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  • Resueltos a reunirnos en asamblea

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  • Resueltos a reunirnos en asamblea
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1985
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1985
w85 1/2 págs. 29-30

Resueltos a reunirnos en asamblea

“LA LLUVIA más fuerte que ha caído en 80 años mata a 28 personas”, decían los titulares del día siguiente. En solo seis horas, desde las 2.00 de la madrugada hasta las 8.00 de la mañana, habían caído unos 250 milímetros (10 pulgadas) de lluvia en total en el norte de Taiwan. La ciudad de Taipei fue azotada de manera excepcionalmente severa. En esas cuantas horas cayó la cantidad de lluvia que normalmente caería en un mes, lo cual provocó inundaciones de hasta 4 metros (13 pies) en algunos lugares. Pero en aquel día los Testigos del norte de Taiwan iban a congregarse, ¡y su asamblea iba a celebrarse en la ciudad de Taipei! ¿Podrían reunirse todavía para el segundo día de su asamblea de circuito semestral?

Cuando nos despertamos aquel día, el 3 de junio de 1984, mi esposa y yo no nos dimos cuenta de lo severa que había sido la tormenta. Es bastante común que haya aguaceros fuertes durante la estación de los monzones, de modo que no hicimos gran caso de lo ocurrido. Poco a poco se hizo patente que había un silencio insólito. Los autobuses de la ciudad, que normalmente se detienen cada varios minutos enfrente de la casa de apartamentos donde estábamos alojados, no estaban circulando. Y cuando, a las 7.30 de la mañana, se interrumpió la electricidad, empezamos a darnos cuenta de que éste no había sido un aguacero monzónico normal. Preocupado por la asamblea que había de empezar a las 9.55 de la mañana, llamé al encargado del sistema de sonido de la asamblea para asegurarme de que hubiera unas linternas de mano y un equipo de amplificación que funcionara con batería, en caso de que la electricidad se interrumpiera durante el programa.

Fue para entonces cuando empezamos a enterarnos por medio de nuestros vecinos y amistades de que había habido extensas inundaciones en la parte de la ciudad donde vivíamos. Resueltos a llegar a la asamblea a tiempo para la sesión de la mañana, partimos en nuestro velomotor poco después de las 8.00 de la mañana aunque el viaje al Salón de Asambleas normalmente tomaba 20 minutos. Tan pronto como salimos de nuestra calle, nos dimos cuenta de que tendríamos dificultades para salir del sector. Las cuatro rutas diferentes que tratamos resultaron intransitables cuando llegamos a terreno más bajo. Muchas veces en el pasado habíamos viajado a través de 300 a 400 milímetros (12-16 pulgadas) de agua al visitar congregaciones durante la estación de las lluvias. Pero ahora, hasta autobuses y camiones estaban deteniéndose en el agua, que llegaba hasta la cintura. Así que regresamos a casa para dejar el velomotor y decidimos tratar de salir de aquel sector a pie. Todavía estábamos resueltos a reunirnos en asamblea con nuestros hermanos espirituales aquel día.

El caminar resultó difícil también. Aunque la lluvia ya había cesado, el agua seguía subiendo. Agua de color pardo brotaba a chorros, como fuentes, de las cunetas y las bocas del alcantarillado a medida que nos acercábamos al río Ching Mei, pues las aguas crecidas detrás de los diques ya estaban mucho más altas que el terreno circundante. Nos agarramos del brazo uno al otro y fuimos vadeando lentamente la rápida corriente... mientras dábamos cuidadosamente cada paso para no caer en ningún hoyo. Solo cuando llegamos a lo alto del puente del río nos dimos plena cuenta de lo grave que era la situación. Lo que normalmente era un riachuelo en medio del lecho del río, un lecho que se usaba para cultivar hortalizas y criar cerdos, a unos 15 metros (49 pies) debajo del puente, ahora era un torrente impetuoso que llenaba el cauce casi hasta lo alto de los diques... ¡y a solo aproximadamente un metro (3 pies) debajo del puente!

La inundación al otro lado del puente parecía aun más seria. Pero unos hombres que venían pasando mencionaron que las condiciones camino abajo no eran tan malas y que los autobuses y taxis estaban circulando por las calles allá. De modo que nos dirigimos a aquel sector. Pero mientras más caminábamos, más fuerte parecía hacerse la corriente. Mi esposa, de estatura más baja que yo, tenía que agarrarse fuertemente de mí tan solo para mantener el equilibrio. Entonces llegamos a un lugar que parecía intransitable. De una calle lateral salía un torrente que parecía un río de aguas profundas. Felizmente, se habían tendido dos sogas de un lado al otro de esta sección, y pudimos atravesar el torrente agarrándonos de ellas. Cuando avanzamos hasta terreno más elevado, el agua disminuyó, y finalmente pudimos detenernos para vaciar de las botas el agua y así aligerar la carga de los pies.

Al llegar al primer camino que no estaba inundado, nos enfrentamos con otro problema que nos impedía llegar al Salón de Asambleas: Los pocos autobuses que estaban circulando estaban completamente llenos, y la mayor parte de los choferes de taxis rehusaban recoger pasajeros. Pero finalmente, uno, que ya llevaba a un pasajero, se detuvo por nosotros. Después de dar muchas vueltas para evitar las zonas inundadas, llegamos al Salón de Asambleas poco después de las 10 de la mañana.

Para deleite nuestro, la mayoría de los Testigos ya estaban allí esperando que empezara la asamblea. Todos habían hecho grandes esfuerzos por llegar allí vadeando aguas de diversas profundidades, ya que los autobuses y las motocicletas —que es lo que generalmente usa la mayoría de la gente— no podían pasar. ¡Qué maravilloso fue ver su aprecio por el programa de la asamblea! Hay solo 417 Testigos en esta región, pero muchas personas interesadas en el mensaje hicieron frente también a las inundaciones, resueltas a reunirse en asamblea con los Testigos y refrescarse con las verdades espirituales de la Biblia. ¡La asistencia, que fue de 629 personas para la sesión de la mañana, aumentó hasta 764 para el discurso principal de la tarde! Más de 30 personas de nuestra zona del norte de Taiwan habían muerto ahogadas o debido a desprendimientos de lodo; sin embargo, ninguna de las personas que estuvieron resueltas a reunirse en asamblea sufrió daño alguno. Agradecidas por la protección de Jehová Dios, disfrutaron del excelente programa.

Sí, estábamos seguros de que Jehová nos protegería a todos mientras nos esforzáramos resueltamente por llegar a la asamblea... sin preocuparnos demasiado por nuestros hogares y lo que teníamos en ellos. Y de hecho, ninguno de los concurrentes sufrió grave pérdida o daño alguno. Sin embargo, todos ganamos mucho, gracias a la agradable asociación de nuestros compañeros cristianos y el sobresaliente programa que se presentó. Esto nos probó que, aunque es fácil dejar de ir a las reuniones o asambleas cristianas cuando hay ciertos inconvenientes, los que hacen el esfuerzo por asistir reciben abundantes recompensas.—Contribuido.

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