Energía de las entrañas de la Tierra
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Bélgica
“TRABAJO en una mina de carbón.” Cuando alguien hace esa declaración, la mayoría de las personas propende considerar al individuo con una mezcla de admiración temerosa y compasión. ¿No es difícil y peligroso trabajar en una mina de carbón? Pocas décadas atrás esto era muy cierto, pero el aumento en la mecanización y la adopción progresiva de mejores reglamentos de seguridad han producido cambios favorables.
En Bélgica los mineros de carbón ciertamente presentan cierto atractivo a la imaginación. Hasta se estampan representaciones de ellos en las monedas. Y esto no sorprende, porque durante el período del auge minero había 150.000 trabajadores en las minas de carbón, lo cual ciertamente es un gran número cuando se toma en cuenta que éste es uno de los países más pequeños de Europa.
Se encuentran cuencas hulleras o de carbón tanto en el norte como en el sur de Bélgica. No todo el mundo sabe que en ciertos días se permiten visitantes en estas minas, con tal que vayan acompañados de guías capacitados. Tengo muchos amigos que pasan gran parte de su vida en estas entrañas de la Tierra. Esto fue suficiente para que yo mismo bajara una vez. Tal vez al lector le gustaría acompañarme en este viaje educativo.
Estamos en Beringen, un yacimiento de carbón en la cuenca septentrional. Puesto que el carbón se encuentra casi exclusivamente a grandes profundidades (aproximadamente a 800 metros), se necesitan pozos a fin de llegar hasta las capas o vetas de carbón. Todas las labores se realizan a lo largo de estos pozos... la transportación del personal, el equipo y el carbón. En los pozos también se encuentran la instalación de tuberías, la instalación eléctrica y las cañerías para aire comprimido.
A veces las personas que no están informadas creen que para hacer un pozo solo hay que excavar un hoyo cada vez más profundo y sacar de allí la tierra. La cosa no es tan sencilla. Las diferentes capas que hay que perforar a veces se componen de arena movediza, formaciones de rocas sueltas y agua, todo lo cual fácilmente pudiera producir un derrumbe en el pozo. A fin de evitar esto, se pone en operación un sistema ingenioso. Alrededor del sitio donde se piensa hacer el pozo se ejecutan unas 40 perforaciones hasta llegar al lecho de roca sólida. En cada una de estas perforaciones se colocan dos tubos o caños, a través de los cuales circula una solución salina para enfriamiento que se encuentra a una temperatura de -25° C. Gradualmente todo se congela. Después de tres o cuatro meses el resultado es un inmenso cilindro de terreno congelado dentro del cual se hace el pozo verdadero, que se refuerza con anillos de hierro fundido.
Una visita subterránea
Antes de descender a la mina, a cada visitante se le da parte del equipo típico del minero: una lámpara, un casco y una máscara de CO (monóxido de carbono). En cuestión de segundos llegamos a nuestro destino, a 789 metros de profundidad. Aún no vemos rastro alguno del carbón. Vemos túneles cilíndricos alumbrados que van en direcciones diferentes. Los túneles están cubiertos de bloques de concreto a los que se les ha dado forma cónica. Nuestro guía nos dice que esa cubierta es la que mejor resiste la tremenda presión.
A estos túneles se les llama “pasillos de piedra.” Son de la mayor importancia debido a que sirven de acceso al subterráneo. Partiendo del pozo, se esparcen en diferentes direcciones y penetran en el “yacimiento de la concesión,” y desde ellos se perfora en las diferentes capas de carbón. Al enterarnos de que, después de más o menos 50 años de explotación, los pasillos alcanzan una longitud de 90 kilómetros, no nos sorprende que hayamos tenido que subir a un pequeño tren para ir hasta uno de los ocho “frentes de trabajo.”
El recorrido se asemeja algo a un viaje en tren subterráneo en una gran ciudad. A la vez, nos da la oportunidad de hacer a nuestro guía algunas preguntas en las que hemos estado pensando.
“Acabamos de pasar otro piso en el elevador... ¿significa eso que hay dos vetas de carbón en esta mina?” pregunto.
“De ningún modo. Realizamos la explotación en 11 vetas diferentes, pero hay más vetas. Las capas no son horizontales, sino que se inclinan hasta 14 grados. El espesor varía de 80 centímetros a 2,7 metros. Estas capas de carbón, junto con la masa rocosa que se encuentra entre ellas, la cual está compuesta de piedra arenisca y pizarra, pueden compararse a un tocino entreverado de decenas de metros de espesor. La grasa blanca representa las rocas; la carne roja, el carbón.”
