Comenzó en Katmandú
Según lo relataron Bishnu y Tara Chitrakar
“TARA, quiero que vengas a conocer a un hombre que pensamos que será un buen esposo para ti.” Así fue como mi padre me comunicó la noticia en un hospital de Katmandú (Nepal). Tenía veintiocho años de edad, y ejercía la medicina en ese hospital. Con la aprobación de nuestros respectivos padres, nos casamos cuatro semanas después.
El nombre de mi marido era Bishnu Chitrakar. Tenía treinta y cuatro años, y se había graduado en Ingeniería Agrónoma. Aunque a través de los años le había visto de vez en cuando por las calles de Katmandú, nunca le había tratado personalmente. Esto les puede parecer extraño a los occidentales, pero en mi país, Nepal, existe la costumbre secular de que los padres concierten los matrimonios de sus hijos... y el índice de divorcios es muy bajo. Tal vez debería explicar esto un poco más.
En Nepal, cuando una mujer se casa, se muda al hogar de sus suegros. No suele estar bien visto que el hijo se vaya de casa. Se espera que permanezca en el hogar y continúe apoyando a su familia. Por eso, los padres intentan conocer bien a su futura nuera para ver cómo se avendrá tanto con su hijo como con ellos. De esta manera, los años de experiencia desempeñan un papel importante a la hora de escoger una esposa o un marido.
Así que ahí estaba yo, una doctora titulada en la Unión Soviética por el Instituto Médico de Moscú, casada con un hombre que iba a llevarme a Estados Unidos. Pero explicaremos eso después. Primero dejemos que Bishnu cuente su parte del relato.
De ingeniería a psicología
Bishnu: A comienzos de la década de los sesenta, cuando trabajaba en mi país, Nepal, con la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional, no me preocupaba en absoluto saber si Dios existía o no, o cuál podría ser la religión verdadera. Había sido criado en un ambiente de hinduismo y budismo entremezclados, donde lo único que realmente importaba eran las visitas regulares a los templos. Debido a que trabajaba con americanos, mi sueño llegó a ser poder ir a Estados Unidos para ampliar mis estudios académicos. Ese sueño se hizo realidad cuando un amigo mío de Kansas, ingeniero agrónomo, me recomendó para estudiar en ese país, al que llegué en 1965.
Entre 1965 y 1969 estudié Ingeniería Agrónoma en la universidad de Hawai y más tarde en la de Oregon State. Mientras estaba allí, me escogieron para ser consejero estudiantil de un dormitorio entero. Esto me dio la oportunidad de trabajar con las personas y con sus problemas. Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba mucho más interesado en la gente que en las acequias y la maquinaria agrícola. Así que, después de haber estudiado unos cinco años, cambié la ingeniería por la psicología. Con el tiempo me licencié en Psicología Clínica en la universidad de Wichita State.
En 1971 volví a Nepal para hacer una breve visita a casa. Imagínense mi sorpresa cuando mi madre me dijo que conocía a una joven de buena familia y me preguntó si estaría interesado en casarme con ella. Pensé: “Bueno, sí, cuando acabe mis estudios en Estados Unidos dentro de un año”. Sin embargo, solo cuatro semanas después ya estábamos casados. Celebramos una boda tradicional nepalesa, que duró dos días. Puesto que los dos éramos de la casta Chitrakar, muchos de nuestros parientes estuvieron presentes.
Quizás usted ahora se pregunte cómo podíamos esperar disfrutar de un matrimonio feliz si estaba basado casi exclusivamente en la elección de nuestros padres y teníamos un conocimiento tan sumamente superficial el uno del otro. La respuesta es que confiábamos en su buen criterio, y el tiempo ha demostrado que la decisión que tomaron fue acertada. Así que en vez de seguir el sistema occidental de noviazgo, seguimos nuestro método tradicional de dejar que fueran nuestros padres quienes emparejaran nuestras cualidades y personalidad.
Después de nuestra boda, Tara continuó trabajando en un hospital de Nepal. No obstante, no era feliz espiritualmente. Había sido criada en la religión hindú, y estaba muy preocupada por los asuntos religiosos. Se hacía muchas preguntas acerca de la religión. Pero mejor que sea ella quien nos lo cuente.
Estudios en la Unión Soviética
Tara: Primero permítanme explicarles cómo llegué a la Unión Soviética. El gobierno soviético me concedió una beca para estudiar Medicina en Moscú. Entonces surgió el primer problema: tenía que aprender ruso. Normalmente, se envía a los estudiantes a Rusia para que estudien el idioma durante un año. Sin embargo, debido a un retraso administrativo, llegué a Moscú seis meses más tarde de lo previsto. Como consecuencia, solo tenía medio año para aprender ruso. Luego ingresé directamente en la facultad de Medicina, donde estudié durante seis años.
