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  • El ministerio social, ¿cómo afecta a la gente?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1987
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1987
w87 15/1 págs. 4-6

El ministerio social, ¿cómo afecta a la gente?

CON solo cinco panes de cebada y dos pescaditos, Jesucristo alimentó milagrosamente a más de 5.000 hombres, mujeres y niños al tiempo de la Pascua (marzo-abril) en 32 E.C. (Mateo 14:14-21; Juan 6:1-13.) Al reconocer el tremendo potencial que Jesús poseía, la gente quería hacerlo rey. Posiblemente pensaron que él los libraría del yugo romano y mejoraría la calidad de vida de ellos. ¿Cómo respondió Jesús?

En vez de someterse a la petición del público, Jesús “se retiró otra vez a la montaña, él solo”. (Juan 6:15.) Pero la muchedumbre no se dio por vencida fácilmente. Al día siguiente vinieron a él de nuevo. Al percibir el motivo ulterior de ellos, Jesús les dijo: “Ustedes me buscan, no porque vieron señales, sino porque comieron de los panes y quedaron satisfechos”. Entonces añadió: “Trabajen, no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para vida eterna”. (Juan 6:25-27.)

¿Qué podemos aprender de este relato? Entre otras cosas, muestra con claridad que es relativamente fácil atraer a las personas mediante beneficios materiales. Sin embargo, el edificar aprecio genuino por las cosas espirituales —cuyo valor es duradero— es un asunto completamente diferente. Actualmente hay aun mayor tendencia de ver las cosas desde un punto de vista puramente materialista.

La atracción poderosa del ministerio social

Desde el punto de vista de las personas de los países en vías de desarrollo, las naciones avanzadas de Occidente son una representación de todas las oportunidades y los beneficios materiales que uno pudiera desear, pero que no están disponibles en su propio país. Se envidia la prosperidad de estas naciones y se imita su estilo de vida. A casi todo estudiante se le ofrece la oportunidad de recibir una educación superior como un pasaporte al adelantamiento y al éxito. En vista de tales antecedentes, no es difícil entender por qué los programas sociales de las iglesias en el extranjero han tenido una atracción tan poderosa en estos países. Pero ¿cuáles han sido los resultados?

Por ejemplo, el que la gente en el Oriente esté dispuesta a hacer casi cualquier cosa que le exijan las iglesias a fin de calificar para algún regalo o limosna ha hecho surgir la despreciativa etiqueta de “cristianos de arroz”. Por supuesto, lo más triste es que cuando se termina tal alivio o ayuda, también se termina el interés de la gente. Muchos de estos cristianos de arroz sencillamente desaparecen del escenario. Por eso, entre los cantoneses, hay un refrán popular que dice algo parecido a esto: “Dios ama al mundo, pero el mundo ama a la leche en polvo”.

Aunque la mayoría de las iglesias ya no dirigen programas de socorro, excepto quizás en tiempos de desastres, lo que sucedió en el pasado ha dejado su huella. Para muchos orientales, las iglesias son sinónimos de las organizaciones caritativas, y la única razón para asistir a la iglesia es para recibir, no para dar. No ven ninguna necesidad de hacer sacrificio personal alguno por la iglesia. Esta actitud se muestra, por ejemplo, en su renuencia a contribuir por literatura bíblica debido a que, según ellos, cualquier cosa que la iglesia produzca debe ser gratis.

El usar la iglesia como un medio para conseguir algo se ve con más facilidad en el campo de la educación. En muchos países en vías de desarrollo se cree que la forma más segura de conseguir fama y éxito es mediante una educación al estilo occidental. Según una fuente, al tiempo que la India logró su independencia de Gran Bretaña, el 85% de los miembros del parlamento de aquella nación habían asistido a “escuelas cristianas”. Y según los ideales de Confucio, en el Lejano Oriente, el estar bien educado es una de las metas más importantes en la vida. Naturalmente, muchos recurren a las escuelas de las iglesias, que por lo general usan métodos y normas occidentales, como un medio para el adelanto personal. Y muchos padres orientales, quienes normalmente siguen las religiones tradicionales, felizmente asisten a las iglesias e instan a sus hijos a hacer lo mismo con el fin de que ellos lleguen a estar en una de las escuelas dirigidas por la iglesia y quizás puedan ir al extranjero más tarde.