“Ahora entiendo,” dije. “No bastaría con un solo conjunto de pasillos para explotar todas estas vetas fácilmente.”
“Así es,” responde nuestro guía. “Estamos ahora a 789 metros bajo el nivel del suelo. A sesenta y dos metros sobre nosotros hay otro conjunto de pasillos. Se extrae el carbón en estos dos niveles. El comienzo está aquí y se prosigue en dirección a las vetas de carbón por medio de pasadizos o galerías inclinadas.”
Ya hemos llegado a nuestro destino. Andamos un poco más a través de pasillos iluminados y notamos que en ellos penetra una agradable corriente de aire. Nuestro guía nos explica lo siguiente: “Todo el aire fresco se bombea a través del pozo que está en este nivel. Llega hasta los pasillos, las zonas de extracción y los frentes de trabajo. El aire viciado regresa a la superficie a través del nivel que está precisamente sobre nosotros. Cada año extraemos aproximadamente un millón de toneladas de carbón.”
Abandonamos el pasillo y por medio de un plano inclinado llegamos hasta un túnel fortificado con puntales curvados de hierro. Precisamente detrás de éstos hay un armazón de madera. A los pasillos de este tipo los mineros los llaman “galerías.” El guía llama nuestra atención al polvo de piedra colocado sobre planchas situadas precisamente más arriba de nuestra cabeza. En caso de fuego se ladean los tablones para apagar el fuego por medio de una nube de polvo. Este método de extinguir incendios está diseñado para los incendios producidos por el polvillo de carbón que se levanta en remolinos y puede inflamarse por una razón u otra. El polvillo de carbón es sumamente combustible, hasta explosivo.
“¿Es tan real el peligro de fuego?” pregunté.
“Sucede muy raras veces, pero debido a las dimensiones catastróficas que el incendio pudiera cobrar, tenemos que tomar toda precaución posible. La batalla contra el polvillo ha progresado mucho. Como medios eficaces de combatir el polvillo usamos taladros que rocían agua pulverizada durante el tiempo de la perforación e inyectamos agua a gran presión en las capas de carbón.”
Dónde hallamos el carbón
Hemos llegado al fin de la galería. Notamos un pasadizo estrecho y largo de aproximadamente un metro de alto en ángulo recto con la galería donde nos hallamos. A un lado hay una roca inclinada, contra la cual ejerce presión un soporte hidráulico, y al otro lado por fin vemos un muro bajo de brillante carbón negro. Este es el lugar donde de hecho se extrae el carbón. Palpamos su superficie. Se dice que esta capa de carbón de un metro de espesor representa una capa de vegetación de 25 metros de espesor que existió hace miles de años.
“La explotación de una veta de carbón,” explica el guía, “se realiza de la siguiente manera: comenzamos más o menos en ángulo recto a los pasillos de piedra; puesto que hay dos galerías, es preciso buscar un poco para hallar el carbón. Si sucede que se halla carbón en ambas galerías, entonces unimos las dos. Enfrente pueden ver ustedes una conexión de esta clase, y es en ese mismo lugar, llamado el ‘pilar,’ donde efectivamente se extrae el carbón. Este frente de trabajo, de 200 metros de ancho, penetra dentro de la veta de carbón. El carbón se extrae en capas a todo lo ancho. Pudiéramos explicarlo de este modo: el pasillo, las galerías y el pilar constituyen los cuatro lados de un gran trozo inclinado de carbón de forma más o menos rectangular y de aproximadamente un metro de espesor.”
Tengo un cuadro mental de un minero que extrae carbón con un pico y pregunto si todavía existe.
“Casi no,” contesta nuestro guía. “Y no nos lamentamos de ello, porque sacar carbón con un pico neumático es una labor muy ardua. En su mayor parte esta labor se hace con máquinas ahora. Día tras día la máquina rebaja metros de carbón de la veta. Se trasladan los soportes al próximo sitio y sencillamente se deja que el techo del lugar donde se ha trabajado se derrumbe.”
Nos quedamos muy sorprendidos. En realidad habíamos notado en el suelo rocas que, para expresarlo así, habían caído del techo. “¿No es peligroso eso?” pregunté.
“No, las fallas que se producen de este modo son insignificantes en comparación con la capa superior que tiene centenares de metros de espesor. Los ingenieros calculan esto matemáticamente. De hecho, también se usan otros métodos. A veces, estos lugares subterráneos se rellenan de piedras.”
