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  • Qué esperanza hay de una recuperación económica
  • ¡Despertad! 1989
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¡Despertad! 1989
g89 8/5 págs. 9-11

Qué esperanza hay de una recuperación económica

Se cuenta que en cierta ocasión, durante el reinado de Luis XVI de Francia, la reina María Antonieta preguntó al ministro de Hacienda de la Corona: “¿Qué hará usted con el déficit, Monsieur le Ministre?”. Su respuesta fue: “Nada, Madame. Es un problema demasiado grave”.

AUNQUE los tiempos han cambiado, esta filosofía parece seguir en boga. Tanto estadistas como economistas se lamentan por la enorme deuda exterior, el grave desequilibrio económico entre los países pobres y ricos y la desesperante pobreza que reina en tantos países. Sin embargo, es poco lo que se hace, si acaso algo: los problemas son demasiado graves. ¿Tiene esto sentido en el ámbito económico?

El concepto “economía” se deriva del término griego oikonomos, que significa mayordomo o administrador de una casa. La economía mundial es, por lo tanto, el estudio de cómo se administra la “casa” del mundo. Pues bien, ¿cómo se está haciendo esto?

Para ilustrarlo, imaginémonos que la Tierra es un vecindario y las naciones individuales, los vecinos. Uno de los vecinos ricos es un malgastador empedernido que debe dinero a casi todos, pero como es el mejor cliente que tienen, sus acreedores no se atreven a presionarle para que les pague. Algunas de las familias pobres tienen tantas deudas, que se ven obligadas a pedir dinero prestado tan solo para poder pagar los elevados intereses de los préstamos que han recibido. Entre tanto, el padre de la familia más indigente del vecindario acaba de permitirse el lujo de celebrar un espléndido banquete para sí mismo y sus amistades, a pesar de que varios de sus hijos están pasando hambre.

Las familias ricas comen muy bien y acaban tirando un montón de comida a la basura. Es más, gastan en sus animales de compañía más de lo que las familias pobres pueden gastar en sus propios hijos. De vez en cuando celebran reuniones de vecinos para hablar sobre todos los problemas de la zona, pero parece que no se hace nada. Como consecuencia, aumenta la tensión entre las familias ricas y las pobres. Es obvio que hay algo en la manera de administrar el vecindario que falla de raíz.

Alguien que administre la economía mundial

No se puede conseguir una buena administración si no se acatan las normas de la moralidad. Como hemos visto, el egoísmo y la avaricia —ya sea a nivel nacional, empresarial o individual— contribuyen de manera significativa a la crisis del coste de la vida, especialmente en los países pobres. En realidad, la injusticia económica no es más que un reflejo de un sistema de cosas injusto.

Hay que admitir que no existen soluciones sencillas, pues las dificultades son demasiado grandes para un solo país, y no existe ningún organismo internacional que tenga el poder necesario para resolverlas. Además, se critica a los líderes del mundo por carecer de la voluntad política que se necesita para enfrentarse a dichas dificultades.

Sin embargo, la historia nos habla de un gobernante que estaba muy interesado en la situación de los económicamente oprimidos, por lo que promulgó leyes específicas para su protección y manutención.

Este gobernante fue aquel que hace unos tres mil quinientos años libertó de Egipto a los israelitas y los alimentó milagrosamente con maná durante los cuarenta años que vagaron por el desierto. Este rey invisible se aseguró de que todos tuviesen lo suficiente. (Éxodo 16:18; compárese con 2 Corintios 8:15.)

Posteriormente, cuando los israelitas llegaron a la Tierra Prometida, las leyes de Dios protegieron a los necesitados. Los que atravesaban tiempos difíciles podían pedir dinero prestado sin tener que pagar interés. Los pobres podían espigar en los campos y rebuscar en los huertos y en las viñas, mientras que los propietarios, por su parte, debían dejar algo para ellos. Además, Dios mandó a los israelitas más favorecidos que ‘abriesen generosamente su mano a los afligidos de su tierra’. (Deuteronomio 15:7-11.)

Dios administraba de tal manera la casa de Israel, que toda la nación podía prosperar, siempre y cuando obedeciesen sus instrucciones. Se requería que los representantes de Dios, como el rey Salomón, imitasen su ejemplo. Con respecto a este rey, el salmista escribe: “Él dará a los humildes sus derechos, socorrerá a los hijos de los pobres [...]. Él habrá de liberar al pobre que suplica, al afligido y al que carece de socorro; [...] pues su sangre es preciosa ante sus ojos”. (Salmo 72:4, 12-14, Serafín de Ausejo.)

No obstante, Dios más tarde predijo en su Palabra que surgiría una severa crisis del coste de la vida. Al hablar sobre las crueles realidades económicas que con el tiempo plagarían a la humanidad, la Biblia predijo: “Solamente un kilo de trigo por el salario de un día”. (Apocalipsis 6:6, Versión Popular.) En la actualidad, esta es exactamente la situación en la que se encuentran muchos de los pobres del mundo: con los ingresos de todo un día de trabajo ni siquiera se puede pagar una sola comida.

Se acerca una verdadera recuperación económica

La única solución para esta deplorable situación la puso de relieve Willy Brandt, ganador del premio Nobel de la Paz. Él dijo: “Tiene que haber una mayor comprensión de que los países pobres y ricos [...] están unidos por su interés común en la supervivencia, y de que las soluciones únicamente se lograrán si se adopta un planteamiento de largo alcance y a nivel mundial”.

Esto es precisamente lo que Dios va a adoptar: un planteamiento de largo alcance y a nivel mundial. A diferencia de los gobernantes humanos, Dios tiene la voluntad y los medios para llevar a cabo una recuperación económica mundial.

En esa misma profecía sobre las dificultades económicas, Dios hizo referencia al gobernante que Él ha nombrado, un gobernante capaz de remediar la situación. Se dice que va sentado sobre un caballo “blanco” y que ‘sale venciendo’. Dicho gobernante no es sino Jesucristo, quien pronto ‘vencerá’ y extenderá sobre toda la humanidad el gobierno del Reino de Dios, el medio por el cual Dios resolverá, entre otras cosas, la crisis del coste de la vida. (Revelación 6:2; compárese con Daniel 2:44.)

Dios promete que bajo este Reino —al que se hace referencia en la profecía de Isaías como “nuevos cielos”— “no se fatigarán en vano, no engendrarán hijos para la catástrofe”. “Mis siervos comerán [...]; mis siervos beberán [...]; mis siervos estarán alegres.” (Isaías 65:13, 14, 17, 23, Nueva Biblia Española, edición Latinoamericana.)

Millones de personas que hoy día se fatigan en vano pueden cobrar ánimo de estas palabras. En el nuevo mundo de Dios, sus hijos no se verán privados de las necesidades básicas por culpa de dificultades económicas. La preocupación por el coste de la vida será reemplazada por el gozo de la vida.

Si usted piensa que semejantes promesas simplemente son un sueño utópico, ¿por qué no habla con los testigos de Jehová la próxima vez que le visiten? Tendrán mucho gusto en mostrarle con las Escrituras la razón por la que podemos confiar en el medio de Dios para solucionar la crisis del coste de la vida.

[Ilustración en la página 10]

En el nuevo mundo de Dios, nadie pasará hambre ni será pobre

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