¿Cuál ha sido el fruto?

En comparación con la concurrencia en sus lugares de procedencia, generalmente las iglesias misionales disfrutan de una buena asistencia en otros países. Por eso pueden iniciar a muchas personas en las enseñanzas de la iglesia y en algún concepto del cristianismo. Pero ¿les ha ayudado esto a entender la Biblia y su mensaje? ¿Los ha convertido realmente en cristianos, es decir, seguidores de Jesucristo?

Tomemos el ejemplo de Kuo Tung, el joven que se mencionó anteriormente. Cuando se le preguntó si ahora creía en Dios después de haber asistido a la iglesia por algún tiempo, él contestó: “No. Nunca se consideró la evidencia de que Dios existiera”. De hecho, él admitió que no estaba seguro si alguno de sus amigos creía en un Dios personal, aunque habían estado asistiendo a la iglesia con él. Dijo que ellos sencillamente se dejaban guiar para aprovechar la oportunidad de aprender inglés.

Otro joven que asiste a una universidad en los Estados Unidos regresó a su hogar de vacaciones. Cuando un testigo de Jehová lo visitó, el joven le preguntó si los Testigos celebraban sus reuniones en inglés. ¿Por qué? “Para mantenerme al día con el inglés”, dijo él. Cuando se le dijo que las reuniones se llevaban a cabo en el lenguaje de la localidad a fin de que todos se pudieran beneficiar espiritualmente, el joven dijo que asistiría dos veces por semana donde se celebraran las reuniones en inglés.

Hasta personas que han llegado a ser miembros de alguna iglesia y se han bautizado muestran que su punto de vista ha cambiado muy poco. Muchos de ellos se apegan aún a sus creencias y prácticas anteriores, a menudo con la aprobación —o aun con la bendición— de su iglesia. Por ejemplo, en China a los católicos romanos se les permite continuar su adoración de antepasados, aunque esto se prohíbe en otros lugares. Con frecuencia se ve en los portales de hogares “cristianos” placas que suplican la bendición del dios de la puerta. Y en Okinawa se colocan dibujos de animales de los dioses nativos en las esquinas del techo para proteger a la familia.

¿Qué hay de los que se han beneficiado de los programas de su iglesia? Cuando hallan seguridad financiera y material, no es raro oírles decir que la solución a los problemas actuales está en depender de uno mismo. El resultado es que muchos de ellos, o se han separado totalmente de la iglesia, o se han distanciado considerablemente de esta.

Los misioneros de las iglesias han tenido muchas oportunidades excelentes de instruir a las personas en cuanto a lo que la Biblia enseña. Pero en vez de enseñarles a seguir la exhortación de Jesús de ‘seguir, pues, buscando primero el reino y la justicia de Él, y todas estas otras cosas les serán añadidas’, ellos han dado énfasis a las “otras cosas”. (Mateo 6:33.) Mediante los programas sociales, han hecho mucho en cuanto a ayudar a la gente en sentido físico, médico y educativo, pero los beneficios son principalmente de índole temporal. Puesto que no han suministrado un punto de vista espiritual, con frecuencia dichos programas solo llegan a ser un incentivo para esforzarse por alcanzar más ventajas temporales o mundanas.

Las iglesias se proponían predicar el evangelio. Pero lo que ha sucedido en muchos casos es que han promovido el modo de vida materialista de Occidente. Sí, han logrado hacer muchos conversos. Pero como hemos visto, muchos de estos han llegado a ser más mundanos e inclinados a lo material que antes. En los días de Jesús, él dijo acerca de los líderes religiosos: “Atraviesan mar y tierra seca para hacer un solo prosélito, y cuando éste llega a serlo, lo hacen merecedor del Gehena dos veces más que ustedes”. (Mateo 23:15.) En este sentido, el esfuerzo de la cristiandad por predicar el evangelio mediante la asistencia social ha sido contraproducente. Ha resultado incompetente en cuanto a cumplir con la gran comisión que Jesucristo dio: “Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos de gente de todas las naciones, [...] enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado”. (Mateo 28:19, 20.)

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