Avanzamos lentamente. El adelantar doscientos metros en una posición encorvada es una gran distancia para mis piernas que no están acostumbradas a ello. Meditativamente miro las largas piernas del joven minero que va delante de nosotros y no puedo menos que comentar que en la mina parece que el ser pequeño es una ventaja.
“A primera vista, sí,” dice el joven riendo, “pero hay que saber convertir las desventajas en ventajas. De este modo.” Se agacha mucho y, dando largas zancadas a modo de cangrejo, llega hasta el fin del pasadizo en un mínimo de tiempo.
¿Cómo se originó el carbón?
Deseo saber más acerca del origen del carbón. Con este fin, hablo al guía. De buena gana él me explica: “Por lo general se acepta que el carbón llegó a existir como resultado de catástrofes. Cuando la vegetación muerta queda expuesta al aire, se pudre. Sin embargo, si de súbito la vegetación se ve aislada del aire por agua, barro o arena, se dice que comienza el proceso que forma carbón. La presión que se ejerce y el tiempo son factores claves. En la cuenca hullera del sur de Bélgica se han hallado muchos esqueletos de animales prehistóricos... dinosaurios, y así por el estilo. En cuanto a esto me gustaría mencionar que solo se han hallado esqueletos de animales extintos o de animales que todavía existen. No se ha hallado rastro alguno de los millones de las llamadas formas intermedias entre las diferentes clases de animales, que razonablemente deberían haber existido según la teoría de la evolución.”
El minero
Una de las ventajas de trabajar en una mina es que uno puede jubilarse temprano, a saber, después de 25 años de servicio. En términos prácticos esto significa que una persona que comienza a trabajar en la mina a la edad de 18 años puede retirarse a los 43 años de edad. Además, el minero tiene muchos días feriados que puede usar según su propia discreción. También hay extensos beneficios sociales como carbón gratis y alquiler bajo.
El daño al que se exponen los pulmones del minero de carbón sigue siendo real. Especialmente es peligroso el polvo de roca. Esto se debe a que la estructura molecular de éste es angular en comparación con la del polvo de carbón, que es circular. Por supuesto, las numerosas maneras de combatir el polvo, junto con semanas de trabajo más cortas, han aminorado el peligro.
“¿Qué hay en cuanto al peligro de derrumbes?” deseo saber.
“Los desastres naturales reales, como los derrumbes, las explosiones y los fuegos, son raros. La constante mejora en las condiciones de trabajo y en los reglamentos de seguridad ha influido en esto. En la superficie hay un gigantesco tablero de mando que registra casi cualquier cosa que pudiera andar mal en la mina.
“Un huésped no invitado con el cual tenemos que tratar bajo tierra es la mofeta, o gas mefítico. Como mencionamos antes, el carbón llegó a existir debido a que grandes cantidades de vegetación quedaron aisladas del aire. Sin embargo, durante el proceso de extracción se desprenden otros ingredientes que han procedido de las plantas. De modo que un metro cúbico de carbón libera 350 metros cúbicos de mofeta y 200 metros cúbicos de anhídrido carbónico. Estos gases se sacan por succión a través de taladros inclinados y en la superficie se les vuelve a usar como fuente de energía.”
Todavía no he hecho la pregunta que me ha preocupado desde que comenzamos: “¿No es una experiencia atemorizadora para algunas personas el tener que descender a lo profundo, verse aisladas del mundo exterior excepto por estos dos pozos?”
“Usted se refiere al elemento del temor,” dice él, riendo. “Eso casi no existe debido a que este trabajo se pasa de padre a hijo. Conocemos la mina y no sabemos de otro modo de vivir. Es semejante a lo que sucede en una zona pesquera en la que el hijo sale a pescar tal como lo hizo su padre. Para tranquilizarlo puedo decirle que además de estos dos pozos hay otras conexiones con la superficie. En caso de emergencia, hay conexiones subterráneas adicionales con otras minas en esta cuenca hullera.”
Regresamos ahora a nuestro punto de partida y subimos rápidamente en el ascensor. Todos hemos tenido la oportunidad de ponernos muy negros en poco tiempo. Nos deshacemos del polvo negro del carbón en las duchas de los mineros. Sin embargo, no podemos deshacernos de la intensa impresión que ha hecho en nosotros nuestra primera visita a estas entrañas de la Tierra.