-
Emprendiendo el servicio donde hay gran necesidad de elloLa Atalaya 1961 | 1 de febrero
-
-
nuestros hermanos, emprendimos la última etapa de nuestro viaje. Cualquier vacilación que hubiéramos sentido anteriormente había desaparecido mucho tiempo antes y, fortalecidos espiritualmente por la asociación teocrática, esperábamos excitados los privilegios que guardaba el futuro.
SERVICIO EN SARAWAK
Poco después de llegar hallamos una vivienda cómoda, y dentro de unos días, al unirnos a los dos misioneros entusiasmados, comenzamos a experimentar el gozo de testificar en territorio que por lo mayor era territorio virgen. Represéntese, por favor, la escena mientras individuos preguntan acerca de Jehová. Cabezas pardas se mueven para indicar que están de acuerdo con las respuestas bíblicas que se les dan; los semblantes reflejan sonrisas apreciativas, y de buena gana aceptan literatura bíblica.
Habíamos oído acerca de los aguaceros tropicales, pero hay que presenciarlos para apreciar lo que son. Una tarde después de oscurecerse salimos en medio de un aguacero para asistir a un estudio de la Biblia con una familia, y al acercarnos a la casa vimos que la única manera de llegar a ella sería por medio de andar unos 140 metros sobre una tabla alzada. Con una luz portátil en una mano, un paraguas en la otra, y apretando un maletín bajo un brazo, avanzamos balanceándonos hasta llegar a la casa. Después de un estudio agradable, iluminado por las llamas sopladas por el viento de una lámpara de aceite quebrada, nos hicieron muchas otras preguntas acerca de la Biblia que les contestamos antes de irnos. Afuera estaba lloviendo todavía, y se había formado una laguna pequeña. Antes de partir nos quitamos los zapatos y los calcetines, nos recogimos los pantalones y las faldas lo más posible y avanzamos poquito a poquito por la tabla, que ahora estaba hundida, hasta que llegamos al camino.
Mientras más trabajamos entre nuestros vecinos mejor los llegamos a entender y más los amamos. La literatura se colocaba rápidamente, y dentro de corto tiempo eran pocos los hogares de nuestra vecindad inmediata que no la tenían. También era muy fácil comenzar estudios—muchas veces en la primera visita. Exhibimos las películas de la Sociedad en salones, casas particulares, hospitales y aun en una colonia de leprosos, teniendo un promedio de cien asistentes en cada una de trece exhibiciones. Los resultados muy pronto se pusieron de manifiesto. La asistencia al estudio de La Atalaya subió de seis a diez y doce, y cuando se comenzó un programa regular de reuniones públicas, subió la asistencia a quince, con máximos de veinte o más—todo esto en menos de seis meses.
Uno de los misioneros recibió una carta de una muchacha china de edad escolar que se había impresionado por lo que vio en una de las películas de la Sociedad. Aunque sus padres eran budistas, ella explicó que ‘se sentía atraída por las “buenas nuevas” y quería aprender más.’ Pronto se hicieron arreglos para un estudio, y dentro de poco tiempo esta muchacha estaba asistiendo a las reuniones y participando regularmente en el servicio del campo, donde podía ofrecer ayuda valiosa alcanzando a los residentes de habla china.
En otro estudio bíblico de casa un amigo del amo de casa llegó de visita y, al invitársele a participar en el estudio, lo hizo de buena gana. Aunque el estudio original se descontinuó, perseveró este hombre hambriento por la verdad y, aun antes de completar el estudio del folleto, comenzó a asistir al estudio de La Atalaya y a comentar, aunque esto querría decir un viaje de veintidós kilómetros de ida y vuelta por bicicleta en el calor intenso o en la lluvia copiosa.
