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  • La antigua Corinto, próspera y licenciosa
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1959
w59 15/10 págs. 637-638

La antigua Corinto, próspera y licenciosa

LA ANTIGUA ciudad de Corinto era famosa por su riqueza, lujo y licencia. En cuanto a esto no era desemejante a la moderna civilización occidental con su prosperidad material y el énfasis que se le da al sexo. El tener información acerca de Corinto nos ayuda a entender mejor las cartas que Pablo escribió a los corintios así como también a apreciar lo oportuno del consejo contenido en ellas.

La primera Corinto era una metrópoli floreciente cuando todavía había reyes sentados en el trono de Jehová en Jerusalén. La ciudad estaba ubicada en una extensión angosta de tierra cerca de la base del Acrocorinto, ciudadela peñascosa natural de unos 580 metros de alto. Esta extensión angosta de tierra entre dos mares conectaba la península del Peloponeso con la parte septentrional de Grecia y era llamada “el puente del mar,” o isthmos, de donde conseguimos nuestro vocablo moderno “istmo,” que significa una lengua o faja angosta de tierra entre dos mares.

Corinto disfrutaba de la ventaja de un puerto en cada mar, el uno el término de las vías marítimas asiáticas, y el otro el término de las de Italia. Grandes cantidades de mercancías se transportaban a través del istmo desde un puerto hasta el otro. Corinto se convirtió en la ciudad más opulenta de Grecia. También llegó a ser “una de las más antiguas cunas del arte.” Las columnas corintias eran extremadamente adornadas y extensamente imitadas.

Corinto “poseía todo el esplendor que la riqueza y el lujo podían crear.” “No todos pueden ir a Corinto” rezaba un proverbio. A la par con su lujo iba la inmoralidad, instigada por la adoración de la “reina del cielo,” Afrodita, diosa del “amor” y de la belleza, haciendo que Corinto también fuera conocida como la ciudad más licenciosa de la Grecia antigua. En el santuario de esta diosa mil hieroduli, o sacerdotisas, ofrecían su cuerpo a forasteros en prueba de su devoción a Afrodita. Las hetarias de Corinto, o mancebas, eran notorias tanto por su belleza perversa como por el elevado precio que cobraban por sus favores. Corinthiázesthai significaba “practicar la ocupación de alcahuete.” A los hombres y mujeres libertinos los llamaban “corintiastas” y “muchachas corintias.”

En 146 a. de J.C., el general romano Mummio destruyó a Corinto, saqueando muchos de sus tesoros de arte por motivos comerciales. Un siglo más tarde, en 46 a. de J.C., Julio César reconstruyó la ciudad y la pobló de romanos y griegos. Aunque “la ubicación era el único vínculo de conexión entre la nueva Corinto y la antigua, no obstante parece que los esplendores históricos del lugar lograron dominar la mente de los nuevos habitantes, quienes dentro de poco comenzaron a reanudar todos los cultos locales, y a reclamar [la] gloria pasada [de ella] como de ellos mismos.” (Encyclopedia Britannica) De nuevo Corinto se hizo famosa como una ciudad tanto próspera como licenciosa. Fué esta Corinto la que Pablo visitó alrededor de 50 d. de J.C., permaneciendo allí dieciocho meses y estableciendo una congregación.

Después de eso Corinto fué tomada repetidamente por los turcos, francos, venecianos, etc., y una vez fué allanada por un terremoto. La Corinto moderna, Korinthos, está ubicada a nueve kilómetros y medio del sitio de la antigua ciudad y tiene aproximadamente 18,000 habitantes. Igual que sus dos antiguas tocayas, es un importante centro de transporte. En ella se hallan dos florecientes congregaciones de testigos de Jehová. Incidentalmente, en el sitio original está la Corinto Antigua, pueblo de aproximadamente 1,000 personas.

Los hechos susodichos arrojan luz sobre las dos cartas que Pablo escribió a la congregación de Corinto, la cual él estableció. Explican por qué Pablo habló tan vigorosamente acerca de la conducta correcta y la adoración pura, especialmente en los capítulos cinco hasta siete de su primera carta. De hecho, Pablo menciona la fornicación más a menudo en estas dos cartas que en sus otras doce. Esto también explica por qué aconsejó a los corintios que era mejor casarse que estar distraídos por la pasión.

En vista de la prosperidad de Corinto podemos entender bien el que Pablo censurara a los hermanos de aquella ciudad por su falta de hospitalidad, por qué él recalcó que cada uno debería dar según lo que tuviera y por qué les hizo recordar que “el que siembra escasamente también cosechará escasamente.” Aunque el consejo de Pablo respecto al dar generoso y la vida limpia es siempre apropiado y oportuno, tiene fuerza especial para con todos aquellos que vivan en lugares que, semejantes a las Corintos antiguas, son prósperos y licenciosos.—2 Cor. 9:6.

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