A menudo me preguntan qué pensé de la Unión Soviética. Por supuesto, todo en la vida es relativo, y en aquel tiempo mi punto de referencia era Nepal, un país aún en vías de desarrollo. Por lo tanto, quedé muy impresionada por las ciudades limpias y su excelente sistema de transportes, especialmente en Moscú. En cuanto a la gente, vi que tenía las mismas necesidades básicas que la de cualquier otro lugar: comida, ropa y trabajo adecuados para poder cuidar de sus familias. Habían sufrido tanto durante la segunda guerra mundial, que eran muy conscientes de lo necesario de la paz.
Como estudiante de Medicina, comprobé que los doctores y profesores se interesaban en su trabajo, a pesar de que no se les pagaba mucho. Puesto que era becaria, en realidad recibía mucho más dinero (90 rublos al mes) que mis compañeros de estudios rusos. Muchos de los médicos y cirujanos, así como algunos de los responsables de los departamentos del hospital, eran mujeres.
Ritos hindúes y metodistas
Una vez terminados mis estudios en Moscú, volví a Nepal y, como ya saben, me casé. Unos meses después, me reuní con Bishnu en Estados Unidos. Entonces empecé a añorar algunos aspectos de mi vida en Nepal. Al haber sido criada en el hinduismo, estaba acostumbrada a visitar los templos de Katmandú. Aunque mi religión dedicaba muy poca atención, si acaso alguna, a las enseñanzas doctrinales, yo echaba de menos las manifestaciones externas de espiritualidad. Necesitaba un “templo”.
Enfrente mismo de la oficina de correos de Winfield (Kansas), por donde pasábamos cada día para recoger nuestra correspondencia, había una iglesia metodista. Un día Bishnu entabló una conversación con el pastor, y desde entonces asistimos a aquella iglesia.
Tanto el pastor como su sustituto sabían que yo era hindú y que seguía teniendo mis ídolos en casa; sin embargo, no pusieron ninguna objeción. A pesar de ello, debo decir que los cuatro años que pasé con los metodistas no me satisficieron espiritualmente. Sabíamos muy poco de la Biblia.
Preguntas que me angustiaban
Puesto que ejercía la medicina, había tenido ocasión de ver mucho sufrimiento. Por ejemplo: en una ocasión, en Katmandú vi como una mujer entraba en estado de choque al recibir una transfusión de sangre incompatible. El trabajo que se realizaba en los laboratorios no era siempre muy concienzudo, y de vez en cuando ocurrían accidentes fatales.
Me asaltaba una serie de preguntas que ni el hinduismo ni el metodismo podían contestarme. Por ejemplo: ¿por qué tenemos que morir?, ¿por qué hay tanto sufrimiento en el mundo?, ¿quién es el responsable del sufrimiento humano? Me preguntaba cómo obtener las respuestas.
Un día nos visitaron los testigos de Jehová. Les dije que asistíamos a la iglesia metodista, pero cuando nos preguntaron si desearíamos entender la Biblia, a Bishnu le agradó la idea, y yo también accedí. En poco tiempo mis preguntas empezaron a recibir respuestas lógicas basadas en la Biblia. Ahora la Biblia era el libro que quería entender más que ningún otro. Llegué a comprender que un Dios de amor no podía ser el responsable de todo el sufrimiento que hay en el mundo. También aprendí en la Biblia que lo que en realidad produce el sufrimiento y la muerte es la suma de la influencia satánica y la propia insensatez humana. (Deuteronomio 32:4, 5; 1 Juan 5:19; Revelación 12:9-12.)
Otra cosa que aprendí fue que si los nombres de los dioses hindúes eran importantes para distinguirlos unos de otros, aún más lo era el nombre del Dios verdadero, Jehová, para distinguirlo de todos los demás dioses falsos que existen en el mundo. (Salmo 83:18.) Me impresionó especialmente la perspectiva de un nuevo mundo de paz y armonía. (Revelación 21:3, 4.) Pero mientras yo saciaba mi hambre espiritual, Bishnu no aceptaba las respuestas con tanta facilidad.
Escepticismo y, después, convicción
Bishnu: Aunque Tara estaba aceptando la verdad de la Biblia, yo me resistía a la idea de que solo pudiera haber una verdad. De manera que estudiaba la Biblia con los Testigos, pero con el fin de encontrar errores. No obstante, los Testigos pacientemente me proporcionaban todas las respuestas a mis preguntas con la Biblia. Poco a poco llegué a convencerme de que había hallado la verdad.
Con el tiempo, nos mudamos a Arlington (Virginia), y en diciembre de 1979 nos bautizamos como Testigos dedicados. Entonces decidimos que deberíamos usar nuestras vidas más plenamente para alabar a Jehová. De manera que acordamos que solo uno de nosotros tendría un trabajo de jornada completa, mientras que el otro pasaría más tiempo predicando y enseñando la verdad. Por algún tiempo trabajé en un centro de tratamiento psiquiátrico para refugiados vietnamitas.
De psicólogo a conductor de autobús
En noviembre de 1980 nos mudamos a Winchester (Virginia), donde Tara obtuvo trabajo en el Departamento de Salud Pública. Ahora era yo el que tenía que encontrar una colocación. Por unos nueve meses no pude encontrar empleo en mi profesión. De modo que Tara estaba trabajando, pero yo no. Todo lo que quería en ese momento era un trabajo de media jornada para poder dedicarme más de lleno al ministerio cristiano.
