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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1969
w69 1/1 págs. 31-32

Preguntas de los lectores

● Si, como se expresa en Juan 18:31, los judíos en el tiempo de Jesús no tenían autoridad para ejecutar a los violadores de la ley, ¿cómo pudieron apedrear a Esteban?—H. H., EE. UU.

El grado de autoridad que tenían los judíos en aquel tiempo tocante a la pena capital es algo incierto. Muchos doctos creen que cuarenta años antes de la destrucción del Templo (70 E.C.), o alrededor de 30 E.C., los judíos cesaron de pronunciar sentencias capitales o de muerte. Esto parecería estar en armonía con los comentarios que hicieron los miembros del Sanedrín cuando entregaron a Jesús al gobernador romano Poncio Pilato. Leemos: “Pilato les dijo: ‘Tómenlo ustedes mismos y júzguenlo según su ley.’ Los judíos le dijeron: ‘A nosotros no nos es lícito matar a nadie.’”—Juan 18:31.

Sin embargo, es posible que los romanos les hayan permitido a las autoridades judías el derecho de ejecutar a violadores de la ley religiosa, pero no a violadores de la ley política. Según el historiador judío Josefo, el general romano Tito reconoció que los romanos concedieron a los judíos permiso para matar a los contaminadores del Templo. (Wars of the Jews, Libro VI, cap. II, párr. 4) Aun si esto indicaba una norma general, no afectaría lo que leemos en Juan 18:31.

Los líderes religiosos judíos eran asesinos, pues estaban dispuestos a matar a un hombre inocente para lograr sus fines. Por eso fraguaron la muerte de Jesús. (Juan 8:44; 11:48-53) Pero surgió un problema. Temían que el obrar contra Jesús causara un alboroto entre la gente, puesto que muchos respetaban o seguían a Jesús. (Mat. 26:4, 5) Por eso, después de haber arrestado secretamente a Jesús y de haberlo condenado bajo un cargo religioso, trataron de hacer que Pilato ejecutara a Cristo. Definitivamente el gobernador Pilato podía hacerlo, porque le dijo a Jesús: “¿No sabes que tengo autoridad para ponerte en libertad y tengo autoridad para fijarte en un madero?” (Juan 19:10) Si los romanos mataban a Jesús por una acusación política, eso tendería a absolver de responsabilidad a los caudillos religiosos delante de la gente por la muerte.

Sea que los judíos mismos tuviesen autoridad para ejecutar solo a violadores de la ley religiosa, o no tuvieran autoridad para efectuar ninguna clase de pena capital, todavía podían “tomar la ley en sus propias manos,” por decirlo así. En varias ocasiones hubo chusmas que quisieron matar a Jesús. (Juan 8:59; 10:31; Luc. 4:29) Mediante chusmas y conspiración los judíos trataron de deshacerse de los apóstoles de Jesús. (Hech. 5:33; 9:23, 24; 14:19; 21:27-31; 23:12) Por consiguiente, con autoridad legal o sin ella, los judíos en general, los hombres de mayor edad, los escribas y los miembros del Sanedrín, que fueron incriminados por el sobresaliente discurso de Esteban, y a quienes este discurso encolerizó, “se pusieron a crujir los dientes.” Dominados por su ira, los de la chusma “clamaron a voz en cuello y se pusieron las manos sobre los oídos y se precipitaron de común acuerdo sobre [Esteban]. Y después de echarlo fuera de la ciudad, se pusieron a tirarle piedras,” causándole la muerte.—Hech. 6:12; 7:54-60.

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