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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1988
w88 1/7 pág. 31

Preguntas de los lectores

◼ ¿Tenían los judíos autoridad legal para ejecutar a Jesús, como sugieren las palabras de Pilato en Juan 19:6?

No podemos saber con seguridad si en aquel tiempo los romanos otorgaban a los judíos autoridad para llevar a cabo ejecuciones.

Después que los líderes judíos instigaron el arresto de Jesús, celebraron una especie de juicio. Durante aquel proceso “buscaban testimonio falso contra Jesús a fin de darle muerte”. Finalmente pronunciaron a Jesús culpable de blasfemia y dijeron que, por eso, estaba “expuesto [...] a muerte”. (Mateo 26:59, 60, 65, 66.) Pero después que “tuvieron consulta contra Jesús para darle muerte”, lo llevaron al gobernador romano, Pilato. (Mateo 27:1, 2.)

Estas circunstancias han llevado a muchos a concluir que en aquel tiempo los judíos no tenían permiso de los romanos para ejecutar a Jesucristo por aquella acusación religiosa. Este punto de vista aparentemente está confirmado por la respuesta de los judíos cuando Pilato les dijo que juzgaran al acusado según la ley judía. Ellos respondieron: “A nosotros no nos es lícito matar a nadie”. (Juan 18:31.) De hecho, una tradición que se relata en el Talmud de Jerusalén dice que unos 40 años antes de que Jerusalén fuera destruida en 70 E.C. los judíos perdieron la autoridad de ejecutar a los malhechores.

Entonces, ¡cuán extrañas parecen las palabras de Pilato en Juan 19:6! En respuesta a los clamores de los líderes religiosos pidiendo que Jesús fuera fijado en un madero, Pilato les dijo: “Tómenlo ustedes mismos y fíjenlo en el madero, porque yo no hallo en él falta alguna”. Esta declaración parece estar en conflicto con lo que los judíos habían dicho en Juan 18:31.

El historiador judío Flavio Josefo presenta un relato de testigo ocular que quizás arroje luz sobre este conflicto. Él informa que durante el ataque romano a Jerusalén en 70 E.C. los rebeldes se retiraron al recinto del templo. Algunos de aquellos luchadores ensangrentados se hallaban en terreno donde antes no habrían podido entrar, por lo sagrado de aquel lugar. El general Tito, con repugnancia por esta profanación de lo que hasta los romanos tendían a ver como terreno sagrado, clamó:

“Decid, hombres perversos y llenos de maldad, ¿no habéis vosotros cercado el santo lugar con rejas? ¿No habéis hecho tablas escritas en letras griegas y romanas, con las cuales vedáis y prohibís que ninguno ose pasar de lo que está cercado? ¿No os concedimos que mataseis a quien lo contrario hiciese, aunque fuese romano? Pues, ¿para qué, ¡oh gente muy dañada!, habéis puesto debajo de vuestros pies los muertos en este mismo lugar?”—Guerra de los judíos, traducido por Juan Martín Cordero, tomo II, pág. 167; cursivas nuestras.

Por eso, aunque los romanos no dejaran que los judíos emplearan la pena capital por ofensas civiles, parece que sí otorgaban autoridad para ejecutar a alguien por ciertas ofensas religiosas graves. Los judíos que entregaron a Jesús en manos de Pilato quizás pensaron que era deseable dejar que los romanos efectuaran la ejecución, posiblemente para hacer más repugnante su muerte, y para que cualquier clamor público fuera contra los extranjeros. (Gálatas 3:13; Deuteronomio 21:23.) Sin embargo, Pilato quizás quiso evitar aquel problema, y les dijo: “Tómenlo ustedes mismos y fíjenlo en el madero”. También, quizás indicaba que, desde su punto de vista, si la cuestión era un asunto religioso de suficiente gravedad, los líderes judíos debían llevar responsabilidad por ejecutar a Jesús.

[Fotografías en la página 31]

Esta inscripción que se hallaba en el atrio o patio del templo (véase el recuadro) daba a los gentiles la advertencia de no pasar más allá del muro bajo en el atrio del templo

Reproducción de la ciudad de Jerusalén al tiempo del segundo templo (ubicada en el recinto del Holyland Hotel, en Jerusalén)

[Reconocimiento]

Pictorial Archive (Near Eastern History) Est.

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