Ese fue un período de prueba para mí. Estaba empezando a desalentarme y pensé que tendría que terminar aceptando un trabajo de jornada completa. Pero no fui probado más allá de lo que podía soportar. Con el tiempo me ofrecieron un trabajo de media jornada en un centro para rehabilitación de drogadictos, donde tenía que orientar a personas con problemas con el alcohol y las drogas. Eso era lo ideal para mí, ya que podía escoger mi propio horario. Pero entonces la situación cambió. Se me dio a escoger: o trabajaba la jornada completa o me quedaba sin trabajo. Así que de nuevo me encontré en el paro, y esta vez cobrando el subsidio de desempleo. Aquello fue un golpe a mi orgullo; pero entonces nos encaramos a un inesperado desafío.
La revista ¡Despertad! del 22 de julio de 1984 publicó un artículo sobre el desempleo y ofreció algunas sugerencias. Mientras mirábamos la lista de posibilidades de trabajo fuera de casa, Tara señaló uno que me pareció interesante: conductor de autobús escolar, un trabajo con un horario muy práctico.
Pasar de psicólogo a conductor de autobús era todo un cambio. Pero me gustaba conducir. Así que, aunque significó tragarme el orgullo, me presenté ante la junta directiva escolar. Me ofrecieron el puesto, y también me dieron una de las rutas más difíciles, con algunos de los niños más rebeldes. Por esa razón, mi conocimiento de psicología me resultó verdaderamente útil.
Una vez, unos cuantos niños estaban alborotando en el autobús y no había manera de que se callaran. Paré el autobús y les expliqué que por su seguridad no debería haber distracciones mientras estaba conduciendo, y que si las había, pararía el autobús hasta que se restableciese el orden. Después de parar un par de veces, la mayoría de ellos pronto se encargó de que los rebeldes se mantuvieran callados.
Pero era en el ministerio cristiano donde disfrutaba de las experiencias más importantes. Predicaba de manera más regular y recibía la ayuda de Lansing Anderson, un excelente hermano que servía de anciano y precursor en la congregación de Winchester West. Entonces, en 1985, Tara tuvo algunas experiencias que volverían a cambiar nuestra vida.
Un nuevo desafío en Nueva York
Tara: En tres ocasiones, durante 1984 y 1985, tuve la oportunidad de servir temporalmente de médico en la central mundial de los testigos de Jehová, en Brooklyn (Nueva York). Esta es una comunidad de unos dos mil setecientos Testigos de todo el mundo. Comen, duermen y trabajan allí sin ningún sueldo, tan solo una pequeña ayuda para gastos personales. Todos ellos son ministros voluntarios que han dedicado sus esfuerzos a que las “buenas nuevas” del Reino de Dios se prediquen por todo el mundo. (Marcos 13:10.) Algunos trabajan en las enormes instalaciones de imprenta para producir Biblias y literatura bíblica en muchos idiomas. Otros hacen trabajo de oficina, administración y diferentes tareas domésticas. De manera que este pequeño “pueblo” de Brooklyn Heights también necesita su propio personal médico.
Me encantaba tener la oportunidad de trabajar en esta comunidad cristiana. Me producía mucha satisfacción poder trabajar entre personas limpias de cuerpo y mente y que además compartían mis creencias. Entonces recibimos una enorme sorpresa. La Sociedad Watchtower nos invitó a servir de tiempo completo en su central mundial. Así que ahora formo parte del equipo de cuatro médicos, dos hombres y dos mujeres, que se encarga de las necesidades de esta comunidad. Tenemos pacientes de todas las edades, desde niños pequeños (uno de nuestros médicos tiene cuatro hijos) hasta Testigos ancianos de más de noventa años... ¡que aún siguen trabajando! Y ¿qué hace Bishnu?
Más feliz con menos
Bishnu: En la actualidad sirvo de superintendente de hogar en esta comunidad, en la supervisión de algunos de los trabajos domésticos. Aquí no trato casos de drogadicción ni de alcoholismo. Todo el mundo vive en armonía con los principios bíblicos y los aplica. Y resulta interesante ver que esos mismos principios son muy a menudo lo que hoy se llama psicología aplicada.
Es cierto que ahora no tenemos una casa propia ni ganamos un buen sueldo. Pero hemos aprendido a estar mucho más felices con menos. Hemos hallado el conocimiento del Dios verdadero y Señor Soberano del universo, Jehová. ¡Y tuvimos que venir desde Katmandú (Nepal) para encontrarlo!
[Fotografías/Mapa en la página 15]
La ciudad de Katmandú y su valle, en Nepal, donde nacimos
[Mapa]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
CHINA
NEPAL
Katmandú
INDIA
[Fotografía en la página 16]
Poco después de nuestra boda en Nepal
[Fotografía en la página 17]
Tara estudió Medicina en la Unión Soviética
[Reconocimiento]
Delegación de la Unión Soviética en las Naciones Unidas
[Fotografía en la página 18]
Tara (a la izquierda) ayudando a su suegra a preparar una comida