Un análisis clerical de la cristiandad
En su libro Questions People Ask (Preguntas que la gente hace), Roberto J. McCracken, pastor de la iglesia Riverside de la ciudad de Nueva York, escribe: “Hace años en Boston el obispo F. J. McConnell pronunció un discurso. . . . ‘Durante la rebelión de los boxers,’ dijo él, ‘centenares, probablemente millares de cristianos chinos sufrieron martirio. Allí estaban arrodillados, con la cabeza sobre el tajo, mientras los cuchillos temblaban en las manos de los verdugos. Lo único que tenían que hacer era gruñir una palabra china que significaba “Me retracto” y se salvarían la vida. Ahora bien, ¿qué hubiese hecho yo en dichas circunstancias? Y no hablo en sentido estrictamente personal, sino en facultad representativa, porque creo que los demás de ustedes son muy parecidos a mí. Con la cabeza sobre el tajo me imagino que hubiera dicho: “¡Esperen! Creo que puedo hacer una declaración que sea satisfactoria a todos los interesados.”’
“Durante un período demasiado largo los cristianos han sido así, complacientes, sabios en lo mundano, flexibles, conviniendo en lo que es convencional, dejando perplejos a sus vecinos que no son creyentes en cuanto a lo que la Iglesia representa y defiende, a menos que sea una tolerancia calmada de las cosas tal como están, acompañada de un deseo leve de que mejoren con el transcurso del tiempo, hasta donde eso sea compatible con la conservación de los intereses creados. La sal, la luz, la levadura—ésos fueron los términos que Jesús empleó al contemplar en su mente la fuerza del efecto que causarían en el mundo sus discípulos. Y hoy día . . . el peligro siempre presente ante la Iglesia es que quizás se haga insípida—sin representar o defender cosa alguna en particular, vacilante, indiferente, con un mensaje apagado e incierto.”