incongruente escena que había creado al acomodar a dos señoras, sentándolas al lado de este pasajero. Eran judías norteamericanas que viajaban a Israel en trajes con pantalones estampados, salpicados de brillantes colores. Sus tintineantes pulseras se golpeaban rítmicamente al compás de los ademanes con los que acompañaban su animada conversación. Sin embargo, junto con sus pronunciados pómulos, nariz aquilina, cabello moreno, porte orgulloso, había rastros de belleza.

Y había niños. Un padre zarandeó de rodilla a rodilla a tres chiquillos de oscuros ojos, durante todo el vuelo, pero se notaba su irritación. Aquí estaba el humano imperfecto, sin la paciencia de Jesús, que tomó a los niños pequeños en sus brazos, no en irritación, sino para bendecirlos.—Mar. 10:16.

Inmigrantes, turistas, árabes, estudiantes, sacerdotes... nuestros pasajeros eran un mosaico en miniatura de la variada población de Israel, porque el país es una colección de minorías que han venido de antecedentes notablemente diferentes.

¿Por qué la atracción de esta tierra?

¿Cuál es la luz que atrae a gente de todo el mundo como polillas a esta tierra? Ciertamente no es la búsqueda de la paz, pues Israel no es una tierra de paz. Se balancea precariamente al borde de la guerra y está rodeada por casi todas partes por las tierras de enemigos que han jurado destruirla. Las ovejas de Israel todavía se hacen recostar en prados herbosos y son conducidas a descansaderos donde abunda el agua exactamente como los que describió el salmista David, pero actualmente el pastor lleva un rifle sobre el hombro.

En tiempos bíblicos Jehová le ordenó a Moisés que enviara espías para explorar la tierra antes de que la poseyeran los hijos de Israel. Hallaron una tierra muy productiva. Pero los espías no tuvieron que llevar ametralladoras. Hoy día, mientras el heno es enfardado y la tierra nuevamente rinde su abundancia, las jóvenes en ropa militar de fajina y portando armas vigilan la operación. Hombre o mujer, casi todos prestan servicio militar. Aun las mujeres que son automáticamente exceptuadas si provienen de una familia ortodoxa, en muchos casos deciden que es su deber unirse a las fuerzas que defienden su país.

En esta tierra los recuerdos de la guerra están por todas partes. En el mar de Galilea donde Jesús predicó: “Felices son los pacíficos, puesto que ellos serán llamados ‘hijos de Dios,’” los tractores están armados; los niños juegan cerca a refugios antiaéreos. Sus padres les han advertido a prestar atención a las sirenas que avisan del peligro.

En el monte de las Bienaventuranzas, donde hay un anfiteatro natural con una acústica tan espléndida que miles de personas pudieron haber oído el Sermón del Monte, aún permanecen las cercas de alambre de púas, un triste recuerdo de la guerra. Pues la paz relativa en la zona ha existido solo desde el año 1967, cuando los israelíes salieron victoriosos después de una guerra de seis días con los árabes. Previamente, por diecinueve años, los cañones y morteros habían bombardeado a los residentes desde las alturas.

En los caminos que corren cerca de la frontera siria, pequeños triángulos rojos esparcidos por el paisaje, avisan que el peligro todavía puede estar al acecho por esas zonas. Estos y alguno que otro tanque volcado permanecen como restos de la evidencia del odio y la intimidación política.

Tales eran los sentimientos detrás del secuestro aéreo que ahora se estaba intentando en el aeropuerto de Lod. Funcionarios de la Cruz Roja Internacional también estaban implicados tratando desesperadamente de negociar un arreglo. Los aeropiratas, dos hombres y dos mujeres, se estaban impacientando. En juego estaban las vidas de los noventa y siete pasajeros a bordo del avión de la Sabena. A pesar de eso, a través de todo el incidente, los funcionarios israelíes rehusaron ceder. Estaban determinados a demostrar que el Estado no toleraría actos de piratería aérea y chantaje como un medio para ganar la libertad de los guerrilleros encarcelados. La situación era crítica. ¿Qué pasaba si los terroristas volaban el avión y destruían la pista en la que íbamos a aterrizar?

No, en verdad los miles de turistas que cada año visitan a Israel no están buscando una tierra sin tensión. Con más frecuencia esperan retroceder en el tiempo, profundizar su perspicacia, y fortalecer su fe volviendo a la tierra donde se llevaron a cabo antiguos dramas religiosos. Respecto a esto la Tierra Santa satisface las mayores expectativas, porque ha sido el punto focal de tres de las mayores religiones del mundo: El judaísmo, el cristianismo y el islam... aquí los apreciados símbolos y edificios se mezclan intrincadamente.