Por supuesto, nuestra actividad no pasó sin que se dieran cuenta de ella las otras misiones religiosas, particularmente cuando muchos de sus estudiantes se dirigieron a nosotros para respuestas a sus preguntas sobre la Biblia. Se comenzó una campaña de intimidación. Aunque algunos descontinuaron sus estudios, otros se mantuvieron firmes. Entonces se efectuó un apremio de los agentes políticos y se cancelaron nuestras visas. Suplicamos una nueva consideración del asunto, pero no se concedió. A fuerza tuvimos que salirnos de nuestra asignación isleña.
Al partir el buque del desembarcadero, muchos de nuestros nuevos amigos estuvieron presentes para expresar su amable apreciación por la ayuda que se les había dado. Nuestras oraciones a favor de ellos han sido muchas y sinceras, y Jehová no los ha abandonado. Por medio de correspondencia hemos sabido que los más capaces están haciendo mucho para ayudar a los demás, y el estudio de La Atalaya se celebra regularmente. A pesar de los esfuerzos que los pastores falsos hacen por resistir la voluntad divina, el brazo de Jehová no se ha acortado, y los que siguen en el sendero del Pastor Propio conseguirán la vida en el nuevo mundo.
Aunque se nos obligó a salir de Sarawak junto con nuestra hija de tres meses, que nació poco después que llegamos, nuestro deseo de servir donde es grande la necesidad no había disminuido. Millones de otras personas viven en esta parte del mundo; nos parecía que nosotros también podríamos hacerlo. Lo que queremos hacer es estar donde hay la mayor necesidad de ayuda. Pronto se abrió el camino para que entráramos en otro lugar—Malaca.
Después de llegar a esta nueva asignación se nos invitó a emprender el servicio de precursores especiales, y estamos agradecidos por el privilegio. Estamos ahora en el segundo año en un campo extranjero, y por sumergirnos en el ministerio hemos encontrado protección contra el peligro muy real del materialismo y los otros males del mundo de Satanás. Nuestros pequeños ingresos y ahorros han sido como los panes y pescados con que Jesús alimentó a la multitud; tenemos suficiente para sostenernos. ¡Cuán ricamente nos ha bendecido Jehová! ¡Cuán felices estamos de que respondimos a Su llamada para servir en lugares donde hay gran necesidad de ello!—Contribuido.
-
-
No para las iglesiasLa Atalaya 1961 | 1 de febrero
-
-
No para las iglesias
● Escribiendo en The Christian Century del 30 de abril de 1958 Simeón Stylites relata acerca del discurso que pronunció en una ocasión el obispo metodista Francisco J. McConnell: “Su tema era lo que sucedería si en una conferencia anual metodista surgiera el asunto de dar al profeta Amós un nombramiento. . . . Arregló . . . una reunión de conferencia del consejo de ministros con los superintendentes de distrito. . . . Uno por uno vertieron lágrimas amargas, expresando imperecedera admiración por el profeta Amós, y explicando por qué les era imposible darle una iglesia en sus distritos.
● “El superintendente del distrito del Norte dijo en una voz que titubeaba . . .: ‘Bien saben ustedes cómo amo y estimo al hermano Amós. . . . Pero le falta la prudencia necesaria para la Iglesia Gracia. Dice lo que piensa toscamente y nunca se vale de la suavidad, y la gente de la Iglesia Gracia necesita mucha suavidad. Están en una campaña de construcción. Si el hermano Amós propusiera menos en cuanto a asuntos controversiales y más maneras de reunir fondos, sería mucho mejor. . . .’
● “Luego se expresó el superintendente del distrito de Occidente. ‘Yo también le tengo mucho cariño al hermano Amós,’ dijo él. ‘Muchos de sus sermones me han conmovido profundamente. ¡Cuánto quisiera ponerlo en la Iglesia Trinidad! Pero simplemente no tiene la elocuencia debida. Ha sido un lugar de grandes predicaciones. . . . El hermano Amós es un hombre llano y brusco que habla directamente. No tiene aquella fineza literaria u oratoria que la gente de Trinidad está acostumbrada a oír. Lo siento mucho.’”
-