Hechos del pasado cobran vida

Para el cristiano la tierra es un verdadero tesoro. Está Nazaret, hogar de la juventud de Jesús, un pueblo de colinas. El terreno es un recordatorio de que cuando Jesús regresó aquí a predicar, los habitantes, convencidos de que él solo era un hijo de José, se enojaron ante sus palabras y “se levantaron y lo sacaron apresuradamente de la ciudad, y lo llevaron hasta la cumbre de la montaña sobre la cual había sido edificada su ciudad, para despeñarlo.” (Luc. 4:29) En el mercado, la gente y los burros todavía comparten las angostas calles tal como lo hicieron en el día de Jesús. Los artesanos todavía despliegan antigua destreza. Un herrero modela una guadaña a mano. El pozo del que tal vez María extraía su provisión de agua es una atracción favorita.

La Biblia realmente cobra vida al estar uno de pie sobre el monte Tabor y visualizar a Barac descendiendo con 10.000 hombres detrás de él para derrotar las fuerzas de Sísara después que Jehová hubo arrojado en confusión a las fuerzas enemigas. El monte Gilboa, elevándose entre el río Cisón y el valle del Jordán, es un recordatorio de que aquí Saúl y tres de sus hijos fueron muertos. Y lo que anteriormente fue la pequeña aldea de Naín nos recuerda de la felicidad de una viuda solitaria cuando Jesús levantó a su único hijo de la muerte.

Dentro y en los alrededores de Jerusalén, la capital, un visitante puede caminar a través de miles de años de historia en unos pocos minutos. Aquí están el monte de los Olivos, Getsemaní, el monte Sion y el Calvario. Aquí está el famoso muro judío de los lamentos; también el lugar donde reinó Herodes. Y aquí Cristo lloró sobre la ciudad: “Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella, . . . ¡cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos debajo de sus alas! Pero ustedes no lo quisieron. ¡Miren! Su casa se les deja abandonada a ustedes.”—Mat. 23:37, 38.

Y Jerusalén ciertamente fue destruida. Después de esto, muchos de los judíos se refugiaron en Safad, una ciudad construida después de la destrucción. Hoy día las rutas a esta ciudad son pintorescas debido a las cigüeñas, aves de 1,20 metros de altura y de magnífica envergadura, que con regularidad migran a través de Palestina de sus cuarteles de invierno en el África.

Aquí en Israel el erudito puede seguir la senda por la cual Jesús caminó, examinar las características orientales de los habitantes del Estado moderno, ver los ropajes tradicionales que los judíos han usado por siglos, y oír hablar griego, árabe y hebreo a medida que los hechos del pasado cobran vida. Movimiento, vida y color son añadidos a la Palabra escrita. En una época de cinismo y duda, se siente reverencia; se refuerza la necesidad de adoración.

Verdaderamente las palabras de Goethe aplican especialmente al histórico estado de Israel: “Si quieres entender al poeta, visita su país.” Es por esto que vinimos.

Arribamos a Lod

Por más de media hora nuestro avión dio vueltas sobre la pista. El aeropuerto bullía con actividad y nosotros no podíamos aterrizar. Entonces se produjo un claro... ¡y qué alivio! Estábamos descendiendo. Allí estaba el avión de la Sabena rodeado de camiones del ejército.

Las tropas israelíes, disfrazadas como mecánicos del aeropuerto, se habían apoderado de la aeronave. En el asalto los dos árabes habían sido muertos, una de las jóvenes aeropiratas había sido herida y la otra capturada. Los pasajeros saltaron, bajaron y se dejaron deslizar del avión. Las autoridades israelíes que no habían cedido por temor de que tal acción animara a otros intentos de extorsión guerrillera habían salido victoriosas. Las dos jóvenes ahora se enfrentaban a prisión.

Mientras esperábamos en la acera por nuestro taxi, pasaron las ambulancias roncando sus motores. Parecía que la mitad de la población de Israel había estado en el aeropuerto para ver el drama. Entre ella estaba Moshe Dayan.

La tensión y el alivio se entremezclaban en nuestras emociones a medida que nos dirigíamos hacia Haifa. El incidente había pasado, pero la oportunidad de visitar los sitios que marcaron las vidas de los patriarcas y los fundadores del cristianismo, la verdadera aventura, estaba por comenzar.—Contribuido.

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